|Afliliación: Federick H. Deruisseau |Recibido: 11/08/|
|Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne |Aceptado: 25/11/|
|12, place du Panthéon
|75231 Paris cedex
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Cuidados corporales
Cuando hoy día comparamos los Tratados de Higiene de la Edad Media con
los procedentes de la época de esplendor del 'Rey Sol', las
reglas higénicas medioevales nos parecen en realidad progresivas; el lavado
y los baños ocupan en ellas un puesto preferente, las casas de
baños municipales desempeñan un papel especialmente importante.
Ahora bien, precisamente estas casas de baños contribuyeron a la
licenciosidad de las costumbres e incluso se cree que también fueron
responsables de la rapida propagación de epidemias. Por esta
razón, la Iglesia procuró que se cerraran estas instituciones,
que en un principio se hallabanexclusivamente
destinadas a fines higiénicos. De este modo,
las casas de baños desaparecieron poco a poco de las ciudades y la gente
empezó a perder el habito de bañarse. El aseo corporal
dejó de tener importancia hasta el punto de que en el siglo XVII,
época de un lujo refinado en el vestido, el
baño solamente se conocía como
una prescripción médica poco frecuente.
Verdad es que en una monografía aparecida en 1630 acerca de la
galantería francesa se dice que debiera irse de vez en cuando a la casa
de baños para mantener limpio el cuerpo, y que debiera uno tomarse la
molestia de lavarse las manos cada tres días con jabón de
almendras. Sin embargo, el mismo Luis XIV era muy reacio al baño, pues
le producía vértigos y dolores de
cabeza. 'El rey jamas se ha podido habituar a
bañarse en casa', hace notar melancólicamente Vallot, su
médico de camara, en 1658 en el 'Journal de la Santé
du Roi'. Mas afición mostraba el rey por los
baños en el Sena; cuando era niño, se bañaba en el
río con su madre, Ana de Austria (1601-1666), y las personas de la
Corte, todos ellos vestidos con largas camisas grises.
De todos modos, la limpieza de las manos era considerada como algo
importante. El rey se frotaba las manos opr las mañanas y a las horas de
la mesa con un paño impregnado en
espíritu de vino. También se recomendaba a los jóvenes
príncipes que se frotaran las manos con paños después
dehaberse vestido.
El lavado de las manos pasaba por ser signo de extraordinaria decencia y en la
Corte llegó a ser una cuestión de prestigio; una prueba de
consideración y de amistad era el que una dama de la Corte invitara a una
compañera suya a lavarse juntas las manos en la
misma jofaina.
El lavado de las manos después de la comida llegó a constituir
una necesidad, pues en la Corte, según comunica Liselotte del
Palatinado, únicamente el rey utilizaba un tenedor. También
se generalizó la moda de enjuagarse la boca después de la comida,
en tanto que los gargarismos solamente se hacían en casos de
enfermedades de garganta.
El cambio de ropa interior tampoco se hacía con demasiada frecuencia. En
las memorias y cartas de aquella época se encuentran siempre quejas
acerca del
mal olor de la gente de la Corte. Así se explica el frecuente uso de penetrantes perfumes. En parte era
también el tabaco la causa de los desagradables olores e incluso las
damas tomaban rapé. Liselotte del Palatinado
dice desenfadadamente que este tabaco 'hacía apestar
horriblemente'.
A esto venía a agregarse otra calamidad; aun cuando se conocía el
uso de los pañuelos, se prefería
ostentarlos visiblemente y sólo en calidad de adorno, de tal manera que
al tomar rapé se ensuciaban facilmente el vestido y la gorguera
de encajes.
