EL ESPACIO es objeto
de gran significación para nuestra época, su analisis y
maximo aprovechamiento nos es vital, hoy, cuando las rapidas
comunicaciones lo acortan y la sobrepoblación congestiona las ciudades. La arquitectura
contemporanea, percibiendo el impacto de esta civi·
lización expansiva abandona su tradicional desarrollo horizontal y se
repliega en verticales absorbentes, en colosales edificios que super·
poniendo niveles lanzan al espacio lo que la superficie ya no puede contener.
El antes primordial aprovechamiento de la extensión cede paso a la
utilización del
volumen. La apreciación de plantas en desarrollo bidimensional, al
dominio de los alzados tridimensionales. El expansionismo es, por necesidad,
una de las grandes características de nuestro siglo, consecuentemente,
la apreciación de los valores espaciales ha sido una de las
preocupaciones de la crítica moderna del arte, así como la
revisión de las soluciones espaciales del pasado, tema de apasionado
interés, a tal grado, que hablar de espacios parece estar de moda. Ello
es solamente la natural consecuencia evolutiva de la misma crítica que
al buscar respuesta a problemas que siendo actuales no son precisamente nuevos,
encuentra la explicación en el posible aprovechamiento de las
experiencias del
pasado. Así, la crítica se justifica y se hace necesaria
históricamente cuando supera la simple elucubración
arqueológica y alcanza una relación vital; búsqueda
ydescubrimiento que a su vez le sirve de apoyo para estimar los valores
intemporales del
arte. 1
1 Como en
seguida se vera con claridad, nosotros somos partidarios de una posi.
ción moderna, y desprejuiciada· en la
historia de la arquitectura, y de una actuali· zación de
Ía cultura tradicional a la luz del
pensamiento arquitectónico moderno. Pero el
método de estos arquitectos frente a los monumentos no es el de una
seria investigación moderna; la antiacademia si no en las'
declaraciones, en los hechos, ha llevado demasiado a menudo a la anticultura,
es decir, a la antihistoria. Si la lucha contra la decoración
debía conducir necesariamente a un desinterés por los valores decorativos
de la arquitectura tradicional, ¿qué decir de los valores
volumétricos propugnados por el funcionalismo, y de los valores
espaciales propugnados por la tendencia organica? Una vez afirmada una c;onciencia moderna en la arquitectura, es lógico revelar
lo moderno en lo antiguo.' La acadellli~ dice: '}:studia
lo antiguo
En la actualidad hay un conocimiento mas amplio y directo de los
monumentos por ser mas facil el acceso a ellos y estarse
enriqueciendo cada vez mas la documentación histórica y
estilística. por ello la crítica. acorde con las inclinaciones propias de la época. se interesa hoy especialmente por la razón de ser de
los espacios arquitectónicos. Por la historia sabemos
cuando se hicieron los monumentos, por la estilística cómo
se hicieron y el círculo de comprensión sólo queda cerrado
al entender por qué se hicieron así. Elporqué
dieron determinada configuración espacial sus creadores a nuestros
monumentos novohispanos es justamente el motivo de las observaciones anotadas
en esta parte del
ensayo. De una manera tan superficial como facil ha sido acusada la
arquitectura novohispana de ser tan rica en imaginación decorativa como
aburrida, monótona y falta de vitalidad en la disposición de
plantas y alzados, es decir, en lo que atañe directamente a la
configuración espacial. Al estudiarla y analizarla así se hace
una disociación de sus valores y se concluye que siendo un arte
predominantemente suntuario adolece de pobreza en los mas esenciales
valores arquitectónicos, aceptandose, sin embargo y sin reparo,
la contradicción de que fue un arte de imaginación fecunda en lo
ornamental y pobre a la vez en las estructuras, o sea, que variedad y
monotonía corren paralelas. Y si el rico
aprovechamiento de lo ornamental en contraste con las estructuras
estereotipadas no puede ser negado. sí,
en cambio, debe ser explicado, pues sería tanto como aceptar una desconcertante
conciencia-inconsciente de sus creadores. Sin duda la consideración del
problema nos llevara a entender ese contraste, al sondear la
intención voluntaria con que este arte administró y
jerarquizó, de acuerdo con sus fines, los diversos ingredientes formales
que lo integran. Esta falta de objetivación de la arquitectura
virreinal, ha creado el prejuicio de su anquilosamiento arquitectónico,
prejuicio justificado, generalmente, por tomar como referencia la
esplendorosa movilidad estructuralalcanzada por el arte europeo, sobre todo, en
la época barroca. Se insiste demasiado en ver nuestro arte desde el
punto de vista 'colonia!', es decir, de trasplante, de
sujeción, como un arte mimético de los patrones del viejo mundo. Por ello, la decoración que aquí evolucionó a
la par y hasta superó en· abigarrado esplendor la productipara
hacer lo nuevo' -o bien- 'En lo antiguo esta lo nuevo.'
