Isla de Jamaica -7 Jul 1503
Serenísimos y muy altos y poderosos Príncipes Rey o Reina,
Nuestros Señores: De Caliz pasé a Canaria en cuatro
días, y dende a las Indias en
diez y seis días, donde escribía. Mi intención era dar
prisa a mi viaje en cuanto yo tenía los navíos buenos, la
gente y los bastimentos, y que mi derrota era en la Isla de Jamaica; y en la
Isla Dominica
escribí esto: fasta allí truje el tiempo a pedir por la
boca. Esa noche que allí entré fue con tormenta
y grande, y me persiguió después siempre. Cuando
llegué sobre la Española envié el envoltorio de cartas, y
a pedir por merced
un navío por mis dineros, porque otro que yo llevaba era inavegable y no
sufría velas. Las cartas tomaron, y sabran si
se las dieron la respuesta. Para
mí fue mandarme de parte de ahí, que yo no pasase ni llegase
a la tierra: cayó el corazón a la gente que iba
conmigo, por temor de los llevar yo lejos, diciendo que si algún caso de
peligro les viniese que no serían remediados allí, antes les
sería fecha alguna grande afrenta[].. La
tormenta era terrible, y en aquella noche me desmembró los
navíos: a cada uno llevó por su cabo sin esperanzas, salvo
de muerte: cada uno de ellos tenía por cierto que los otros eran perdidos[]
E torno a los navíosque así me
había llevado la tormenta y dejado a mí solo. Deparómelos nuestro Señor cuando le plugo. El
navío Sospechoso había echado a la mar, por escapar, fasta la
isola la Gallega; perdió la barca, y todos gran parte de los
bastimentos: en el que yo iba, abalumado a maravilla, nuestro
Señor le salvó que no hubo daño de una paja. En el Sospechoso iba mi hermano; y él, después de
Dios, fue su remedio. E con esta tormenta, así a gatas, me
llegué a Jamaica:
allí se mudó de mar alta en
calmería y grande corriente, y me llevó hasta el Jardín de
la Reina sin ver tierra. De allí, cuando pude, navegué a
la tierra firme, adonde me salió el viento y corriente terrible al
opósito: combatí con ellos sesenta días, y en fin no le
pude ganar mas de setenta leguas En todo este
tiempo no entré en puerto, ni pude, ni me dejó tormenta del
cielo, agua y trombones y relampagos de continuo que parecía el
fin del mundo. Llegué al cabo de Gracias a
Dios, y de allí me dio nuestro Señor próspero el viento y
corriente. Esto fue a 12 de septiembre.
Ochenta y ocho días había que no me había dejado
espantable tormenta, atando que no vide el sol ni estrellas por mar; que
a los navíos tenía yo abiertos, a las velas rotas y
perdidas anclas y jarcia, cables, con las barcas ymuchos bastimentos, la gente
muy enferma, y todos contritos, y muchos con promesa de religión, y no
ninguno sin otros votos y romerías. Muchas veces
habían llegado a se confesar los unos a los otros.
Otras tormentas se han visto, mas no durar tanto ni
con tanto espanto. Muchos esmorecieron, harto y hartas veces,
que teníamos por esforzados. De una camarilla,
que yo mandé facer sobre cubierta, mandaba la vía. Mi
hermano estaba en el peor navío y mas peligroso[]
Llegué a tierra de Cariay, adonde me detuve a
remediar los navíos y bastimentos, y dar aliento a la gente, que
venía muy enferma. Yo que, como
dije, había llegado muchas veces a la muerte, allí supe de
las minas del
oro de la provincia de Ciamba, que yo buscaba. Dos indios me llevaron a
Carambaru, adonde la gente anda desnuda y al cuello un
espejo de oro, mas no le querían vender ni dar a trueque.
