JOAN GARRIGA BACARDÍ
¿DÓNDE ESTAN LAS MONEDAS?
SANAR LAS RELACIONES ENTRE PADRES E HIJOS
PRESENTACIÓN
Este es un cuento para adultos dirigido a nuestro corazón de
niños. Habla de hijos, de padres, de encuentros y de búsquedas.
Esta narrado por un terapeuta que sueña despierto y que trata de
transmitir enseñanzas clave sobre la vida, sobre nuestros
vínculos amorosos, sobre la ayuda en general y la de los terapeutas en
particular.
El autor, Joan Garriga, introdujo la terapia sistémica de Bert Hellinger
en España yactualmente sigue siendo un gestaltista que integra distintos
métodos e imparte talleres de Constelaciones Familiares en las
principales ciudades españolas y latinoamericanas, donde cada vez un
mayor número de personas se sienten impactadas por su brillante,
tranquila y contundente forma de buscar soluciones y enseñar las
dinamicas inconscientes que nos interrelacionan con los otros dentro de
un sistema familiar, social o profesional.
Fue en uno de sus talleres de Constelaciones Familiares donde escuché
por primera vez el cuento que presentamos en este libro. Me cautivó su
profundidad sin pretensiones, encubierta en la sencillez de las palabras e
imagenes evocadas.
Las verdades del corazón no tienen
porqué presentarse vestidas de seriedad y rigidez, y su valor
también se puede hallar en los pequeños cuentos llenos de bellas
imagenes que despiertan nuestra imaginación y resuenan en nuestra
alma.
El fluir armonioso de la vida es lo que buscamos plasmar en este libro,
producido con la ilusión de crear una apuesta editorial diferente que
también transmita sabiduría, belleza y esperanza.
Como editora,
me llena de satisfacción lanzar este libro al mundo, con la esperanza de
que en su andadura se iran sembrando semillas de paz y buen vivir.
Laura Takahashi Shimura
Editora de la edición española
Una nochecualquiera de un tiempo cualquiera, una persona tuvo un sueño
especial: soñó que recibía unas cuantas monedas de manos
de sus padres. No sabemos si eran muchas o pocas, si eran miles, cientos, una
docena o apenas un par. Tampoco sabemos de qué metal estaban hechas, si
eran de oro, plata, bronce o tal vez de simple hierro.
Mientras soñaba que sus padres le entregaban las monedas, sintió
espontaneamente una sensación de calor en su pecho. Quedó
invadida por un gran alborozo. Estaba contenta, se llenó de ternura y
durmió placidamente el resto de la noche.
Cuando despertó a la mañana siguiente, la sensación de
placidez y satisfacción persistía. Entonces, decidió
caminar hacia la casa de sus padres. Y, cuando llegó, mirandolos
a los ojos les dijo:
—Esta noche habéis venido en sueños y habéis
depositado unas cuantas monedas en mis manos. No recuerdo si eran muchas o
pocas. Tampoco sé de qué metal estaban hechas, si eran de un
metal precioso o no. Pero no importa, porque me siento pleno y contento. Y
vengo a deciros: Gracias, son suficientes. Son las monedas que necesito y las
que merezco. Así que las tomo con gusto porque vienen de vosotros. Con
ellas seré capaz de recorrer mi propio camino.
Al oír esto, los padres, que como todos
los padres se engrandecen a través del reconocimiento de sus hijos, se
sintieron aún mas grandes y generosos. En su interior sintieron
que podían seguir dando a su hijo, porque la capacidad de
recibiramplifica la grandeza y el deseo de dar. Así, dijeron:
—Eres un buen hijo. Puedes quedarte con todas las monedas, puesto que te
pertenecen. Puedes gastarlas como
quieras y no es necesario que nos las devuelvas. Son tu legado, único y
personal. Son para ti.
Entonces el hijo se sintió también grande y pleno. Se
percibió completo y rico, y pudo dejar en paz la casa de sus padres. A
medida que se alejaba, sus pies se apoyaban firmes sobre la tierra, y andaba
con fuerza. Su cuerpo también estaba bien asentado en el suelo, y ante
sus ojos se abría un camino claro y un horizonte esperanzador.
Mientras recorría el camino de la vida, se fue encontrando con distintas
personas. Le acompañaban durante un trecho, a veces mas largo, a
veces mas corto. Algunos le acompañaron durante toda la vida.
Eran sus socios, amigos, parejas, vecinos, compañeros, colaboradores, e
incluso sus adversarios. En general, el camino le resultaba sereno, gozoso, en
sintonía con su espíritu y su naturaleza personal. Y aunque no
estaba exento de los pesares naturales que la vida impone, lo sentía como el camino de su vida.
De vez en cuando volvía la vista atras, hacia sus padres, y
recordaba con gratitud las monedas recibidas. Y cuando observaba el transcurso
de su vida o miraba a sus hijos o recordaba todo lo conseguido en el
ambito personal, familiar, profesional, social o espiritual,
aparecía la imagen de sus padres y se daba cuenta de quetodo aquello
había sido posible gracias a lo recibido de ellos, y que con su
éxito y logros les honraba.
Se decía a sí mismo: “No hay mejor fertilizante que los
propios orígenes”, y entonces su pecho volvía a llenarse
con la misma sensación expansiva que le había embargado la noche
que soñó que recibía las monedas.
O
tra noche cualquiera de otro tiempo cualquiera, otra persona tuvo el mismo
sueño, ya que tarde o temprano todos llegamos a tener ese sueño.
Venían sus padres y depositaban en sus manos unas cuantas monedas. En
este caso tampoco sabemos si eran muchas o pocas, si eran miles, unos cientos,
una docena o apenas un par. No sabemos de qué metal estaban hechas, si
de oro, plata, bronce o simple hierro
Al soñar que recibía en sus manos las monedas de sus padres, la
persona sintió espontaneamente un pellizco de incomodidad.
Quedó invadida por una agria inquietud, por una sensación de
tormento en el pecho y un lacerante malestar. Durmió lo que quedaba de
noche revolviéndose encrespada entre las sabanas.
Al despertar, aún agitada, sintió un fastidio que parecía
enojo, pero que también tenía algo de queja y resentimiento. Su
cara era el rostro del
sufrimiento y de la disconformidad. Con furia y un ligero tinte de
vergüenza, decidió caminar hacia la casa de sus padres. Al llegar
allí, mirandolos de soslayo les dijo:
—Esta noche habéis venido en sueños y me habéis
entregado unas cuantas monedas. No sé si eran muchas opocas. Tampoco
sé de qué metal estaban hechas, si eran de un metal precioso o
no. No importa, porque me siento vacío, lastimado y herido. Vengo a
deciros que vuestras monedas no son buenas ni suficientes. No son las monedas
que necesito ni son las que merezco ni las que me corresponden. Así que
no las quiero y no las tomo, aunque procedan de vosotros y me lleguen a
través vuestro. Con ellas mi camino sería demasiado pesado o
demasiado triste y no lograría ir lejos. Andaré sin vuestras
monedas.
Y
los padres, que como
todos los padres empequeñecen y sufren cuando no tienen el
reconocimiento de sus hijos, se hicieron aún mas pequeños.
Se retiraron, disminuidos y tristes, al interior de la casa. Con desazón
y congoja comprendieron que podían dar todavía menos de lo que
habían dado a aquel hijo, porque ante la dificultad para tomar y
recibir, la grandeza y el deseo de dar se hacen pequeños y languidecen.
Guardaron silencio confiando en que, con el paso del
tiempo y la sabiduría que trae consigo la vida, quiza se llegaran
a enderezar los rumbos fallidos del
hijo.
Es extraño lo que ocurrió a continuación. Después
de pronunciar aquellas palabras ante los padres, el hijo se sintió
impetuosamente fuerte, mas fuerte que nunca. Se trataba de una fuerza
extraordinaria: la fuerza feroz, empecinada y hercúlea que surge de la
oposición a los hechos y a las personas. No era una fuerza genuina, como la que resulta del
asentimiento a los hechos y esta enconsonancia con los avatares de la
vida, pero sí era una fuerza apasionada e intensa. Era la clase de
fuerza que configura el paisaje del
sufrimiento humano, aquella en que las personas tratamos de apoyarnos cuando
carecemos del coraje y de la humildad
suficiente para aceptar la realidad tal como es
y a nuestros padres tal como
son. La falsa fuerza que nos concede la oposición a las cosas, el
resentimiento hacia las personas y el victimismo frente a los hechos vividos.
