Cuba
La literatura cubana es una de las más prolíficas, relevantes e influyentes de
América Latina y de todo el ámbito de la lengua española, con escritores de
gran renombre como José Martí, Gertrudis Gómez de Avellaneda, José María
Heredia, Nicolás Guillén (Poeta Nacional de Cuba), José Lezama Lima, Alejo
Carpentier (propuesto para Premio Nobel de Literatura y posteriormente fue
Premio Cervantes 1977), Guillermo Cabrera Infante (Premio Cervantes 1997),
Virgilio Piñera y Dulce María Loynaz (Premio Cervantes 1992), entre tantos
otros.
Inicios
La literatura de habla hispana en el territorio cubano, se inicia con la
conquista y colonización española. Los conquistadores traían consigo
cronistas que redactaban y describían todos los acontecimientos importantes,
aunque con puntos de vista españoles y para un público
lector español. El más importante cronista que llegó a Cuba en el siglo XVI fue Fray Bartolomé de Las
Casas, autor, entre otras obras, de “Historia de las Indias”.
La primera obra literaria escrita en la isla data del siglo XVII, cuando en
1608, Silvestre de Balboa y Troya de Quesada (1563 - 1647) publica Espejo de
Paciencia, un poema épico-histórico en octavas reales, que narra el secuestro
del obispo Fray Juan de las Cabezas Altamirano por el pirata Gilberto Girón.
La poesía inicia, pues, la historia de las letras cubanas, que no registra
otras obras importantes durante el siglo XVII.
Siglo XVIII
No fue hasta 1739 que apareceen Sevilla la primera obra teatral escrita por
un cubano: 'El príncipe jardinero y fingido
Cloridano', de Santiago Pita, comedia de una bien lograda imitación de las
expresiones artificiosas de la época, con ocasionales reminiscencias de Lope de
Vega, Calderón de la Barca y Agustín Moreto.
A pesar de que las letras insulares ya contaban con un Espejo de Paciencia,
escrito más de siglo y medio atrás, la verdadera tradición poética cubana
comienza con Manuel de Zequeira y Arango y Manuel Justo de Rubalcava, a finales
del siglo XVIII. Esto se puede afirmar no sólo por la calidad
que alcanzaron en sus respectivas obras, sino por su tipicidad insular ya
distante de lo español. El canto a la naturaleza autóctona iba siendo el
tono y el tema primado de la poesía de Cuba; los poemas inaugurales con mayor
calidad son la oda 'A la piña', de Zequeira, y la 'Silva
cubana', de Rubalcava
Siglo XIX
Entre 1790 y 1820, como fechas aproximadas, se extiende el lapso del
neoclasicismo, caracterizado por el empleo de formas clásicas semejantes a las
preferidas en la Metrópoli, con iguales evocaciones de dioses grecolatinos,
pero con un singular protagonismo de la naturaleza como clara intención de mostrar
diferencias en relación con Europa. Un poeta que podemos situar a medio camino
de lo 'culto' y lo 'popular' fue Francisco Pobeda y
Armenteros, quien con su estilo logró ser de los iniciadores del proceso de
'cubanización' de la lírica. Poco tiempo después, Domingo del Monte intentará lo mismo que Pobeda, proponiendo la
'cubanización' del
romance. También Del Monte destacará por su obrade
orientación, la organización de tertulias y su correspondencia.
El Romanticismo madurará en Cuba gracias a una figura de rango continental,
cuya obra poética rompió con la tradición de la lengua española, incluso de la
propia metrópoli, dominada entonces por un neoclasicismo de diversas
gradaciones. José María Heredia nació en Santiago de Cuba, en 1803 y murió en
Toluca, México en 1839, y además de ser el primer gran poeta romántico cubano,
fue también ensayista y dramaturgo. En 1826 fundó 'El Iris',
periódico crítico y literario, único en su género, junto con los italianos
Claudio Linati y Florencio Galli, y dos revistas importantes,
'Miscelánea' (1829-1832) y 'La Minerva' (1834). Entre sus
poemas sobresalen dos silvas descriptivo-narrativas: “En el teocalli de
Cholula”, escrita entre 1820 y 1832, donde admira las grandes ruinas aztecas y
reprueba la religión prehispánica, y “Al Niágara” (1824), sobre las entonces
imponentes y salvajes cataratas, composiciones en las que aparece un nuevo
personaje: el yo de filiación romántica inscrito en el paisaje.