Nombraronme muchos lugares en la costa de la mar, adonde decían
que había oro y minas; el postrero era Veragua, y lejos de allí
obra de veinte y cinco leguas: partí con intención de los tentar
a todos, y llegado ya el medio supe que había minas a dos
jornadas de andadura: acordé de inviarlas a ver vísperas de
San Simón y Judas, que había de ser la partida: en esa noche se
levantó tanta mar yviento, que fue necesario de correr hacia adonde
él quiso; y el indio adalid de las minas siempre conmigo.- En todos
estos lugares, adonde yo había estado, fallé verdad todo lo que
yo había oído: esto me certificó que es así de la
provincia de Ciguare, que según ellos, es descrita nueve jornadas de
andadura por tierra al Poniente: allí dicen que hay infinito oro, y que
traen corales en las cabezas, manillas a los pies y a los brazos dello,
y bien gordas; y de él, sillas, arcas y mesas las guarnecen y enforran. También dijeron que las mujeres de allí traían
collares colgados de la cabeza a las espaldas. En esto que yo
digo, la gente toda de estos lugares conciertan en ello, y dicen tanto que yo
sería contento con el diezmo. También todos conocieron la
pimienta []
En todos sus usos son como los de la
Española. El oro cogen con otras artes, bien que todos son nada con los
de los cristianos. Esto que yo he dicho es lo que oyó[]
no es mi propósito de fablar en aquella materia, salvo de dar cuenta de
mi duro y trabajoso viaje, bien que él sea el mas noble y provechoso.
--Digo que víspera de San
Simón y Judas corrí donde el viento me llevaba, sin poder
resistirle. En un puerto excusé diez
días de gran fortuna de mar y del
cielo: allí acordé de novolver atras a las minas, y
dejélas ya por ganadas. Partí, por seguir mi viaje, lloviendo:
llegué a puerto de Bastimentos, adonde entré y no de
grado: la tormenta y gran corriente me entró allí catorce
días; y después partí, y no con buen tiempo. Cuando yo
hube andado quince leguas forzosamente, me reposó atras el viento
y corriente con furia: volviendo yo al puerto de donde había salido
fallé en el camino al Retrete, adonde me retruje con harto peligro y
enojo, y bien fatigado yo y los navíos y la gente: detúveme
allí quince días, que así lo quiso el cruel tiempo; y
cuando creí de haber acabado me fallé de comienzo: allí
mudé de sentencia de volver a las minas, y hacer algo fasta que
me viniese tiempo para mi viaje y marear; llegado con cuatro leguas revino la
tormenta, y me fatigó tanto a tanto que ya no sabía de mi
parte. Allí se me refrescó del mal la llaga: nueve
días anduve perdido sin esperanza de vida: ojos nunca vieron la mar tan
alta, fea y hecha espuma. El viento no era para ir adelante, ni
daba lugar para correr hacia algún cabo. Allí me detenía
en aquella mar fecha sangre, hirviendo como caldera por gran fuego. El
cielo jamas fue visto tan espantoso: un
día con la noche ardió como forno;
y así echaba la llama con los rayos, que cada vezmiraba yo si me
había llevado los masteles y velas; venían con tanta furia espantables
que todos creíamos que me habían de fundir los navíos. En
todo este tiempo jamas cesó agua del cielo, y no para
decir que llovía, salvo que resegundaba otro diluvio. La gente estaba ya
tan molida que deseaban la muerte para salir de tantos martirios. Los
navíos ya habían perdido dos veces las barcas, anclas, cuerdas, y
estaban abiertos, sin velas.---Cuando plugo a nuestro Señor
volví a Puerto Gordo, adonde reparé lo mejor que pude. Volví otra vez hacia Veragua para mi viaje, aunque yo no
estuviera para ello.
Todavía era el viento y corrientes
contrarios. Llegué casi adonde antes, y allí me salió otra
vez el viento y corrientes al encuentro, y volví otra vez al puerto, que
no osé esperar la oposición de Saturno con mares tan desbaratados
en costa brava, porque las mas de las veces trae tempestad ó fuerte
tiempo. Esto fue día de Navidad en horas de misa.