Con el tiempo, esta persona aprendería que ningún sufrimiento
concede derechos, ninguna postura existencial edificada sobre heridas concede
merecimientos y que el único sentido de este sufrimiento, que no es
dolor, es hacer sufrir a los demas, ya que únicamente el dolor
genuino despierta la compasión. Pero aquel día, la persona
abandonó la casa de los padres diciéndose a sí misma:
—Nunca mas.
Se sentía fuerte pero también vacía y necesitada. Aunque
lo deseaba no lograba quedarse en paz.
A
medida que se alejaba de la casa de sus padres, sintió que sus pies se
elevaban unos centímetros por encima de la tierra y que su cuerpo, un
tanto flotante, no podía caer en su peso real. Y sintió algo
mas sorprendente aún: cada vez que abría los ojos
parecía que miraba lo mismo, un horizonte fijo y estatico.
La persona fue desarrollando una sensibilidad especial. Así, cuando
encontraba a alguien a lo largo de su camino, lo contemplaba con una enorme
esperanza y de manerainconsciente se preguntaba:
—¿Sera esta persona la que tiene las monedas que merezco,
necesito y me corresponden, las monedas que no tomé de mis padres porque
no supieron darmelas de la manera justa y conveniente?
¿Sera esta la persona que tiene aquello que merezco?
En cierta ocasión la respuesta fue afirmativa, y todo resultó
fantastico. Se enamoró y sintió que todo a su alrededor
era maravilloso. Y, sin darse cuenta, empezó a esperar que el otro
tuviera aquello que no había tomado de sus padres y se lo diera.
N
o obstante, aunque la esperanza de encontrar las monedas le resultó
embriagadora al principio, cuando el enamoramiento acabó
convirtiéndose en una relación y la relación duró
lo suficiente, la persona descubrió que el otro no tenía lo que
le faltaba, es decir, aquellas monedas que no había tomado de sus
padres.
—¡Qué pena!— se dijo entonces, y se quejó
amargamente de su mala suerte, culpando de ella al destino.
Se sintió desengañada, sometida a un tormento emocional que
tomó forma de desesperación, desazón, crisis, turbulencia,
enfado, frustración. Y es que, aunque todavía no lo sabía,
el otro sólo podía darle aquello que tenía y le
correspondía por su posición, aun queriéndolo dar todo y
amando plenamente, pues una pareja es una relación entre adultos,
fundada en la igualdad de rango, el intercambio equilibrado y la sexualidad.
E
n cierto momento de su vida, esta persona tuvo un hijo, y su desazón
sevolvió mas dulce y esperanzadora, mas atemperada.
Entonces, la pregunta regresó:
—¿Sera este hijo que espero, tan bien amado, quien tiene
las monedas que merezco, que necesito y me corresponden y que no tomé de
mis padres porque no supieron darmelas de la manera justa y conveniente?
¿Sera este ser el que tiene aquello que merezco?
Cuando se contestó de nuevo que sí fue maravilloso, formidable, y
empezó a sentir un vínculo especial con aquel hijo, un
vínculo asombroso, muy estrecho, lleno de expectativas y anhelos. De
manera inconsciente, la persona estaba convencida de que el hijo tenía
las monedas que necesitaba y no tardaría en darselas.
Pero pasó el tiempo, y el hijo, como
la mayoría de los hijos, deseó tener una vida propia y poner en
practica sus propósitos de vida independientes. Amaba a sus
padres y deseaba hacer lo mejor para ellos, pero la presión de tener
vida propia le resultaba exigente, imperiosa y tan arrolladora como la sexualidad.
Así, la persona comprendió un día que tampoco el hijo
tenía las monedas que necesitaba, merecía y le
correspondían.
Sintiéndose mas vacía, huérfana y desorientada que
nunca, entró en crisis. Enfermó. Estaba en la fase media de la
vida y se encontró con que ningún argumento la sostenía ya,
ninguna razón la calmaba. Sintió en su interior un catacrac y
gritó:
—¡AYUDA!
¡Había tanta
urgencia en su tono de voz!¡Su rostro estaba tan desencajado! Nada la
calmaba, nada podía sostenerla.
Y ¿qué hizo?
Fue a ver a un terapeuta.
El terapeuta la recibió pronto, la miró profunda y pausadamente y
le dijo:
—Yo no tengo las monedas.
El terapeuta vio en sus ojos que aquella persona seguía buscando las
monedas en el lugar equivocado y que, en el fondo, deseaba equivocarse de
nuevo. Sabía que las personas quieren cambiar, pero también que
les cuesta dar su brazo a torcer, no tanto por dignidad, sino por tozudez y por
costumbre.
Pero el terapeuta, que sabía que no tenía en sus manos las
monedas, pensó: “Amo y respeto mejor a mis pacientes cuando
también puedo hacerlo con sus padres y con su realidad tal como es. Los ayudo cuando
soy amigo de las monedas que les tocan, sean las que sean”. En realidad,
aquel terapeuta ya había visto a muchas personas en situaciones
similares y sabía que el paciente, y el niño que sigue viviendo
en su interior, continúa amando profundamente a sus padres y les guarda
lealtad, aunque el escozor de las heridas u otras causas le impidan tomar sus
monedas. Y es que, en las profundidades del alma, aunque el hijo rechace a sus
padres, también se identifica con ellos. Y, cuando no puede tomarlos y
quererlos, tampoco logra quererse a sí mismo. Por eso, su enfoque es el
amor a todo y a todos.
En aquella primera visita, el terapeuta añadió: “Yo no
tengo las monedas, pero sé dónde estan y podemos trabajar
juntos paraque también tú descubras dónde estan,
cómo ir hacia ellas y tomarlas”.
Entonces el terapeuta trabajó con la persona y le enseñó
que durante muchos años había tenido un problema de
visión, un problema óptico, un problema de perspectiva.
Había tenido dificultades para ver claramente. Sólo eso.
El terapeuta le ayudó a reenfocar y a modular su mirada, a percibir la
realidad de otra manera, desde una perspectiva mas clara, mas
centrada y mas abierta a los propósitos de la vida. Una manera
menos dependiente de los deseos personales del pequeño yo que siempre trata de
gobernarnos.
U
n día, mientras esperaba a su paciente, el terapeuta pensó que
había llegado el momento de decirle, por fin y claramente, dónde
estaban las monedas. Y ese mismo día, como por arte de birlibirloque, llegó
el paciente con otro color de piel. Las facciones de su rostro se habían
suavizado. Y dijo:
—Sé donde estan las monedas. Siguen con mis padres.
Primero sollozó, luego lloró abiertamente.
Después surgió el alivio, la
paz y la sensación de calor en el pecho.
¡Por fin!
Entonces se dirigió de nuevo, como
años atras, hacia la casa de sus padres. Cuando llegó, los
miró a los ojos y les dijo:
—Durante todos estos años he tenido un problema de visión,
un asunto óptico. No veía claramente. Y lo siento. Ahora puedo
ver y vengo a deciros que aquellas monedas que recibí de vosotros en
sueños son las mejores monedas posibles para mí. Son suficientes
yson las monedas que me corresponden. Son las monedas que merezco y las
adecuadas para que pueda seguir. Vengo a daros las gracias. Las tomo con gusto,
porque vienen de vosotros y con ellas puedo seguir andando mi propio camino.
Entonces los padres, que como todos los padres se engrandecen a través
del reconocimiento de sus hijos, volvieron a florecer, y el amor y la
generosidad fluyeron de nuevo en ellos con facilidad. El hijo volvía a
ser plenamente hijo porque podía tomarlos.
L
os padres le miraron sonrientes, con ternura, y contestaron:
—Eres un buen hijo. Puedes quedarte con todas las monedas, pues te
pertenecen. Puedes gastarlas como
tú quieras y no es necesario que nos las devuelvas. Son tu legado,
único y personal, para ti. Puedes tener una vida plena.
Entonces el hijo se sintió también grande y pleno. Se percibió
completo y rico y pudo por fin dejar la casa de los padres en paz. A medida que
se alejaba, sintió sus pies firmes pisando el suelo con fuerza, su
cuerpo también asentado en la tierra y sus ojos mirando hacia un camino
claro y un horizonte esperanzador.
