1. TRASTORNOS DE ANSIEDAD EN NIÑOS
1.1 sQué es la ansiedad?
Por su origen etimológico (angh) ansiedad significa estrechez, constricción,
malestar o apuro, y en realidad constituye un fenómeno afectivo intenso y
difuso, o bien un estado emocional displacentero. Es un estado psicológico que
funciona como
una señal de alarma ante peligros externos e internos, por lo que, desde el
punto de vista biológico, la ansiedad se considera normal y un medio importante
de protección contra posibles daños (Nauta, 2005). Se asemeja a un estado de
expectación del
peligro y de preparación para el mismo (Solloa, 2001), de modo que permite al
sujeto manifestar conductas adaptativas para evitar el estrés (Albano &
Kendall, 2002). Como fenómeno psicológico, la
ansiedad está sujeta a modulaciones y modificaciones mediante el aprendizaje y
la interacción entre las personas y los diferentes contextos en los que se
desenvuelven a lo largo de su vida (como
la familia, es escuela, el trabajo, etc.) (Hernández-Guzmán, 1999).
La ansiedad guarda similitudes con la emoción del miedo, la cual está determinada
filogenéticamente y, por ello, se considera normal, pues tiene un valor para la
sobrevivencia. El miedo es un fenómeno psicológico con manifestaciones físicas
y psicológicas similares a las de la ansiedad. Sin embargo, en la respuesta de
miedo, el estímulo está presente, es real y conocido y la respuesta es racional
y proporcional al estímulo. En cambio, en la ansiedad, la respuesta no es
proporcional a la situación que la desencadena, es irracional y persistente.
Además, dicha respuesta no requiere que el estímulo desencadenante esté
presente (Solloa,2001).
Existen tres dimensiones identificables en la respuesta ansiógena, o formas en
las que ésta suele manifestarse:
a) Fisiológica o somáticamente. En general se relaciona con un incremento en la
actividad del sistema nervioso autónomo: frecuencia cardiaca y respiratoria
aceleradas, aumento de tensión arterial, sudoración, resequedad de la boca,
vasoconstricción (la cual causa disminución de la temperatura periférica y
piloerección), dolor abdominal difuso, temblor (de manos principalmente),
deseos de orinar, ondas repentinas de calor o de frío, y enrojecimiento o palidez
del rostro. Cuando alguno o varios de los síntomas persisten se pueden
ocasionar cefaleas, trastornos digestivos diversos, náuseas y posible vómito
(Kendall, et al., 1992; Solloa, 2001). Algunos niños expresan su ansiedad con
síntomas hipocondríacos, tienen temores sobre su salud e integridad física. Con
los niños, particularmente, las respuestas fisiológicas son muy diversas de
sujeto a sujeto, pero también de cultura a cultura. Supuestamente, las
poblaciones hispanoamericanas (adultos y niños) tienden a informar más síntomas
somáticos relacionados con la ansiedad en comparación con los caucásicos y
afroamericanos. Sin embargo, los datos que sugieren esto podrían estar sesgados
con el nivel socioeconómico, ya que, según Canino (2004), los datos proceden de
estudios hechos con muestras de inmigrantes en los Estados Unidos de modo que
la diferencia está dada, posiblemente, por el nivel socioeconómico y no por el
grupo étnico.
b) Cognoscitivamente. Esta dimensión involucra la experiencia mental del niño: lo que piensa
sobre algo que está ocurriendo y el informe de loque siente. Existen diferentes
mecanismos del
pensamiento relacionados con la ansiedad. Participa un mecanismo de atención
selectiva hacia claves de sucesos amenazantes, que se acompaña por pensamientos
anticipatorios y ciertas imágenes (Albano & Kendall, 2002), así como distorsiones del
pensamiento (Kendall, et al., 1992), por ejemplo, fantasías y aprensiones de lo
que puede suceder o de lo que ya aconteció.
c) Conductualmente y a través de respuestas motoras. Se trata de síntomas o
manifestaciones públicos, en el sentido de que son observables, pues
constituyen respuestas músculo-esqueléticas (Kendall, et al., 1992). De esta
forma, los síntomas conductuales son: voz temblorosa, posturas rígidas, temblor
de manos, llanto, onicofagia, tics, explosiones de cólera y agitación
psicomotriz (la cual consiste en luchar contra cualquier intento de contención
sobre todo durante crisis de angustia) (Solloa, 2001). Conductas comunes más
complejas y con implicaciones psicosociales no deseables son la evitación, la
inhibición del comportamiento (por ejemplo, a nivel comunicativo la voz es
apagada y la expresión gestual es pobre, en algunos casos puede llegar al
mutismo) y la dependencia ansiosa que consiste en un lazo excesivo con el
cuidador primario (Solloa, 2001).
1.2 sCuándo se trata de ansiedad normal y cuándo de ansiedad clínica?
Para poder responder esta pregunta se debe
recurrir en primera instancia a teorías que expliquen cómo se va desarrollando
el individuo tanto de manera normal como anormal. Tener una panorama general
sobre el desarrollo psicológico, sirve como
punto de partida para después comprender aquéllos factores que se relacionancon
el desarrollo de los trastornos de ansiedad en particular.
1.2.1 Desarrollo psicológico
Un enfoque contemporáneo sobre el desarrollo psicológico es la Teoría
Conductual de Sistemas (TCS) planteada por Novak (1998). En ella, Novak fusiona
el análisis conductual y el desarrollo psicológico a través de un enfoque
dinámico de sistemas. A través de este enfoque no se busca invalidar las
teorías conductuales, sino al contrario, se enfatizan con el objetivo de
fortalecer la predicción y control del
desarrollo conductual. Es un enfoque científico pues se basa en el estudio de
los cambios e interacciones de la conducta y el ambiente, los cuales son
fenómenos observables. A continuación se revisan los principios de esta teoría.
El primer principio es el de la parsimonia científica. Si bien el desarrollo
psicológico es complejo, su complejidad resulta de la combinación única de
muchos procesos simples. Del mismo modo, la
conducta compleja (por ejemplo, la adquisición del
lenguaje) es producto de la interacción de conductas más simples con sucesos
ambientales a lo largo del
tiempo.
El segundo principio se refiere al aprendizaje a través de la selección. En
este punto Novak (1998) se sirve de la analogía del desarrollo filogenético con el
ontogénetico. Tanto la evolución filogenética como la ontogenética están dadas por la selección
–natural, en el caso de la evolución filogenético, y por consecuencias, para la
ontogenética. Dicho de otro modo, la selección puede explicar la evolución de
las especies y de los individuos a conductas más complejas cada vez. Para que dichos cambios en la conducta ocurran se
necesita, a su vez, que tresmecanismos tengan lugar. El primer mecanismo de
cambio es el de la variación. Aunque las conductas se repiten, éstas no son
réplicas exactas de las anteriores, sino que las repeticiones van conformando
una gama o clase de respuestas. Entonces, se da el segundo mecanismo de
cambios: la selección. La variación en las respuestas permite que se seleccione
la conducta más funcional cada vez y dicha selección dependerá de las
consecuencias dadas en el momento en que se presenta la conducta o respuesta.
Este mecanismo puede explicar lo que sucede en las aproximaciones sucesivas.
Finalmente, el mecanismo de retención, que equivale a decir que el
reforzamiento de la conducta o respuesta debido a las contingencias
–consecuencias ambientales-, permitirá que el cambio hacia la nueva conducta, o
conducta más compleja, se mantenga.
A partir de la explicación anterior se puede entender que la conducta aprendida
por condicionamiento operante (a partir de las consecuencias) tiene un papel
fundamental en el desarrollo ontogenético. Aunque la teoría no ignora las
conductas no-aprendidas como los reflejos y respuestas preceptúales, cuya
explicación se basa en la filogenética, y que cumplen con funciones adaptativas
en el infante, pero conforme éste crece, son sustituidas por conductas
aprendidas.
El tercer principio de la TCS es que el desarrollo sucede simultáneamente en
cuatro sistemas (o niveles). Basado en Horowitz (1987), Novak (1998) indica los
siguientes niveles: procesos básicos (genética y mecanismos de aprendizaje);
clases o grupos de respuestas (respuestas condicionadas, lenguaje);
transacciones entre sistemas (relaciones interpersonales, relacionessociales);
y sistemas sociales y culturales (tradiciones, leyes).
El contextualismo es el tercer principio y va de la mano con el anterior pues
involucra las condiciones en varios sistemas en el que el individuo se
desenvuelve. El contexto incluye condiciones interpersonales, relevantes para
una conducta o un trastorno, externos al individuo, pero interpretadas por él
mismo. Los factores contextuales dan luz para comprender bajo qué
circunstancias se dará cierto resultado. Las circunstancias son importantes
para analizar los procesos dinámicos de desarrollo, los cuales involucran la
interacción del
individuo con el ambiente. Las variables contextuales implican contingencias
inherentemente, en tanto que describen las circunstancias o escenarios en las
que las predisposiciones o tendencias individuales surgen (Boyce, et al., 1998;
Novak, 1998) e incluye contextos biológicos y sociales.