Volví otra vez adonde yo había salido con harta fatiga; y pasado
año nuevo torné a la porfía, que aunque me hiciera buen
tiempo para mi viaje, ya tenia los navíos innavegables, y la gente
muerta y enferma. Día de la Epifanía llegué a
Veragua, ya sin aliento: allí me deparó nuestro Señor un
río y seguro puerto,bien que a la
entrada no tenia salvo diez palmos de fondo. Metime en él con pena, y al día siguiente recordó la fortuna:
si me falla fuera, no pudiera entrar a causa del banco. Llovió sin cesar fasta
catorce de Febrero, que nunca hubo lugar de entrar en la tierra, ni de me remediar
en nada; y estando ya seguro a veinte y cuatro de Enero, de improviso vino el
río muy alto y fuerte; quebróme las amarras y proeses, y hubo de
llevar los navíos, y cierto los vi en mayor peligro que nunca.
Remedió nuestro Señor, como siempre hizo. No sé si
hubo otro con mas martirios. A seis de Febrero,
lloviendo, invié setenta hombres la tierra adentro; y a las cinco
leguas fallaron muchas minas; los Indios que iban con ellos los llevaron
a un cerro muy alto, y de allí les mostraron hacia toda parte cuanto
los ojos alcanzaban, diciendo que en toda parte había oro, y que hacia
el Poniente llegaban las minas veinte jornadas, y nombraban las villas y lugares , y adonde había de ello mas ó menos.
Después supe yo que el Quibian que había dado estos
Indios, les había mandado que fuesen a mostrar las minas lejos y
de otro su contrario; y que adentro de su pueblo cogían, cuando
él quería, un hombre en diez días
una mozada de oro: los indios sus criados y testigos de estotraigo conmigo. Adonde él tiene el pueblo llegan las barcas.
Volvió mi hermano con esa gente, y todos con oro que habían
cogido en cuatro horas que fue alla a la estada. La calidad es
grande, porque ninguno de estos jamas había visto minas, y los
mas oro. Los mas eran gente de la mar, casi todos grumetes. Yo
tenía mucho aparejo para edificar y muchos bastimentos. Asenté
pueblo, y di muchas dadivas al Quibian, que así llaman al
Señor de la tierra; y bien sabía que no había de durar la
concordia: ellos muy rústicos y nuestra gente muy importunos, y me
aposesionaba en su término: después que él vido las cosas
fechas y el trafago tan vivo acordó de las quemar y matarnos
a todos: muy al revés salió su propósito:
quedó preso él, mujeres y fijos y criados; bien que su
prisión duró poco: el Quibian se fuyó a un
hombre honrado, a quien se había entregado con guarda de hombres;
é los hijos se fueron a un Maestre de navío, a
quien se dieron en él a buen recaudo.---En Enero se había
cerrado la boca del río. En Abril los navíos
estaban todos comidos de broma, y no los podía sostener sobre agua.