Nosotros decimos exactamente lo contrario: 'Profundiza lo moderno,
individualiza sus valores, para poderlos encontrar de nuevo en la arquitectura antigua, y as! amarla.' Bruno
Zevi, Saber ver la arquitectura. Ed. Poseidón. Buenos Aires. 1958, nota 4,
p. 137.
vidad europea, se lleva toda la atención y el
aplauso y se la puede mos· trar con justificado orgullo nacionalista. 2
En cambio, la impasible y reiterada repetición de plantas y alzados
convertidas en dogmatico canon durante tres
siglos es observada con desaire o se la calla prudentemente como un pecado que se trata de olvidar;
sobran dedos de la mano para citar, entre los miles de ejemplos
'coloniales', las plantas movidas y 'verdaderamente
barrocas'. Por otra parte, la practicamente nula
bibliografía y las escasas referencias al c:entido
espacial de la arquitectura virreinal parece mostrar que este aspecto no fue
objeto de preocupación, ni en su tiempo, ni posteriormente. Así,
la investigación resulta mas difícil en este
tema, pues por inexplorado se corre el peligro de perderse, de caer
facilmente en una arbitraria elucubración personal o en una
emotiva e ilusadistinción espadal inexistente. Podemos aprovechar la
abundante crítica acerca de la arquitectura europea, tan medida y
analizada, y justamente apoyarnos en ella como término
comparativo, buscando poner de relieve mas las diferencias que las
naturales similitudes, con el fin de encontrar por contraste lag diferentes
distintivas. Sin pretender con ello la superioridad o inferio· ridad de
un arte u otro, se trata de señalar sencillamente lo distintivo, puesto
que esta suficientemc'nte demostrado que la influencia europea no
eclipsó, sino antes bien promovió, la capacidad creadora en estas
tierras, de las que se puede decir -con Burckhardt- que 'verdaderamente
grande 10 es la nación que toma mucho de los demas y lo transo
forma en substancia propia'. Justamente apreciando los valores originales del arte europeo y
comparandolos con los nuestros se hace patente el grado de influencia,
pues lo que en Europa brilla y no se encuentra aquí nos da su limite de
continuidad y el grado de resistencia
local a las influencias. Esa resistencia se forta2 'Si en los mas
viejos edificios americanos de inspiración española las normas
metropolitanas apenas se modifican con algún acento provinciano debido a
la interpretación de los frailes arquitectos o a la mano de obra
indígena, en el barroco la América virreinal, encuentra su
mas adecuada expresión arquitectónica y crea tipos de
poderosa originalidad y de singular belleza, que no solamente superan a 10
europeo contemporaneo, sino que a veces, se proyectim sobre ello para
reavivar la tradi.ción fatigada y enriquecerla con nuevas aportaciones .
. . . resulta una arquitectura de inigualable riqueza
morfológica cuyo reciente conocimiento ha causado en los medios europeos
verdadero estupor. 'El antiguo virreinato de Nueva
España es acaso, en todo el mundo, uno de los centros mas
importantes de arquitectura barroca, que sólo aquí es llevada
hasta las últimas consecuencias.' Marqués de Lozaya,
Historia del arte hisPdnico. Ed. Salvat. Barcelona,
Buenos Aires. 1945, vol. IV. pp. 22~-224.
