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Adipocitocinas
Adipocitocinas como
nuevos marcadores de la enfermedad cardiovascular. Perspectivas
fisiopatológicas y clínicas
José R. González-Juanatey, Francisca Lago Paz, Sonia Eiras y Elvis
Teijeira-Fernández
Servicio de Cardiología. Hospital Clínico
Universitario. Santiago de Compostela. A Coruña. España.
El tejido graso presenta una intensa actividad metabólica derivada de la
síntesis y la secreción de hormonas relacionadas con el metabolismo energético
y con acciones directas sobre la estructura y la función del corazón y del sistema cardiovascular en su conjunto.
Desde el descubrimiento de la leptina, se ha identificado un
conjunto de adipocitocinas producidas sobre todo por el tejido graso, pero
también por otros tejidos. Destacan la síntesis y la
secreción de estas hormonas por los cardiomiocitos, en cuyas estructura y
metabolismo ejercen efectos directos. La grasa epicárdica constituye una
parte importante de la grasa visceral, con una intensa actividad metabólica.
Este compartimento graso presenta, respecto a la grasa subcutánea, una menor
expresión de adiponectina y mayor de interleucinas, relacionadas
con la extensión de la enfermedad coronaria y la presencia de hipertensión
arterial. Las adipocinas constituyen una familia de hormonas con importantes
acciones en el sistema cardiovascular. En particular, se relacionan con la
aterotrombosis y podrían constituir una nueva diana
terapéutica en la reducción del
riesgo cardiovascular. Palabras clave: Adipocitocinas. Cardiomiocitos.
Grasa epicárdica.
Compared with subcutaneous fat, this fatcompartment expresses less adiponectin
but more interleukins, and it is linked to the severity of coronary artery
disease and the presence of hypertension. The adipokines form a family of
hormones whose actions exert significant effects on the cardiovascular system.
In particular, they are associated with atherothrombosis and could provide a
new therapeutic target for reducing cardiovascular risk. Key words: Adipokines.
Cardiomyocytes. Epicardial fat.
INTRODUCCIÓN Al referirnos a los determinantes del riesgo
cardiovascular (CV), debemos distinguir entre factores patogénicos que
participan de forma directa en los mecanismos de la enfermedad y marcadores de
riesgo que tan sólo tienen relación con ella. Habitualmente,
los factores de riesgo clásicos tienen implicación demostrada en los diferentes
mecanismos que constituyen las fases evolutivas de la enfermedad CV
aterotrombótica. En una publicación reciente, Mozaffarian et al1
establecen una gradación del riesgo y la enfermedad CV considerando que existen
factores de riesgo asociados al estilo de vida, como son el tabaquismo, los
hábitos dietéticos inadecuados y la inactividad física. Las disfunciones
endotelial y metabólica y la adiposidad constituyen los nexos fisiopatológicos
entre un estilo de vida desfavorable y los conocidos como factores de riesgo
clásicos y emergentes, entre los que se encuentran la hipertensión arterial, la
dislipemia, la diabetes mellitus, la activación de la inflamación, el estado
protrombótico y un sustrato que favorece el desarrollo de arritmias cardiacas. En la transición a la enfermedad CV clínica (insuficiencia
cardiaca, cardiopatíaisquémica, ictus, deterioro cognitivo y arritmias
cardiacas) y la muerte, existe una fase de enfermedad CV y renal subclínica.
En todo este proceso, destaca el papel del sobrepeso y la obesidad, que reflejan la adiposidad
visceral, como
un elemento central en el riesgo y la patogenia de las enfermedades CV. En este
sentido, datos recientes en nuestro medio indican que el sobrepeso y la
obesidad representan Rev Esp Cardiol. 2009 (Supl 2):9-16
Adipokines as Novel Cardiovascular Disease Markers. Pathological and Clinical
Considerations
Adipose tissue exhibits a high level of metabolic activity that stems from the
synthesis and secretion of hormones associated with energy metabolism. These
hormones have a direct effect on the structure and function of the heart and on
the cardiovascular system as a whole. Since the discovery of leptin, a group of
adipokines produced mainly by adipose tissue, but also by other tissues, has
been identified. Interestingly, these adipokines may also be synthesized and
secreted by cardiomyocytes, and they have a direct influence on cardiomyocyte
structure and metabolism. Epicardial fat is an important part of visceral fat
and has a high level of metabolic activity.