Sintió también algo extraño: había perdido la
fuerza impetuosa que se nutría del
resentimiento, del victimismo o del exceso de
conformidad, pero ahora tenía una fuerza simple y tranquila, una fuerza
natural.
Recorriendo el camino del resto de su vida, encontró
con frecuencia otras personas con las que caminó lado a lado, como acompañantes,
durante untrecho, a veces largo, a veces corto, otras, para siempre. Socios,
amigos, parejas, vecinos, compañeros, colaboradores, incluso
adversarios.
En general, su camino era sereno, gozoso, en sintonía con su
espíritu y con su naturaleza personal. Tampoco estuvo exento de los
pesares naturales que la vida impone, pero sentía que aquel sí
era el camino de su vida.
Un día se acercó a la persona de la que se había enamorado
pensando que tenía las monedas y le dijo:
—Durante mucho tiempo he tenido un problema de visión y ahora que
veo claro te digo: Lo siento, fue demasiado lo que esperé. Fueron
demasiadas mis expectativas, y sé que esto fue una carga demasiado
grande para ti y ahora lo asumo. Me doy cuenta y te libero. Así, el amor
que nos tuvimos puede seguir fluyendo. Gracias. Ahora tengo mis propias
monedas.
O
tro día fue a su hijo y le dijo:
—Puedes tomar todas las monedas de mí, porque yo soy una persona
rica y completa. Ahora ya he tomado las mías de mis padres.
Entonces el hijo se tranquilizó y se hizo pequeño respecto a
él. Y se sintió libre para seguir su propio camino y tomar sus
propias monedas.
Al final de su largo camino, un día la persona se detuvo a repasar la
vida vivida, lo amado y lo sufrido, lo construido y lo maltrecho. A todo y a
todos logró darles un buen lugar en su alma. Los acogió con dulzura y
pensó:
—Todo tiene sumomento en el vivir: el momento de llegar, el momento de
permanecer y el momento de partir. Una mitad de la vida es para subir la
montaña y gritar a los cuatro vientos: “¡Existo!”. Y
la otra mitad es para el descenso hacia la luminosa nada, donde todo es
desprenderse, alegrarse y celebrar. La vida tiene sus asuntos y sus ritmos sin
dejar de ser el sueño que soñamos.
BREVE ENSAYO SOBRE EL
CUENTO DE LAS MONEDAS
Espero que esta breve historia, como
sucede con la mayoría de los cuentos, te haya resultado evocadora. Sus
muchas ramas de significado pueden haber tocado alguna fibra de tu ser y
haberte provocado tristeza o alegría, rabia o, por el contrario, paz
interior. Cada persona habra entresacado sus propias reflexiones o
sentimientos, incluso sus propias conclusiones.
Dado que el cuento evoca mas de lo que explica, te propongo seguir
leyendo para entender mas o mejor, para descubrir cosas que tal vez se
te habían escapado o confirmar que tus emociones tienen pleno sentido.
Aunque este breve ensayo no es necesario para disfrutar y aprender de ¿Dónde
estan las monedas? (el cuento funciona por sí solo), me
atrevería a decir que en esta especie de anexo explicativo
encontraras una clarificación y un desarrollo de sus mensajes, de
sus enseñanzas principales, de su moraleja, en fin, aunque se trate de
una moraleja desprovista de moral (valga la paradoja), pues no se trata de
adiestrar a nadie en un comportamiento u otro, sino deofrecer caminos de
reflexión y entendimiento que promuevan mayor felicidad en nuestras
relaciones.
He estructurado este breve ensayo a mi imagen y semejanza, es decir, no tiene
una estructura clasica de tesis, antítesis y síntesis,
sino una mas caprichosa y menos sistematica, mas intuitiva
y personal, por decirlo así. Mi planteamiento es sencillo: es como si estuviera ahora
mismo en una sala frente a ti y otras personas y, después de explicar el
cuento, empezarais a preguntarme sobre su significado. Entonces, lo que os
explicaría sería mas o menos lo que sigue.
¿Qué representan las monedas que reciben los protagonistas de
manos de sus padres?
Las monedas de nuestros padres representan el abundante caudal de experiencias
que hemos tenido con ellos, tanto agradables como desagradables, alegres o tristes,
afortunadas o desgraciadas Todas, sin excepción. La
concepción, el nacimiento, la infancia, la adolescencia,
etcétera. Todo lo que, como
hijos, hemos vivido en relación con nuestros padres en todos los
periodos de nuestra vida, pero muy especialmente en la crianza, justo cuando
éramos mas fragiles y dependientes.
Las monedas simbolizan, por tanto, todo lo que hemos recibido de ellos,
incluyendo, por supuesto, el regalo mas grande que es la vida.
Ademas, podemos añadir su pasado y su historia, eso es, sucesos y
vivencias anteriores a nuestro nacimiento o concepción, ya que habitualmente
antes de nacer pertenecemos al deseo y alpensamiento de nuestros padres; y
también, en un sentido transgeneracional, por nuestras venas corre la
sangre y la experiencia de muchos anteriores, concretados en las respectivas
familias de origen de los padres, con todas las vicisitudes que les tocó
vivir. Cada familia es una matriz de fuerza y también de dolor, visitada
por los grandes poderes del
vivir, esencialmente la sexualidad y la muerte.
En resumen, las monedas son todo lo recibido en nuestras raíces y en
nuestra pertenencia, y todo lo vivido en lo concreto de la vida con nuestros
padres.
¿Qué significa tomar las monedas?
Tomar las monedas significa tomarlo todo. Todo exactamente como fue, sin añadir ni quitar nada,
incluyendo lo dulce y lo cruel, lo alegre y lo triste, lo ligero y lo pesado.
Todo. Por la simple razón de que esa es nuestra herencia y el conjunto
de experiencias vividas que nos constituyen.
Las monedas también pueden incluir abusos, hechos dolorosos o terribles
y brutales. Tomar las monedas conlleva tomar también aquello que nos
hirió, aquello que lastimó la inocencia y la belleza natural del niño.
Es posible, aunque resulte difícil, decir sí a todo lo que nos
llega a través de nuestros padres, sin añadir ni quitar nada.
Podemos tomarlo tal y como
nos ha llegado, con todas sus consecuencias, sin dejar de seguir nuestro propio
camino, cumpliendo con el trayecto personal y teniendo el coraje de transformar
los pesares en recursos.
Si tan difícilnos resulta tomar las monedas es porque no sabemos
qué hacer con el dolor, no sabemos cómo manejarnos con nuestros
sentimientos heridos ni con nuestras turbulencias emocionales. Así,
cerramos los ojos y el corazón y nos inventamos un mundo soportable que
nos permita seguir adelante.
Muchas tradiciones, y concretamente las tablas de Moisés, imponen el
mandamiento de “honrar a los padres”, conscientes de su poder
liberador y del
bienestar que aporta a las personas. Pero a este lugar se llega tras un arduo
proceso interior. En realidad, no se puede fabricar como un mandamiento ni erigirse en
imposición ficticia.
Las tradiciones señalan con el dedo sabio la ruta adecuada para alcanzar
este lugar y, si tiene sentido para nosotros, debemos recorrerla. Si decidimos
hacerlo, ahí comienza todo un proceso.
Por eso, muchos abordajes psicoterapéuticos, mientras buscan soluciones
a los problemas de las personas, se plantean un objetivo integrador, unas veces
explícito y otras implícito: restaurar el amor hacia nuestros
padres, recuperar el movimiento amoroso natural y espontaneo que
sentía el niño hacia sus progenitores.
Las personas que avanzan en este proceso suelen sentirse mas
íntegras, congruentes y amorosas. Mejoran en sus relaciones personales y
afectivas, ganan madurez, serenidad y sobre todo autoestima. Se alinean con el
misterioso fluir de la vida con mas fuerza.
Pero, si algo no nos gusta de nuestros padres, ¿por qué
debemostomarlo?
Es un clasico en psicoterapia el caso de los pacientes que juraron de
niños no parecerse a sus padres para luego descubrir, en la fase media
de su vida, que son y actúan como
ellos
La respuesta a esa pregunta es muy sencilla: nos encadena lo que rechazamos, y
sólo lo que amamos nos hace libres.