En este tiempo hizo el río una canal, por donde
saqué tres dellos vacíos con gran pena. Las
barcas volvieron adentro por la sal y agua. La mar se puso alta y fea, y no lesdejó salir fuera: los indios
fueron muchos y juntos y los combatieron, y en fin los mataron. Mi hermano y la
otra gente toda estaban en un navío que quedó adentro: yo muy
solo de fuera, en tan brava costa, con fuerte fiebre, en tanta fatiga: la
esperanza de escapar era muerta: subí así trabajando lo mas alto,
llamando a voz temerosa, llorando y muy aprisa, los maestros de la
guerra de vuestras Altezas, a todos cuatro los vientos, por socorro; mas
nunca me respondieron. Cansado, me dormecí gimiendo[]
Levantéme cuando pude; y al cabo de nueve días hizo bonanza, mas
no para sacar los navíos del
río. Recogí la gente que estaba en tierra, y
todo el resto que pude, porque no bastaban para quedar y para navegar los
navíos. Quedara yo a sostener el pueblo con todos, si
vuestras Altezas supieran de ello. El temor que nunca aportarían
allí navíos me determinó a esto, y la cuenta que
cuando se haya de proveer de socorro se
proveera de todo. Partí en nombre de la
Santísima Trinidad, la noche de Pascua, con los navíos podridos,
abrumados, todos fechos agujeros. Allí en Belén
dejé uno, y hartas cosas. En Belpuerto hice
otro tanto. No me quedaron salvo dos en el estado de los otros, y sin
barcas y bastimentos, por haber de pasar siete mil
millas de mar y deagua, ó morir en la vía con fijo y hermano y tanta gente. Respondan
ahora los que suelen tachar y reprender, diciendo alla de un salvo: ¿por qué no hacíades esto
allí? Los quisiera yo en esta jornada. Yo bien
creo que otra de otro sabor los aguarda: a nuestra fe
es ninguna. ---Llegué a trece de Mayo en la provincia de Mago, que parte
con aquella del Catayo y de allí partí
para la Española: navegué dos días con buen tiempo, y
después fue contrario. El camino que yo llevaba era para desechar tanto
número de islas, por no me embarazar en los bajos de ellas.
La mar brava me hizo fuerza, y hube de volver atras sin velas:
surgí a una isla adonde de golpe perdí tres anclas, y
a la media noche, que parecía que el mundo se envolvía, se
rompieron las amarras al otro navío, y vino sobre mí, que fue
maravilla como no nos acabamos de se hacer rajas: el ancla, de forma que me
quedó, fue ella después de nuestro Señor, quien me
sostuvo. Al cabo de seis días, que ya era bonanza, volví a
mi camino: así ya perdido del todo de aparejos y con los navíos
horadados de gusanos mas que un panal de abejas, y la gente tan acobardada y
perdida, pasé algo adelante de donde yo había llegado denantes:
allí me torné a reposar atras la fortuna:
paré en la misma isla en masseguro puerto: al cabo de ocho días
torné a la vía y llegué a Jamaica en fin de
Junio, siempre con vientos punteros, y los navíos en peor estado: con
tres bombas, tinas y calderas no podían con toda la gente vencer el agua
que entraba en el vacío, ni para este mal de broma hay otra cura.
Cometí el camino para me acercar a lo mas cerca de la Española,
que son veinte y ocho leguas,--y no quisiera haber
comenzado. El otro navío corrió a buscar
puerto casi anegado. Yo porfié la vuelta de la mar
con tormenta. El navío se me anegó, que
milagrosamente me trujo nuestro Señor a tierra. ¿Quién creyera lo que yo aquí escribo? Digo que de cien partes no he dicho la una en esta letra.
Los que fueron con el almirante lo atestigüen. Si place a Vuestras
Altezas de me hacer merced
de socorro un navío que pase de sesenta y cuatro, con ducientos
quintales de bizcocho y algún otro bastimento, abastara para me
llevar a mí y a esta gente a España de la
