INFANCIA Y PEDAGOGÍA.
La niñez representa el punto de partida y el punto de llegada de la pedagogía.
Por un lado proclama ser tributaria del concepto moderno de infancia; por otro,
abstrae todas las características históricas de la niñez humana. A la vez, y
mediante un proceso de segregación y reintegración de sentidos, contribuye a la
construcción de la infancia, de la que declara se subsidiaria. Finalmente, se
posiciona como
reivindicadota de una infancia naturalmente normal; inversa a la “tradicional”
visión del niño como adulto en pequeño.
El niño y el alumno se corresponden existencialmente a un
mismo ser pero epistemológicamente constituyen objetos diferentes. Aunque es
cierto que el alumno está en algún grado incluido en el niño, sobre todo
respecto al ámbito delimitado por la edad, tampoco es menos cierto que el
alumno en tanto objeto de conocimiento contiene caracteres que sobrepasan al
niño en general. El alumno es un campo de intervención
no ajeno a la niñez sino más complejo. El niño aparece en un
primer momento como razón necesaria para la
construcción del
objeto alumno y éste es el espacio singular; es decir, un ámbito construido por
la actividad pedagógica y escolar.
Esta necesariedad hace que para el discurso pedagógico la existencia de la
niñez sea más que nada un dato anterior a toda
construcción discursiva. Es decir, en el campo de la teoría y la práctica
educativa escolar es necesario dar por hecho la existencia de la infancia
comocorolario a partir del
cual podrán desplegarse los atributos inherentes al dominio del objeto específico. El
niño, de esta manera, es la base para construir teóricamente al alumno.
A pesar de la fuerza que en el discurso pedagógico poseen esos supuestos, es
común en los sectores teóricamente más avanzados del quehacer pedagógico actual
una crítica a la universalidad, y por ende, un reconocimiento más o menos explícito
a la heterogeneidad de la infancia; a la dificultad de condensar disímiles
fenómenos y situaciones en este solo término. Estas disimilitudes pueden ser,
por ejemplo, señaladas en el campo psicoevolutivo, con lo que se insistirá en
la necesidad de considerar las desiguales características de las distintas
etapas o estadios en la evolución.
Otras disimilitudes, desde el seno mismo de la pedagogía, han
sido señaladas en el campo sociológico y antropológico. A partir de evidencias
alcanzadas en la investigación socioeducativa, se ha concluido que tanto la
situación social y económica por la que se atraviesa como las pautas
culturales incluidas en el interior de distintos grupos sociales contribuyen a
generar respuestas igualmente diferenciadas frente a la existencia de una
escuela más o menos estática en su propuesta.
Pero la más radical crítica a este concepto tan
general de infancia sobre el que se posiciona la pedagogía no provino del seno de esta disciplina sino del ámbito de la historia y la demografía.
Fue seguramente pionero el trabajo de Philippe Aries (1960), a partir del cual esposible afirmar
ciertas características históricas de la infancia, características que por lo
menos relativizan no pocas de las más corrientes
afirmaciones del sentido común del pedagogo.
Estas investigaciones demostrarán que la infancia es un
producto histórico moderno y no un dato general y ahistórico que impregna toda
la historia de la humanidad. No en sus trazos biológicos (aunque obviamente no
es posible desconocer las relaciones entre lo biológico y lo cultural) sino en
su constitución histórica y social, el nacimiento de la infancia conforma un
hecho novedoso en el que, además, la existencia de la escuela ocupa un rol
destacado: a la inversa que el postulado clásico de la pedagogía, el ser alumno
no es un paso posterior al ser niño sino por lo menos parte de su génesis.
La línea de estudios sobre la historia de la infancia iniciada por Aries apunta
a varias cuestiones relativas tanto a la situación concreta como al surgimiento
del “sentimiento de infancia” en su forma moderna. Este sentimiento según
Aries, no existió siempre ya que no es posible constatar sino a partir del
siglo XV europeo, y aún bien tímidamente, una cantidad significativa de
imágenes acerca de la edad infantil.
Cuando nuevas formas de tráfico comercial y producción mercantil hacen eclosión
en la Europa de finales de la Edad Media, una nueva forma de acción sobre los
más jóvenes comienza muy lentamente a perfilarse y así se constituye otro modo
de relación de las parcelas sociales etariamente diferenciadas.