lece tras un decidido empeño de claridad e inmovilidad espacial, que
siendo tradicionalmente mexicano delata, con su presencia activa, durante el
curso de los tres siglos virreinales y aún hasta nuestros días,
algo que podríamos llamar, parafraseando a Worringer, una mexicana
'voluntad de espacio' o también la reafirmación de esa
'mismidad' que Chueca Goitia justamente considera como una prueba de
personalidad y fuerza, no de un estilo en particular, sino en términos
mas amplios, de una forma de cultura, •
EL SIGLO XVI
Asombra comprobar cómo unos cuantos años después, de la
Conquista, los trazos urbanos de México tienen ya un definido
caracter propio, que se dintingue por la organización
arquitectónica en torno a espacios muy amplios, delimitados ya sea por
conjuntos religiosos, como en el caso de los conventos y sus atrios, o bien por
disposiciones urbanísticas, como en las ciudades con sus catedrales,
parroquias y palacios en relación a las plazas. En la composición
del espacio hubo una
fusión clara del
sentidoorganizador hispanico con la sensibilidad indígena para
lograr la grandiosidad. La 'traza moderada' de 1539, dictada por el
virrey Antonio de Mendoza de ::tcuerdo con los
provinciales de las órdenes monasticas, y las 'Ordenanzas
sobre descubrimiento nuevo y población', dictadas por Felipe n, en
1563. fueron engendradas y nacieron precisamente
obligadas y configuradas, porque habia que encauzar la pujanza americana, El siglo dieciséis
logró la conjunción. con sorpresas mutuas; para el
indígena, la novedad de la arquitectura europea, con sus muros y
bóvedas capaces de aprisionar inmensos espacios interiores y hacerlos
sensibles, como a una escultura en negativo delimitada por la 'caja
mural'; para el europeo, la novedad del espacio abierto arquitecturado, el
descubrimiento de la funcionalidad de lo no cubierto, Así surgen los
conjuntos conventuales en los que como centros ceremoniales prevalece la
disposición prehispanica, con la mole de la igle• 'Nos
apj)yamos, pues -tal creemos-, sobre un hecho, un factum, y no una entelequia;
sobrt' una comunidad de hombres que viviendo en una misma tierra, un
destino común, Sf' han representado el mundo de una cierta manera,
Las ligaduras, los vínculos que han unido y que unen a estos hombres son
estrechos. son reales; comunidad de suelo, sangre,
historia. lengua. Forman una casta
histórica que, puesto que existe, expresa su propia mismidad, por la
vía del
arte, que es la que ahora aquí nos interesa,' Fernando Chueca
Goida. Invariantes Castizos de la Arqui·
tectura Española. EditorialDossat, S. A, 1947. p. 10
Francisco. XVII -XVI II .
sia y el convento frente al atrio bardeado. Esto
equivalía al volumen piramidal construido frente al vacío de las
plazas en el antiguo México y los ejes norte-sur y oriente-poniente, se
cruzaban precisamente en el centro del atrio, donde se colocaba una
cruz, y quedaban marcados regularmente por los vanos de acceso al espacio
abierto 3 (figura 1).
LOS ATRIOS
Penetrar en estos atrios es sentir cómo surgió de golpe el
espacio mexicano, ya no indígena, mas tampoco europeo.
Disposición espacial que surge como respuesta a una función
antes inexistente en ambos continentes. Las 'capillas de indios' o
'capillas abiertas', tan exclusivas de México, ya al
nombrarlas pregonan la novedad: son capilIas, sí, para
el rito católico y son de indios. sí,
pero ya para indígenas cristianos. Capillas en que el rito cristiano,
con quince siglos de limitar sus recintos sagrados, ahora por primera vez,
demanera consciente y sistematica, los abre, presionado por la
atavica tradición del rito prehispanico, del culto al aire
libre de tradición local. Trasunto de la plaza ritual es el atrio, y del
cúe o adoratorio, la capilla abierta. 4 Este indigenismo se impone y
transforma lo europeo, y ambas personalidades, la indígena y la
hispanica, se funden distinguiéndose a la vez, como en el hijo
que aunque con personalidad propia, permanecen en él los rasgos del
padre y la madre, lo heredado de ambos, y con ello va configurando su propio
caracter. . Como complemento y corroboración del espacio abierto
sacramentado,
8 'Los olmecas definieron los lineamientos basicos que, durante
veinte siglos, seguidan los pueblos precolombinos: la ciudad sagrada como
centro de la vida en comunidad, trazada sobre dos ejes perpendiculares
dirigidos a los puntos cardinales: Desde entonces los macizos y los espacios
libres fueron ordenados en una disposición que permaneció
inalterable hasta la época de la Conquista: las plazas rodeadas
dé plataformas y piramides, respondiendo así a las
necesidades del culto espectacular que las grandes masas populares
rendían a sus dioses.' Raúl Flores Guerrero, Historia
general del
arte mexicano. Época prehispanica. Ed.