Por eso, es importante tomar conciencia de lo que rechazamos, para investigarlo
a fondo en nuestro interior y hacer espacio a todos los componentes emocionales
que sobrevengan hasta que se complete el proceso hacia la paz.
Es cierto que muchos problemas se originan por heridas de amor, por traumas y
por lo terrible de lo vivido. Esto configuraría una primera línea
argumental. Pero adentrandonos en una segunda línea argumental,
es importante no olvidar algo aún mas profundo: tenemos problemas
porque amamos mal. Si miramos sin prejuicios el alma familiar y las
dinamicas del
niño, encontramos que éste se inserta en su sistema familiar de
forma que ama incondicionalmente, suceda lo que suceda. Simplemente es un
programa biológico que activa todos los resortes emocionales. Y vemos
que por amor ciego trata de asumir sacrificios, cargas o culpas que
corresponden a sus padres, hermanos, abuelos o a la familia extensa. Puede
intentar morir o enfermar en lugar de sus padres, preso de un pensamiento
magico que le hace creer que de esta manera conseguira salvarlos.
Puede seguirlos hacia la enfermedad, la muerte, la adicción u otros
destinos,pensando también magicamente que así su
corazón o el de los que ama encontrara calor y reposo. Incluso en
casos de abusos, llegamos a ver que un hijo o una hija puede tratar de consolar
la desesperación o soledad de uno de los
padres, implicandose o tomando el lugar del otro progenitor. Son dinamicas
que muestran el poder de los vínculos y la dignidad del amor entre las personas.
El enfoque sistémico nos enseña que, ademas de tener una
identidad individual, formamos parte de un colectivo mayor. Todos estamos
insertados en una mente común mayor: un Alma Familiar, como se denomina en el trabajo de
Constelaciones Familiares. Y esta alma
tiene sus reglas. Una de ellas es amar a nuestros padres y combatir la
debilidad de sacrificarnos por nuestros mayores creyendo falsamente que
así los anidamos. Cumplir esta norma es el principio de continuas olas
de bienestar y genuino sostén en la vida. Como enseña Bert Hellinger, creador de
las Constelaciones Familiares, el Amor crece con el Orden. Lo necesita para
fluir con dicha. Y el Orden sugiere su geometría y su jerarquía:
• Que los padres sean padres y grandes y que den, principalmente, la
vida. Y que los hijos sean hijos y tomen.
• Que los hijos no se inmiscuyan en los asuntos de sus mayores.
• Que los hijos honren a sus padres, principalmente haciendo algo bueno
con su vida y, por tanto, renunciando a las implicaciones tragicas con
los que sufrieron antes o fueron desterrados del amorfamiliar. Deben abandonar la
tendencia a repetir los destinos fatales presentes en todas las familias.
Tenemos que reconocer que el amor bueno, el amor que ayuda de verdad, es el
amor que mira, ve a los demas y es capaz de respetar sus dificultades.
Sobre todo es el amor que puede ver en los ojos de los seres que ama,
especialmente en los de sus padres, el deseo de que su hijo esté bien y
crezca libre y feliz. Ningún problema de los hijos ayuda a los padres.
Sólo de este modo se respeta el Orden y puede fluir el Amor que libera.
¿Qué obstaculos me puedo encontrar en ese proceso de
recuperación del
amor hacia mis padres?
Hay dos discursos que tratan de explicar los principales obstaculos que
encuentra este movimiento amoroso natural y espontaneo hacia nuestros
antecesores para fluir.
El primero nos dice que tenemos problemas porque no fuimos bien (o
suficientemente) queridos como
hijos. En contraste y complementariamente, el segundo defiende que el conflicto
esta en amar de una manera infantil, ciega y magica, algo que nos
lleva a implicarnos tragicamente en el destino y las dificultades de
aquellos que forman parte de nuestra red de vínculos, ya sean los padres
o la familia en un sentido mas extenso.
Sobre el primero me gusta decir en mis talleres y grupos que lo importante no
es tanto el hecho de que no nos hayan querido o no nos hayan querido
suficientemente bien (la percepción de si somos amados o no es muy
variable ysubjetiva), sino si nosotros seguimos amando o no. El malestar, la
angustia, el infierno, la caída o como
quiera llamarse no es tanto el hecho de no haber recibido el amor de afuera,
sino la falta de amor hacia los demas que sentimos dentro de nosotros.
Ya Séneca cuenta en sus cartas a Lucilo que “no puedes ser feliz
cuando vives sólo para ti, cuando todo lo haces en tu propio
interés. En verdad sólo vives para ti cuando vives para los
demas”. Lo que nos cura es abrazar en nuestro corazón a
nuestros padres y no tanto ser abrazados por ellos. Esto último
esta bien, claro, pero no es el objetivo. Lo esencial es que abracemos y
que en este abrazo acojamos a los demas, a la vida tal como es, a los hechos, a nosotros mismos.
Abrazar es un movimiento espiritual; es decir “¡sí!” a
la existencia, a lo que ésta trae y requiere en cada momento. Porque los
padres son los representantes de la existencia. A través de ellos se ha
manifestado la vida, y nosotros podemos cuidarla.
La contraseña para las puertas del
paraíso se compone de una simple sílaba: “Sí”.
Una de las enseñanzas cardinales de las tradiciones de sabiduría
es que sufrimos cuando nos oponemos, que el malestar se nutre de resistencias.
Me gustaría explicarte una curiosidad. Resulta que en muchos grupos he
improvisado una encuesta, preguntando quiénes no se sintieron
suficientemente (o bien) queridos por sus padres. ¿Te imaginas el
resultado? Sí, suelen levantar la mano muchos. Acontinuación,
pregunto acerca de cuantos de los que son padres dirían que no
quieren suficientemente (o suficientemente bien) a sus hijos. Casi nadie
levanta la mano. No hacen falta conocimientos de contabilidad para deducir que
los números no cuadran.
Para mí, hay una sola
explicación a esto y es de orden cultural: se ha privilegiado el
cuestionamiento de los padres, dando alas quiza a un movimiento
necesario para transitar de una cultura excesivamente patriarcal hacia otra
mas filial. Sin embargo, todos los extremos necesitan corregirse, y la
actual dictadura moderna de lo filial debilita tanto a los hijos como a sus padres. Los
confunde.
Ademas, acentuando la puesta en escena acusatoria contra los padres se
perpetúa la tendencia victimista e irresponsable de los hijos, mientras
los padres sufren innecesariamente en un amargo acopio de culpas.
También los padres han entrado en el código cultural imperante
auto perseguidor de que deberían ser mejores, mas perfectos.
Hay otra razón poderosa que puede empujarnos a iniciar la tarea de
restaurar el amor hacia nuestros padres: sólo logramos amarnos a
nosotros mismos cuando los amamos y honramos a ellos. En lo mas profundo
de cada uno de nosotros, por muy graves que sean las heridas, los hijos
seguimos siendo leales a nuestros padres e inevitablemente los tomamos como modelos y los
interiorizamos. De algún modo conectamos con una fuerza que nos hace ser
como ellos. Por
eso, cuando somoscapaces de amarlos, honrarlos, dignificarlos y respetarlos,
podemos hacer lo mismo con nosotros mismos y ser libres.
¿Cómo podemos saber qué hemos tomado y qué hemos
rechazado?
Se puede reconocer lo que no hemos tomado de nuestros padres a través de
unos pocos (seis, ocho o como mucho doce) recuerdos a modo de imagenes
dolorosas de nuestra infancia que una y otra vez asaltan nuestros pensamientos,
tensandonos y haciéndonos sentir de nuevo indefensos o rabiosos o
apenados o abandonados, o lo que fuera, produciendo un mal trago para el
cuerpo.
Muchas personas conservan imagenes muy vívidas de sucesos
difíciles y, en cambio, olvidan centenares de momentos en los que fueron
considerados, cuidados, alimentados, queridos, tomados en brazos,
etcétera. Y sin cuidados no hay vida, no se logra sobrevivir.
En general, creo que esta en horas bajas la cultura psicológica
popular de que los padres causan, por su negatividad, el mal en los hijos.
Aunque, de hecho, nada los exculpe cuando tienen comportamientos destructivos,
si miramos la vida cotidiana de los padres vemos la cantidad de
dedicación y ocupaciones que requiere criar a un hijo. Por lo
demas, lo mas común es que los padres deseen
espontaneamente que los hijos estén felices.