Otros románticos notables son Gabriel de la Concepción Valdés(“Plácido”)
y Juan Francisco Manzano. Entre los seguidores del regionalismo americano se contó con José
Jacinto Milanés; en tanto, una de las figuras descollantes del romanticismo hispanoamericano fue
Gertrudis Gómez de Avellaneda.
El siguiente hito de gran importancia para la poesía cubana sobreviene con la
aparición de dos poetas excelentes: Juan Clemente Zenea (1832 – 1871) y Luisa
Pérez de Zambrana: autores que logran alcanzar altas
calidades literariasen su obra. Así, cuando irrumpe la llamada generación del Modernismo, ya existe una tradición poética cubana, en
la que pudiera decirse que apenas faltaba el grado de universalidad que se
alcanzó brillantemente con José Martí (1853 – 1895).
Las influencias foráneas, sobre todo francesas, vinieron a reunirse en otro poeta
esencial: Julián del Casal. Una de las ganancias más notables que la poesía
cubana obtiene con su obra, consiste en la elaboración intelectiva, artística,
de la palabra como arte, no exenta de emociones, de tragicidad, de visión de la
muerte.
El siglo XIX cubano contó, además, con filósofos e historiadores como
Félix Varela, José Antonio Saco y José de la Luz y Caballero que prepararon la
generación de la independencia. Surgió también una novela antiesclavista con
Cirilo Villaverde, Ramón de Palma y José Ramón Betancourt. Asimismo floreció
una literatura de costumbres con José Victoriano Betancourt y José Cárdenas
Rodríguez y un romanticismo tardío con la “reacción del buen gusto”: Rafael
María de Mendive, Joaquín Lorenzo Luaces y José Fornaris. En la crítica merece
recordarse a Enrique José Varona.
Siglo XX
El siglo XX
se inicia con una República mediatizada por la ocupación norteamericana. Cuba ha salido de una cruenta
Guerra de Independencia, y la literatura cubana, en la primera mitad de ese siglo, va estar marcada por el influjo de dos grandes
escritores: Julián del Casal y José Martí, los primeros modernos.
Poesía
Sobre todo Casal fue la gran figura canónica de fines del
XIX y principios del XX en la poesía. “Su irradiación, aparte de la quetuvo en el
modernismo finisecular, donde fue decisiva, alcanza a Regino Boti y, sobre
todo, a José Manuel Poveda - éste último le dedica su “Canto élego” -, y aún a
Rubén Martínez Villena y José Zacarías Tallet. Pero, 'scómo entender el
exotismo lírico de Regino Pedroso, el intimismo simbolista de Dulce María
Loynaz, la sentimentalidad poética de Eugenio Florit, el acendrado y solitario
purismo de Mariano Brull - también minado de un raigal imposible -, o el
neorromanticismo de Emilio Ballagas, e incluso la veta entre romántica y
modernista de una zona de la poesía de Nicolás Guillén, sin un antecedente como
Casal?'[1]
Antes de la llegada definitiva de las Vanguardias, la década de 1920 supuso el
desarrollo de una poesía que anticipó las agitaciones sociales y humanas de la
década posterior. En ella destacan Agustín Acosta,
José Zacarías Tallet y Rubén Martínez Villena.
Acosta fue el más relevante de estos poetas, sobre todo por su obra “La zafra”
(1926), donde poetizó la realidad del trabajo en el campo en versos
bucólicos. Con esta obra, Acosta se alejó del modernismo, sin
todavía llegar al radicalismo de algunas vanguardias.
El modernismo se considera clausurado con “Poemas en
menguante” (1928), de Mariano Brull, uno de los principales representantes de
la poesía pura en Cuba.
En el progreso de las vanguardias se diferencian dos líneas casi divergentes:
la realista, de temática negra, social y política, donde destacó Nicolás
Guillén, y la introspectiva y abstracta que tuvo en Dulce María Loynaz y
Eugenio Florit a sus más reconocidos representantes.A mitad de caminode ambas
tendencias, cabe situar la obra de Emilio Ballagas.
En 1940 apareció el grupo de la Revista Orígenes, de preocupación cubanista,
cuyo líder fue José Lezama Lima, y en el cual se integran Ángel Gaztelu, Gastón
Baquero, Octavio Smith, Cintio Vitier, Fina García Marruz y Eliseo Diego.