Hermes. México-Buenos Aires, 1962, p. 20. 4 'Las capillas abiertas
representan quizas la única analogía posible entre el
templo cristiano y el teocali indígena; en ambos la religión se
practica al aire libre; los sacerdotes son los únicos que ocupan el
espacio cubierto y los fieles se encuentran en elgran patio cerrado,
exactamente como
en· los adoratorios indígenas. Constituyen, ademas, estos
edificios el tipo mas original de arquitectura religiosa en la
época colonial, pues que es diverso en su concepción de los que
existían en Europa, por ejemplo, las murallas musulmanas.' Manuel
Toussaint, Arte colonial en México. Universidad Nacional Autónoma
de México. México, 1962, p- 13.
dentro del
atrio aparecen las 'posas', otra novedad mexicana de este ritual de
funciones indoeuropeas; las posas equivalen a los santuarios secundarios que
rodeaban las plazas sagradas indígenas y, en lo europeo, a las capillas
laterales de una catedral cuya techumbre simboliza la bóveda celeste. Ellas también lucen esta abierta intimidad espacial.
Su ubicación en los cuatro extremos angulares del atrio hace que
delimiten el espacio sagrado y justifiquen su dimensión. Lo delimitan
puesto que el culto religioso en su desarrollo espacial, al efectuarse las
procesiones, las toca en el transito, posando o reposando en ellas. Sus dos arcos en correspondencia con los dos muros
ciegos de su fondo, puede decirse que reciben, y limitan, como brazos abiertos, en angulo, el
area del
atrio. Las posas son cabezas que vuelven su rostro al centro espacial y sus brazos se prolongan por los pasillos procesionales, que como invisibles naves
enlazadas forman así una especie de girola cuadrada, sensible, aunque no
ostensible. Las posas precisan la dimensión del espacio;
atras de ellas esta ya lo laico, lo civil, la calle. Si
desaparecieran las bardasatriales, que son el límite real del
espacio, pero quedaran las posas, el límite virtual de este mismo
espacio seguiría sintiéndose y con ellas la funcionalidad de los
ejes (figura 2). A la vez, si se dejaran las bardas, pero se movieran las posas
restringiendo o ex· pandiendo el rectangulo del atrio que
configuran, se sentiría la necesidad de replegar la barda atria! hasta ellas para recuperar el orden de los trazos. Hay
también reciprocidad espacial entre la portada de la iglesia, la capilla
abierta y las posas, ya que éstas sin aquéllas no tendrían
la jerarquía ni la rígida secuencia entre sí, debidas a la
procesión que sale de la iglesia y a ella vuelve como origen y meta final.
Por otra parte, el espacio vital frente a la capilla abierta se justifica por ella y podría crecer o disminuir arbitrariamente;
podría ser caprichosamente elastico sin la presencia de las posas
delimitantes. Así ha sucedido en algunos conventos en los que destruidas
las posas, la referencia desapareció con ellas
y el atrio se perdió, quedando la capilla abierta como una cabeza cercenada de su cuerpo al que
ya no puede regir. Las capillas posas son los guardianes del espacio que
domina la capilla abierta. Las bardas del
atrio también son, de lo mas significativo en esta
organización mexicana del
espacio. IS Son mas estéticas que últiles, sirven
IS 'El muro es, en términos generales, la contraparte de la terraza
o pavimento y bastan estos dos elementos para postular un sistema
arquitectónico.
