EL CISMA DE ORIENTE Y
OCCIDENTE.Una introducción |
José Antonio Molero |
a palabra ‘cisma’ significa ‘separación’. El Cisma de Oriente y
Occidente, también conocido como el Gran Cisma, es, pues, la
separación del papa y la cristiandad de Occidente, de la cristiandad de
Oriente y sus patriarcas, en especial, del Patriarca Ecuménico de
Constantinopla. El distanciamiento entre ambas Iglesias comienza a gestarse
desde el momento mismo en que el emperador Constantino el Grande decide
trasladar, en el 313 d.C., la capital del Imperio romano de Roma a
Constantinopla; se inicia, practicamente, cuando Teodosio el Grande
divide a su muerte (395) el Imperio en dos partes entre sus hijos: Honorio, que
es reconocido emperador de Occidente, y Arcadio, de Oriente; deja notarse a
partir de la caída del Imperio occidental ante los pueblos
barbaros del Norte en el 476; se agudiza en el siglo IX por Focio, patriarca
de Constantinopla, y se consuma definitivamente en el siglo XI con Miguel I
Cerulario, también patriarca de Constantinopla. | |
| Focio (820-897),secretario de la
Cancillería del Imperio Oriente y, luego, patriarca de Constantinopla. |
Causas del CismaEn tres grupos pueden clasificarse las principales causas que
motivaron el Cisma:1. De tipo étnico: La
natural antipatía y aversión entre asiaticos y europeos,
unidas al desprecio que en esta épocasintieron los cristianos orientales
hacia los latinos, a quienes consideraban contagiados
de barbarie a causa de las invasiones
germanicas.
2. De tipo religioso: Las variaciones que, con el paso del tiempo, fueron
imponiéndose en las practicas litúrgicas, dando lugar al
uso de calendarios y santorales distintos; las continuas disputas sobre las
jurisdicciones episcopales y patriarcales que se originaron a partir de
dividirse en dos el Imperio; la opinión extendida por todo el Oriente de
que, al ser trasladada la capital del Imperio de Roma a Constantinopla, se
había trasladado igualmente la Sede del Primado de la Iglesia universal;
las pretensiones de autoridad por parte de los patriarcas de Constantinopla,
que utilizaron el título de ‘Ecuménicos’ a pesar de
la oposición de los papas, que reclamaban para sí, como obispos
de Roma, la suprema autoridad sobre toda la cristiandad; la negativa de los
patriarcas de Oriente a reconocer esa autoridad sobre la base de la Sagrada
Tradición Apostólica y las Sagradas Escrituras, alegando que el
obispo de Roma sólo podía pretender ser “primus inter
pares” (un primero entre sus iguales); y la intromisión de los
emperadores en asuntos eclesiasticos, creyéndose
pontífices y reyes, y pretendiendo decidir ellos solos los graves
problemas de la Iglesia.3. De tipo político: El apoyo que buscaron los
papas en los reyes francos y la restauración en Carlomagno del Imperio
deOccidente (s. IX) mermaron prestigio a los emperadores de Oriente, que
tenían pretensiones a la reunificación del antiguo Imperio
romano.A estas causas de caracter general pueden añadirse los
cargos —en realidad, pretextos— que los patriarcas Focio y
Cerulario imputaron a la Iglesia de Roma, y que pueden resumirse en los cuatro
siguientes: Que los papas no consideraban valido el sacramento de la
confirmación administrado por un sacerdote; que los clérigos
latinos se rapaban la barba y practicaban el celibato obligatorio; que los
sacerdotes de la Iglesia Romana usaban pan acimo en la Santa Misa,
practica considerada en Oriente una herejía de influencia judaica;
y, en fin, que los papas habían introducido en el credo la
afirmación de que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo
(“Credo in Spiritum Sanctum qui ex Patre Filioque procedit”), en
contra de lo que sostenían los patriarcas orientales, que no reconocían
esta última procedencia.Estos cargos, que hubiesen podido solucionarse
con la convocatoria de un concilio, produjeron la separación definitiva,
si no hubiesen prevalecido razones espurias a la esencia misma de la religión.
Sus autores Para proceder con claridad, estudiaremos todos los personajes que
intervienen en este asunto, unos como autores del Cisma y otros como defensores
de la unidad de la Iglesia y la primacía de Roma.En la autoría
del Cisma se ven implicados Miguel III el Beodo (838-867),emperador de Oriente
(último de la dinastía de los Isauros); César Bardas,
tío del emperador y regente del Imperio durante su minoría de
edad; Gregorio Asbesta, metropolitano de Siracusa; Focio, secretario de la Cancillería
imperial, y Miguel Cerulario, patriarca de Constantinopla.Como defensores de la
unidad de la Iglesia merecen citarse los papas Nicolas I, Adriano II,
Juan VIII y León IX; Ignacio, patriarca de Constantinopla, y la
emperatriz Teodora, madre del emperador Miguel III y hermana de Bardas.