La determinación múltiple de la conducta es el quinto principio. Este se
refiere a que tanto la conducta simple como
la compleja, lo mismo que el desarrollo humano, tienen varias causas que
convergen. Pero no sólo la conducta es efecto de varios factores ambientales,
sino que la conducta también puede ser agente de cambios en el ambiente.
Antes se tenía una visión unidireccional del
desarrollo, en el que éste era producto de influencias ambientales –o
genéticas-. En cambio, la TCS postula que el determinismo entre los diferentes
sistemas, así como
entre la conducta y el ambiente, es recíproco. Dicho en otras palabras, los
contextos –incluido el ambiente biológico- también cambian como respuesta a la
acción del individuo (del niño), o de la aparición de untrastorno, por ejemplo.
Esto tiene dos implicaciones. La primera es que la combinación de ciertos
factores puede causar diferentes resultados en el desarrollo en diferentes
individuos. La segunda es que un mismo resultado en el desarrollo puede ocurrir
a partir de la combinación de diferentes factores (principio que se conoce como equifinliadad).
Esto, aplicado al desarrollo de la psicopatología significa que un mismo
trastorno en diferentes sujetos, pueden tener detrás diferentes historias de
aprendizaje.
Otro principio es la no-linealidad. Los cambios se presentan de forma
exponencial, lo cual implica que pueden ocurrir cambios tanto cuantitativos como cualitativos. Así
mismo, una cadena de antecedentes, pueden causar repentinamente un cambio
desproporcionado a la secuencia de cambios previos. O sea, no todos los cambios
son resultado de una sucesión de pasos que van incrementando gradualmente.
Pueden presentarse cambios o conductas nuevas desproporcionados, abruptos o
repentinos.
Por último, la TCS adopta la adquisición de habilidades como parte central de su teoría. Al respecto,
la teoría describe de la siguiente manera sus características básicas. Se
concibe a las habilidades como
clases de respuestas funcionales. Éstas se desarrollan durante periodos en los
que diversos ensayos o unidades de aprendizaje suceden. Como cualquier otro cambio en el desarrollo,
la adquisición de habilidades está sujeta a las influencias ambientales. Y
finalmente, puede ser que los componentes o requisitos básicos para adquirir
una habilidad estén presentes previamente al momento en que se manifiesten.
Esta teoría forma parte de un cuerpo de teoríascontemporáneas del
desarrollo, cuyos principios sirven para explicar tanto el desarrollo normal como el patológico
(Hernández-Guzmán, 2006). Los postulados de la TCS han servido como
punto de referencia para explicar el origen y mantenimiento de los trastornos
de ansiedad, así como el planteamiento del tratamiento.
1.2.2 Factores de riesgo y explicaciones sobre el origen de la ansiedad
La TCS brinda un panorama comprehensivo y holístico del
desarrollo psicológico, el cual, aunque no es segmentado, aditivo y lineal como lo caracterizan planeamientos tradicionales del desarrollo, está
fundamentado en principios que guían y permiten tener un entendimiento de un
momento dado en el desarrollo de un sujeto. Para
el tratamiento de la ansiedad en los niños interesa conocer cuáles son los
contextos (internos y externos) que contribuyen a su desarrollo. En la
literatura de prevención psicológica esos factores contextuales se conocen como factores de riesgo
de la ansiedad. Los factores de riesgo son aquéllos que indican el posible
surgimiento de un estado psicológico disfuncional (Hernández-Guzmán, manuscrito
no publicado).
1.2.2.1 Perspectiva biológica: factores de riesgo y bases biológicas de la
ansiedad
Tanto el miedo como la ansiedad tienen una base
biológica que no depende de las experiencias del individuo. Esta suposición se desprende
de un hecho más general sobre el componente genético de las emociones, lo cual
se ha verificado con estudios en los que se encuentra que las expresiones
faciales para las emociones primarias (enojo, miedo, alegría, etc.) son muy
similares en las diferentes culturas del mundo (Izard, 1994), y a travésde
datos que indican que los gemelos monocigóticos (idénticos) tienen respuestas
emocionales más parecidas que los hermanos fraternales desde el nacimiento
hasta, al menos, la adolescencia (Emde, et al., 1992; Webb, Singleton, Laplace,
& VanDevere, 1986).
Al estudiar los trastornos de ansiedad en específico, se ha encontrado patrones
dentro de las familias, en donde en términos generales, los parientes en primer
grado de las personas con trastornos de ansiedad tienen una mayor tasa de
prevalencia que aquéllas con parientes sin trastornos de ansiedad (Pollock, et
al., 1995). Sin embargo, este hallazgo no diferencia claramente la influencia
específica del
ambiente (que comparten muchas veces los parientes entre sí) y la genética. Para determinar eso, se han llevado a cabo estudios con
gemelos idénticos. Por ejemplo, Thapar y McGuffin (1995) hicieron una
investigación para diferenciar la influencia de factores genéticos y
ambientales con hermanos gemelos adolescentes. Se encontró que el factor
hereditario explicaba mejor la ansiedad que el ambiental, a partir de los datos
obtenidos de los informes de los padres, pero no así según los de los
adolescentes. En cuyo caso, los factores ambientales mostraron tener una
influencia más significativa. En otros estudios, se ha encontrado que la
influencia genética tiene un grado de influencia en la manifestación de
trastornos de ansiedad que varía entre un 10 (Eley & Stevenson, 1999) y un
44% (Kendler, et al., 1995).
La variabilidad entre los datos se puede explicar por aspectos metodológicos,
ya que algunos estudios son retrospectivos, otros no. En algunos se toma en
cuenta el informe de los padres, enotros el de los niños o adolescentes, y en
otros de ambos. Y el trastorno de ansiedad en específico que se esté evaluando
puede ser diferente de estudio a estudio (Nauta, 2005). A este último respecto,
Kendall (2005) y Pollock, et al., (1995) coinciden en concluir que en ciertos
trastornos, como el trastorno de pánico, la carga genética puede ser más
determinante que en otros, como en el caso del trastorno de ansiedad
generalizada.
Esta perspectiva también se apoya, indirectamente, en las relaciones entre
ciertos constructos psicológicos y mecanismos biológicos. Dos de estos
constructos son la inhibición conductual y el temperamento. La inhibición
conductual se refiere a los niños que se estresan y se retraen en situaciones
nuevas y ante extraños. Esta característica psicológica se considera un rasgo,
cuya respuesta conductual se hereda (Nauta, 2005). Los niños con inhibición
conductual tienen umbrales más bajos para activar su amígdala y regiones
hipotalámicas; tienen niveles más elevados de cortisol y catecolaminas, así como mayor tensión
arterial y muscular (Pollock, et al., 1995). Se ha encontrado que el grado en
el que se presenta este rasgo en los niños, es un factor de riesgo para el
desarrollo de trastornos de ansiedad en general y ansiedad social, en
particular (Gladstone, Parker, Mitchell, Wilhelm, & Malhi, 2005). El
segundo constructo, el de temperamento, tiene que ver con la forma en que el
bebé o niño responde al medio. El “temperamento difícil” recibe este nombre
porque se relaciona fuertemente con trastornos emocionales y conductuales. Los
bebés con temperamento difícil son aquéllos que tienen alta reactividad, es
decir,movimientos motores vigorosos y frecuentes, y que lloran mucho. Este
patrón de comportamiento podría estar asociado con los niveles de excitación del sistema límbico (el
sistema cerebral de las emociones). Datos provenientes de una investigación
longitudinal (Kagan, Snidman, Zentner & Peterson, 1999), sugieren que el
temperamento difícil de los infantes está relacionado con la futura aparición
de síntomas de ansiedad durante la niñez. Si bien ambos constructo se
relacionan con la aparición de trastornos de ansiedad, esta relación es
indirecta, pues no todos los niños con inhibición conductual o temperamento
difícil desarrollan trastornos de ansiedad, y otros niños sin ninguno de estos
dos rasgos, sí desarrollan trastornos de ansiedad.
De modo que hay certeza en que los trastornos de ansiedad tienen bases
biológicas y, al menos en un cierto grado, las predisposiciones genéticas
tienen un papel en la aparición de dichos trastornos. Sin embargo, la relación
no es lineal ni determinante. Más bien, su interacción con otros factores, que
veremos a continuación, es la que puede derivar en los trastornos de ansiedad.
Incluso puede ser que un niño sin exposición alguna a factores de riesgo
genéticos de ansiedad, termine por desarrollar el trastorno.
1.2.2.2 La familia como
contexto social
Dentro de los diferentes contextos sociales en los que un niño o adolescente se
puede desenvolver, el familiar es, al menos durante la niñez, el más relevante
y el que ha recibido mayor atención en la investigación con respecto a su
relación con el desarrollo de la psicopatología (Hernández-Guzmán, 2006).