En su forma mas simple (es decir, sin la
funciónadicional de sostener el techo) cabe considerar
mas para hacer
sensible el espacio que para defenderlo y sus almenas, transportadas de los altos muros, tienen
mas de rítmica empalizada que de hostil ofensa. Acentúan los límites clarificandolos, pero no
asfixiandolos, por eso la barda no necesita una gran altura para
conseguir su objeto organizador, aclarador y definidor. Sorprende la
escasa altura de estas bardas cuyas almenas son mojoneras de fronteras ideales
y un énfasis matematico y rítmico
ante los horizontes. Límite vibrante, pero ordenado, pues tras él
pueden asomar otras construcciones o la irregularidad del paisaje y por mas caóticos
que sean los perfiles que haya atras de la barda, el desorden se detiene
ante ellas, porque el espacio del
atrio ha quedado sujeto a composición. Lo que esta afuera es como un telón de fondo
escenografico en el que las irregularidades ya no pueden destruir la
composición segura, quieta y solemne del gran espacio abierto. En Teotihuacan
la 'ciudadela' y la plaza frente a la piramide de la Luna y en
Monte Alban el gran espacio abierto bordeado de edificios, expresan un concepto espacial no lejano de los atrios cristianos, como pudiera creerse.
Quiza subconscientemente, es el antecesor mas directo de ellos,
yesos espacios tienen también en el
centro pequeños altares o adoratorios, como los otros la cruz.
Los atrios cristianos, tan armónicamente configurados, no podían
dejar de hacer sensible el punto central de la vastedad de su espacio, punto
que siendo equidistante de losprincipales elementos reuniera en él algo
así como los radios de una rueda, las relaciones métricas
ahí convergentes. Las grandes cruces marcaban el punto de unión
de los dos ejes principales y, desde ellas, el ojo podía girar en torno
y apreciar la solemne frontalidad de la portada de la iglesia, las capillas
posas, los ingresos al atrio y al interior de la capilla abierta. El
angulo visual se inclinaba necesariamente desde la cruz
hasta el altar de la capilla y, sobre todo, la vista en perspectiva de las
bardas atriales hual muro como una pantalla y,
en consecuencia, puede, en conjunción con una super~ ficie pavimentada,
proporcionar una definición del
espacio. Su característica vertical no sólo sugiere medida, sino
que también implica cercamiento, aunque con esta palabra no queremos dar
la idea de un area totalmente circundada por
paredes. La definición completa, por ejemplo, de un area
rectangular mediante cuatrO muroS adyacentes sólo es un caso especial de
la fundó n general del muro, aunque por lo común es este sistema
el que se impone a la mente, cuando se utiliza el término
'cercamiento', Ya vimos que una superficie horizontal de dimensiones
finitas, formalmente determinada, proporciona la base material para una
disposición arquitectónica; sin embargo, este elemento -aunque
completo en un sentido practico-- carece del yendo hacia los
angulos extremos y siendo recibida y detenida por las capillas posas,
que sólo vistas desde la cruz muestran idéntica distorsión
en perspectiva al espectador. La cruz es, pues,en
estos atrios, el punto de vista mas apropiado para gozar y sentir la
estatica grandiosidad de los espacios abiertos, el orden en la variedad,
la armonia entre los volúmenes construidos y los espacios abiertos
configurados. Con el ~istema logrado, de referencia de este espacio
geometrizado y conver· gente a ~n centro, era lógico que el
efecto plastico espacial pidiera un elemento que sintetizara la
razón de ser de todo el conjunto y. así, la fonsecuencia
simbólica es la erección de las cruces tan grandiosas como ~l
espacio que señalan y a las que el arte esculpió amorosa y
primora$amente.