Otros destacados poetas de esa generación fueron: Lorenzo García Vega, Samuel
Feijóo y Félix Pita Rodríguez, pero sin dudas fue José Lezama Lima (1910 –
1976) la figura central de la poesía cubana en la mitad del siglo. La
densidad metafórica, la alambicada sintáxis, la oscuridad conceptual, definen un ámbito poético barroco, en el que se pugna por alcanzar
una visión mediante la cual la vida no siga apareciendo como 'una sucesión bostezada, un
silencioso desgarramiento'. La obra de Lezama Lima abarca varios volúmenes
de poesía donde se destacan Muerte de Narciso (1937), Enemigo rumor (1947),
Fijeza (1949), y Dador (1960) Entre esas dos décadas (1940 – 1950), se alcanzó
una creación a la altura de lo mejor que se escribía en lengua española.
La llamada 'Generación del Cincuenta' (autores nacidos entre 1925 y
1945), tuvieron como maestros a poetas 'del patio', como Lezama Lima
y Florit, en tanto partieron de variadas corrientes, incluso la neorromántica,
para ir acrecentando lo que en la década de 1960 será la última corriente del
siglo XX, ampliamente aceptada por numerosos poetas: el coloquialismo.
Antes, sin embargo, es preciso observar al absurdo y el tono existencial de Virgilio
Piñera; el sentido de lo criollo en Eliseo Diego y Fina García Marruz; la
tardía, pero efectivasalida del libro de José Zacarías Tallet “La semilla
estéril” (1951); el diálogo con el hombre del pueblo de la segunda parte de
'Faz', de Samuel Feijóo; la intertextualidad alcanzada por Nicolás
Guillén en “Elegía a Jesús Menéndez”; el ya comentado énfasis conversacional
del Florit de 'Asonante final' y otros poemas (1955), e incluso en el
hasta entonces cerrado intimismo de Dulce María Loynaz, con su peculiar
'Últimos días de una casa' (1958). Se diría que la poesía se
'democratiza' buscando el 'diálogo común' o trata de hallar
referentes líricos con notas épicas.
“En los años iniciales de la Revolución parecía insuficiente para la lírica el
tono intimista predominante en las décadas precedentes, e incluso la anterior
poesía social (de protesta, denuncia y combate), se convertía en impropia para
las nuevas circunstancias sociales”.[2]
El empleo del
tono conversacional fue vinculado a cierta dosis épica, con intereses
testimoniales. Así, en esa clase de poesía, se narraban
circunstancias de la vida cotidiana, bajo la exaltación de una sociedad en
revolución social.
Comenzó a desarrollarse una poesía politizada, en ocasiones
sin énfasis tropológico, en la que se rehuía el empleo de formas tradicionales
de la métrica. Esta corriente perduró al menos por dos décadas, aunque,
se practicó hasta el final del siglo XX entre los poetas que
no variaron su actitud discursiva.
Casi todos los integrantes de la promoción nacida entre 1930 – 1940: Fayad
Jamís, Pablo Armando Fernández, Heberto Padilla, César López, Rafael Alcides,
Manuel Díaz Martínez, Antón Arrufat,Domingo Alfonso,Eduardo López Morales y
otros, fueron esencialmente coloquialistas.
Una primera promoción de los poetas de la 'Generación del Cincuenta',
nacidos entre 1925 y 1929, en sus obras dejó advertir fuentes neorrománticas,
origenistas y hasta surrealistas (Cleva Solís, Carilda Oliver Labra, Rafaela
Chacón Nardi, Roberto Friol, Francisco de Oráa, entre otros).
Una tercera promoción, nacida entre 1940 y 1945, no se diferencia mucho de los
poetas más radicalmente prosaístas, incluso algunos de ellos prefirieron este término para identificarse. Con Luis Rogelio Nogueras,
Nancy Morejón, Víctor Casaus, Guillermo Rodríguez Rivera, Jesús Cos Causse,
Raúl Rivero, Lina de Feria, Delfín Prats, Magaly Alabau, Félix Luis Viera, y
otros, el coloquialismo sobrevivió con fuerza al menos hasta la mitad de la
década de 1980.
La promoción de poetas nacidos entre 1946 – 1958, se define en dos tendencias:
los que reaccionan mediante la métrica (décimas y sonetos principalmente), y
los que emplean el verso libre con registros individuales. Ambas tendencias
avanzaron hacia un experimentalismo formal y del lenguaje; pero el tono conversacional
se mantiene entre entre ellos, como se advierte en obras de, por ejemplo,
Osvaldo Navarro, Waldo González, Alberto Serret, Raúl Hernández Novás, Carlos
Martí, Reina María Rodríguez, Alberto Acosta-Pérez, Virgilio López Lemus,
Esbértido Rosendi Cancio, Ricardo Riverón Rojas,León
de la Hoz, Ramón Fernández-Larrea, Roberto Manzano y otros.