Existen datos que indican que los padres juegan un importantepapel tanto en el
surgimiento como
en el mantenimiento de la ansiedad de los niños (Kendall, et al., 1992). De
hecho, se acepta en general que la ansiedad “se da” en la familia. Hay
hallazgos que señalan que los hijos de padres con trastornos de ansiedad tienen
un sistema autónomo más reactivo, y necesitan más ensayos para habituarse a los
estímulos causantes de ansiedad (Turner, Beidel & Roberson-Nay, 2005). Hay
muchos factores específicos de la familia, aparte del genético, que podrían desempeñar un
papel en el desarrollo y mantenimiento de trastornos de ansiedad de los niños,
por ejemplo: estilos de crianza, psicopatología de los padres y tipo de apego.
A continuación se explica brevemente cómo se relacionan estas características
con la ansiedad de los niños.
En primer lugar, hay varios factores de crianza que están relacionados con la
ansiedad infantil y adolescente. En primera instancia es posible identificar la
calidad afectiva de la relación entre padre(s) y niño. Por ejemplo, las
actitudes y conductas de rechazo, en oposición a las de aceptación, son un
factor de riesgo. En segunda instancia, el control parental y la intrusividad,
limitan la autonomía del
niño (Gruner, Muris, & Merckelbach, 1999). Esto es cierto para la mayoría
de los niños ansiosos, quienes perciben a sus padres como
controladores y rechazantes, y a sus familias como poco cohesivas (Rapee, 1997). Otras
veces, los padres contribuyen a la conducta de evitación de los niños, cuando
los animan a afrontar los problemas evitándolos o ignorandolos. Una crianza
sobreprotectora también se ha ligado con la ansiedad en los niños en estudios
retrospectivos con adultos.Posiblemente los padres sobreprotectores no
propicien que sus hijos se expongan a las situaciones de ansiedad, y no
permiten así que aprendan afrontar situaciones estresoras (Pollock, Rosenbaum,
Marrs, Millar, & Biederman, 1995). También se debe tomar en cuenta que
estos factores se pueden afectar mutuamente. Por ejemplo, la psicopatología del
niño, puede generar cierto rechazo de los padres
En un estudio Hernández-Guzmán y Sánchez-Sosa (1996) detallan qué aspectos de
las relaciones entre padres e hijos se relacionan con la ansiedad en los
adolescentes mexicanos. Resultó que dimensiones negativas de factores como amistad, apoyo para enfrentar problemas, interés y la
forma de hacer las críticas, tanto de padres como de madres, se relacionan con la
ansiedad. Otras correlaciones entre ansiedad y dimensiones negativas de la
relación padres-hijo, fueron específicos de la madre (falta de promoción de
confianza) o del
padre (expresión de afecto).
En segundo lugar, la psicopatología de los padres puede influir en el niño de
varias maneras, por ejemplo, directamente por una vía genética, e
indirectamente por modelamiento y por el deterioro de las prácticas de crianza.
Por ejemplo, si alguno o ambos padres padecen un trastorno de ansiedad, ellos
podrían fungir como agentes para que el niño aprendiera a qué temer, cómo se
manifiesta la ansiedad (en sus tres dimensiones), y cómo afrontar las
situaciones de ansiedad. Pero hay mecanismos más complejos mediante los cuáles
la psicopatología de los padres tiene un efecto en el desarrollo emocional y
disfuncionalidad de los hijos.
Nomura, Wickramratne, Warner, Mufson y Weissman (2002) encontraron que
lapresencia de depresión en los padres es un fuerte predictor de trastornos de
ansiedad y depresión en los hijos, ya que eleva el riesgo de presentar síntomas
internalizados. Uno de los mecanismos posibles por los cuales la depresión de
los padres origina o exacerba los problemas emocionales en los niños en general,
y los problemas de ansiedad en particular, es el que los padres deprimidos
presenten conductas negativas e impredecibles (irritabilidad, disciplina
inconsistente), poco apoyo hacia sus hijos (calidez, reconocimiento), además de
conflicto marital con sus parejas. Así mismo, los padres deprimidos tal vez
sean negligentes en el cuidado de sus hijos y eviten asumir responsabilidades
(Langrock, Compas, Keller, Merchant, Copeland, 2002). Además, las madres
deprimidas eligen estilos de afrontamiento que requieren menos esfuerzo
cognitivo y responden menos a las necesidades de sus hijos desde que nacen.
Después, cuando los niños crecen, su estilo de crianza tiende a ser coercitivo.
Datos similares existen sobre los padres con trastornos de ansiedad, a quienes
sus hijos describen como
más rechazantes y controladores (Gruner, et al., 1999). Los niños cuyos padres
poseen dichas características, a su vez, informan de niveles más altos de
preocupación, la cual es una característica central del esquema cognitivo de los niños con
ansiedad (Muris, Meesters, Merckelback, & Hülsenbeck, 2000). También, los
niños cuyos padres sufren alguna psicopatología, están en contacto frecuente
con un ambiente estresante, ante el cual posiblemente no tengan los recursos de
afrontamiento adecuados, y en cuyo caso estarían más propensos a desarrollar
tanto síntomasinternalizados como
externalizados (Downey & Coyne, 1990). Las investigaciones que relacionan
la psicopatología de los padres con la psicopatología de los hijos que se
ejemplifican en este capítulo, provienen de datos de padres con depresión o
ansiedad. Sin embargo, los hallazgos se podrían aplicar también a padres con
otras psicopatologías, si se entiende que la psicopatología de los padres
afecta sus funciones de parentaje y estilo de crianza.
Por último, Bowlby en una serie de obras (1976; 1988, en Bretherton, 1997)
describió el valor de la relación de apego en el desarrollo psicológico del infante. Introdujo
el concepto de apego en sustitución del
“dependencia”, el cual, en términos generales tenía una connotación negativa.
Bowlby señaló entonces, que la relación de apego entre madre e hijo tiene una
función evolutiva para proteger al infante de daños, tanto psicológicos, como físicos. Un apego
seguro, caracterizado por el apoyo y la responsividad consistentes de la madre
ante las necesidades de su hijo, resultará al mismo tiempo en seguridad del infante sobre sí
mismo y sobre el ambiente, le ayudará a disminuir su estrés y engendrará
autonomía. En cambio, los niños con apego inseguro experimentan ansiedad, pues
no confían en que su cuidador les proteja. Existe una tensión interna excesiva
debido a la separación de la madre, circunstancia en la que no se pueden
satisfacer las necesidades del
niño. Además, el infante va desarrollando un modelo del mundo en general a partir de su estilo
de apego, el cual puede explicar la aparición de los trastornos de ansiedad u
otros problemas psicológicos posteriormente.
La teoría de Bowlby sobre la relacióndel tipo de apego y el desarrollo de la
ansiedad cuenta con datos que la sustentan. Por citar un estudio más o menos
reciente, Muris, et al., (1997) encontraron que los niños con apego inseguro,
en comparación con los de apego seguro, tienen preocupación muy elevada y de
mayor gravedad, esperan recibir menos apoyo social ante situaciones
estresantes. Dichas características, hacen que los niños sean más propensos a
desarrollar psicopatología.
Repetti, Taylor y Seeman (2002), a través de un meta-análisis, presentan un
modelo muy completo sobre las relaciones entre el contexto familiar y las
repercusiones, en varios niveles, en los descendientes. A partir de los
hallazgos de una gran cantidad de estudios, logran sintetizar en su modelo
varios de los factores que terminan por causar problemas tanto físicos como psicológicos y los
procesos involucrados. Ellos describen que el contexto familiar de una “familia
riesgosa” en interacción con factores genéticos, pueden causar, en primera
instancia irregularidades biológicas en varios sistemas neuropsicológicos
(sistemas serotoninérgico, eje hipotalámico-pituitario-adrenal, etc) y en el
procesamiento de las emociones. Las familias riesgosas se caracterizan por
propiciar una ambiente de conflicto y agresividad, por ser frías, no brindar
apoyo a otros miembros de la misma, y por ser negligentes. Los efectos a nivel
biológico y de procesamiento de emociones pueden causar problemas físicos y
psicológicos, y éstos interactúan con el contexto social de la familia. A lo
largo del tiempo, causan disfunción en otros
niveles de desarrollo como
competencias sociales y de conductas de riesgo (abuso de sustancias,conducta
sexual de riesgo) que deriva finalmente en un trastorno psicológico o un
problema de salud crónico (si es que no estaba presente de antemano). A pesar
de que el modelo propuesto por Repetti, et al., no es una explicación
específica sobre el desarrollo de los trastornos de ansiedad, el modelo puede
aplicarse para explicar dichos trastornos, en particular. Con base en la TCS,
conviene hacer una precisión al modelo de Repetti y colaboradores: los efectos
del contexto social de la familia, en interacción con las predisposiciones
genéticas, no sólo actúan entre sí para desencadenar otra serie de
consecuencias en otros niveles, sino que los efectos (irregularidad en sistemas
biológicos, procesamiento de emociones inadecuado, disfuncionalidad en
competencias sociales, incursión en conductas riesgosas, etc.),
retro-alimentan, a su vez, al contexto de la familia, y causan mayor estrés o
conflicto. Incluso podría interactuar con las predisposiciones genéticas, lo
que propiciaría la manifestación de ciertas tendencias, por ejemplo.