González-Juanatey JR et al. Adipocitocinas como nuevos marcadores de la enfermedad
cardiovascular
Adiponectina
Hipoadiponectinemia se asocia a: Acumulación de grasavisceral Hiperglucemia,
diabetes mellitus Hiperlipidemia Hipertensión arterial Inflamación Disfunción
endotelial Aterosclerosis Riesgo cardiopatía isquémica Hipertrofia miocárdica
Insuficiencia cardiaca
Resistina
Hiperresistinemia se asocia a: Riesgo cardiovascular Cardiopatía isquémica
Marcadores inflamatorios proaterogénicos Disfunción endotelial Alteración del
metabolismo de la glucosa en cardiomiocitos
Apelina
Niveles en fibrilación auricular Niveles en hipoxia e isquemia Niveles en
insuficiencia cardiaca Mejora hemodinámica + efecto inotrópico Otras adipocinas
en enfermedad CV Omentina, Chemerina, TNF-α, IL-6, MCP-1, PAI-1
Leptina
Hiperleptinemia se asocia a: Activación del sistema nervioso simpático Efectos
protrombóticos Disfunción endotelial Hipertrofia de miocitos vasculares
Remodelado cardiovascular Insuficiencia cardiaca Aterosclerosis (asociada a
otros factores) Hipertensión arterial
Visfatina
Niveles en macrófagos Obesidad, diabetes mellitus Vulnerabilidad de placas
ateroscleróticas Viabilidad miocitos vasculares
Fig. 1. Producción de adipocitocinas por la grasa visceral.
Foto de campo quirúrgico en un paciente sometido a
cirugía coronaria que muestra la grasa epicárdica. Se resumen
los principales efectos cardiovasculares de las adipocitocinas más relevantes.
CV: cardiovascular; IL-6: interleucina 6; MCP-1: proteína quimiotáctica de
monocitos 1; PAI-1: inhibidor del
acticador del
plasminógeno tipo 1; TNFα: factor de necrosis tumoral alfa.
el principal determinante de las enfermedades CV en
España, pues suponen más del 30% del total de los determinantes del
riesgo de sufrircardiopatía isquémica tanto en varones como en mujeres2. El incremento del
riesgo muestra una relación más directa con el perímetro de la cintura que con
el índice de masa corporal. Dicho perímetro es un
reflejo de la obesidad visceral (principalmente intraabdominal, aunque también
intratorácica). El aumento de la obesidad visceral se asocia a un incremento de
la actividad metabólica, que condiciona inflamación, mayor riesgo de trombosis
y alteraciones del metabolismo de los hidratos de carbono3. GRASA VISCERAL Y
ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR Clásicamente considerado un
mero depósito energético con amplia distribución anatómica, en los últimos años
se ha puesto de manifiesto que el tejido graso visceral es un auténtico órgano
endocrino de gran actividad. Sus productos metabólicos, denominados adipocinas,
desempeñan un papel importante en la homeostasis de la energía, el metabolismo
de los hidratos de carbono y lipídico, el control de la ingesta, la
termogénesis, la viabilidad celular, la reproducción, la inmunidad, la función
neuroendocrina y la estructura y la función del sistema CV4. Desde la identificación
a mediados de la década de los noventa de las primeras adipocinas, leptina5 y
adiponectina6, se ha producido un rápido avance en el conocimiento de otras
moléculas integrantes de la familia, como resistina, visfatina7, apelina8,
omentina, chemerina y otras (fig. 1), que a su vez se encuentran directamente
relacionadas con la producción de interleucina (IL) 6, proteína qui10
Rev Esp Cardiol. 2009 (Supl 2):9-16
miotáctica de monocitos (MCP-1)9, inhibidor del
activador del
plasminógeno 1 (PAI-1)9,10 ofactor de necrosis tumoral alfa (TNFα)11,12.
Como ya hemos mencionado, la obesidad es un estado proinflamatorio con
hipertrofia e hiperplasia de los adipocitos relacionado con alteraciones en la
secreción de adipocitocinas que contribuyen al incremento de la resistencia a
la insulina y la inflamación13. El esfuerzo investigador en el campo de las
adipocitocinas llevado a cabo durante la última década nos ha permitido
establecer el nexo patogenético entre obesidad, en particular la obesidad
visceral, y el desarrollo de síndrome metabólico, inflamación y enfermedades
CV3 . ADIPOCITOCINAS: NO SÓLO HORMONAS PRODUCIDAS
POR LA GRASA En este apartado revisaremos algunas de
las principales características de las adipocitocinas de las que disponemos de
más información no sólo experimental sino también clínica. Ghrelina Aunque la
ghrelina no es una verdadera adipocitocina, nos referiremos brevemente a esta
hormona de la que en los últimos años hemos sabido que tiene un papel relevante
en la fisiología y la fisiopatología CV. Se trata de una hormona, producida
fundamentalmente en el estómago, con importantes acciones en el metabolismo
energético. Su síntesis aumenta con el ayuno y se reduce con la ingesta; su
liberación estimula el apetito y reduce el gasto energético.