La mentira de la conspiraciónIgnacio, patriarca de Constantinopla
(799-878), era un hombre de exquisita piedad, pero
excesivamente austero y de una rigidez que rayaba en la intransigencia. Bajo la
protección de la emperatriz Teodora, se preocupó de velar con
celo extraordinario por la pureza de la fe y la practica de las buenas
costumbres.El día de la Epifanía del año 857, Ignacio
negó la sagrada comunión a César Bardas a causa de la
conducta inmoral y escandalosa de que hacía alardes. Bardas juró
vengarse de esta humillación y busca la alianza de Gregorio Asbesta,
encarnizado enemigo de Ignacio, quien, junto con el papa Benedicto III, lo
había suspendido en sus funciones de metropolitano de Siracusa.Puestos
de acuerdo, acusaron falsamente a Ignacio de conspirar contra el Estado ante
Miguel III, que ya había llegado a su mayoría de edad y
ejercía personalmente el gobierno del Imperio, pero que
estabafuertemente influido por su tío.La emperatriz Teodora se
declaró defensora de Ignacio, pero Bardas la acusa de complicidad, y,
tras ordenar que le fuese cortado el cabello como castigo, la encerró
violentamente en un convento, mientras Ignacio era desterrado a la isla de
Terebinto. Focio y el CismaEra preciso sustituir inmediatamente a
Ignacio en la Sede del Patriarcazgo bizantino, y nadie mas a
propósito que Focio (820-897), secretario de la Cancillería
imperial y perteneciente a una familia noble, emparentada con Bardas.Focio era
hombre erudito, tanto en ciencias profanas como sagradas, habil
político, pero soberbio y ambicioso. Su
elección parecía acertada. Existía, sin embargo,
una grave dificultad: Focio era seglar y los Sagrados Canones
prohibían su ascenso directo al episcopado. Gregorio Asbesta, no
obstante su excomunión y suspensión, se encargó, en connivencia
con el emperador, de solventar esta contrariedad. En pocos días, del 22 al 25 de diciembre del 858, confirió
a Focio las órdenes sagradas, incluso el episcopado, lo que
permitió que el emperador le otorgase la dignidad de Patriarca de
Constantinopla. | |
Miguel I Cerulario (ha. 1000 - 1059), patriarca de Constantinopla
Con el fin de legitimar su actuación, Focio escribe una carta al papa
Nicolas I, sucesor de Benedicto III, en la que le comunica su
exaltación al Patriarcado, cosa que había aceptado
—explicabatan cínica como hipócritamente—
en contra de su voluntad y a pesar de no creerse digno de tan alto cargo. En
esa misma carta hacía una profesión fingida de fe
cristiana de acuerdo con el Credo de Roma y sumisión total al
Pontífice. Al propio tiempo, el emperador envió otra carta dando
cuenta al Papa de la renuncia voluntaria de Ignacio, retirado a un monasterio,
y confirmando las noticias de Focio.No convencido de los argumentos que
contenían ambos escritos, Nicolas I envió dos legados a
Constantinopla para que le informaran de lo ocurrido, pero, sobornados por
Focio y Bardas, informan al Papa falsamente de acuerdo con las anteriores
cartas. Aún mas, sin autorización del
Pontífice, se constituyen en Jueces y convocan un Sínodo cuyas
conclusiones deponen a Ignacio y proclaman a Focio legítimo Patriarca. Esta rivalidad entre Ignacio y Focio fue la causa inmediata al
Cisma. Resplandece la verdadPero no tardaron en llegar a
Roma los informes del propio Ignacio y de otros obispos adictos a la Santa
Sede, dando cuenta al Pontífice de la realidad de los hechos.
Disconforme con los hechos, Nicolas I protestó por la actitud del
emperador bizantino, se negó a reconocer patriarca a Focio y reunió
en Letran un sínodo (863), en el que se excomulga a Focio, se le
desposee de todas sus dignidades y se restituyen a Ignacio todos sus derechos. Como era de esperar, ni Focio ni
el emperador aceptaron la decisión delPontífice.Sin embargo, y
cuando mas esperanzas abrigaban de triunfo, Bardas cae asesinado (866),
y, al año siguiente, el emperador Miguel III corría la misma
suerte a manos de Basilio, nacido en Macedonia e hijo de padres
armenios, que usurpa el trono del Imperio. Destierro de FocioEl
emperador Basilio I el Macedonio (810-886), enemigo personal de Focio, encierra
a éste en un monasterio (867) y repone a
Ignacio en la Sede Patriarcal con todos los honores. A fin de dar legitimidad a
las decisiones del nuevo emperador, el papa Adriano II, sucesor de
Nicolas I, reunió en Constantinopla el VIII Concilio
Ecuménico (869-870), en cuya sesión octava se acuerda
anatematizar a Focio y condenar sus libros a la hoguera.A la muerte del
patriarca Ignacio en el 878, el papa Juan VIII, que había sucedido a
Adriano II y cuyo desacuerdo con su predecesor era evidente, levantó las
penas que pesaban sobre Focio y lo admitió por segunda vez al
Patriarcado de Constantinopla, pero cuando el emperador León VI ocupa el
trono a la muerte de Basilio I (886), lo recluyó de nuevo en un
monasterio, donde permanecería hasta su muerte en el 897.Durante todo el
siglo X, el nombre de Focio cayó en un olvido absoluto. Sin embargo,
aunque sus sucesores no rompieron sus relaciones con el Papado, fueron
preparando el ambiente contra Roma. La separación espiritual de ambas
Iglesias había llegado a tal extremo que, al
comenzar el siglo XI, se veía claro quela separación era
inevitable. En efecto, ya en el siglo XI, Miguel Cerulario volvía a exaltar la memoria de Focio y a defender sus escritos.