Una nueva generación de poetas se da a conocer en la segunda
mitad de los ochenta, cuando comienzan a publicar los nacidosdespués de 1959.
Esta generación se identifica también por su diversidad, y convive en igualdad
de condiciones con las precedentes. Es un fenómeno interesante este: la
confluencia de poetas nacidos después del 59, con muchos de los nacidos entre
las décadas cuarenta y cincuenta — quienes continúan tributando una poesía
revitalizada según se puede ver en los más recientes libros de, por ejemplo,
Mario Martínez Sobrino, Roberto Manzano, Luis Lorente y otros -.
El signo estilístico y formal más distintivo de esta última generación de
poetas ha sido influenciado decisivamente por la poesía de dos maestros José
Lezama Lima y Virgilio Piñera, a quienes casi la
mayoría de sus integrantes reconocen como maestros. En plena madurez en
estos momentos, lo cual impide definir absolutas jerarquías, se pueden mencionar
los nombres de: Sigfredo Ariel, Jesús David Curbelo, Antonio José Ponte, Rita
Martín,Emilio García Montiel, Carlos Alfonso, Frank Abel Dopico, Damaris
Calderón, Teresa Melo, Nelson Simón, Juana García Abas, Ronel González, León
Estrada, Reinaldo García Blanco, Rito Ramón Aroche, Caridad Atencio, Ismael
González Castañer, Carlos Esquivel Guerra, Alpidio Alonso Grau, Alberto Sicilia
Martínez, Ricardo Alberto Pérez, Manuel Sosa, Sonia Díaz Corrales, Norge
Espinosa, Pedro Llanes, Edel Morales, Arístides Vega Chapú, Francis Sánchez,
Ileana Álvarez, Rigoberto Rodríguez Entenza, Berta Kaluf, Luis Manuel Pérez
Boitel, Laura Ruiz, Odette Alonso, Dolan Mor, Alberto Lauro, William Navarrete,
Carlos Pintado, Alfredo Zaldívar, Yamil Díaz, Edelmis Anoceto Vega y otros
muchos más.En la década de 1990 surge una nueva corriente en la lírica cubana
que rompe con el coloquialismo de la generación anterior y explora formas
estróficas tradicionales y el verso libre en sus posibilidades rítmicas y
expresivas, en concordancia con la obra de autores anteriores como José Kozer.
El canon de la nueva poesía aparece en la revista independiente Jácara [2], en
particular en un número de 1995 que hace una antología de la generación. Son numerosos los jóvenes autores que participan de la renovación
de las letras cubanas, apartándose de la política y ensayando una lírica más
diáfana y universal. Entre otros, destacan: Luis Rafael, Celio Luis
Acosta, José Luis Fariñas, Ásley L. Mármol, Aymara Aymerich, David León, Arlén
Regueiro, Liudmila Quincoses y Diusmel Machado.
“Fuera de Cuba, la poesía de los poetas emigrados responde
por lo general a las líneas creativas que se desarrollan en la sede territorial
de la evolución de la poesía cubana. Muchos de estos poetas pertenecen a
la 'Generación del Cincuenta', como Heberto Padilla, Belkis Cuza
Malé, Juana Rosa Pita, Rita Geada, José Kozer, Angel Cuadra, Esteban Luis
Cárdenas, Amelia del Castillo, etc.; puede decirse que una mayoría de los más
activos han nacido entre 1945 y 1959, y por lo común aceptaron el tono
conversacional, suelen alejarse, en su mayor parte, de los temas de militancias
políticas agresivas y el referente insular se observa tratado con nostalgia,
típica de la poesía de la emigración cubana desde Heredia a nuestros días. El componente político en verdad es discreto, no se escribe por lo
común unapoesía de militancia contra la Revolución (algo puede hallarse en la
obra lírica de Reinaldo Arenas, por ejemplo). También las variedades
formales, estilísticas y de contenidos suelen ser notables, sobre todo porque
los núcleos de estos poetas están territorialmente más dispersos que en la
Isla, siendo las principales ciudades de reunión Miami, Nueva York, México y
Madrid. No puede dejarse de notar que dos maestros de la poesía cubana, Eugenio
Florit y Gastón Baquero, vivieron en esta emigración, a la que también se
sumaron Agustín Acosta, José Ángel Buesa, Ángel Gaztelu, Justo Rodríguez
Santos, Lorenzo García Vega, entre otras firmas destacadas de la tradición
lírica nacional”.[3]
Entre los poetas nacidos después de 1959, sobre todo en la década de los años
sesenta, y que residen fuera de Cuba, destaca la poesía de Antonio José Ponte,
Rita Martín,María Elena Hernández,Jesús Jambrina,Damaris Calderón,Dolan Mor y
Alessandra Molina,Alberto Lauro, etc.