La infancia deja de ocuparsu lugar como
residuo de la vida comunitaria, como
parte de un gran cuerpo colectivo. Ahora el niño comienza a ser percibido como
un ser inacabado, carente y por tanto individualizado, producto de un recorte
que reconoce en él necesidad de resguardo y protección.
La modernidad entonces produce un primer movimiento de recorte, de segregación
para restituir a la niñez a la sociedad, pero ahora con un nuevo status;
segregación y restitución inseparables en el tiempo, complementarias de un
mismo fenómeno.
Esta transformación implica la aparición del cuerpo infantil. Cuerpo para
ser amado y educado. Creación de un
núcleo donde el sentimiento y la conciencia de estos deberes de amor y
educación son la unidad básica de integración: la familia. En lo que Aries
denomina “Antiguo Régimen”, los niños no eran ni
queridos ni odiados sino simplemente inevitables. Compartían con los adultos
las actividades lúdicas, educacionales y productivas. Los niños no se
diferenciaban de los adultos ni por la ropa que
portaban ni por los trabajos que efectuaban ni por las cosas que normalmente
decían o callaban.
Mientras el arcaico sentimiento implica la visión del niño como
adulto-pequeño, a partir de los siglos XV a XVII se vislumbra un cambio en las
responsabilidades atribuidas a los más pequeños: son altamente diferenciadas a
raíz de la protección brindada por los adultos en general, por la familia en
particular. A la par, otro sentimiento respecto de la infancia aparece en la
época: el amor maternal, sentimiento que esnormalmente proyectado a la
actividad docente femenina, condensado en gran medida en las funciones de
maestra y madre.
ÉMILE OU DE L’NFANCE
La infancia aparece delineada en sus aspectos más puros y claros en Émile ou de
l’éducation de Jean Jacques Rousseau.
El Emilio produce efectos inequívocos en la
configuración de la pedagogía moderna al delinear al niño pero, sobre todo, al
delinearlo en su educabilidad, en su capacidad natural de ser formado.
La infancia no aparece en la obra como
un recorte arbitrario producto de la acción discursiva ni, mucho menos, como la particular
característica que toma la cultura en lo que respecta a los seres más pequeños.
Los límites de la niñez son propios de la niñez y, por lo tanto, naturales a su
ser
“La humanidad tiene su lugar en el orden de las cosas; la infancia tiene la
suya en el orden de la vida humana: hay que considerar al hombre en el hombre y
a la infancia en la infancia. Asignar a cada uno en su lugar y fijarla, ordenar
las pasiones humanas según la constitución del hombre, es todo
lo que nosotros podemos hacer por su bienestar.” (Rousseau)
En Émile se trata de nombrar a la niñez de un modo
perfectamente transparente. (…) Nombrar es asociar las características
infantiles al espacio que la naturaleza le entrega a ella.
Nombrar es, además, plantear un modelo de actividad
educativa sobre la infancia que se adecue a esas características antes
nombradas.
Así Émile es para la pedagogía punto de partida, palabra
inicial, raíz. La obra des-cubre la infancianombrándola y normalizando
su existencia; situándola en aquella posición de las cosas que merecen un nombre y por tanto ser estudiadas y respetada.
(…) la delimitación de la infancia no es para Rousseau
solamente asunto filosófico; en todo el libro primero de Émile se hace
constante hincapié en la buena alimentación de los niños, se reivindica la
lactancia y hasta se dan otros consejos.
“Amad la infancia; favoreced sus juegos, sus placeres, su
instinto amable. Quién de vosotros no ha lamentado algunas veces esta
edad donde la risa esta siempre, y donde el alma está
en paz” (Rousseau).
La infancia existe solamente en virtud del respeto al orden natural. En
Émile, ella no es producto civilizatorio sino
descubrimiento nominal moderno. La palabra del autor nos libera de los viejos y
antinaturales conceptos de niño como adulto-pequeño; la infancia es parte
inalienable de la naturaleza porque “la naturaleza quiere que los niños sean
niños antes de ser hombres” (Rousseau
Ahora bien, si la infancia es propia de la naturaleza: cómo promover el
ejercicio de la acción educativa adulta sin contrariar las prescripciones de la
naturaleza? Esto, que ha generado el concepto rousseauniano de “educación
negativa” supone la concepción de una acción que no perturbe lo que es natural;
una acción tan natural como
la situación del
objeto en cuestión. La respuesta a la pregunta aparece en la obra de un modo
contundente: se trata de desplegar aquello que ya se posee a través de la
propia experiencia, que en la infancia tiene un pesosingular
“La infancia tiene maneras de ver, de pensar, de sentir que le son propias.”