Tras la recíproca excomunión, el cisma entre
ambas Iglesias, que aún se perpetúa, se había consumado.
Miguel I Cerulario y la separación definitivaMiguel I
Cerulario (ha. 1000 - 1059) fue hombre altivo, prepotente y ambicioso, de poca
formación intelectual, pero lleno de odio contra la Iglesia romana.
Elevado a la Sede Patriarcal de Constantinopla en 1943, su ministerio
coincidiría con el del papa León IX, y ambos consumarían
el cisma que se venía gestando entre ambas Iglesias.Su enfrentamiento
con Roma se inicia en 1051, cuando, tras acusar de herejía judaica a la
Iglesia romana por utilizar pan acimo en la Eucaristía, ordena
que se cerrasen todas las iglesias de rito latino en Constantinopla que no
adoptaran el rito griego, se apodera de todos los monasterios dependientes de
Roma y arroja de ellos a todos los monjes que obedecían al Papa, y
dirige una carta al clero en la que renovaba todas las antiguas acusaciones
contra las dignidades eclesiasticas occidentales.En el año 1054,
el papa León IX envió a Constantinopla una legación
encabezada por el cardenal Humberto de Silva y los arzobispos Federico de
Lorena y Pedro de Amalfi, portando un escrito en el que se conminaba a
Cerulario a la retractación de algunos aspectos en conflicto y un
decreto deexcomunión en caso de que éste se negase a ello, pero
el patriarca se negó a recibirlos y tratar con ellos. Ante esta actitud,
los legados papales publicaron su “Dialogo entre un romano y un
constantinopolitano”, plagado de burlas contra las costumbres griegas, y,
el 16 de julio de 1054, depositaron la bula de excomunión en el altar
mayor de la iglesia de Santa Sofía, en Bizancio (antes Constantinopla),
y abandonaron la ciudad de inmediato.Unos días después, el 24 de
julio, el patriarca Miguel I Cerulario quemaba públicamente la bula
papal y excomulgaba al cardenal Humberto y a su séquito. El cisma entre
ambas Iglesias, que aún se perpetúa, se había
consumado.Con todo, aunque el inicio del Gran Cisma queda fechado en la
Historia a partir del papado de León IX, no son pocos los investigadores
que cuestionan la trascendencia de estos hechos en la efectiva
separación de ambas Iglesias, pues, por una parte, cuando la
excomunión recíproca tuvo lugar, León IX ya había
muerto, lo que implica que cualquier actuación llevada a cabo por el
cardenal Humberto carecía ya de validez como legado papal, y, por otra,
las excomuniones afectaban a individuos, no a Iglesias. | |
11 de marzo de 2002La delegación oficial de la Iglesia Ortodoxa griega
es recibida por un Papa en el Vaticano, por primera
vez desde que se produjo el Cisma entre Oriente y Occidente en el año
1054. |
El Gran Cisma,hoyDesde aquel instante hasta la actualidad, ambas se denominan a
sí mismas Iglesia Católica Romana e Iglesia Católica
Ortodoxa y reivindican también la exclusividad de la fórmula
“Una, Santa, Católica y Apostólica”, al tiempo que
cada una se considera como la única heredera legítima de la
Iglesia primitiva fundada por Cristo y atribuye a la otra el “haber
abandonado a la Iglesia verdadera”.Sea como fuere, la Historia nos deja
constancia de una suerte de intención latente de acercamiento entre
ambas Iglesias. Así, en 1274 tuvo lugar una primera voluntad de
aproximación con motivo del II Concilio de Lyon y, en 1439, volvieron a
reunirse en el Concilio de Basilea, pero las dos ocasiones se vieron avocadas
al fracaso por la recíproca intransigencia en algunos aspectos
doctrinales y disciplinarios.Mas recientemente, algunas Iglesias
orientales decidieron aceptar la primacía absoluta del papa y ahora se
denomina Iglesias Orientales Católicas. Y, a raíz del Concilio
Vaticano II, convocado en 1962 por el papa Juan XXIII y clausurado en 1965 por
Pablo VI, la Iglesia Católica Romana emprendió una serie de
iniciativas que han contribuido al acercamiento entre ambas Iglesias, entre las
que puede contarse la declaración conjunta de 7 de diciembre de 1965, en
la que el papa Pablo VI y el patriarca Ecuménico Atenagoras I
decidían “cancelar de la memoria de la Iglesia la sentencia de
excomunión que había sido pronunciada”. |