Narrativa
Sin dudas, la figura cimera de la narrativa cubana en el siglo XX es Alejo
Carpentier (1904 – 1980). Novelista, ensayista y musicólogo, influyó
notablemente en el desarrollo de la literatura latinoamericana, en particular a
través de su estilo de escritura, que incorpora todas las dimensiones de la
imaginación — sueños, mitos, magia y religión — en su idea de la realidad. Fue Premio Cervantes de Literatura y estuvo nominado al Premio
Nobel. Otros importantes novelistas cubanos de talla
universal fueron José Lezama Lima y Guillermo Cabrera Infante.
Novela
A finales del
siglo XIX, con la publicación de Cecilia Valdés(1882)
de Cirilo Villaverde, y Mi tío el empleado (1887), de Ramón Meza, la novela
cubana terminó de adquirir un semblante propio.
Sin embargo, en los primeros treinta años del siglo XX, la
producción de novelas fue relativamente escasa. El narrador más destacado en
esos años fue Miguel de Carrión, quien edificó un
sistema de patrones recreadores de lo femenino en sus novelas Las honradas
(1917) y Las impuras (1919). Otras destacables novelas de ese
período fueron: Juan Criollo (1927), de Carlos Loveira, y Las impurezas de la
realidad (1929), de José Antonio Ramos.
Puede hablarse de una revolución de la novela cubana a mediados del
siglo XX. A la cúspide que significaron la publicación de El reino de este
mundo (1949) y El siglo de las luces (1962), de Alejo Carpentier, pueden
arrimársele obras como las de Lino Novás Calvo, Enrique Serpa, Carlos
Montenegro, Enrique Labrador Ruiz, Dulce María Loynaz, y Virgilio Piñera. Junto con el realismo mágico, el absurdo y lo real maravilloso;
también confluía el realismo social en las obras tempranas de Lisandro Otero,
Humberto Arenal, Jaime Sarusky, Edmundo Desnoes y José Soler Puig.
Otra momento importante de la novelística cubana ocurrió en 1966, al publicarse
Paradiso de José Lezama Lima, pero en los años sesenta no deben dejar de
destacarse otras novelas de mérito como Pailock, el prestigitador, de Ezequiel
Vieta, Celestino antes del alba, de Reinaldo Arenas, Adire y el tiempo roto, de
Manuel Granados y el testimonio llevado a novela, Biografía de un cimarrón, de
Miguel Barnet.
Entre 1967 y 1968, ocurre un estallidoimportante cuando se publicaron, en Cuba
y fuera de Cuba, obras de la talla de Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera
Infante, El mundo alucinante, de Reinaldo Arenas y De donde son los cantantes,
de Severo Sarduy.
Los años 70 fueron un paréntesis en el alto desarrollo
del género. A
excepción de Alejo Carpentier en su período final, de Severo Sarduy y del
regreso de José Soler Puig con El pan dormido, la novela cubana entró en fase
gris, caracterizada así por Ambrosio Fornet. Pero no podemos dejar de mencionar
aquí el impacto internacional que tuvo la novela Antes que anochezca, de
Reinaldo Arenas, en especial en su versión cinematográfica.
Ni Manuel Cofiño, ni Miguel Cossío pudieron acercarse
a la calidad del
período anterior. La naciente novela policial no daba todavía buenos frutos y
los novelistas que se iniciaban estaban demasiado constreñidos a la división
superficial entre el presente y el pasado de la Revolución. Hacia el fin de la
década, la novela se recupera con los libros iniciales de Manuel Pereira,
Antonio Benítez Rojo y Alfredo Antonio Fernández, quienes vuelven su mirada al
boom, al tiempo que nace otro género dentro y fuera de Cuba: la memoria
novelada, con De Peña Pobre, de Cintio Vitier, y La Habana para un infante
difunto, de Guillermo Cabrera Infante.