Española. En Jamaica ya dije que no hay veinte y
ocho leguas a la Española. No fuera yo, bien que los
navíos estuvieran para ello. Ya dije que me fue mandado de parte de
Vuestras Altezas que no llegase a ella. Si este mandar ha aprovechado, Dios lo sabe. Esta carta
invío por vía y mano de Indios: grande maravilla sera
sialla llega.¬ De mi viaje digo: que fueron ciento y cincuenta
personas conmigo, en que hay hartos suficientes para pilotos y grandes
marineros: ninguno puede dar razón cierta por donde fui yo ni vide: la razón es muy presta. Yo partí
sobre el pueblo del Brasil: en la Española no
me dejó la tormenta ir al camino que yo quería: fue por fuerza
correr adonde el viento quiso. En ese día
caí yo muy enfermo: ninguno había navegado hacia aquella parte:
cesó el viento y el mar dende a ciertos días, y se
mudó la tormenta en calmería y grandes corrientes. Fui a
aportar a una isla que se dijo de las Bocas, y de allí a
Tierra firme. Ninguno puede dar cuenta verdadera de
esto, porque no hay razón que abaste; porque fue ir con corriente sin
ver tierra tanto número de días. Seguí la costa de
la Tierra firme: esta se asentó con compas y arte. Ninguno hay
que diga debajo cual parte del cielo ó cuando
yo partí de ella para venir a la Española. Los pilotos creían venir a parar a la isla de
Sanct-Joan; y fue en tierra de Mango, cuatrocientas leguas mas al Poniente de
adonde decían. Respondan, si saben, adonde es
el sitio de Veragua. Digo que no pueden dar otra razón ni cuenta, salvo que fueron a unas tierras adonde hay
mucho oro, y certificarle; mas para volver a ellael camino tienen
ignoto. Sería necesario para ir a ella
descubrirla como
de primero. Una cuenta hay y razón de astrología, y cierta: quien
la entiende esto le abasta. A visión profética
se asemeja esto. Las naos de las Indias,
si no navegan salvo a popa, no es por la mala fechura, ni
por ser fuertes; las grandes corrientes que
allí vienen, juntamente con el viento hacen que nadie porfíe con
bolina, porque en un día perderían lo que hubiesen ganado en
siete; ni saco carabera aunque sea latina
portuguesa. Esta razón hace que no naveguen, salvo con colla, y por
esperarle se detienen a las veces seis y ocho meses en puerto; ni es
maravilla, pues que en España muchas veces acaece otro tanto[]
En Cariay, y en esas tierras de su comarca, son grandes fechiceros y muy
medrosos. Dieran el mundo porque no me detuviera allí una hora. Cuando
llegué allí luego me inviaron dos muchachas muy ataviadas: la mas
vieja no seria de once años y la otra de siete; ambas con tanta
desenvoltura que no serian mas unas putas: traían polvos de hechizos
escondidos. En llegando las mandé adornar de nuestras cosas y las
invié luego a tierra: allí vide una sepultura en el monte,
grande como
una casa y labrada, y el cuerpo descubierto y mirando en ella. De otras artes
medijeron y mas excelentes. Animalias menudas y
grandes hay hartas y muy diversas de las nuestras. Dos puercos hube yo en
presente, y un perro de Irlanda no osaba esperarlos.
Un ballestero había herido una animalia, que se parece a un gato
paul, salvo que es mucho mas grande, y el rostro de hombre: teníale
atravesado con una saeta desde los pechos a la cola, y porque era feroz
le hubo de cortar un brazo y una pierna: el puerco en viéndole se le
encrespó y se fue huyendo: yo cuando esto vi mandé echarle
begare, que así se llama donde estaba: en llegando a él,
así estando a la muerte y la saeta siempre en el cuerpo, le
echó la cola por el hocico y se la amarró muy fuerte, y con la
mano que le quedaba le arrebató por el copete como a enemigo. El auto tan nuevo y hermosa montería me hizo escribir esto.
