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Elegia de la razaELEGÍA DE LA RAZA Era recio,el mas recio de todos los
vaqueros.Bajo este sauce comobajo una jaula de jilgueroshabíamos
plantado nuestra choza.La vida me pasaba haciendo risas en su bocacomo se pasa
el río haciendo rosas en la campiña.Yo le daba mis brazos para
que con ellos se ciñacomo se ceñía la beta cuando se iba a
luchar con los torosvenía con la tarde y con los ruidossonorosde su
brava espuela.La choza bien abierta, abierta como un díasonreirle
parecíacon sus menudos dientes claros de candela.Yo sola, yo sola y mi
perrocerca del fogón preparando la hogaza;siempre me traía del
cerroplumas de cóndor y pieles de chacaladornos propios para mi raza.Era
de verle vestido, su vestido de cabratenía espinas y rosas como tiene el
rosaly era un lazo deamor blandiendo su palabra.
Era recio, el mas recio de todos los
vaqueros,era de verle domando los potros mas fieros.La ardilla de su
cuerpo estaba fundida en las candentesfraguas de losvolcanes;de tanto darse
contra los torrentesse había endurecidosu carne bruñida;le
habrían paso hasta los huracanesy no le importaba dejar la vidacomo una
cinta de sangreen la punta de unalanza.Apto para la guerra;apto para la
labranzahacía de un puñado de tierraun océano de
maíz;agarrado a su chacra comouna raíz,afilaba el machete de la
venganzaen la piedra negra de suorgullo;su palabra de odio era como un capulloescarlata
en la boca.Esbelta la figura, bronceada la piel;así era él,indio
de la raza pura,hijo legítimo del sol.Un día, lo recuerdo, un
díael amo hizo chasquear la rienda en el granitode sus espaldas. Se
oyó un grito,un grito de coraje, un grito
fiero.que parecíavibrar entre sus dientes Ese grito, era elgrito de aquel hombre
mío,que al sentir el rayo de la rienda en la
caralanzóse contra el amocon los ojos cerrados,como se lanzan los torosa
embestir el paramo.El amo volvióse del colorPOEMA ELEGIA DE LA
RAZAEra recio, el mas recio de todos los vaqueros bajo este sauce
comobajo una jaula de jilgueros habíamos plantado nuestra
choza. La vida me pasaba haciendo risas en suboca Yo le daba mis brazos
para que con ellos se ciña Apto para la guerra; apto para la
labranzahacía de un puñado de tierra un océano de
maíz;agarrado a su chacra como una
raíz; afilaba el machete de la venganza enla piedra negra de
su orgullo;su palabra de odio era como un capullo escarlata en la
boca.Esbelta su figura, bronceada la piel; así era él,indio
de la raza pura hijo legítimo del sol.Undía, lo recuerdo, un
díael amo hizo chasquear la rienda en el granito de sus espaldas.
Se oyó un grito,un grito de coraje; un grito
fiero que parecíavibrar entre sus dientes Política de privacidad |
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