Entre 1983 y 1989, se produce otro cambio que de nuevo lanza
a la novela cubana al interés nacional e internacional. Obras como Un
rey en el jardín, de Senel Paz, Temporada de ángeles, de Lisandro Otero, Las
iniciales de la tierra, de Jesús Díaz, y Oficio de ángel, de Miguel Barnet,
volvieron a colocar ala crítica y al lector ante el fenómeno de un renacer de
la novelística cubana
Sobre el acontecer más reciente, y según estudios debatidos en el Coloquio
Internacional 'El mundo caribeño: retos y dinámicas', celebrado en
junio de 2003 en la Universidad Michel de Montaigne, Burdeos 3, se concluye que
nos enfrentamos a 'una literatura que no se calla la boca, de la burla,
del desencanto, de un pesimismo natural, muy realista, a veces violenta, que
aborda temas que antes eran tabúes, inhibidos o censurados, tales como la
homosexualidad, la discriminación religiosa, la marginalidad, los incidentes de
la guerra de Angola, la debacle del socialismo, la doble moral, los nuevos
ricos, la corrupción de cuello blanco, la prostitución, la droga, el futuro
incierto, el dolor del exilio, etc'.[4] Entre los autores destacados en el
coloquio se menciona a Leonardo Padura, Fernando Velázquez Medina, Abilio
Estévez,Miguel Mejides, Julio Travieso, Jorge Luis Hernández, Alexis Díaz
Pimienta, Ronaldo Menéndez, Mylene Fernández, David Mitrani, Arturo Arango,
Guillermo Vidal, Antonio Rodríguez Salvador, Reinaldo Montero, Alberto
Garrandés, Eduardo del Llano, Rodolfo Alpízar, Jesús David Curbelo, Raul
Aguiar, Luis Cabrera Delgado, Andrés Casanova, Ena Lucía Portela, Alberto
Garrido y Francisco López Sacha
Sin embargo, a la anterior lista hay que añadir los nombres de autores
fundamentalmente exiliados, cuyas obras han alcanzado un enorme reconocimiento
y difusión internacional: Eliseo Alberto Diego, Daína Chaviano, Antonio Orlando
Rodríguez, Pedro Juan Gutiérrez, Zoé Valdés, Antonio JoséPonte, Amir Valle,
Armando de Armas,Norberto Fuentes y José Manuel Prieto. Existe
también el caso de Daniel Chavarría, uruguayo de nacimiento, pero que vive en Cuba, que escribe de Cuba y que ha sido multipremiado
internacionalmente.
Cuento
El primer libro íntegramente de cuentos de un autor
cubano fue “Lecturas de Pascuas”, de Esteban Borrero, publicado en 1899.
Durante los siguientes cuarenta años, el género comienza un lento ascenso en la
isla, y pocos son los autores que destacan: Jesús Castellanos con “De tierra
adentro” (1906), Alfonso Hernández Catá con “Los frutos ácidos” (1915), y
“Piedras preciosas” (1924), Luis Felipe Rodríguez con “La pascua de la tierra
natal” (1928), y “Marcos Antilla” (1932), y Enrique Serpa con “Felisa y yo”
(1937).
La etapa de madurez comienza en la cuarta década del siglo XX, con narradores
como Virgilio Piñera y sus “Cuentos Fríos” (1956); Alejo Carpentier con “La
guerra del tiempo” (1958) y Onelio Jorge Cardoso con “El cuentero” (1958); éste
último autor un genial recreador de la vida sencilla del campo y que ha sido
nombrado 'El Cuentero Mayor'.
Hasta 1960, es importante destacar obras como:
“Cayo Canas” (1942), de Lino Novás Calvo; “El gallo en el espejo” (1953), de
Enrique Labrador Ruiz; y “Así en la paz como en la guerra” (1960),
de Guillermo Cabrera Infante.
De 1960 hasta 1966, ocurre una desaceleración de la cuentística nacional, pero
a partir de ese último año, con la publicación de “Los años duros” de Jesús
Díaz, comienza un nuevo despegue. Hasta 1970 destacarán obras como “Condenados de
Condado” (1968), de NorbertoFuentes; “Tiempo de cambio” (1969), de Manuel
Cofiño, y 'Los pasos en la hierba' (1970), de Eduardo Heras León. Del mismo período,
también son importantes los libros: “Días de guerra” (1967), de Julio Travieso;
“Escambray en sombras” (1969), de Arturo Chinea; “Ud. sí
puede tener un Buick” (1969), de Sergio Chaple, y “Los perseguidos” (1970), de
Enrique Cirules, entre otros.
Al período trascurrido entre 1971 y 1975, se le conoce como “Quinquenio
Gris”. Luego del
Congreso Nacional de Educación y Cultura, celebrado del
veintitrés al treinta de abril de 1971, se pretende establecer la política de
abolir las funciones inquisitivas y cuestionadoras de la literatura, y esto no
trajo buenas consecuencias para la cuentística del momento. A pesar de ello, en este quinquenio se publican obras que merece la pena
destacar: “El fin del
caos llega quietamente” (1971), de Ángel Arango; “Onoloria” (1973), de Miguel
Collazo; “Los testigos” (1973), de Joel James, y “Caballito blanco” (1974), de
Onelio Jorge Cardoso.