La cuestión es cómo tomar las monedas difíciles porque
incluyen lo doloroso. Boris Cyrulnik, creador del concepto de la resiliencia, tan de
actualidad últimamente, muestra el poder que tienen algunas personaspara
recuperarse de graves heridas y traumas emocionales. Aunque somos
mamíferos sensibles que sufrimos ante la falta de amor y de respeto, o
por los hechos y los reveses terribles de la vida (muertes, pérdidas,
desdichas), también estamos asistidos por la fuerza de la vida y por
un amor eterno, presente en cada uno de nosotros, sea cual sea el rumbo y la
forma que elijamos para vivir.
También Confucio afirma que “una ofensa no es gran cosa, excepto
por el hecho de que nos empeñamos en recordarla”.
Sin embargo, es común que construyamos nuestra vida en función de
recuerdos, algunos de ellos traumaticos, que resultan meras
transformaciones de aquello que vivimos en su día. Recuerdos que quedan
muy lejos de la realidad o que la distorsionan mas o menos, y que nos
distancian de nuestro presente, nuestro único sostén. Y es que el
único lugar posible donde podemos vivir es el presente, y estas
imagenes y sensaciones ocurrieron alla y entonces. Pertenecen a
otro tiempo y momento. De manera que una herida no es gran cosa, excepto si nos
empeñamos en recordarla.
Esto es cierto y falso al mismo tiempo. Aunque con la mente lograramos
olvidar ciertas imagenes, en el cuerpo quedan registradas todas nuestras
vivencias y éste actúa como
una especie de receptaculo y de regulador emocional que procura
sobrevivir y minimizar los daños al precio de tensarse, congelarse,
inhibirse, camuflar ciertos sentimientos, ocultar otros, modificar
pautasrespiratorias Somos seres que se nutren de experiencias y que
funcionamos a distintos niveles: por un lado esta el pensamiento verbal
y racional, y por otro, la imaginación, las emociones, las sensaciones
físicas, la postura, pautas corporales, etcétera.
El cuerpo recuerda y registra, y en cada persona convive el cuerpo del que fue ayer y antes de ayer y del que fue a los quince años y a los
dos. En nuestro cuerpo esta presente la memoria de todo lo que vivimos.
¿Qué perdemos o conseguimos al rechazar o tomar las monedas?
Entre las vivencias que tenemos con nuestros padres se encuentran las dulces,
que nos hacen sonreír y sentirnos bien, y las amargas, que nos duelen y
nos contraen. Las primeras parecería que nos impulsan a la vida y las
segundas parecería que nos entorpecen. La tentación para muchos
consiste en querer tomar sólo lo positivo y expulsar lo negativo, y esto
tiene una lógica aplastante: queremos alejar de nosotros aquello que nos
ha producido, o todavía nos produce, dolor. Así, algunos rechazan
a los padres y lo que viene de ellos.
Sin embargo, hemos de comprender que la lógica emocional de los afectos
funciona de manera precisamente poco lógica. Es mas bien un tanto
paradójica e independiente de nuestra voluntad, por lo cual a menudo, como ya he apuntado, el
rechazo nos ata con mas fuerza a lo que rechazamos o a aquellos que
rechazamos.
Para bien o para mal, no gobernamos los afectos con nuestra mera voluntad;
ellenguaje del
corazón se escribe con otro ritmo, sutil, rotundo y apasionado,
difícilmente cuadriculado. De este modo, muchos que no toman sus monedas
y permanecen en la queja o el resentimiento, luego de mayores se comportan como sus padres o reproducen
comportamientos dañinos iguales a los recibidos.
Lo que verdaderamente ayuda es realizar el proceso de aceptar también lo
que fue difícil, y con ello quizas hacernos mas fuertes o
mas sabios. Es decir, también lo que parece negativo esta
al servicio de la vida, y podemos aprovecharlo a nuestro favor. También
lo doloroso nos puede hacer mas plenamente humanos. Por ejemplo, algunas
personas que sufrieron graves pérdidas o traumas con sus padres se
sobreponen bien y construyen una vida con alegría y mucho sentido. A la
inversa, hay personas que, amparandose en pequeñas frustraciones
con sus padres, se creen con derecho a tener una vida mermada o penitencial y
culpan a sus padres para justificar sus errores o sus fracasos.
Debemos saber que nada nos impide desarrollarnos bien, y que del pasado conservamos meramente las cenizas
en forma de imagenes mentales recordadas. Que podemos transformarlas y
ponernos en paz con lo que fue, con lo que recordamos de ello, al menos; y
abrirnos al presente, el lugar y el tiempo del
verdadero fuego del
vivir.
En general, las personas que realizan el proceso interior de tomar sus monedas
y ponerse en paz con sus padres y con su historia se sienten mejoren su piel,
establecen relaciones mas faciles, adultas y fluidas, y aportan a
la vida lo que tienen.
¿Qué sucede cuando rechazamos a nuestros padres y aquello que nos
han dado, es decir, sus monedas?
Las personas que rechazan sus monedas se sienten mas vacías y
andan esperando que otros, o alguna cosa, los llene: a veces, la pareja, otras,
los hijos o el trabajo o la riqueza o la justicia o la religión, o lo
que fuere; y se resisten a dar lo que tienen para dar a la vida.
Muchas son las zanahorias que perseguimos de manera vana a lo largo de la vida,
cuando la solución es apearse del
burro (o literalmente dejar de ser burros) y cambiar nuestro punto de vista,
dejando así de sufrir y hacer sufrir inútilmente.
Si rechazamos nos debilitamos y, como
digo, solemos buscar en los demas lo que nos falta. En cierto modo
permanecemos como niños tiranicos
que decimos a la vida y a nuestros padres cómo
deberían ser, en lugar de aprender de lo que es, de tomarlos como son o fueron.
La realidad esta, por supuesto, para ser modificada y mejorada, y
así lo hacemos todos los días: tratamos de cambiar lo que se
puede cambiar. Pero de lo que ya fue es mejor hacernos discípulos y
tratar de aprender algo que nos sirva ahora.
Cuando no aceptamos la realidad de lo que nos ha tocado, en cierto modo
también nos negamos a nosotros mismos. Quien niega sus orígenes
desdibuja su identidad. Quien amputa una parte de su trayectoria se
encuentraeternamente en fuga, intranquilo.
Sartre decía: “No importa tanto lo que me han hecho, sino lo que
yo hago con lo que me han hecho”. Al final, es mejor y mas
útil que la responsabilidad esté en nuestro tejado y trabajar con
nuestra historia para convertirla en aliada, abriéndole nuestro
corazón a pesar de las heridas o justamente abriéndonos a ellas.
Únicamente logramos trascender lo que aceptamos.
Pero a veces el rechazo parece que nos da una fuerza especial, ¿verdad?
Sí, es cierto. Y podemos cometer el error de pensar que esa fuerza es la
verdadera fuerza de la vida, pues es de tal magnitud aparente que es
facil creer que nos bastara con ella para avanzar hacia una vida
plena.
En realidad, aunque se trata de una fuerza impetuosa, apasionada e intensa,
puede tomar muchos rostros y se nutre de su propio combustible emocional:
victimismo, queja, sollozo, resentimiento, sed de justicia, rencor, venganza,
hedonismo, perfeccionismo, vanidad, orgullo, etcétera.
Es una fuerza enorme que “configura el paisaje del
sufrimiento humano”, como
se dice en el cuento. Representa una inmensa galería de personajes y
posturas existenciales sobre las que las personas tratamos de sostenemos cuando
carecemos del coraje y de la humildad suficiente para asumir nuestras heridas,
nuestras bendiciones, para apoyarnos en la realidad, en la realidad tal como
es, en nuestros padres tal como son.
Esta fuerza es intensa, ciega e impetuosa porque es falsa. Y esfalsa porque no
procede de la realidad, sino de la oposición y de la negación de
ésta. Es una fuerza que nos hace creer que se nos deben compensar
nuestras carencias y que, por nuestro sufrimiento, somos merecedores de ciertos
derechos.
Pero hay algo que debemos aprender: ningún sufrimiento concede derechos,
ninguna postura existencial edificada sobre heridas concede merecimientos. Como se afirma en el
relato, “el único sentido de este sufrimiento, que no es dolor, es
hacer sufrir a los demas, ya que únicamente el dolor genuino
despierta la compasión”.