De muchas maneras de animalias se hubo, mas todas
mueren de barra. Gallinas muy grandes y la pluma como lana vide
hartas. Leones, ciervos, corzos otro tanto, y así aves. Cuando yo
andaba por aquella mar en fatiga en algunos se puso herejía que
estabamos enfechizados, que hoy día estan en ello. Otra
gente fallé que comían hombres: la desformidad de su gesto lo
dice. Allí dicen que hay grandes mineros de cobre: hachas de ello, otras
cosas labradas, fundidas,soldadas hube, y fraguas con
todo su aparejo de platero y los crisoles. Allí van vestidos; y en
aquella provincia vide sabanas grandes de algodón, labradas de
muy sotiles labores; otras pintadas muy sutilmente a colores con
pinceles. Dicen que en la tierra adentro hacia el Catayo las hay tejidas de
oro. De todas estas tierras y de lo que hay en ellas,
falta de lengua, no se saben tan presto. Los pueblos, bien que sean espesos, cada uno tiene diferenciada lengua, y es en
tanto que no se entienden los unos con los otros, mas que nos con los de Arabia. Yo creo que esto sea en esta gente salvaje de la
costa de la mar, mas no en la tierra dentro._Cuando yo descubrí las Indias dije que
eran el mayor señorío rico que hay en el mundo. Yo dije del
oro, perlas, piedras preciosas, especerías, con los tratos y ferias, y
porque no pareció todo tan presto fui escandalizado. Este
castigo me hace agora que no diga salvo lo que yo oigo de los naturales de la
tierra. De una oso decir, porque hay tantos testigos, y es que yo vide
en esta tierra de Veragua mayor señal de oro en dos días primeros
que en la Española en cuatro años, y que las tierras de la
comarca no pueden ser mas fermosas ni mas labradas, ni la gente
mas cobarde, y buen puerto, y fermoso río, ydefensible al mundo.
Todo esto es seguridad de los cristianos y certeza de señorío,
con grande esperanza de la honra y acrecentamiento de
la religión cristiana; y el camino allí sera tan breve como a la
Española, porque ha de ser con viento. Tan señores son Vuestras
Altezas de esto como de
Jerez ó Toledo: sus navíos que fueren
allí van a su casa. De allí sacaran oro: en otras tierras,
para haber de lo que hay en ellas, conviene que se lo
lleven, o se volveran vacíos; y en la tierra es necesario que
fíen sus personas de un salvaje. _Del otro que yo dejo de decir, ya dije
por qué me encerré:no digo así,
ni que yo me afirme en el tres doble en todo lo que yo haya jamas dicho
ni escrito,y que yo estó a la fuente. Genoveses, Venecianos y
toda gente que tenga perlas, piedras preciosas y otras cosas de valor, todos
las llevan hasta el cabo del mundo para las
trocar, convertir en oro:el oro es
excelentísimo: del
oro se hace tesoro, y con él, quien lo tiene, hace cuanto quiere en el
mundo, y llega a que echa las animas al paraíso. Los
señores de aquellas tierras de la comarca de Veragua cuando mueren
entierran el oro que tienen con el cuerpo; así lo dicen [
El oro que tiene el Quibian de Veragua y los otros de la comarca, bien
que según información él seamucho, no me paresció
bien ni servicio de vuestras Altezas de se le tomar por vía de robo: la
buena orden evitara escandalo y mala fama, y hara que todo
ello venga al tesoro, que no quede un grano. Con un
mes de buen tiempo yo acabara todo mi viaje: por falta de los navíos no
porfié a esperarle para tornar a ello, y para toda cosa de
su servicio espero en Aquel que me hizo, y estaré bueno. Yo creo que V.
A. se acordara que yo quería mandar hacer los navíos de
nueva manera: la brevedad del
tiempo no dio lugar a ello, y cierto yo había caído en lo
que cumplía--Yo tengo en mas esta negociación y minas con
esta escala y señorío, que todo lo otro que esta hecho en
las Indias.