Higiene de la vivienda
Todavía mas que el deficiente aseo corporal,era
la suciedad de las viviendas la que contribuyó a las enfermedades. Aun
actualmente puede advertirse la poca atención que se concedía a
la salud en estos suntuosos castillos, a pesar de
modificaciones y renovaciones. Aun cuando era la época delos altos y pesadamente adornados aposentos del estilo barroco (el dormitorio del
rey y de su familia no tienen el caracter íntimo de
'boudoir' de las habitaciones del
siglo XVIII), estos aposentos, precisamente a causa de su espaciosidad y
altura, eran difícilmente calentables en invierno. El rey, que gustaba del aire libre, había
abrir las ventanas de par en par, pero otras personas, como Madame de Maintenon, que acostumbraba a
sentarse en una silla protegida por tres lados de la corriente de aire por
medio de un biombo, tenía las ventanas herméticamente cerradas.
Estas soberbias habitaciones contrastaban bizarramente con el insuficiente
'gabinete accesorio', cuartitos pequeñísimos a menudo
sin ventanas (los llamados guardarropas), en los
cuales por lo general, se hallaba colocado el sillón destinado a ciertas
necesidades. En estos castillos no existían ni
siquiera pozos negros como
en la Edad Media. Los primeros retretes, denominados 'cabinets
d'aisance' (ya el nombre indicaba que se consideraban como instalaciones de lujo) fueron colocados en
Versalles en el último tercio del
siglo XVIII y se destinaban exclusivamente para el rey y lareina.
Estas insuficientes instalaciones sanitarias eran el tosco reverso de un siglo por lo demas tan resplandeciente. El antiguo
Louvre, así como
también el nuevo palacio de Versalles, eran ensuciados sin miramiento
alguno. En las cercanías de las viviendas reales, venía a
agregarse en París el lodo y la suciedad de las calles.
Después de los disturbios de la Fronda, la reina-madre no quería
regresar a la capital para no exponer a sus hijos a la 'peste del
Palais Royal', pues en él habían enfermado.
Todavía mas antihigiénica era la instalación del
antiguo Louvre. En el dormitorio del monarca reinaba tal oscuridad
que había que tener encendidas las bujías durante el día.
Los mismos ciudadanos llegaron a sentirse molestados por la suciedad que se
acumuluba alrededor de los palacios, como lo prueba un memorial
presentado en 1670. 'El ensuciamiento de los palacios - se dice en
él - no solamente ofende al respeto que merece una vivienda real, sino
también a la pulcritud y a la decencia, y es verdaderamente peligroso en
tiempos de peste'. El solicitante se ofrece por ello colocar una serie de
'sillones de necesidades', cuyo arrendamiento desea tomar por su
cuenta. La general suciedad de los jardines representaba para los habitantes de
los palacios y de la ciudad algo mas que una molestia, pues
constituía un permanente peligro para la salud,
ya que todas las basuras de laciudad de París iban a verterse en el
Sena, con lo cual el agua de este río quedaba completamente apestada.
Como quiera que sólo existían tres acueductos en la ciudad, uno
de los cuales procedía del tiempo de los romanos, el agua era
generalmente recogida por los aguadores directamente del río contaminado
y vendida a los ciudadanos, que la bebían sin tomar medida alguna de
precaución; las consecuencias de ello eran la disentería y el
cólera.
Higiene del parto y de los recién nacidos.
En circunstancias especiales se practicaba en la Corte una especie de Higiene;
así, por ejemplo, el llamado 'lit de travail', cama especial
para los partos de las reinas, se cubría con una funda protectora del
polvo.
Por lo que respecta a la parturienta, no se tomaban excesivas
precauciones. Ya durante el parte debían
hallarse presentes los príncipes y las princesas, así como altos dignatarios,
con objeto de hacer imposible una suplantación dela criatura. El
recién nacido se llevaba a una habitación contigua y ante una
chimenea que se encendía aún en los meses de verano, era frotado
con una esponja empapada en vino o esencia de rosas.
Durante nueve días no se permitía abrir los
postigos de las ventanas en la habitación de las egregias parturientas.
También se ponía especial cuidado en que no
penetrara en el aposento ninguna persona que oliera a perfume, pues se
creía que los oloreseran perjudiciales para la madre y el niño.
Se consideraba de consecuencias fatales el que la parturienta se durmiera
inmediatamente después del parto y, por lo general, era
obligacióndel segundo cirujano hablar a la joven madre para que se
mantuviera despierta.