La ghrelina se relaciona con la obesidad y el incremento de la resistencia a la
insulina de los
González-Juanatey JR et al. Adipocitocinas como nuevos marcadores de la
enfermedad cardiovascular
Fig. 2. Producción de ghrelina por cardiomiocitos humanos.
Se observa la presencia de ghrelina en cardiomiocitos humanos
en cultivo y en una preparación demiocardio humano. La
inmunorreactividad para ghrelina se ha detectado mediante inmunohistoquímica
con anticuerpos específicos para ghrelina. Como control positivo, se utiliza un corte histológico de estómago humano, principal tejido
productor de ghrelina. En el caso de cardiomiocitos humanos, se utiliza
asimismo una inmunohistoquímica con anticuerpos para la cadena pesada de la
miosina con el fin de confirmar que las células aisladas que están produciendo
ghrelina son realmente cardiomiocitos. Las tres fotos
inferiores corresponden a los controles negativos (realizados por incubación
con el anticuerpo primario presaturado). Adaptado de Iglesias et al22.
tejidos, estimula la gluconeogénesis y reduce la
oxidación de las grasas14. Ejerce un conjunto de efectos CV favorables para la
hemodinámica cardiaca al inducir vasodilatación, que es independiente del
factor de crecimiento similar a la insulina (IGF-1), e incrementa el gasto
cardiaco tanto en individuos sanos como en pacientes con insuficiencia
cardiaca, y se sabe también que inhibe la actividad simpática15. Además, la
concentración en plasma tanto de esta hormona como
de su forma desacetilada (desacilghrelina [DAG]) está estrechamente relacionada
con algunas de las características del
síndrome metabólico15 . Recientemente se ha descrito
que el tratamiento temprano con esta hormona reduce la mortalidad en animales
de experimentación que han sufrido infarto de
miocardio17. La ghrelina, además, mejora la función endotelial e inhibe los
cambios proaterogénicos18. Datos recientes indican que la
ghrelina es importante en la regulación de la función y lahemodinámica
cardiacas en la insuficiencia cardiaca. En pacientes con esta afección y
caquexia de origen cardiaco, la concentración
plasmática de la hormona está elevada y su administración, tanto en animales de
experimentación como
en humanos, mejora la disfunción y la hemodinámica cardiacas. Estas acciones
podrían ser ejercidas de forma directa por la hormona, en particular la mejora
de la caquexia cardiaca y los efectos vasodila-
tador y antiapoptótico cardiomiocitario, y además podrían estar mediadas por la
liberación de hormona de crecimiento, que tiene efecto prohipertrófico
cardiaco19,20. Se han descrito diferentes formas
activas de la hormona y receptores en diferentes tipos celulares, lo que
respaldaría sus acciones independientes de la hormona de crecimiento, con la
que siempre se la ha relacionado por ser uno de sus secretagogos21. Nuestro
grupo ha sido el primero en demostrar la producción de ghrelina por
cardiomiocitos, tanto de la línea
celular HL-1 como
de neonatos de rata y humanos (fig. 2)22. Hemos medido una producción de la
hormona de 12 ± 1,1 pg/ml en cultivos de
cardiomiocitos humanos obtenidos de pacientes sometidos a cirugía cardiaca. Además de la demostración de la producción cardiomiocitaria de
ghrelina, hemos observado receptores de la hormona en dichas células, lo que
confirmaría su actividad metabólica. Estudios en cultivos celulares de
células cardiacas demuestran que tiene un potente
efecto antiapoptótico previniendo la muerte celular de esta naturaleza inducida
por fármacos citostáticos (fig. 3). Por otro lado, además de este
efecto en la viabilidad celular, hemos observado que elefecto antiapoptótico en
cardiomiocitos descrito para la hormona de crecimiento podría estar mediado por
ghrelina22.