¿Por qué no es adecuado buscar en otros aquello que no obtuvimos
en el seno familiar, es decir, cubrir con otros nuestras carencias afectivas?
Porque sería como
intentar abrir una puerta con un martillo en lugar de con una llave. Con el
martillo a lo mejor podemos abrirla, pero la romperemos, y no volvera a
servir como
puerta.
Y también por otra razón, que aprendí de los muchos casos
que he visto como
terapeuta: porque esos afectos, aún siendo muy sentidos, nunca pueden
sustituir de verdad a otros afectos. Un afecto no sustituye a otro, como una persona no puede
sustituir a otra en nuestro corazón.
Por ejemplo, una versión clasica y común del enamoramiento consiste en esperar que el
otro tenga aquello que uno no tomó de los padres y nos lo dé.
Cuando es sólo un poquito quiza pueda funcionar. Sin embargo
cuando es mucho resulta demasiado e imposible. Reconozco que esformidable
cuando uno recupera la esperanza de que, en algún lugar, podra alcanzar
las tan preciadas monedas, pero esta es una esperanza vana. Porque, de hecho,
el otro o la otra sólo pueden dar aquello que tienen y les corresponde
por su posición, aun queriéndolo dar todo y amando plenamente.
Una pareja es una pareja, o, como
se dice en el cuento, “una relación entre adultos, fundada en la
igualdad de rango, el intercambio equilibrado y la sexualidad”. Es una
relación contractual y no incondicional. Hace que las personas se
despidan de la infancia.
Igual sucede con los hijos: no podemos esperar de ellos lo que no pueden
darnos. Sin embargo, algunos padres sí esperan que sus hijos cubran sus
carencias y ejercen un chantaje emocional inconsciente sobre ellos, lo cual
hace muy difícil a esos hijos independizarse y liberarse de ese lazo
insano. Crean vínculos especiales con sus hijos o hijas, cuando a ellos
les basta con un vínculo normal: tienen suficiente con sentirse
cuidados, queridos, pertenecientes y libres. Nada mas.
Un hijo o hija especial se distingue porque de manera inconsciente su padre o
madre estan convencidos de que tiene las monedas que necesita. Entonces
se relacionan con este hijo de una manera especial, llena de expectativas. De
manera no muy consciente buscan en los hijos lo que les falta, anhelan llenar sus
vacíos o lo que no tomaron de sus padres o de sus parejas, y esto es un
peso notable para los hijos. Algunos de ellos loasumen por amor a los padres y
sacrifican su vida, involucrandose con intensidad. Otros encuentran
oportunidades, y la presión de su autonomía y desarrollo les
empuja con tesón. Hay que saber que en el fondo los hijos aman
ciegamente a sus padres y a su familia y se implican con lo que el sistema y
los padres requieren, con lo que quedó inconcluso, a través de
sus cargas y sufrimientos. Esto no ayuda a nadie, por supuesto. El amor ciego
trae mucha enfermedad. Ojala se cumpliera el orden de las relaciones
humanas en las familias para que las personas sean mas dichosas y, en
especial, dos normas: que todos forman parte en igual medida y que los posteriores
no cargan con asuntos de los anteriores.
Es difícil, claro. ¿Cómo un hijo puede desentenderse
cuando ve triste o infeliz a la madre o al padre, o no confía en que
estén bien sostenidos en la vida? Lo que ayuda es que el hijo pueda
aclarar los enredos y respetar el destino de los padres y saber que no le
corresponde tener las monedas que a los padres les faltan ni ser padre o madre
de sus padres, ni responsable de la felicidad o la vida de los padres,
etcétera. Cuando un hijo se desarrolla y sale del lugar de apoyo de uno de los padres, por
ejemplo, se quiebra un equilibrio establecido en el sistema, y este padre tiene
una nueva oportunidad de encontrar lo que le falta o de resolver lo que no
esta resuelto. A veces, por ejemplo, los padres perdieron muy pronto a
sus padres o tienen penasno aclaradas. Todo esto tiene que quedar con ellos
para que lo puedan integrar, y así se les respeta y se les toma tal como son, incluidas sus
dificultades.
Volviendo a la pregunta, la respuesta es que nadie puede dar algo que no tiene
ni le corresponde. Por eso, cuando se esta buscando en el lugar
equivocado, la pareja puede seguir o no, pero no sigue el bienestar; las
asociaciones, amistades y relaciones cercanas pueden seguir o no, pero no sigue
el crecimiento y la sonrisa compartida. Para
muchos es una oportunidad para cambiar, para preguntarse de nuevo. Para otros, no. A veces incluso se actualiza con
redoblado impulso el rostro cegado del
hijo cuando deja la casa de los padres. Eso le puede llevar a aumentar su empecinamiento,
a reactivar las razones, los rencores y los argumentos, por mucho que le hagan
mas infeliz.
Pero a veces sufrimos de verdad
Sabemos que cualquier sufrimiento se sostiene sobre buenas razones y viene
envuelto con brillantes argumentos. Esto lo hace mas vendible,
mas justificable. Sin embargo, el único sentido del sufrimiento, que no es dolor, es hacer
sufrir a los demas.
La solución a este sufrimiento es muy simple. Si sabemos que buscamos en
el lugar inadecuado y que esto nos mantiene insatisfechos, quizas
podamos rectificar y, al fin, buscar en el lugar adecuado, que siempre es con
los padres y con la integración de nuestra historia personal, es decir,
aprendiendo a apreciarla por dolorosa quefuera.
En la practica, las dinamicas familiares y afectivas son muy
complejas y sutiles y, a menudo, una crisis, separación, problema con
los hijos o cualquier otro revés suele ser una oportunidad para sacar a
flote y revisar lo que se necesita recolocar con los padres o con la familia de
origen y afrontar los asuntos pendientes con ellos.
Cuando nos falla el camino con el que pretendíamos llenarnos, cuando nos
devasta una crisis, cuando se agota un tramo de nuestro camino, quiza se
abre una oportunidad, sobre todo si somos capaces de permanecer en nuestra
fragilidad y abrir el corazón.
Como todas las
demas personas, los padres son mas reales que perfectos, y es
suficiente con que así sea Quien exige perfección se queda
solo, ni siquiera se tiene a sí mismo porque también se percibe
imperfecto. Las ideas de perfección pertenecen al reino de nuestras
imagenes mentales, pero no a la realidad, la cual seguramente anda poco
preocupada por sí misma y por su mejoramiento. Y es que quiza la
realidad sea perfecta en sí misma, tal como es “en este momento”,
incluyendo nuestros deseos de cambiarla, tan reales también.
Lo que ayuda no es muy popular, pero ayuda, y consiste en estar de acuerdo con
mente, cuerpo y alma, incluso con el dolor que uno siente; es estar de acuerdo
en el corazón con que las cosas son como son; y abrirse emocionalmente a ello.
La mayoría de las personas aman profundamente a sus padres y cuando
dejan de cerrarsecon sus argumentos defensivos, reabren su corazón y
atraviesan el dolor, les vuelve el amor y la ternura para con ellos. También
descubren que los padres fueron niños un día, y también su
corazón fue fragil y aprendió a defenderse, que ellos
vivieron asimismo sus carencias y pesares.
Bastaría con que aceptaramos el dolor de la misma forma que otras
experiencias de la vida, para estar mas cerca de la serenidad y del amor, que es lo que
hace que las personas nos sintamos plenas. Probablemente el malestar interior
no se basa en no ser queridos, sino mas bien en que somos nosotros los
que ya no queremos.
Al fin, lo que ayuda es que cada uno esté en el lugar que le corresponde
en la cadena de la vida, y que cada uno tome de sus anteriores la fuerza y la
antorcha vital, en lugar de pretender encontrarla en los posteriores o en los
espejismos mas habituales de la vida: la riqueza, el poder o el
afan de notoriedad.
¿Cómo podemos aceptar en la practica diaria a nuestros
padres y sus monedas?
A través de la humildad y amparados en un deseo verdaderamente real de
ser libres y felices. En realidad, a la plena libertad la tememos mas de
lo que la deseamos, porque nos deja desnudos frente a nuestras hondas verdades
y a la responsabilidad de nuestra vida. Se acabaron las excusas y las
acusaciones. Lo mismo ocurre con la felicidad: es mas cómodo
buscarla que vivirla ahora. Muchas personas prefieren sufrir y reclamar que
actuar y tomar la vidaen sus manos, gozando de su parcela de bienestar y
desarrollandose hacia su centro interior dichoso.