LAS IGLESIAS
Si al penetrar en los atrios se siente de inmediato la configuración
plastica dada al ~spacio abierto, apenas traspuesto el umbral de las
jglesias conventua]esde] siglo XVI, el contemplador
recibe el impacto de la continuidad de los conceptos espaciales ya
considerados. En esos interiores son aún mas
obvios aquellos conceptos, por tratarse de espacios cerrados y perfectamente
delimitados. Sus límites son fijos, reales, constituidos por los
mUl'ü;s y las bóvedas, que crean
volúmenes espaciales ~is]ados. En el exterior la
'transparencia' de sus límites virtuales constituida por las
bardas atriales permite adivinar el caos fuera de él. En el
~nterior eso ya no sucede y la sensibilidad, al no poder distraerse, es
arrebatada y envuelta por el espacio interno que se impone totalmente hace
mas ostensibles sus cualidades específicas; el espacio se hace
palpable, medible y apreciable . . Absorbidos, pues,
nos envuelve tantoel espacio como la caja mural, formamos parte
de una escultura vacía, o en negativo. Esta cualidad plastica,
absorbente, es exclusiva y distintiva de la arquitectura; todas las
demas artes nos dejan físicamente fuera de ellas,
sólo la arquitectura es capaz de un ap~deramiento tal, de manera que a
la sola sensibilidad com.poncnte visualmente necesario para cualquier forma de
construcción espacial. Este componente es el muro, el cual, en virtud de
su opacidad, obstruye la extensión de la visual mas alla del area que define, y
'refleja' de este modo la percepción del
espectador (como
cabría llamar convenientemente al sujeto que participa de cual·
quier ordenamiento espacial) y lo retiene dentro de dicho ordenamiento.'
R. D. Martieassen, La idea del espacio en la arquitectura
griega. Ed. Nueva Visión. Buenos
1lrc$, 1958. p. 19.
le toca saber dejarse llevar por esta sensación, para que después
el espectador pueda aprender y dominar la arquitectura con una mas cabal
apreciación de sus cualidades. 6 Para quien ha penetrado (:n las grandes iglesias góticas o renacentistas de
Europa, que podrían ser comparables por estilo y época a las
mexicanas del
siglo XVI~ y ha penetrado también en las grandes naves de Actopan,
Huejotzingo (lamina 1), Tepeaca o Cuitzeo, sabe muy bien que hay algo
distinto, solemne e impresionante en estas últimas iglesias. Existe en ellas un espacio que no tiene ni la tensión en fuga
vertical gótica, ni la precisión hieratico-matematica,
a veces acompañada de colosalismo aplastante, propiadel Renacimiento.
Este espacio de las iglesias mexicanas, amplio y alto como el
gótico, es un espacio sereno, nítido, en el que todo se abarca de
un vistazo. No hay allí las fugas laterales producidas por naves y
capillas, no hay tampoco la violenta atracción hacia el fondo, producida
por un exceso de longitud acen· tuada por el
ritmo de columnas laterales, ni tampoco la presión interna producida por
el dominio total de la altura en relación con la anchu· ra. La
estructura muestra sus paños verticales constructivos totalmente lisos,
y en lo alto se encuentra una noble serenidad en las cubiertas, de grandes
cañones corridos o con ricas bóvedas nervadas, o bien amba&
se combinan, como es frecuente en estas iglesias y noblemente cierran el
espacio a una proporcionada altura. Todo se traduce en un sereno equilibrio de
las dimensiones, ni lo ancho, ni lo alto, ni lo profundo prevalecen en
demasía; por ello este espacio ni se fuga ni se ahoga y participa tanto
de la elevación gótica, como de la razonada elegancia del
Renacimiento. Sus grandes proporciones nunca llegan a destruir el sentido de la
escala humana, que aquí respira a sus anchas en un
tono de sublimación. Es una escala que no se siente aplastada ni envanecida; es un espacio que admira, pero que no
arrebata; no hay violencia en él, porque es de una rotundidad
antropométrica tal, que sugiere la figura de un torso tranquilo y seguro
de sí mismo, que respira serenamente, que se expande y contrae con
rítmica vida. Los muros espesos, lisos y altos, apenas
horadados porventanas que
6 'La definición mas precisa que se puede dar hoy de la
arquitectura. es aquella que tiene en cuenta el
espacio interior. La arquitectura bella, sera la arquitectura que tiene
un espacio interno que nos atrae, nos eleva, nos subyuga espiritualmente; la
arquitectura 'fea', sera aquella que tiene un espacio interno
que nos molesta y nos repele. Pero lo importante es
establecer que todo lo que tiene espacio interno~ RO es arquitectura.'