1.2.2.3 Perspectiva Cognitivo-Conductual
Los modelos cognitivo-conductuales de la psicopatología son modelos
integrativos que enfatizan los procesos de aprendizaje y las influencias del ambiente, al mismo
tiempo que describen la importancia de factores cognitivos y de procesamiento
de información. Respecto a la ansiedad, la perspectiva cognitivo-conductual
supone que ésta es una emoción normal y esperada, cuyos síntomas se manifiesta
conductual, cognitiva y fisiológicamente. Cada individuo está en contacto con
más o menos factores de riesgo que pueden propiciar el desarrollo de un cierto
trastorno, por ejemplo:predisposición genética, temperamento, historia
familiar, experiencias de aprendizaje, estilos de crianza, y otros factores
ambientales internos y externos (Albano & Kendall, 2002). Esta perspectiva,
como se puede observar, incorpora el principio de multicausalidad de la TCS de
Novak,
La parte conductista de esta perspectiva está basada en los modelos de
aprendizaje clásico, operante y social. De manera breve se describen dichos
mecanismos a continuación. El condicionamiento clásico es la evocación de una
respuesta incondicionada por parte de un estímulo que alguna vez fue neutral,
pero que ahora se ha condicionado. Una situación regularmente no temida puede
provocar ansiedad si se ha asociado previamente con situaciones o estímulos
verdaderamente peligrosos.
El condicionamiento operante, por su parte, señala que la posibilidad de que se
presente una conducta aumenta cuando se le refuerza, y que disminuye cuando se
castiga. Es decir, el seleccionar y descartar conductas depende de las
consecuencias que contraigan. La conducta compleja, tanto normal como disfuncional, puede
desarrollarse por aproximaciones sucesivas (moldeamiento), al reforzar
positivamente avances graduales. También se ha explicado cómo el reforzamiento
negativo mantiene la respuesta de ansiedad. Cuando el individuo enfrenta una
situación ansiógena, incrementa la incomodidad y los pensamientos de ansiedad.
Por lo que si se evita tales situaciones (por ejemplo inventando excusas) el
individuo siente alivio inmediato de la ansiedad. Es decir, la conducta de
evitación se ve reforzada por el alivio, pero establece respuestas cíclicas de
la aparición de ansiedad (ante lassituaciones temidas) seguidas de una
respuesta de escape y alivio (Compton,
et al., 2004). Algunas veces, las respuestas de evitación ni siquiera son funcionales
en el sentido de que, independientemente de que el sujeto evite o no una
situación, dicha situación se deje de presentar. Pero a pesar de ello la
conducta de evitación para enfrentar la situación persiste, pues el individuo
percibe que al haber evitar la situación, ésta deja de ocurrir (Kendall, 2000).
La teoría de aprendizaje social es otro pilar teórico del modelo cognitivo-conductual, la cual
explica que el comportamiento en una situación dada es el resultado de la
interacción de factores interpersonales, ambientales y conductuales. El
modelamiento y el aprendizaje vicario son mecanismos que pueden contribuir a la
transmisión de trastornos de ansiedad dentro de la familia. El niño puede
aprender conductas disfuncionales observando las reacciones de otras personas
(especialmente los padres), o escuchando las explicaciones e interpretaciones
de otros. Es decir, el niño puede desarrollar un estilo ansioso sin
experimentar directamente una situación que provoque ansiedad (Kendall, 2000).
Existen datos (Muris, Merckelbach, & Collares, 1997) que indican que, según
el informe de los niños, el origen de sus miedos más comunes está relacionado,
en la mayoría de los casos, con mecanismos de condicionamiento clásico, seguido
por factores de modelamiento y por haber recibido información atemorizante con
respecto a una situación u objeto determinado. Estos mecanismos no sólo están
relacionados con el origen o surgimiento de los miedos, sino que también con su
intensificación. En este caso elcondicionamiento parece ser el factor más
informado, nuevamente. Así, el condicionamiento puede explicar
satisfactoriamente el origen de miedos específicos, que después podrían
convertirse en fobias, como miedo a los animales, a situaciones médicas y a la
crítica y que por mecanismos de generalización se pueden extender a otros
objetos.
A pesar de que hay datos de que los tres mecanismos básicos del enfoque
conductual (condicionamiento clásico, condicionamiento operante y aprendizaje
vicario) esten relacionados con la aparición de ansiedad, no siempre se puede
identificar el origen de los trastornos de ansiedad a partir de ellos
(Merckelbach, de Jong, Muris, & van den Hout, 1996) y en otras ocasiones la
combinación de más de uno tiende a ofrecer una explicación mejor.
Ya sea que el aprendizaje o cualquier otro factor de riesgo mencionado
anteriormente esté propiciando el trastorno de ansiedad, el papel de las
cogniciones jugará un papel primordial, pues éstas mediarán las experiencias y
se les asimilará y acomodará en un modelo mental que guíe la percepción, no
sólo de los sucesos causante de ansiedad, sino del mundo en general. El modelo
cognitivo enfatiza entonces, que las expectativas e interpretaciones
caracterizan la experiencia de las personas, aunque también funcionan con otros
sistemas como
el emocional, el conductual y el fisiológico (Sweeney & Pine, 2004).
Así, el enfoque cognitivo pone énfasis, lógicamente, en la parte del contenido de los
pensamientos y el procesamiento de información. Los niños ansiosos presentan
con frecuencia pensamientos de temor al daño físico, de peligro y de
autocrítica. Esto sucede así, porque percibendistorsionadamente las demandas de
su medio, y además tienen expectativas irracionales sobre ellos mismos (Kendall, 2000), lo cual incrementa su estrés. La ansiedad
también se asocia con una mayor frecuencia de pensamientos negativos sobre sí,
lo que no se observa en niños no ansiosos (Solloa, 2001). Kendall,
et al., (1992) señala que los niños ansiosos tienen pensamientos distorsionados
sobre sucesos externos, por ejemplo, tienden a hacer muchas generalizaciones o
a exagerar. Silverman, et al., (1995) añaden que los niños ansiosos no tienen
la capacidad para reconocer en forma realista la probabilidad de ocurrencia de
lo que temen. En contraste, los niños menos ansiosos, quienes a pesar de que
tengan muchas preocupaciones, reconocen que es poco probable que ciertas cosas
ocurran. Los niños ansiosos, además muestran una preocupación inusual por la
evaluación de otros. Probablemente, estas distorsiones se deban a experiencias
previas, y/o a la forma equivocada con las que interpreta previamente, lo que
sucede (Kendall, 2000). Otra razón por la cual
los niños con ansiedad presentan patrones cognoscitivos distorsionados, puede
ser el aprendizaje a partir del
modelo que exhiben sus padres. Creswell, Schniering y Rapee (2005) encontraron
que las madres de niños con trastornos de ansiedad compartían con sus hijos
muchas de las interpretaciones que se hacían sobre situaciones ambiguas. Las
percibían como
situaciones de riesgo. La teoría cognitiva propone, entonces, que los niños
ansiosos tienen una sobreactividad crónica de esquemas relacionados con
amenazas o peligros que resulta en pensamientos disfuncionales.
Dalendein y Vasey (1997) proponen unmodelo de procesamiento de información de
los niños con ansiedad, en el que se describe algunas de sus distorsiones en
los diferentes niveles de procesamiento. Primero, en la codificación, los niños
con ansiedad atienden selectivamente a la información que indica amenaza; son
hipervigilantes a las señales de amenaza. Después, pasan a la interpretación de
dichas señales rápidamente, evalúan su significado y posible resultado. Por
ejemplo, concluyen que la situación es peligrosa, a pesar de que un análisis
más detallado no lo indicaría así, y también esperan un número desproporcionado
de resultados negativos. Esto lleva al siguiente paso, el de selección de
metas, en donde, con base en las interpretaciones, los niños ansiosos deciden
evitar la situación. La tendencia a escoger la evitación o el escape se debe a
una deficiencia en la habilidad para recordar o generalizar estrategias de
afrontamiento. Dicha deficiencia resulta, a su vez, de la interferencia que
producen los pensamientos negativos para representar otras alternativas de
respuesta, lo que al final se traduce en carencia de habilidades. El último
nivel es el de habilidades y ejecución, el cual se puede deducir que es
deficiente también, pues al evitar situaciones, los niños se van rezagando en
la adquisición o perfeccionamiento de habilidades de afrontamiento. Esto a su
vez, incrementa su ansiedad, pues por la falta de habilidades (o al menos por
no exhibirlas y practicarlas), aumenta la probabilidad de fracaso.
1.2.2.4 Interacción de factores
Desde una visión dinámica del
desarrollo queda claro que no hay relaciones uno-a-uno respecto a la causalidad
de trastornospsicológicos. Es decir, ningún factor contextual originará
inequívocamente cierta condición psicológica. En cambio, la presencia de uno o
varios factores de riesgo presentados anteriormente, y la interacción entre
ellos en diferentes momentos del ciclo de la vida de los individuos, propiciará
la aparición de algún trastorno de ansiedad, o alguna otra condición
psicológica o médica.