Las medidas de precaución tomadas para la selección de amas eran
interesantes: tres meses antes del parto se escogían entre el gran
número de solicitantes cuatro amas; su edad tenía que estar
comprendida entre los 22 y los 30 años y debían tener leche ya 3
meses, ser de temperamento sanguíneo y humor jovial y poseer una
constitución vigorosa y un buen apetito. Se exigía que tuvieran
el cabello castaño o negro, dientes sanos, piel
blanca y carecer de olor corporal. El médico de camara
escogía las amas según estas normas y el
cirujano era encargado de extender un certificado de salud de sus familias; los
vecinos eran también preguntados acerca de la conducta de las amas. Estas nodrizas, escogidas cuidadosamente según principios
que en parte casi no se diferencian de los actuales, no podían tocar
siquiera al pequeño príncipe. Las tareas de vestirle,
mudarle los pañales, lavarle, cepillarle y limpiarle las orejas, eran
desempeñadas solamente por las llamadas 'remueuses' (de
'remuer' remover) y esto solamente a horas determinadas; también
estaban obligadas a notificar inmediatamente al médico cuando en el
cuerpo del niño seadvertían manchas, granos y otros signos de
enfermedad.
Citaremos algunas prescripciones sacadas de los preceptos para la
educación del Delfín, tal como habían sido dictados
expresamente para Luis XIV hasta cumplir los 7 años: El recién
nacido no debe dormir en lechos de pluma, sino sobre colchones de crin y
estando encencidas las bujías, con objeto de que no sea intranquilizado
por fantasmas; ha de llevar calzado cómodo y vestidos amplios, el pelo
sera peinado y limpiado y las manos lavadas, pues la pulcritud 'es
una cualidad muy recomendable para un príncipe'. Para
evitar accidentes, las paredes de la habitación donde jugaba el niño eran forradas con colchones hasta la altura
de una persona.
Profilaxis de contagios
En esta Corte que se limitaba a cumplir las reglas elementales de limpieza, se
tomaban también pocas precauciones en casos de enfermedades contagiosas.
En atención a la frecuente aparición de las viruelas, por deseo del
monarca no se admitían en palacio jóvenes que no hubieran pasado
ya esta enfermedad.
Por su parte, el rey practicaba una especie de desinfección el
día en que se llevaba a cabo la tradicional ceremonia de 'tocar a
los escrofulosos'; antes de dicho acto se frotaba las manos con un
paño empapado en vinagre.
Verdad es que en aquel tiempo había en la Corte una persona que empleaba
medidas de profilaxis casi semejantes a las modernas eincluso las exageraba;
nos referimos a la marquesa de Sablé (1599-1678), una
'précieuse' del espiritual salón de la
Rambouillet. Un gran historiógrafo de la
época, Tallement des Réaux, nos describe su miedo a los
contagios. Cuando tenía que ser sangrada, el cirujano era conducido al
aposento mas alejado del dormitorio y allí tenía que
despojarse de sus vestidos, vestirse con una bata limpia y ceñirse un
gorro nuevo para no traer a la marquesa el aire viciado de sus pacientes, pues
ésta estaba convencida - y así lo dice en una carta - de que,
'un vestido sucio se impregna de aire viciado mucho mejor que uno
limpio'.
No parece sino que esta marquesa presintió la asepsia moderna.
También exigía de sus amigos que habían visitado a
enfermos de viruelas, innumerables medidas de precaución: tenían
que dejar pasar por lo menos tres días después de haber estado en
casa del enfermo, habían de cambiar sus vestidos por completo y escoger
para visitarla un día en que helara, no permitiendo que se acercaran a
ella a distancia menor de cuatro pasos; por su parte, hacía encender un
gran fuego y empleaba vinagre, ruda y absenta como medidas de
precaución.
Como se ve, ya se iniciaban aquí algunos principios para la
profilaxis de las enfermedades contagiosas; pero la verdad es que las reglas de
Madame de Sablé no lograron imponerse. El mundo
estaba todavía muy alejado de la Higiene moderna.