Por lo demas, la pretensión de no aceptar a los padres es esto,
pretensión. Porque ¿quiénes somos nosotros para no aceptar
algo que la vida ha determinado? La vida impone su realidad y nosotros, a lo
sumo, podemos desgañitarnos en balde gritando que debería haber
sido diferente, pero así sólo perdemos nuestra energía. Hay
una maxima de ciertas tradiciones de sabiduría que vendría
a decir: “Asentimiento es liberación”. O al revés:
“Oposición es sufrimiento”.
Tomar a nuestros padres y honrarlos tal como son tiene consecuencias: la
principal es que nos comprometemos con la vida que tenemos. En el fondo, honrar
a los padres significa hacer algo bueno con la vida que nos han dado y
traspasar nuestros dones y talentos. Algunas personas prefieren no tomar a sus
padres para ahorrarse el trabajo de tomar en serio su vida y prefieren sufrir
y, con ello, hacer sufrir a los demas. He repetido, a menudo, que el
sentido de la mayor parte del sufrimiento es hacer sufrir a los demas,
porque lo que vemos habitualmente es que el sufrimiento exige algo de los
demas, es manipulativo. Me refiero al sufrimiento como posición
en la vida: víctima, quejoso, perseguidor, culpabilizador,
etcétera, no al sufrimiento real que experimentamos con los reveses
dolorosos o las pérdidas. Muchas veces, aceptar a los padres se logra a
través de la rendición que nos llegaal comprender que
también ellos tuvieron problemas y, sobre todo, que lo que vivimos fue
exactamente lo que necesitabamos para edificar la vida que tenemos. De
este modo nos ponemos en paz con nosotros y con nuestra historia.
Para aceptarles, muchas personas deben superar el desamor recibido durante
años o toda la vida e incluso el daño físico y
psicológico. ¿Cómo podemos ver ese dolor infligido como
una aportación en nuestro camino de crecimiento personal? Hay una frase
que yo aprecio mucho que dice: “La desdicha abre al alma a una luz que la
prosperidad le niega”. Por supuesto que no buscaremos voluntariamente
ninguna desdicha, pero debemos saber que podemos tomar las dificultades como
oportunidades. ¡Cuantas personas no sintieron que una enfermedad
les despertaba y les ponía en sintonía con horizontes de
sabiduría desconocidos! El sufrimiento asumido convierte a las personas
en mas reales. Es cierto que algunas personas se criaron con padres
peligrosos, terribles, y es natural que deban apartarse de ellos para
sobrevivir y poder desarrollarse, pero en su vivencia interna pueden llegar a
aceptar su destino doloroso, y esto es un viaje, a veces heroico. En cambio,
¿qué valor tienen las personas que se quejan todo el tiempo de
sus padres? Las personas prudentes se apartan de ellos, porque saben que
seran los próximos en fallarles. Las personas necesitamos
confirmar nuestras hipótesis vitales y quienes se ponen el disfraz de
víctimas,por ejemplo, necesitan confirmarlo generando relaciones en las
que les fallen para poder seguir quejandose. En fin, es el gran teatro
de las pasiones humanas.
Lo que nos hermana esencialmente con todos los demas es el amor, pero
también el dolor. Víctor Hugo recomendaba que estuviéramos
tristes por lo menos un día al año, para sentir el aroma de
nuestra humanidad.
Lo que hay que decir también es que la mayoría de los padres
quieren a sus hijos, aunque en ocasiones no puedan, debido a su propio dolor,
expresarlo y vivirlo de manera que el hijo se sienta bien. Ojala estos
hijos puedan desarrollarse bien y de esa manera regalar algo bueno a la propia
historia familiar.
En la practica budista de “tocar la tierra”, descrita por el
monje vietnamita Thich Nhat Hanh, hay una primera postración en
agradecimiento a los antepasados que expresa lo siguiente: “Veo que el
origen de mis raíces procede de mi padre, mi madre, mis abuelos, mis
abuelas y de todos mis antepasados. Sé que sólo soy la
continuación de este linaje ancestral. Por favor, apoyadme, protegedme y
transmitidme vuestra energía. Sé que dondequiera que los hijos y
nietos estén, los antepasados también estan allí.
Sé que los padres aman siempre y apoyan a sus hijos y a sus nietos,
aunque no siempre sean capaces de expresarlo eficazmente por culpa de las
dificultades que han tenido. Veo que mis antepasados han intentado construir un
modo de vivir basado en la gratitud, la alegría, laconfianza, el respeto
y el amor compasivo. Como continuación de mis antepasados, me postro
profundamente y permito que sus energías fluyan a través de
mí”.
El protagonista del cuento acude en cierto momento al terapeuta. ¿Es una
buena ayuda?
Cualquier ayuda real y positiva es buena. Ahora bien, los terapeutas que creen
tener las monedas crean vínculos estrechos y prolongados con sus
pacientes, mientras que los que saben que no las tienen sienten que sólo
estan de paso, un tiempo nada mas, y ayudan con respeto y
rotundidad. Son humildes.
Ambos tratan de hacer lo mejor y ayudan a su manera, pero los que piensan que
tienen las monedas se relacionan con sus pacientes en contra de sus padres y
tratan entre los dos de ser mejores que los padres. Al excluir a los padres de
su corazón y al señalarlos con el dedo acusador alimentan la
falsa fuerza del paciente y lo hieren. Porque sabemos que el paciente (y el
niño que sigue viviendo en su interior) continúa amando
profundamente a sus padres y les guarda lealtad, aunque en otro nivel no
alcance a tomar sus monedas por el escozor de las heridas u otras causas.
En las profundidades del alma, aunque el hijo rechace a sus padres,
también se identifica con ellos. Y, cuando no puede tomarlos y
quererlos, tampoco logra quererse a sí mismo.
En lo profundo es difícil un genuino amor hacia nosotros mismos, si al
mismo tiempo no hemos hecho el proceso de quererlos y respetarlos a ellos. En
lo masprofundo hay una extraña y oculta lealtad hacia los padres,
de manera que el hijo los interioriza, aunque no quiera. Se puede hacer
mas libre de ellos a través de su aceptación (“ama y
sé libre”). Y podemos amarnos a nosotros mismos tal como somos,
imperfectos, y no tal como deberíamos ser en nuestras imagenes
ideales. Las imagenes ideales actúan como faros para guiar el
camino que deseamos caminar, para llegar a ser el que queremos ser. Es decir,
fabricamos imagenes buenas de cómo nos gustaría vivir para
atraer la posibilidad de que ocurra. Por otro lado, asumimos nuestras
limitaciones y posibilidades en cada momento.
Los terapeutas que saben que no tienen las monedas piensan que nada se logra
cuando hay malos, cuando hay personas señaladas con el dedo acusador
como malos, por ejemplo, los padres. Como se explica en el relato, “su
enfoque es el amor a todo y a todos”.
Lo que ayuda profundamente a dejar patrones nefastos atras consiste en
lograr apreciar y dignificar a los que fueron “malos” o se
comportaron “mal” o tuvieron destinos desgraciados,
etcétera. Aunque la tendencia de la mente lógica y racional sea
seguir rechazandolos, el corazón y la salud funcionan de otra
manera. Los sistemas familiares actúan como un todo, como una mente
grupal, y tienden a atraer o repetir lo que ocurrió antes, especialmente
cuando no fue resuelto a través del amor y la aceptación. Por
ejemplo, algunos hijos piensan que tienen que querer a uno de suspadres, al que
catalogan de bueno, y que deben despreciar al otro, al que tildan de malo. Es
decir, escinden su corazón entre el bien y el mal y se ponen de
juzgadores. La paradoja es que es muy habitual que luego busquen personas
parecidas al progenitor rechazado o ellos mismos se le parezcan. La paz y la
dicha en las familias viene cuando todos pueden tener un buen lugar y cuando
cada uno puede tener el lugar que le corresponde, o sea, que los padres sean
padres, los hijos, hijos, la pareja, pareja. La única medicina es la
inclusión y la apertura del corazón, de manera que el pasado ya
pueda quedar como pasado.