A través de los datos provenientes de las investigaciones mencionadas
anteriormente, se pude resumir que los factores que aparecen más
consistentemente como de riesgo para los trastornos de ansiedad son los
siguientes: predisposición genética, psicopatología de los padres (en especial
trastornos depresivos y de ansiedad), apego inseguro, estilos de crianza
deficientes (rechazantes, negligentes, sobreprotectores, y controladores) y
experiencias de aprendizaje (condicionamientos, reforzamiento y modelamiento o
imitación). Desde el punto de vista de las teorías contemporáneas del
desarrollo (Boyce, et al., 1998; Novak, 1998) varios de estos factores se
podrían estar retroalimentando cíclicamente, por ejemplo, si los padres de
algún modo modelaron una conducta ansiosa, y el niño comenzara a exhibirla,
esto ocasionaría una reacción de sobreprotección de los padres, o bien de
rechazo, y esta conducta de los padres intensificaría la ansiedad del niño.
Los mecanismos cognitivo-conductuales no sólo constituyen factores de riesgo
para el desarrollo y mantenimiento de los trastornos de ansiedad, sino que
también ayudan a explicar cómo las circunstancias externas al individuo se
implantan o llegan a influenciar la conducta manifiesta de un individuo. El
papel del aprendizaje porasociación es
sumamente importante para entender cómo los factores del contexto familiar derivan en la conducta
particular de un individuo. El niño inmerso en un ambiente de riesgo, como el descrito por
Repetti, et al., (2002), tomará de ahí los modelos conductuales y cognitivos.
Posteriormente, la forma misma que ha adquirido de interactuar con el ambiente
le hará más propenso a seguir interactuando con ambientes nocivos, aún fuera de
casa (durante la adolescencia), pues las habilidades que ha adquirido para desenvolverse
y el modelo del mundo que tenga, sólo tendrán sentido en contextos similares.
De esta forma, los efectos de los factores de riesgo no se acotan a un periodo
de vida, sino que se perpetúan y exacerban, a menos que se haga una
intervención eficiente, o bien el contexto (interno y externo) del individuo cambie
drásticamente.
1.2.3 Miedos comunes y ansiedad normal en niños
El papel del desarrollo psicológico es
importante para entender, tanto cualitativa como cuantitativamente, la ansiedad que presentan
los niños normalmente. Según la etapa del
desarrollo del
individuo, ciertos miedos o ansiedades se consideran normales pues son típicas
de ese grupo de edad. Aunque se suele distinguir entre los conceptos de
ansiedad y de miedo, como
ya se especificó anteriormente, según Solloa (2001) esta distinción en los
niños es innecesaria, pues gran parte de la niñez se caracteriza por
pensamiento animista, lo que significa que los niños no distinguen entre lo
real y lo irreal. Tomando esto en cuenta, a continuación se describen algunos
de los miedos más usuales para distintos grupos de edad según Sroufe y Rutter
(1984, en Warren & Sroufe,2004):
0 a 6 meses, miedo a ruidos fuertes y a la pérdida de apoyo.
6 a 18 meses, miedo a situaciones o sujetos extraños, ansiedad por separación.
2 a 3 años, miedo a animales.
3 a 6 años, miedo a la oscuridad, criaturas imaginarias (monstruos, fantasmas),
y pérdida de cuidadores primarios, ruidos, y gente mala.
6 a 10 años, preocupaciones a lastimarse, al peligro físico, a los rayos,
dormir solos, robos o asaltos y a la escuela.
10 a 12 años, preocupaciones sobre las amistades, exámenes, apariencia física.
a partir de los 13 años, preocupaciones por las relaciones heterosexuales,
independencia y planes para la vida.
De forma general se podría apreciar una secuencia en los miedos que van de
miedos indiferenciados, globales y externalizados hacia miedos diferenciados,
abstractos e internalizados, congruentes con la maduración del sujeto (Hernández-Guzmán, 1999; Kendall
& Ronan, 1990).
Se ha intentado explicar por qué cambia el contenido de los miedos con el
tiempo. Una explicación es que los cambios cognitivos y ambientales los causan
(Warren & Sroufe, 2004). Los infantes y niños más chicos temen a sucesos
que ocurren en su entorno inmediato. Después, durante los años preescolares, su
mundo se expande y se mueven más por ellos mismos, entonces empiezan a tener
miedo ante cosas que no necesariamente han experimentado directamente y de
cosas que no están en su entorno inmediato. Después, en los primeros años de
escuela, cuando el desarrollo cognoscitivo aumenta, se teme más a miedos
físicos, lo cual se puede deber a una diferenciación de la realidad de los
objetos, o bien, a una mayor comprensión del
mundo físico y de las relacionescausa-efecto. Posteriormente, en los años de
escuela también, los niños comienzan a estar más conscientes de ellos mismos e
internalizan más sus miedos, al mismo tiempo que los dirigen hacia posibles
situaciones en el futuro. A medida que el niño experimenta mayor control en su
ambiente, sus miedos se vuelven más realistas. Para
la adolescencia, los miedos están más relacionados con aspectos morales,
sexuales, religiosos y de aceptación social. Incluso en la adultez, se
experimentan miedos típicos que se relacionan con la capacidad de logro,
peligro físico, la soledad
y la muerte. Esta explicación va de la mano con teorías dinámicas del
desarrollo, en donde se contempla que conforme el niño madura, los contextos
sociales relevantes para él van cambiando (desde la relación madre-hijo de los
infantes, hasta los escenarios de actividades extra-académicas o de tiempo
libre, en la adolescencia) (Boyce, et al., 1998).
Otros investigadores como
Westenberg, Drenes, Goedhart, Siebelink, y Treffers (2004) han dado una
explicaciones alternativas a los datos encontrados. Ellos llevaron a cabo un
estudio en el que también se evaluaba el cambio en el contenido de los miedos
conforme la edad. A grosso modo encontraron que los miedos relacionados con
peligro físico (heridas, muerte, situaciones médicas, etc) disminuían con la
edad, pero las preocupaciones relacionadas con la evaluación social (fracaso,
crítica) aumentaban a partir de la niñez tardía (8-11 años) y hasta la
adolescencia (12-18 años). Explicaron sus hallazgos a partir de una perspectiva
de maduración socio-cognitiva según la cual durante la adolescencia se
incrementa la auto-conciencia, loque conlleva a percibir el mundo
egocéntricamente, un fenómeno al que también se le ha llamado “audiencia
imaginaria”. Sin embargo, el cambio en el contenido de los miedos no está
estrictamente relacionado con la edad, sino más bien con el nivel de maduración
socio-cognitiva del
individuo (de la cual uno de sus indicadores puede ser la habilidad verbal). Al
mismo tiempo, estos autores proponen que varios factores, como
el temperamento del
individuo y el estilo de crianza de los padres, influyen en el nivel de la
maduración socio-cognitiva. Esta explicación no se deslinda totalmente de una
teoría dinámica del desarrollo y da cabida al
principio de multicausalidad, pero enfatiza la influencia prominente del desarrollo cognitivo basado en la interacción del individuo con sus
contextos sociales.
En oposición a los datos sobre el cambio –y transitoriedad- de los miedos con
la edad, en otro estudio (Ollendick, Matson & Helsel, 1985) se obtuvieron
datos diferentes. Se averiguaron los miedos más comunes en una muestra de niños
y adolescentes de 7 a 18 años de edad. En los niños y niñas de 7 a 9 años los
miedos más comunes fueron los siguientes: que un ladrón entrara a la casa,
incendios o a sufrir quemaduras, no poder respirar, a morir o a los muertos,
recibir castigo de los padres, ir al doctor, a las inyecciones, cortarse, a los
perros y comer cosas extrañas. En la muestra total, los miedos más comunes
fueron (en orden): no poder respirar, que un ladrón entre a la casa, incendios
o sufrir quemaduras, ser atropellado, a morirse o a los muertos, bombardeos,
hacer el ridículo, y sacar malas calificaciones. Como se puede observar en las listas, en
esteestudio algunos miedos no parecen ser transitorios, pues los informaron
participantes de todas las edades. Los miedos o preocupaciones relacionados con
situaciones sociales aparecen escasamente.
En México, Bermudez-Ornelas (2001) encontró datos que muestran igualmente que
muchos miedos nos son transitorios, al menos en la muestra de 7 a 16 años de
edad con la que se llevó a cabo la investigación. En esta muestra de niños y
adolescentes mexicanos dentro de los diez miedos más comunes para toda las
edades se encontraron los siguientes: a morir o gente muerta, ser llamado por
el director a su oficina, que un profesor les mande reportes, sacar malas
calificaciones, hacer un mal trabajo para la escuela y a animales (ratones,
víboras, osos, lobos). Pocos miedos se desvanecieron con la edad (por ejemplo
los niños de 7 a 9 años de edad mencionar miedo a los fantasmas y a estar en un
lugar extraño, mientras que los niños más grandes, no), y en cambio pocos
miedos aparecieron con la edad (los niños más grandes, de 10 a 16 años
mencionaron el miedo a las inyecciones y a estar en un hospital). Si bien,
algunos datos coinciden con aquéllos de Ollendick, et al., (1985), sobre todo
en la falta de transitoriedad, en la muestra de niños mexicanos se puede apreciar
claramente que muchos de los miedos están relacionados con actividades
escolares, hecho que no fue tan relevante en la muestra de Ollendick, et al.,
(1985).