Fig. 3. Efecto antiapoptótico de
ghrelina en cardiomiocitos. Resultados del análisis estadístico de tres
ensayos de apoptosis con la tinción nuclear Hoechst, que reconoce núcleos
apoptóticos. Se indujo el proceso apoptótico en cardiomiocitos HL-1 por
tratamiento con el citotóxico arabinósido de citosina (AraC). El pretratamiento
con ghrelina era capaz de prevenir la inducción de apoptosis por AraC en estas
células. Adaptado de Iglesias et al22.
Estos datos experimentales, junto con los publicados por otros grupos, además
de describir una nueva vía en la fisiopatología de la disfunción cardiaca,
podrían constituir en el futuro una nueva diana
terapéutica mediante la administración de ghrelina exógena o la estimulación de
su producción por los propios cardiomiocitos. Adiponectina La adiponectina es
una de las hormonas que ha suscitado mayor interés investigador, tanto
experimental como
clínico, en los últimos años. Se trata de una hormona
sintetizada principalmente por el adipocito, y es de hecho su principal
producto proteínico. La concentración plasmática de adiponectina es
elevada y representa el 0 % del total de proteínas plasmáticas23.
Promueve la oxidación de los ácidos grasos y reduce la
síntesis de glucosa en el hígado y otros tejidos. La ausencia de expresión
génica de esta hormona se asocia a resistencia a la insulina e
infiltracióngrasa de los músculos24. La adiponectina ejerce sus acciones
biológicas a través de dos receptores de reciente descubrimiento, que se
expresan de forma prevalente en el hígado (receptor 2) y en el músculo
esquelético (receptor 1). Estos receptores transducen señales mediante la
activación intracelular de la proteincinasa dependiente de adenosinmonofosfato
(AMPK) —sensor energético que regula el metabolismo celular— y activan los
PPARγ (peroxisome proliferator activated receptor gamma) y probablemente
otras vías intracelulares de transducción de señales todavía sin identificar,
lo que produce un incremento de la oxidación de los ácidos grasos y una
reducción
de la síntesis hepática de glucosa24. En los miocitos
favorece la captación de glucosa y la oxidación de los ácidos grasos,
estimulando la fosforilación de la acetil-coenzima-A-carboxilasa25.
Múltiples datos experimentales y clínicos publicados en la última década
indican que hay una estrecha relación entre esta hormona y los componentes del
síndrome metabólico (hipertensión arterial, dislipemia e intolerancia a los
hidratos de carbono). La concentración plasmática de adiponectina muestra una
correlación inversa con el índice de masa corporal (y especialmente con la
adiposidad visceral) y la resistencia a la insulina, aumenta
con la pérdida de peso y los fármacos que sensibilizan los tejidos a las
acciones de la insulina24. En adipocitos en cultivo se ha observado una
reducción de la secreción de adiponectina por citocinas proinflamatorias11, lo
que indica que la inflamación podría ser un importante
factorcontribuyente a la hipoadiponectinemia en estados de obesidad y resistencia a insulina.
El ejercicio físico incrementa la cantidad circulante de la hormona y la
expresión de sus receptores en el músculo, con el consiguiente incremento de la
sensibilidad a la insulina y la desaparición o atenuación de los componentes
del síndrome metabólico26. Se ha descrito relación entre la hipoadiponectinemia
y el riesgo de desarrollar hipertensión arterial27 .
La reducción de la adiponectina en plasma predice la aparición de hipertensión
con independencia de otros factores como
la obesidad, la edad, la resistencia
a la insulina y el estado inflamatorio determinado mediante concentración
plasmática de proteína C reactiva27. Ya hemos mencionado que tanto la
dislipemia como
la inflamación se relacionan con estados de hipoadiponectinemia4 . En el primer caso, la relación se establece de forma
preferente con las concentraciones bajas de lipoproteínas de baja densidad
(cHDL) y las concentraciones elevadas de triglicéridos30; y en el segundo se ha
descrito una reducción de la adiponectina plasmática en diversas afecciones de
base inflamatoria, entre las que se encuentran la aterosclerosis y la artritis
reumatoide11. En este sentido, se ha descrito la
necesidad de concentraciones plasmáticas de adiponectina normales para mantener
un fenotipo no inflamatorio del
endotelio vascular. Por otro lado, múltiples estudios experimentales han puesto de manifiesto el papel central de la adiponectina
en la prevención del desarrollo de placas
ateroscleróticas, así como
en la regulación de su vulnerabilidad11. La hipoadiponectinemia se acompaña,entre otros fenómenos, de disfunción endotelial, con una
mayor adhesión de los monocitos al endotelio vascular y menor biodisponibilidad
de óxido nítrico31. En esta línea de protección CV asociada a la adiponectina,
se han publicado diversos trabajos que observan una
estrecha correlación entre concen-
Fig. 4. Producción de adiponectina por cardiomiocitos humanos
que además expresan sus receptores (adipoR1 y adipoR2). Microfotografías de cardiomiocitos auriculares humanos en cultivo
primario que muestran inmunofluorescencia para adiponectina, receptores de
adiponectina, cadena pesada de miosina cardiaca (MHC) o ambos (colocalización).