Completan el decenio obras como “Al encuentro” (1975), de Omar González; “Noche
de fósforos” (1976), de Rafael Soler; “Todos los negros tomamos café” (1976),
de Mirta Yáñez; “Los lagartos no comen queso (1975), de Gustavo Euguren;
“Acquaria” (1975), de Guillermo Prieto; “El arco de Belén” (1976), de Miguel
Collazo; “Acero” (1977) de Eduardo Heras León y 'El hombre que vino con la
lluvia' (1979), de Plácido Hernández Fuentes.
En los años ochenta continuó el ascenso de la cuentística
cubana. Relevantes son los libros: “El niño aquel” (1980), de Senel Paz;
'Tierrasanta' (1982), dePlácido Hernández Fuentes; “El jardín de las
flores silvestres” (1982), de Miguel Mejides; “Las llamas en el cielo” (1983),
de Félix Luis Viera; “Donjuanes” y 'Fabriles' (1986), de Reinaldo
Montero; “Descubrimiento del azul” (1987), de Francisco López Sacha; “Sin
perder la ternura” (1987), de Luis Manuel García Méndez; “Se permuta esta casa”
(1988), de Guillermo Vidal, “El diablo son las cosas” (1988), de Mirta Yáñez;
“Noche de sábado” (1989), de Abel Prieto Jiménez, y “La vida es una semana”
(1990), de Arturo Arango. Libros de representantes de esta generación, y que
aparecieron en décadas posteriores, no deben dejar de mencionarse: “El lobo, el
bosque y el hombre nuevo”, de Senel Paz y “Ofelias” de Aida Bahr.
Un verdadero auge editorial ocurre a partir de 1990,
para dar paso a una generación conocida como
los “Novísimos”. Algunos de los integrantes de esta generación ya habían
publicado obras a finales de los ochenta: Alberto Garrido, José Mariano
Torralbas, Amir Valle, Ana Luz García Calzada, Rita Martín, Guillermo Vidal,
Jesús David Curbelo, Jorge Luis Arzola, Gumersindo Pacheco, Atilio Caballero, Roberto
Urías, Rolando Sánchez Mejías, Sergio Cevedo, Alberto Rodríguez Tosca, y Ángel
Santiesteban, entre otros.
Sin embargo, estos narradores solo van a consolidar su obra en los años
noventa, una década donde surgen con fuerza otros autores como: Alberto Guerra
Naranjo, Alexis Díaz-Pimienta, David Mitrani, Carlos Cabrera, Alberto
Garrandés, José Miguel Sánchez (Yoss), Verónica Pérez Kónina, Raúl Aguiar,
Ricardo Arrieta, Ronaldo Menéndez, Enrique del Risco, Eduardo delLlano, Michel
Perdomo, Alejandro Álvarez, Daniel Díaz Mantilla, Ena Lucía Portela, Antonio
José Ponte, Karla Suárez, Jorge Ángel Pérez, Mylene Fernández Pintado, Adelaida
Fernández de Juan, Anna Lidia Vega Serova, Gina Picart, Carlos Esquive Guerral,
Félix Sánchez Rodríguez, Marcial Gala, Rogelio Riverón, Jorge Ángel Hernández,
Lorenzo Lunar, Marco Antonio Calderón Echemendía, Antonio Rodríguez Salvador,
Pedro de Jesús López, Luis Rafael Hernández, Michel Encinosa y Juan Ramón de la
Portilla, entre otros.
Ensayo
Cuba cuenta con una
tradición ensayística importante, iniciada en la primera mitad del
siglo XIX, y en la que destacan muchos autores célebres. Familiares a las
letras universales son los nombres de Alejo Carpentier, José Lezama Lima,
Guillermo Cabrera Infante, Ramiro Guerra, Emilio Roig de Leuchsenring, Cintio
Vitier, Jorge Mañach, Graziella Pogolotti, Roberto Fernández Retamar, y otros
muchos más.
Hasta 1959 se destacaron fundamentalmente el etnógrafo Fernando Ortiz, que
escribió obras como Azúcar y Población de las Antillas (1927) y Contrapunteo
cubano del tabaco y el azúcar (1940); Emilio Roig de Leuchsenring con obras
como Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos (1950); José Lezama
Lima con Analecta del reloj (1953) y Tratados en La Habana (1958), y una larga
lista que incluye autores como Jorge Mañach, Ramiro Guerra, Juan Marinello,
Medardo Vitier, José Antonio Portuondo, Carlos Rafael Rodríguez y Raúl Roa.