La falta de transitoriedad de algunos miedos representa un fenómeno difícil de
interpretar desde el punto de vista de una teoría de desarrollo tradicional,
pues lo esperable, entonces, sería que niños de diferentes edades, informaran
miedos muydiferentes. Dejando de lado posibles influencias metodológicas del estudio en los resultados, se podría recurrir al
principio de equifinalidad de la TCS, a través del cual se comprendería que a pesar de que
los niños de diferentes rangos de edad tienen experiencias acumuladas
diferentes, presentan miedos similares. Incluso podría significar que para
aquéllos miedos que no cambian de una edad a otra, algún factor contextual
preponderante compartido por los individuos, por ejemplo, algún vínculo
relacionado con la filogenético de la especie, tuviera mayor poder explicativo.
Por su parte, Silverman, La Greca y Wasserstein (1995) hacen una aportación en
este campo, no con respecto a la posible transitoriedad de los miedos
intra-subjetivamente, sino a través de generaciones. Ellos señalan que los
aspectos sociales e históricos también influyen en los miedos que tienen los
niños. Por ejemplo, actualmente más niños temen por la salud de sus padres, a
las operaciones, a contagiarse de SIDA, a que sus padres tengan conflictos o
que se divorcien. Dichos autores argumentan que estos miedos tienen correlatos
en fenómenos sociales actuales como
la violencia, nuevos riesgo para la salud y la alta tasa de divorcios, lo cual
nos habla de cambios en la conducta en un nivel cultural.
Finalmente, respecto al número de miedos, los niños más pequeños presentan
mayor cantidad, los cuales van disminuyendo a medida que crecen. Por ejemplo,
90% de los niños entre 2 y 14 años presentan al menos un miedo (Rapee, 1997).
Según Kendall, et al., (1992) entre los 2 1/2 y 4 años hay mayor incidencia de
miedos en los niños; después de esta edad el número de miedosempieza a
disminuir. Sin embargo aún los adolescentes de 16 y 18 años de edad pueden
referir hasta 12 situaciones que les causan miedo (seleccionados de una lista
de 80 miedos potenciales), en comparación con 14 miedos, en promedio, referidos
por niños de 7 a 9 años de edad (Ollendick, et al., 1985). Para el caso del presente trabajo, se entiende que el número de miedos
que un individuo tenga, es más o menos irrelevante, en tanto que un número por
sí solo no ofrece una visión comprensiva de los contextos del individuo. Más relevante será conocer la
forma en que el o los miedos causan disfuncionalidad en el sujeto, y como dicha disfunción retro-alimenta los contextos
(internos y externos) del
individuo.
1.2.4 Ansiedad clínica
Se acepta entonces que, los niños experimentan miedo y ansiedad elevada, de
forma transitoria, como parte normal del desarrollo. Sin
embargo, para distinguir entre la ansiedad normal y la clínica, o bien, para
considerar un trastorno de ansiedad como
tal, diferentes autores han propuesto ciertos criterios. Por ejemplo, la
ansiedad y el miedo son anormales cuando: interfieren en el funcionamiento
normal del niño (Solloa, 2001); cuando son prolongados e intensos (Kendall,
2000); cuando son pervivientes, se prolongan más allá de la edad típica y
cuando no hay una amenaza genuina (Warren & Soufre, 2004); o bien cuando
son excesivos en relación con la situación, están más allá del control
voluntario, conllevan a evitar la situación o el estímulo, son persistentes, y
no son específicos de la edad (Ollendick & Francis, 1988).
También hay que tener presente que algunos trastornos de ansiedad pueden ser
tan graves que no sóloimpacten negativamente el desarrollo del niño, sino que pueda afectar a los
padres u otras personas cercanas (Kendall, et al., 1992).
1.3 Clasificación de los trastornos de ansiedad
1.3.1 Sistemas de clasificación
Los dos sistemas de clasificación usados con más frecuencia son el CIE-10 (ICD
por su nombre en inglés Internacional Clasification of Disaeses) (Organización
Mundial de la Salud, 1994) y el DSM-IV (Diagnostic and Statistical Manual of
Mental Disorders-cuarta edición) (American Pscyhiatric Association [APA],
1994), lo cuales están basados en una aproximación categórica-médica. En esta
aproximación se supone que lo normal difiere de lo patológico en términos de
tipo y no de grado. Del
mismo modo, los trastornos difieren unos de otros cualitativamente, son
entidades discretas conformadas por conjuntos de síntomas clínicos. Se puede
distinguir un trastorno de otro según el conjunto de síntomas que presente el
paciente, y de cómo éstos se relacionen con otros factores clínicos (Dadds,
James, Barrett, & Verhulst, 2004).
El DSM permite hacer un diagnóstico basado en síntomas observables que
pertenecen a las categorías establecidas. Dichas categorías, en la actualidad
se establecen con base en procesos empíricos y se actualizan conforme la
investigación avanza. Por eso mismo, este sistema de clasificación ha pasado
por varias revisiones y modificaciones. La creación de este manual ha permitido
que la comunicación entre clínicos e investigadores, y entre profesionales de
la salud mental, sea más fácil, pues propicia un vocabulario común (Dadds, et
al., 2004).
El CIE, al igual que el DSM, tiene un enfoque ateórico paraestablecer el
diagnóstico, en el sentido de que no examina las causas de los trastornos. Sin
embargo, una de las diferencias más grandes entre ambos sistemas es que el CIE
no incluye criterios operacionales de diagnóstico, sino que únicamente describe
en general el trastorno. Otra diferencia es que en el CIE no se considera que
existan comorbilidades como
tales, sino más bien se considera que los trastornos pueden estar mezclados, en
lugar de que una persona tenga dos o más trastornos simultáneamente. Por
último, la investigación basada en el sistema CIE es mucho más limitada que la
que se ha hecho con el sistema DSM (Dadds, et al., 2004), por lo que es más
frecuente referirse a los trastornos de ansiedad de acuerdo a la clasificación del DSM.
Una de las problemáticas más polémicas del
sistema categórico es la cuestionabilidad de la validez y confiabilidad de las
categorías, así como
el grado en que dichos sistemas cubren la estructura tan variada de síntomas
que pueden presentar los pacientes. También se cuestiona la utilidad de estos
sistemas ante las comorbilidades, sobretodo cuando a partir del diagnóstico deba tomarse una decisión
respecto al tratamiento (Dadds, et al., 2004). Ante las deficiencias
presentadas por los sistemas categóricos, puede usarse como alternativa, o complementariamente, un
enfoque dimensional de la psicopatología.
El enfoque dimensional supone que la psicopatología es una desviación
cuantitativa de la normalidad. La mayoría de estos modelos se han establecido
estadística y empíricamente a través de análisis de factores que reducen
potencialmente el número de categorías a un número menor de dimensiones
odisfunciones emocionales o conductuales. Es decir, se vale de escalas o
instrumentos psicológicos estandarizados para determinar el grado de
psicopatología. (Los instrumentos psicológicos más frecuentemente usados para
evaluar la ansiedad en niños se detallarán más adelante en la sección sobre
evaluación y diagnóstico de la ansiedad). Este modelo es más sensible a un espectro
de gravedad de los síntomas o problemas, por ejemplo puede ir de leve a muy
grave, en comparación con el sistema categórico, según el cual la decisión se
da en términos de ausencia o presencia del trastorno o de un estado saludable.
La desventaja más grande del
sistema dimensional ha sido la dificultad para comunicarse entre el campo de
investigación y la práctica clínica, y entre los psicólogos y los psiquiatras.
Éstos últimos han mostrado más resistencia
a adaptarlo.
El sistema categórico y el dimensional se traslapan en ciertos sentidos. Por
ejemplo, en los instrumentos estandarizados se cuentan con un punto de corte
para distinguir entre la población normal y la clínica, lo que al final de
cuentas da pie para determinar la presencia o ausencia de un trastorno. Al
mismo tiempo, el sistema DSM, por ejemplo, incluye algunos criterios
dimensionales para evaluar el grado de disfuncionalidad que presenta un
paciente dentro de un continuo de salud-disfuncionalidad.