Bruno Zev, op. cit., p. 19.
derraman la suficiente luz, nunca destruyen el dominio
de lo masivo; teciben la bóveda que, si es de cañón, se
une al muro sin marcar transiciones entre la curva del
intradós y la recta del
paño sustentante. No hay impostas ni cornisas
divisorias, si acaso unas franjas pintadas con grutescos denotan ligeramente
esa unión. Así, el espacio no encuentra
interrumpidos sus paños limite por ningún elemento
volumétrico (lamina 2). Cuando se trata
de las bóvedas nervadas, tampoco éstas interrumpen la
planimetría de los muros, y la conjunción de sus nervios y
plementos se queda en lo alto, absorbida en ménsulas. Estas
bóvedas son como
solemnes paraguas en suspensión, en las que los esfuerzos estructurales
parecen perderse en su reciprocidad y no transmitirse a columnas o apoyos
aislados; por el contrario, se funden en la seguridad del apoyo continuo que ofrece el muro
corrido. Aquí también el espacio no sufre tensiones
dinamicas y salvaguarda su serenidad de tal manera que las bóvedas
de nervadura en México, pese a sus diseños tan ricos y a veces
masque muchas de las grandes catedrales góticas, no producen la
peculiar sensación de esqueleto activo, propia de la verdadera
arquitectura ojival. Lo ascendente y lo descendente no es característico
de estas bóvedas; ellas simplemente
estan. Lucen con mayor abundancia en los absides y así es
aún mas sensible la armonía espacial, que logra que ia profundidad no sea sino el enlace de, la anchura y la
altura; la nitidez tridimensional se acusa al fondo, como en descansada meta (lamina 3).
Estos absides tampoco tienen nada de la calada transparencia del deambulatorio gótico,
o del
remolino de la girola. Sólo son nichos colosales para alojar la cabeza
esculpida de este espacio interior. Es tal la compacta unidad del
espacio en estas iglesias, sin protuberancias producidas por capillas cruceros
o cúpulas, que siendo necesario dar jerarquía simbólica al
presbiterio, al sancta sanctorum' lógicamente apareció la
presencia sistematica y típicamente mexicana del arco triunfal. Suave anillo, perfil que
denota como
índice marcador el tramo mas sagrado de esta compacta unidad
interior y la distingue de la nave. Exagerando la imagen, el conjunto del
atrio y la iglesia nos sugiere un cuerpo humano en cruz. Si la licencia
simbólica va mas alla y nos es
permitida, creeríamos ver en esto una· especie de
expresión arquitectónica del
cuerpo místico de Cristo, es decir, los distintos miembros de la iglesia
configurando un todo. En esa unidad los miembros arquitectónicos no
pueden sobrevivir fuera de ella y si bien tienen
individualidad, noalcanzan autonomía absoluta, pues aislados
perderían su sentido.
Cabe ahora preguntar na:,ta que grado es
verdaderamente original de Méxic',) ~ste tratamiento de la
composición espacial y cuales podrían ser sus antecedentes
mas mmediatos, ya que nada surge por generación
espontanea. La pregunta ha sido ya planteada por George Kubler, pero es
difícil encontrar la cumplida respuesta. 7 Queda en claro que: 'El
estilo mexicano de las iglesias de una sola nave progresa mas
alla de sus antecedentes peninsulares en la unificación y
clarificación, no sólo de la planta, sino de las masas y el
volumen', esto es, de los espacios. Ese progreso o novedad de matiz
mexicano al no tener claros antecedentes europeos debe tenerlos en la
tradición local, de manera que, algo del sentimiento plastico
prehispanico sobrevivió y se infiltró y mezcló con
factores constitutivos del momento histórico, como son lo
económico. lo social, lo ideológico,
etcétera. De esa mezcla surgió la nueva sustancia: lo mexicano,
de la necesidad imperiosa de responder con sinceridad y llaneza lógica a
estas nuevas necesidades económicas, políticas y religiosas de la
circunstancia histórica local. Ésta hizo que los frailes y alarifes
hispanos se adaptaran y dieran solución a
funciones que no podían conocer en Europa y, a su vez, que el
indígena pusiera esfuerzo, mano de obra y sensibilidad a programas
arquitectónicos para él totalmente nuevos. No resulta extraño
que esta recíproca entrega e intercambio produjera la originalidad
mexicana. En todo caso. lalección