Tomar las monedas no es un acto ideológico, algo que uno pueda decidir
que ocurra. Es el resultado de un profundo proceso emocional, de un proceso
corporal y de una actitud. Este proceso exige mucho del cuerpo y de los sentimientos.
Obliga a visitar y bucear en este cuerpo histórico donde se alojan los
buenos sentimientos y también aquellos que llegan a ser amenazantes para
nosotros, hasta lograr hacerles espacio, permitir que circulen, que se libere
el dolor, que se reaprendan recursos, y que el cuerpo recupere su confianza, su
gracia y su vitalidad natural. A este cuerpo que vivió tanto, que
soportó traumas, heridas y miedos podemos agradecerle su fortaleza y
acariciarlo lo suficiente para que palpite de nuevo con la fuerza de la vida y
pueda volver a exponerse a tener una relación feliz con los
demas.
A veces, durante esteproceso, las personas que sufrieron graves abusos y
traumas pueden imaginar que toman en brazos al niño que fueron y le
recuerdan su inocencia; decirle, por ejemplo: “Sé que sufriste
mucho con tus padres en ciertos momentos, y con estas raíces tú
vas a crecer y con estas cicatrices tú vas a ser grande también.
De manera que ahora te tomo en brazos y seguimos nuestro camino. Al final todo
ha salido bien. Respecto a lo que fue doloroso con los padres, ellos, como
mayores, pueden llevar su culpa y su responsabilidad y tú, como
niño, puedes seguir queriéndolos tal y como son, y conservar tu
inocencia”.
Pueden aprender a no abusar de sus abusos e integrarlos en beneficio de su vida
y de la de los demas: una gran realización. Pueden incluso
hacerse mas sensibles a la ayuda que otras personas pueden necesitar.
Pueden renunciar a los beneficios secundarios de mantener una postura de
víctima que se siente con el derecho a tener que ser compensada.
Por tanto, el proceso también exige dar el brazo a torcer, renunciar a
las posturas manipuladoras y a la falsa fuerza que hemos adoptado cuando
construimos una actitud en la vida enraizada en la oposición, en el
resentimiento, en el victimismo, etcétera. El hijo también puede
aprender a renunciar a su posición de fiscal y juez de sus padres, a
sintonizarse con los propósitos misteriosos del vivir, a asentir ante su
propio destino, ya que, como dice Cleantes, “los destinos guían a
quien los acepta,pero arrastran a quien se les resiste”.
En fin, no se trata de convertir el “honrar a nuestros padres” en
un movimiento artificial y meramente positivista de vestir los hechos del color
que nos convenga. No. Es algo mas, algo que requiere un coraje mayor y
una actitud emocional transparente, veraz y comprometida. Se trata de amar
reconociendo las heridas y permitiendo que nuestros padres lleven la
responsabilidad de lo que fue difícil o equivocado, y seguir
amandolos con sus errores y su realidad, tal como es y tal como fue. Se
trata de aceptarlos con realismo, con respeto y con amor.
¿Qué lecciones podemos extraer, los que somos padres, del cuento
de las monedas?
¡Hay tanta grandeza en el hecho de ser padres! Y tantos padres
detras de cada padre, unas raíces tan antiguas en cada historia
familiar Y todos supieron cómo hacerlo para que la vida prosperara,
por eso estamos aquí. Ellos son los maestros verdaderos. Todos los
padres tienen la capacidad para encontrar su propio camino en la manera de
sentir, educar y querer a sus hijos. Los padres tienen los recursos suficientes
y necesarios para criar y educar a sus hijos.
A veces se habla de las Escuelas de Padres, y a mí la idea me produce
cierta confusión. La imagen de escolarizar a los padres me resulta
extraña. ¿No es cierto que cuando pretendemos escolarizar a los
padres los convertimos en mas pequeños y los invalidamos, en
lugar de hacerlos confiados y grandes? Cada padreencuentra su grandeza cuando
es respetado como tal y también cuando siente el derecho a no ser
perfecto y a cometer errores
Me parece que pretendemos regular demasiado, exigimos demasiados manuales de
instrucciones, demasiados cursillos. Ser padre y madre es, en primer lugar,
algo biológico, es el vehículo de la sexualidad y el instinto
y quiza del amor, en muchos casos. Esto no quiere decir que los padres
no traten de aprender lo adecuado a cada momento para el buen desarrollo de sus
hijos, o que no busquen soluciones para los problemas o dificultades que no
logran superar.
Lo que sí enseñaría en esas Escuelas de Padres, y
enseño, es sobre dinamicas familiares, sobre las leyes del
bienestar en las familias, sobre resolución de problemas reales, sobre
los órdenes del amor que hacen que las personas fertilicen sus vidas en
bienestar y dicha. Lo hago cuando los padres o los hijos o las parejas o los
enfermos o los que atraviesan dificultades lo solicitan, y asumiendo que ellos
seguiran siendo los maestros de su vida y yo trabajaré a su
servicio como uno que aprende todo el tiempo, poniendo mi conocimiento y
experiencia a su disposición. De hecho, es lo que hago en mi
profesión, especialmente dando seminarios en los que las personas
resuelven sus problemas y, al mismo tiempo, aprenden.
¿Cual es para usted el sentido último de ese aprendizaje?
Al final, se trata de lograr una vida plena. El secreto, creo yo, es tomar
conalegría lo que la vida nos trae y soltarlo con la misma
alegría cuando nos lo quita. Por un lado, tratar de conseguir nuestros
sueños y, por el otro, aceptar lo que la vida sueña y
actúa para nosotros. Por lo demas, entregarse lo mas
posible a cada instante que la vida nos regala, ya que mientras perseguimos la
felicidad, ella, la pobre, corre sudorosa para alcanzarnos. La dicha es nuestro
estado natural cuando no estamos distraídos buscandola. Ya dijo
John Lennon que “la vida es aquello que ocurre mientras estamos ocupados
pensando en qué hacer con ella”.
El sentido de la vida es vivirla, dar lo que tenemos para dar, recibir lo que
tenemos para recibir y hacer lo que tenemos que hacer. Es estar en lo que es.
Las grandes respuestas sobre el sentido que vienen del pensamiento y del
analisis mas racional nos apartan del olor de la rosa ahora.
Por otro lado, no importa tanto qué sentido tiene la vida para
mí, sino qué sentido tengo yo para la vida. Es decir, cual
es nuestra aportación a la belleza y el canto de la vida.
Vivamos sostenidos en nuestros propios pies, en nuestros propios padres y en
nuestras raíces familiares, y convirtamos las monedas que recibimos de
nuestros anteriores, muchas o pocas, alegres o tristes, en riqueza para
nuestras vidas y para las vidas de quienes nos rodean.
Vivamos confiados en la gran inteligencia que gobierna las cosas, en la fuerza
del espíritu que todo lo alcanza y que a todos nos iguala como
hermanos,y no olvidemos que mas alla de los pesares y temores de
las pasiones humanas brilla el latido de la vida, siempre alegre y bullicioso,
porque sí.
Tomar las monedas es una meta que tratamos de alcanzar para lograr la paz y la
reconciliación, con nuestros padres, con la vida, con los demas y
con nosotros mismos.
Finalmente, cuando miramos el fluir de la vida con ecuanimidad, los
requerimientos del Alma para lograr esta meta preciada son simples:
• Amar lo que es, la realidad tal como se manifiesta, aun cuando presente
su cara terrible y furiosa. Así lo enseñan todas las tradiciones
de sabiduría.
• Amar lo que somos, dejando de pretender ser diferentes, mejores o
peores, respetando nuestros distintos rostros y los personajes que surgen
según cambian los contextos, respetando nuestro cuerpo único y
perfecto, respetando nuestros sentimientos, tan necesarios y valiosos,
sentimientos creados para ser sentidos y vividos, para dejarlos emerger y
desaparecer, para dejarlos fluir, tal y como enseña la terapia Gestalt.
• Amar a todos los que son, es decir, a todos los compañeros
humanos, pero en especial a los que nos conciernen de cerca: aquellos que
forman parte de nuestra Alma Familiar y que constituyen nuestro universo de lazos
interpersonales y afectivos, como se hace obvio en el trabajo de Constelaciones
Familiares.
Sobre los requerimientos del Alma, de vivir en el Alma, hablaré en un
próximo trabajo.