1.3.2 Clasificación de los trastornos de ansiedad según el DSM
En el DSM-III-R (APA, 1987) se incluían, por primera vez, de manera separada
los trastornos de ansiedad de los adultos y los trastornos de ansiedad de
aparición en la niñez o adolescencia que eran tres: trastorno de ansiedad por
separación (TAS),trastornos hiperansioso (THA) y trastorno evitativo (TE). Los
trastornos de ansiedad considerados de adultos exclusivamente eran: trastorno
de pánico, agorafobia, fobia social, fobia específica o simple, trastorno
obsesivo compulsivo, trastorno por estrés postraumático, trastorno generalizado
de ansiedad y trastorno de ansiedad no especificado. Debido a problemas con la
confiabilidad (réplica del diagnóstico),
estabilidad del diagnóstico, y validez
discriminante baja, los criterios para formar las categorías en la siguiente
versión del
DSM, el DSM-IV, fueron más rigurosos. Esto con el objetivo de evitar que
ciertos trastornos se traslaparan y para aumentar la compatibilidad con los
trastornos de los adultos (Saavedra & Silverman, 2002). De esta manera, se
eliminó el trastorno evitante, el cual era idéntico al de fobia social. También
se suprimió el trastorno hiperansioso, por la falta de validez discriminante y
se fusionó con el trastorno por ansiedad generalizada de los adultos. Así, sólo
quedó el trastorno de ansiedad por separación como un trastorno exclusivo de
aparición en la niñez (Dadds, et al., 2004; Kendall, et al., 1992), el resto de
los trastornos de ansiedad se formulan en general y pueden afectar tanto a
niños como a adultos.
Antes de proceder con la clasificación de los trastornos, conviene aclarar dos
conceptos importantes: fobia y estrés. Las fobias son miedos intensos que han
adquirido una dimensión patológica, pues son desproporcionados con respecto a
las demandas de la situación. Además no se pueden descalificar a través del razonamiento. Las
fobias pueden paralizar al individuo al punto en que su vida se puede
afectarseriamente (Ollendick, Davis, & Muris, 2004). Las fobias están muy
delimitadas a ciertos objetos, seres o situaciones, a diferencia de la ansiedad
que es difusa. El estrés por su parte, es una reacción del organismo para movilizar energía ante un
estímulo amenazante que puede ser interior o exterior, físico o social. El
estrés, por su parte se refiere a la discrepancia que un individuo percibe
entre las demandas del ambiente y los recursos
que tiene para hacerle frente, y fisiológicamente, involucra una activación del sistema nervioso
autónomo (Sarafino, 2006). Tiene sentido conocer estos conceptos, pues algunos
trastornos clasificados como
de ansiedad, dependen de ellos.
A continuación se describe brevemente los trastornos de ansiedad incluidos en
el DSM-IV (American Pscyhiatric Association [APA], 1994):
ïƒ Otros trastornos de la infancia, la niñez o la adolescencia.
Trastorno de ansiedad por separación (TAS). Se caracteriza por una ansiedad
excesiva e inapropiada desde la perspectiva del
desarrollo, con respecto a la separación del
hogar o de las figuras de apego más cercanas. El niño sufre emocionalmente o
presenta disfuncionalidad social, académica, o en otras áreas importantes de
funcionamiento. Estos niños evitan quedarse solos en casa, ir a la casa de
amigos, quedarse con una niñera o con alguien más que los cuide, etc. Por las
noches, quieren dormir con sus padres o piden que alguien lo acompañe en su
recámara hasta que se quede dormido. En los casos en los que el niño se separa
de sus cuidadores primarios, querrá llamaros y saber cuando se verán de nuevo,
e incluso preguntará sobre la salud de los padres. El niño estaráconstantemente
deseando regresar a casa cuando esté fuera de ella. La duración mínima de los
síntomas es de 4 semanas y debe aparecer antes de los 18 años.
ïƒ Trastornos de ansiedad.
Crisis de angustia (ataque de pánico). Es la aparición repentina de aprehensión
intensa, miedo, y terror. Se presentan síntomas fisiológicos muy intensos y la
persona refiere sentirse en peligro de morir, de volverse loco o de perder el
control
Agorafobia. Se trata de la aparición de ansiedad en o evitación de lugares de
los cuales podría ser difícil escapar (o vergonzoso), o que son de difícil
acceso para obtener ayuda.
Trastorno de Pánico (con o sin agorafobia) (TP). También se le ha llamado
“miedo al miedo”. Este trastorno consiste en un miedo a pasar por un ataque de
pánico (o crisis de angustia). Este trastorno puede estar acompañado o no de
agorafobia.
Fobia Social (FS). Consiste en un miedo persistente de una o más situaciones en
las que se involucra el escrutinio de otros, o en las que se debe actuar frente
a un público, e incluye la posibilidad de hacer algo vergonzoso o humillante.
La exposición a la situación social provoca una respuesta inmediata de
ansiedad, por lo que tales situaciones se evaden. Esta fobia interfiere con la
rutina diaria del niño, en su desempeño académico y funcionamiento social. En
las personas menores a los 18 años de edad, los síntomas deben persistir por al
menos 6 meses. La antigua descripción del trastorno evitante es congruente con
este diagnóstico en la actualidad, según Kendall y Warman (1996).
Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG). Se trata de una ansiedad y
preocupación excesivas (expectativas aprensivas) queocurren más días de los que
no, por un período de al menos 6 meses. Las preocupaciones ptovocan malestar
subjetivo, dificultad para controlar la preocupación, o dificultades en ámbitos
sociales o escolares. Estos niños evitan hacer tareas escolares o unirse a
equipos de deportes por temor a cometer errores, o por las posibles
consecuencias. Según Kendall & Warman (1996), los niños que cumplen con los
criterios diagnósticos de este trastorno, cumplían también con los criterios
del antiguo el trastorno hiperansioso.
Fobia Específica (FE). Se caracteriza por la presencia de una ansiedad
clínicamente significativa (temor excesivo e irracional) como respuesta a la
exposición a situaciones u objetos específicos que son temidos (animales,
fenómenos naturales, intervenciones médicas, etc). El individuo presenta
también una respuesta de evitación al estímulo fóbico. Los síntomas en los
menores a 18 años de edad deben persistir por al menos 6 meses.
Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC). Consiste en obsesiones que causan ansiedad
y malestar significativos y/o compulsiones, cuyo propósito es neutralizar dicha
ansiedad. Las compulsiones u obsesiones consumen mucho tiempo, por lo que la
vida normal del individuo se puede ver afectada.
Trastorno por Estrés Postraumático (TEP). En este trastorno los síntomas de
ansiedad aparecen después de exponerse a un suceso estresante o altamente traumático
(accidentes, desastres naturales, secuestro, violación, etc.) en los que la
vida del sujeto se ve afectada realmente o hay riesgo de morir. El sujeto puede
re-experimentar el suceso a través de recuerdos, sueños o asociaciones
simbólicas y presentar una respuesta detemor, desesperanza u horror. También
intentará evitar estímulos o situaciones relacionados con el trauma.
Trastorno de ansiedad debido a enfermedad médica. Se caracteriza por síntomas
predominantes de ansiedad que se consideran secundarios a los efectos
fisiológicos directos de una enfermedad subyacente.
Trastorno de ansiedad inducido por sustancias. Consiste en síntomas prominentes
de ansiedad que se consideran secundarios a los efectos fisiológicos directos
de una droga, fármaco o tóxico.
Trastorno de ansiedad no especificado. Se clasifican así todos los trastornos
que se caracterizan por ansiedad o evitación fóbica, pero que no reúnen los
criterios diagnósticos de ninguno de los trastornos de ansiedad ya mencionados.
1.4 Curso de los trastornos de ansiedad
Calcular la edad en la que surgen los trastornos de ansiedad no es fácil, pues
el informe de los padres y de los niños no suelen ser exacto al calcular desde
cuándo los síntomas han estado presentes. A través de varios estudios realizados
se ha logrado calcular que los trastornos de inicio más temprano son las FEs,
el TAS, y el TAG (entre los 7 y 8 años) en ese orden, y uno de los últimos es
el TP (a los 14 – 16 años) (Last, Perrin, Hersen, & Kazdin, 1992, en Nauta
2005; Costello, Egger, & Angolnd, 2004). En México el trastorno de ansiedad
de inicio más temprano es el TAS (a los 5 años) (Medina-Mora, et al., 2003).
A través de varios indicadores, se ha concluido que los trastornos de ansiedad
tienen un curso crónico. Por ejemplo, hay mayor prevalencia de estos trastornos
en adolescentes que en niños (Nauta, 2005). Por otro lado, los trastornos de
ansiedad más prolongados(con duración de 6 meses a toda la vida) son más
frecuentes que los de duración más breve (menos de 3 meses) (Costello, et al.,
2004). Por si fuera poco, existen muchos datos que indican que los trastornos
de ansiedad suelen ser precursores de depresión (Costello, et al., 2004) u
otros tipos de psicopatología tanto en la adolescencia como en la adultez
(Pollock, Rosenbaum, Marrs, Millar, & Biederman, 1995).
En aproximadamente 30% de los casos, los trastornos de ansiedad tienden a
remitir naturalmente (Last, Perrin, Hersen, & Kazdin, 1996).