La inmunofluorescencia con la cadena pesada de la miosina se utiliza como
confirmatoria de que las células que estamos analizando son cardiomiocitos y no
otros tipos celulares miocárdicos que podrían estar contaminando el cultivo
primario.
tración plasmática de la hormona y riesgo de sufrir
cualquiera de las formas de presentación clínica de la cardiopatía isquémica,
en particular el síndrome coronario agudo32,33. La concentración plasmática de
adiponectina se correlaciona de forma inversa con el riesgo de sufrir un
síndrome coronario agudo con o sin elevación del
segmento ST, tanto en la población general como en diabéticos32 .
Por otro lado, la concentración plasmática de adiponectina se reduce de forma aguda
tras un infarto de miocardio35 y se relaciona también
con la complejidad de las lesiones coronarias en pacientes con cardiopatía
isquémica clínica36. No obstante,estudios recientes
mostraron mayor mortalidad por cualquier causa y mayor riesgo de infarto de
miocardio en los pacientes isquémicos con mayores concentraciones de
adiponectina. Esto puede deberse al desequilibrio de la regulación de la
producción de adiponectina, con un aumento de su síntesis que resulta
insuficiente para compensar el proceso inflamatorio avanzado37 . La adiponectina es también capaz de limitar la
progresión de la hipertrofia cardiaca y de ejercer un efecto protector contra
el daño miocárdico inducido por los fenómenos de isquemia-reperfusión39, así como de disminuir el riesgo
de remodelado y disfunción cardiaca tras un infarto de miocardio en modelos
experimentales de ratón40. Aunque el tejido graso es el principal origen de la adiponectina, se ha descrito su síntesis en
células de médula ósea, células de músculo esquelético y hepatocitos, entre
otras. Nuestro grupo ha demostrado su síntesis y secreción por cardiomiocitos
humanos y murinos (que también expresan sus dos tipos de receptores) (fig. 4),
donde induce captación de glucosa y ácidos grasos41. En este
sentido, Ding et al42 han demostrado que la síntesis de esta hormona en tejido
cardiaco, como en el tejido graso, se estimula
por la acción de la rosiglitazona, que actúa como agonista de los receptores PPARγ.
Esta propiedad endocrina de los cardiomiocitos humanos es otra prueba para
considerar el corazón como un auténtico órgano endocrino
que, además de contribuir a la cantidad circulante de diferentes hormonas
—entre ellas la adiponectina—, tendría también un efecto paracrino e incluso
autocrino que podría ayudar a explicar lafisiopatología de diversas
cardiopatías y constituir una nueva diana terapéutica. Múltiples publicaciones han demostrado el papel central de la adiponectina en la
regulación de procesos como la inflamación, la resistencia a la insulina o la aterotrombosis, tanto
sistémicos como
locales. En esta línea, la adiponectina se relaciona con una
reducción de la secreción por los adipocitos de diversas citocinas
proinflamatorias como IL-6, IL-8, MIP-1α/β y MCP-143. También
se ha demostrado una correlación inversa de adiponectina con la concentración
plasmática de PAI-144 y una regulación negativa de su propia síntesis, así como
de la expresión de su receptor R245. SIGNIFICADO CLÍNICO DE LA PRODUCCIÓN DE
ADIPONECTINA EN LA GRASA EPICÁRDICA La grasa epicárdica se distribuye
principalmente por los surcos del
corazón y se extiende en algunos sujetos por la práctica totalidad del epicardio. No existe
ninguna fascia que la separe del miocardio ni de las arterias
coronarias epicárdicas46. Por este motivo se consideró
que debía de desempeñar alguna función importante a nivel cardiaco, ya que su
situación anatómica en sí resultaría desventajosa si su función no fuese otra
que servir como
depósito energético. Curiosamente, se ha observado que la cantidad de grasa
epicárdica no está relacionada con la masa total de grasa corporal, pero sí con
la grasa visceral. Por otra parte, resulta muy intereRev Esp
Cardiol. 2009 (Supl 2):9-16
sante su relación directa con la masa miocárdica ventricular, ya que la grasa