En la segunda mitad del siglo XX y lo trascurrido del
XXI, el desarrollo de la ensayística no se detiene, y el género cuenta con
decenas decultivadores entre escritores, poetas e investigadores.
Imprescindibles son los nombres de Cintio Vitier, Fina García Marruz,Roberto Fernández Retamar,Roberto Friol,Ambrosio Fornet,
Graziella Pogolotti, Adelaida de Juan,Rine Leal,Leonardo Acosta,Justo C. Ulloa,
Enrico Mario Santi,Rafael Rojas, Jorge Luis Arcos, Enrique Sainz, Luis Álvarez,
Raúl Hernández Novás, Virgilio López Lemus, Enrique Ubieta Gómez, Alberto
Garrandés, Beatriz Maggi, Emilio Ichikawa, Madeline Cámara, Rita Martín, Vitalina
Alfonso,y muchos otros más.
Literatura para niños y jóvenes
El arranque de la literatura escrita para jóvenes y niños en Cuba puede situarse a principios del
siglo XIX. En dos poetas: José Manuel Zequeira y José María Heredia,
encontramos elementos líricos que se identifican con este
género, en tanto el poema El ruiseñor, el príncipe y el ayo, de Heredia, es ya
una obra para jóvenes en todo su alcance.
Durante este siglo destacan también Cirilo Villaverde con El librito de los
cuentos y las conversaciones (1847); Eusebio Guiteras Fonts, con sus libros de
lecturas, empleados como textos oficiales en la enseñanza primaria; y Francisco
Javier Balmaceda con Fabulas morales (1861). Sin embargo, en el siglo XIX este
género solo alcanza valores trascendentales con la obra de José Martí, sobre
todo con su poemario Ismaelillo (1882), además de otras poemas y cuentos
publicados en la revista La edad de oro (1889).
En la primera mitad del siglo XX se continúa
escribiendo literatura para niños y jóvenes. En esta época destacan
fundamentalmente Dulce María Borrero, con sus Cantos escolares,Emilio Bacardí
Moreu con Cuentos de todas las noches, libro publicado tardíamente en 1950;
René Potts con Romancero de la maestrilla (1936); y Emma Pérez Téllez, con Niña
y el viento de mañana (1938) e Isla con sol (1945); los dos últimos son autores
de poesía. Sin embargo, la mayor trascendencia la alcanza la autora Hilda
Perera Soto, con Cuentos de Apolo (1947), una obra esencial dentro de la
literatura para niños y jóvenes en Cuba.
En los años cuarenta destaca, además, Raúl Ferrer con Romancillo de las cosas
negras y otros poemas; y en los cincuenta Dora Alonso, principalmente con la
saga de Pelusín del Monte (teatro), un personaje que a
la postre devino títere nacional.
Durante los años sesenta aparecen dos autores importantes: Renee Méndez Capote,
quien publica Memorias de una cubanita que nació con el siglo (1963), y
Herminio Almendros con Oros viejos (1965), y Había una vez (1968)
En 1974 aparecen dos libros paradigmáticos, al publicarse Juegos y otros poemas
de Mirta Aguirre, y Caballito Blanco (cuentos) de Onelio Jorge Cardoso. Después
aparecerían otras obras medulares como Por el mar de las Antillas
anda un barco de papel (1978), de Nicolás Guillén y Palomar (1979) de Dora Alonso,
El libro de Gabriela (1985) de Adolfo Martí Fuentes; Rueda la ronda, (1985) de
David Chericián; Soñar despierto (1988), de Eliseo Diego, y La noche (1989), de
Excilia Saldaña.
En la actualidad, el moviendo literario para niños y jóvenes es amplio, y destacan
muchos autores, entre los que se encuentran: Antonio Orlando Rodríguez, José
Manuel Espino, Aramís Quintero, Ivette Vian,Enid Vian, Emilio de Armas,Deysi
Valls,Joel Frank Rosell, Julia Calzadilla, Julio M. Llanes, Freddy Artiles,
Enrique Pérez Díaz, Alfonso Silva Lee,Luis Cabrera Delgado, René Fernández
Santana, Emma Romeu, Nelson Simón, Ramón Luis Herrera, Froilán Escobar, Esther
Suárez, José Antonio Gutiérrez Caballero,Omar Felipe Mauri, Niurki Pérez
García, Mildre Hernández Barrios, Nersys Felipe, Luis Rafael Hernández, Teresa
Cárdenas Angulo, Luis Caissés, Magali Sánchez, entre otros.