artí~tica aportada por los conjuntos conven· tuales del siglo XVI
novohispano, fue de una efectividad y de un arraigo tal en el gusto de la nueva
sociedad aquí nacida y configurada, que su sentimiento plastico
espacial habra de prevalecer en siglos siguientes. resistiendo
el influjo europeo, absorbiéndolo y transformandolo a la medida
de sus intereses. En el transcurrir de los años el
rico venero
l' 'En ninguna de estas iglesias, sin embargo. de
Mondujar o Trujillo
o la Magda. lena en Valladolid, nos encontramos la ligera
fortificación, con apariencia de castillo, de los ejemplos mexicanos. Los usuales techos de baja pendiente y gabletes, son desconocidos o
extraños al patrón mexicano. Los ejemplares
españoles producen sólo un plan
basico, con el cual estamos familiarizados en México, en un
diseño confuso y con frecuencia oscuro. El estilo
mexicano de las iglesias de una sola nave. progresa
mas alla de sus antecedentes peninsulares en la
unificación y clasificación, no sólo C:e la planta, sino
de las masas y volumen. Las obras de Lorenzo Vazquez,
Rodrigo Gil de Ontañón y Francisco Becerra. solas. son inadecuadas para
considerarlas en relación con la fórmula mexicana. ¿De qué fuente, sin embargo, derivaron esos artistas
españoles la planta de una cola nave? No es nativa de
España. Si estos hombres hubieran permanecido
ael todo dentro de las modas peninsulares, hubieran desarrollado la planta
criptocolateral que es normal al gótico catalan, y sin duda, a
toda Espafia en la época de los Reyes Católicos.
Europeosirve de incentivo a la no menos rica imaginación americana y así en el arte
barroco encontrara, como
dice el mismo Kubler, su ~'idioma por excelencia'. El barroco mexicano
aprovecha la lección del siglo XVI~ que persevera en la
configuración de espacios, cuyas características seran en
adelante: composición sujeta a ejes centrados y rectilíneos,
límites definidos, nitidez dimensional y una ordenada y solemne quietud.
Dejamos por ahora de lado el analisis de otras obras y de un rico tema como el del urbanismo, donde se
pueden también encontrar rasgos peculiares, que merece
consideración aparte. En el siglo XVII, el programa constructivo
monastico va cediendo· el gitio al clero
secular. La población va polarizandose
en las ciudades de mayor importancia; capitales de provincia en lo civil; sedes
episcopales en lo eclesiastico o centros de industria y comercio en lo
económico; pero, es mas, todos estos factores a la vez se unen en
centros urbanos que vendran a ser las capitales de intendencia en el
siglo siguiente. o de Estados a partir del siglo XIX. Los
grandes conjuntos conventuales del XVI quedan, sin
mayor desenvolvimiento, señoreando pequeños poblados que se
cobijan y adormecen a su sombra. Pero su lección artística no se
perdera y así como
en ellos se fundieron tradiciones plasticas para formar algo nuevo, a su
vez transmitiran un sentimiento plastico propio que servid de
herencia~ aprovechada y enriquecida por el estilo barroco, que habra de colmar las dos centurias
siguientes.
IGLESIAS DE CONVENTOS DE MONJAS
Losconceptos de claridad espacial y rigidez. de
las plantas se continuaron en el siglo xvu por una voluntad compositiva y
necesidad didacti~a, cuya efectividad se había probado en el
siglo XVI.
Desde luego, Rodrigo Gil de Ontañón y Lazaro de Velazco,
describieron la planta de una sola nave como muy útil para edificios
de tamaño mediano. En efecto, 10$
Gerónimós utilizaron esa planta para sus fundaciones secundarias.
Pero el hecho de que una nueva planta encuentre uso,
no cuenta para sus orígenes. Hemos ya sugerido en alguna parte de este
volumen, la posibilidad de asociar fos ejemplares hispano-mexicanos con las ,iglesias de una sola nave del siglo 'XIII del suroeste francés.
El emplazamiento, planta, estructura, masas, volumen y
efectO' visual de los dos tipos, todo justifica la asociación. La
tesis ha sido discutida, pero permanece eihécho de que la
reconcentración franciscana en los años de 1530 a 1540 era en el
sur de Francia y de que muchos frailes franceses vinieron a México 1 Por el momento la hipótesis debe dejarse sin
mayor argume~uación;pero no debe ser
descartada.' George Kubler, Mexican Architecture ·
of the sixteenth century.