La mala educación será, por lo tanto, aquella que no sabe detectar al niño
dentro del
niño.
sCuáles son las características de la infancia? En
Émile el niño es un no-adulto y su principal carencia
es de la razón: “Si los niños entendieran razones, no tendrían necesidad de ser
enseñados”. Sin embargo, la tabula rasa en Émile no es total o, al menos, no
habrán de imprimirse conocimientos en ella sino a
partir de una capacidad natural (para aprender).
“Nacemos capaces de aprender, pero sin saber nada ni conociendo nada (…) Los
movimientos, los gritos del niño que acaba de nacer son efectos puramente mecánicos,
desprovistos de conocimientos y de voluntad Rousseau)
Esta falta de razón adulta como ingrediente central de la infancia,
ineludiblemente desemboca en la necesidad de una protección específica ya que
el niño es incapaz de comportarse en forma autónoma: su ley es la ley del
adulto. (…) Esta amoralidad no implica maldad en el alma
infantil sino más bien ingenuidad e inconciencia.
El contrato entre educador y educando supone esta desigualdad jurídica basada
en la heteronomía intrínseca al ser infantil
“El pobre niño que no sabe nada, que no puede nada ni conoce nada, sno está a
vuestra merced?
(…) Sin duda, el debe hacer sólo lo que debe pero él debe querer sólo lo que
vosotros queréis que él haga.”(Rousseau)
Es benéfico para Rousseau que el adulto otorgue libertades al niño en función del
respeto a lanaturaleza infantil pero esto es siempre una concesión librada a
favor de un correcto desarrollo humano.
La relación entre el niño el adulto es necesariamente
asimétrica en virtud de una cláusula fundante de la misma: el niño es
heterónomo por ser niño mientras el adulto es autónomo por, justamente, ser
adulto. La relación por lo tanto se establece a partir de la carencia de una de
las partes y de la actividad compensadora de la otra.
Esta asimetría acaba según Émile en una simetría, la acción
adulta termina por disolver la existencia misma de la etapa infantil. En
la obra en cuestión, el tutor va a educar a Emilio
hasta el momento en que “(…) cuando hombre, no tendrá más necesidad que de sí
mismo…” o también que el niño “no tenga más necesidad de mí”.
“El hombre sabio resta en su lugar; pero el niño que
no conoce el suyo no sabría mantenerse… No debe ser ni animal ni hombre: niño;
es necesario que él dependa y no que obedezca; que demande y no que mande” Rousseau)
La dependencia como
característica natural intrínseca a la niñez es llevada en Émile hasta la
exasperación. Es el punto de partida de la existencia de la
infancia y prefigura su final el final de la dependencia.
Además, a partir de esta dependencia surge un
incontenible deseo epistemológico: voluntad de saber acerca del niño. La conducta, el pensamiento, el
lenguaje, los juegos, la sexualidad, todo debe ser estudiado a fin de proceder
en la educación de los niños de acuerdo a lo que es propio
de la infancia y de decantar en la actividadinfantil aquello nocivo o
antinatural.
En este sentido en Émile se nombra lo propio y lo ajeno de la infancia en
relación a su elemento medible: la edad (En la Edad
Media conocer la propia edad no era un saber
generalizado).
La edad pasa a constituir el pivote observable y cuantificable sobre el que se
posiciona buena parte de la producción acerca de lo normal y lo patológico y de
lo correcto e incorrecto en lo atinente a los esfuerzos didácticos.
“Tratad a vuestro alumno según su edad”, constituyendo éste el indicador más
fehaciente del
carácter sujeto a la naturaleza que necesariamente posee la infancia.
En Émile se expresa con sin igual contundencia la producción pedagógica del cuerpo infantil cuerpo que necesita ser controlado y protegido y por lo
tanto estudiado, objetivado, limitado y analizado hasta en sus pliegues menos
evidentes y más íntimos.