No es este hijo para dar a criar a
madrastra. De la Española, de Paria y de las otras tierras no me acuerdo
de ellas, que yo no llore: creía yo que el ejemplo dellas hobiese de ser
por estotras al contrario: ellas estan boca ayuso, bien que no mueren:
la enfermedad es incurable, ó muy larga: quien las llegó a
esto venga agora con el remedio si puede ó sabe: al descomponer cada uno
es maestro. Las gracias y acrecentamiento siempre fue uso
de las dar a quien puso su cuerpo a peligro. No es razón
que quien ha sido tan contrario a esta negociación le goce ni sus fijos. Los que sefueron de las Indias fuyendo los
trabajos y diciendo mal dellas y de mí, volvieron con cargos: así
se ordenaba agora en Veragua: malo ejemplo, y sin provecho del negocio y para
la justicia del mundo: este temor con otros casos hartos que yo veía
claro, me hizo suplicar a V.A. antes que yo viniese a descubrir
estas islas y tierra firme, que me las dejasen gobernar en su Real nombre:
plúgoles: fue por privilegio y asiento, y con sello y juramento, y me
intitularon de Visorrey y Almirante y Gobernador General de todo; y
aseñalaron el término sobre las islas de los Azores cien leguas:
y aquellas del Cabo Verde por línea que pasa de polo a polo, y desto y
de todo que mas se descubriese, y me dieron poder largo: la escritura a
mas largamente lo dice.---El otro negocio famosísimo esta con los
brazos abiertos llamando: extranjero ha sido fasta ahora. Siete años
estuve yo en su Real corte, que a cuantos se fabló de esta empresa todos
a una dijeron que era burla: agora fasta los sastre suplican por
descubrir. Es de creer que van a saltear, y se les otorga, que cobran
con mucho perjuicio de mi honra y tanto daño del negocio. Bueno es de dar a Dios lo suyo y acetar lo que le pertenece.
Esta es justa sentencia, y de justo. Las tierras que aca obedecen a V.A. sonmas que
todas las otras de cristianos y ricas. Después que yo, por
voluntad divina, las hube puestas debajo de su Real y alto
señorío y en filo para haber grandísima renta, de
improviso, esperando navíos para venir a su alto concepto con
victoria y grandes nuevas del oro, muy seguro y alegre, fui preso y echado con
dos hermanos en un navío, cargados de fierros, desnudo en cuerpo, con
muy mal tratamiento, sin ser llamado ni vencido por justicia.
¿Quién creera que un pobre
extranjero se hobiese de alzar en tal lugar contra V.A. sin causa, ni sin brazo
de otro Príncipe, y estando solo entre sus vasallos y naturales, y
teniendo todos mis fijos en su Real Corte? Yo vine a servir de veinte
ocho años, y agora no tengo cabello en mi persona que no sea cano y el
cuerpo enfermo, y gastado cuanto me quedó de aquellos, y me fue tomado y
vendido, y a mis hermanos fasta el sayo, sin ser oído ni visto, con gran deshonor mío. Es
de creer que esto no se hizo por su Real mandado. La restitución
de mi honra y daños, y el castigo en quien lo fizo, fara sonar su
Real nobleza; y otro tanto en quien me robó las perlas, y de quien ha
fecho daño en ese almirantado. Grandísima virtud, fama con ejemplo sera si hacen
esto, y quedara a la España gloriosa memoria con la
deVuestras Altezas de agradecidos y justos Príncipes. La
intención tan sana que yo siempre tuve al
servicio de Vuestras Altezas, y la afrenta tan desigual, no da lugar al
anima que calle, bien que yo quiera: suplico a vuestras Altezas
me perdonen Yo estoy tan perdido como dije: yo he llorado fasta aquí
a otros: haya misericordia agora el Cielo y llore por mí la
tierra. En el temporal no tengo solamente una blanca para el oferta: en el
espiritual he parado aquí en las Indias de la forma que esta
dicho: aislado en esta pena, enfermo, aguardando cada día por la muerte,
y cercado de un cuento de salvajes y llenos de crueldad y enemigos nuestros, y
tan apartado de los Santos Sacramentos de la Santa Iglesia, que se
olvidara desta anima si se aparta aca del cuerpo. Llore por mí quien tiene caridad, verdad y justicia.
Yo no vine este viaje a navegar por ganar honra
ni hacienda: esto es cierto porque estaba ya la esperanza de todo en ella
muerta. Yo vine a V.A. con sana intención y buen celo,
y no miento. Suplico humildemente a V.A. que si a Dios place de
me sacar de aquí, que haya por bien mi ida
a Roma y otras romerías. Cuya vida y alto
estado la Santa Trinidad guarde y acreciente. Fecha en
la Isla de Jamaica
a 7 de Julio de mil quinientos y tres años.