epicárdica supone el 20% de la masa ventricular total46,47. Los pacientes con
hipertrofia ventricular izquierda48, resistencia a la insulina, elevada
concentración plasmática de lipoproteínas de baja densidad o hipertensión
arterial presentan mayor cantidad de grasa epicárdica49. Se ha observado que,
en pacientes con cardiopatía isquémica, la grasa epicárdica presenta más
actividad proinflamatoria que la grasa subcutánea, con producción de más IL-1b,
IL-6, TNFα y MCP-150 que, como hemos mencionado, desempeñan un papel
importante en el metabolismo energético, la función vascular y las respuestas
inflamatoria e inmunitaria. Nuestro grupo ha analizado las características
clínicas y angiográficas yla expresión de adiponectina por la grasa epicárdica
y subcutánea de 92 pacientes sometidos a cirugía cardiaca, de los que 58 se
sometieron a cirugía de revascularización miocárdica por aterosclerosis coronaria
y 34 sin dicha cardiopatía a otros procedimientos quirúrgicos, la mayoría de
ellos de sustitución valvular. Observamos que la grasa epicárdica de los
pacientes con cardiopatía isquémica no solamente expresa menos adiponectina y
más IL-6 que la de pacientes no coronariópatas, tal como indicaban estudios
previos, sino que comprobamos que hay asociación significativa inversa entre la
expresión epicárdica de adiponectina y la extensión de la enfermedad coronaria
valorada como el número de coronarias epicárdicas afectadas (r = –0,402; p <
0,001) y relación directa con la expresión de IL-6 (r = 0,514; p < 0,001)
(fig. 5). No obstante, no encontramos tales diferencias en la grasa subcutánea.
Nuestros hallazgos indican que la menor producción de adiponectina y la mayor
producción de IL-6 en la grasa epicárdica podrían tener un papel relevante en
el desarrollo y la extensión de la enfermedad coronaria a través de un
mecanismo endocrino y, sobre todo, paracrino, ya que la grasa epicárdica se
distribuye de forma preferente por los surcos del corazón donde se disponen los
troncos principales de las diferentes coronarias epicárdicas51. Observamos
también que los pacientes hipertensos muestran, respecto a los normotensos, una
menor expresión de adiponectina en la grasa epicárdica (odds ratio = 0,828, por
unidad arbitraria; p = 0 ), independientemente de la
edad, el sexoy otros posibles factores de confusión. Este hecho vuelve a
enfatizar el posible papel de dicha hormona en el desarrollo y la progresión del
proceso hipertensivo y refuerza la hipótesis de la implicación de la grasa
epicárdica en el riesgo CV total52. Asimismo, hemos observado una menor
expresión génica de leptina y adiponectina en grasa epicárdica de varones que en
la de mujeres, lo que podría relacionarse con las diferencias en riesgo CV
existentes entre uno y otro sexo53. Estos resultados indican
que la grasa epicárdica podría tener una relevancia mucho mayor que la grasa
subcutánea en el desarrollo de la enfermedad cardiovascular. De este modo, podrían constituir la base fisiopatológica sobre
la que se asientan las clásicas observaciones epidemiológicas que asocian la
obesidad visceral a un mayor riesgo de alteraciones metabólicas y eventos
cardiovasculares que la obesidad subcutánea. Estudios puestos en marcha en la
actualidad por nuestro grupo y otros podrían ayudar a esclarecer la implicación
de las adipocitocinas —incluidas las de nuevo descubrimiento como visfatina,
apelina,
González-Juanatey JR et al. Adipocitocinas como nuevos marcadores de la
enfermedad cardiovascular
omentina y quemerina— en el metabolismo y la viabilidad de los cardiomiocitos,
su interrelación endocrina, paracrina y autocrina, así como la correlación
entre las concentraciones plasmática y en grasa epicárdica de dichas hormonas.
Muy probablemente, el mejor conocimiento de la fisiología y la fisiopatología
del tejido graso, y en especial de la grasa epicárdica, nos permita en un
futuro un abordaje integral de lostrastornos metabólicos y CV clásicamente
relacionados con la obesidad.
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