Independientemente de que el trastorno remita o siga un curso crónico, mientras
está presente, a cualquier edad, causa disfuncionalidad. A través del ciclo
normal de la vida, los niños se enfrentarán con diferentes ambientes, que les
provocarán sentimientos diferentes y que deberán afrontar con habilidades
diferentes (Kendall, 2000), pero el hecho de que los niños padezcan estos
trastornos puede implicar que su interacción con el medio no sea adecuada y
pueda tener implicaciones socio-emocionales negativas, por ejemplo en las
relaciones con los pares, en la auto-estima, en el desempeño escolar y la
conducta social (Strauss, Frame, & Forehand, 1987, en Nauta, 2005).
Los trastornos de ansiedad tienen además un impacto en la vida adulta.
Cincuenta por ciento de los adultos con ansiedad han indicado
retrospectivamente que padecen el trastorno desde la niñez. Estos adultos
sufren de mayor inestabilidad con sus familias y en el trabajo (Pollack, Otto,
Sabatino, & Majcher, 1996). Quienes sufrieron o sufren de fobia social en
particular informan de mayor sentimiento de soledad y tienen menos habilidadessociales.
Además, se ha encontrado una mayor propensión de los niños que sufren algún
trastorno de ansiedad al consumo inmoderado de alcohol en la adolescencia
(Costello, et al., 2004).
Teniendo en mente el modelo de Repetti, et al., (2002), el cual fue descrito en
la sección 1.2.2.2, y los datos que los apoyan no resultará sorprendente decir
que los trastornos de ansiedad también tienen efectos en la salud física de los
individuos. Al inicio del capítulo se comentó sobre la manifestación fisiológica
de la ansiedad, y después se explicó que los sujetos que viven en contextos
estresantes, experimentan irregularidades en sistemas neurobiológicos, los
cuales al final de cuentas repercuten en su salud. En la práctica médica
general muchos de las quejas que informan los pacientes, están relacionadas con
mecanismos de somatización, comunes en pacientes con ansiedad y depresión (de
Waal, Arnold, Spinhoven, Eekhof, van Hemert, 2005).
1.5 Epidemiología de los trastornos de ansiedad en niños y comorbilidades
1.5.1 Prevalencia
La investigación epidemiológica tiene por objetivo establecer los patrones de
la distribución de las enfermedades o trastornos psicológicos a lo largo del
tiempo y en diferentes espacios (Costello, et al., 2004). En el campo de los
trastornos de ansiedad en los niños se pueden encontrar diferentes datos que
dependen de los siguientes criterios: tipo de población que se muestrea
(población general o población clínica); el rango de edad de la muestra; y la
categorización de los trastornos (evaluar la presencia de cualquier trastorno
de ansiedad o de trastornos de ansiedad en particular).
Para calcular la prevalencia delos trastornos de ansiedad en general en niños
de la población general se han usado una gran variedad de métodos y en diferentes
países. Por esta razón, junto con el hecho de que los sistemas de clasificación
de los trastornos de ansiedad han cambiado con el tiempo, el espectro de la
prevalencia es bastante amplio. Por ejemplo, con base en una entrevista clínica
con los niños se ha encontrado prevalencias de cualquier trastorno de ansiedad
que van de un 10.8 a un 21% (Fergusson, Horwood, & Lynskey, 1993; Kashani
& Orvaschel, 1990, ambos en Nauta, 2005). Por otro lado, los mismos
estudios basados en una entrevista clínica con los padres, informan de un rango
aún más amplio: 3.9 a 29%. De los trastornos de ansiedad, aparentemente el más
prevalente es el trastorno de ansiedad generalizada (Costello, et al., 2004),
aunque en estudios anteriores, la fobia específica figuraba como el más
frecuente (por ejemplo, Benjamín, 1990). En México, en la encuesta
epidemiológica llevada a cabo por el Instituto Nacional de Psiquiatría se
encontró que el trastorno psicológico con mayor prevalencia en población
general es el de ansiedad (14.3 % de la población lo ha padecido alguna vez en
su vida) En específico, los trastornos de ansiedad más prevalentes a lo largo
de la vida son las fobias específicas (7.1%) y la fobia social (4.7%)
(Medina-Mora, et al., 2003). A pesar de la gran variabilidad en los datos, la
mayoría de los investigadores coinciden al concluir que los trastornos de
ansiedad en niños son los más prevalentes dentro de la población general
(Nauta, 2005; Pollock, et al., 1995).
En la población clínica infantil los trastornos de ansiedad también sonmuy
frecuentes (Bernstein & Kinlan, 1997; Crawford & Manassis, 2001), ya
que se calcula que están presentes en un 10 a un 20% de dicha población
(Barrett, 1998). Sin embargo, la mayoría de los datos disponibles pertenecen a
clínicas específicas, y no de práctica regular o representativa. Aparte de su
gran incidencia y prevalencia como diagnóstico primario, la ansiedad es un
elemento central en la psicopatología en general. Es decir, está presente en la
mayor parte de los trastornos psicológicos y psicosomáticos (Belloch, Sandín
& Ramos, 1995). Esto también significa que los niños con trastornos de
ansiedad son más propensos que los niños sin trastornos de ansiedad a
desarrollar o presentar psicopatología comórbida como trastornos del estado de
ánimo y problemas de conducta (Pollock, et al., 1995).
Con respecto al género, se han encontrado algunas diferencias de prevalencia
entre niños y niñas, los cuales indican que éstas últimas padecen trastornos de
ansiedad más comúnmente. Sin embargo, se han hecho algunas especificaciones al
respecto. Por ejemplo, según Kashani, et al., (1989) estas diferencias sólo se
dan en la población general, pero no en la clínica. Acorde con esto, en México
los trastornos de ansiedad han sido más prevalentes en mujeres que en hombres
de la población general (Medina-Mora, et al., 2003). Por su parte, según
Kendall (2000), las diferencias dependen del rango de edad, pues en muestras de
niños, los porcentajes son equivalentes de niños y niñas, pero conforme se
avanza a la adolescencia, las mujeres muestran mayor prevalencia de trastornos
de ansiedad.
1.5.2 Comorbilidad
El término comorbilidad se refiere a laco-ocurrencia de dos o más trastornos
según un diagnóstico clínico. Aproximadamente 50% de los niños con algún trastorno
de ansiedad presentan frecuentemente otro trastorno de ansiedad (Anderson,
1994; Costello, et al., 2004), y la probabilidad aumenta en los niños que
presentan más gravedad (Nauta, 2005). Sobre todo, es común la comorbilidad
entre TAG y FS (Albano & Kendall, 2002; Costello, et al., 2004). También,
un alto porcentaje (entre 17 y 50%) de niños con ansiedad tienen un trastorno
depresivo, el cual tiende a esacerbarse con la edad (Strauss, Last, Hersen
& Kazdin, 1988). Por último, están las comorbilidades con trastornos de
síntomas externalizados o de conducta, como el trastorno oposicionista y el
trastorno por déficit de atención (Costello, et al., 2004), los cuales también
son muy variables según la edad (Nauta, 2005).
Los datos presentados anteriormente proceden, obviamente, de estudios cuyas
evaluaciones se basaron en algún sistema categórico. La alta tasa de
comorbilidad entre los diferentes trastornos de ansiedad, y entre éstos y la
depresión puede explicarse mediante modelos integrativos sobre el origen común
de lo trastornos emocionales (Barlow, Allen, & Choate, 2004). Dichos
modelos se explicarán a detalle en el siguiente capítulo. Por el momento basta
decir que la clasificación categórica de los trastornos mentales ofrece muchas
ventajas para establecer comunicación entre diferentes profesionales de la
salud, sin embargo, la proposición de dicha clasificación es arbitraria, y es
difícil concebir en la práctica que los trastornos sean entidades discretas.
Desde el punto de vista dimensional, dichas comorbilidades indicanmás bien la
presencia de una mayor gama de sintomatología, posiblemente propiciada por la
presencia de mayor número de factores de riesgo o irregularidades más graves en
factores comunes que anteceden a los trastornos emocionales. Además, no resulta
difícil comprender que los trastornos emocionales compartan muchos de los
síntomas, pues cómo Repetti y sus colaboradores (2002) exponen, hay varios
factores contextuales que promueven la desregulación biológica (común de los
trastornos de ansiedad) y la desregulación del procesamiento emocional y el
desarrollo posterior de problemas psicológicos.
En este capítulo se ha señalado la importancia de atender los trastornos de
ansiedad en niños, pues éstos son los más prevalentes tanto en la población
clínica como en la población general, sus efectos suelen perdurar por varios
años o incluso de por vida, y pueden interferir con el desarrollo social y
emocional normal de los niños y adolescentes. También se ha ofrecido un
panorama de cómo surgen y se mantienen dichos trastornos lo cual nos ayuda a
entender los contextos interno y externo que los niños con problemas de
ansiedad pueden estar sufriendo. Todos estos antecedentes sobre el origen y
características e impacto de la ansiedad infantil dan pauta para desarrollar
métodos de evaluación y diagnóstico con el propósito de futuro de implementar
una intervención. En el siguiente capítulo se describen dichos métodos de
evaluación y diagnóstico, los cuales se desprenden y comprenden muchos de los aspectos
relacionados con la disfunción que causa la ansiedad.
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