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Bandolerismo en Buenos Aires



El primer paso sera trazar un cuadro general del desarrollo del bandolerismo en Buenos Aires, tratando de otorgar alguna claridad a un panorama todavía difuso y borroso. Para ello recurriremos primero a registrar las percepciones que tuvieron las elites y las autoridades del fenómeno y luego nos internaremos en el analisis de los expedientes judiciales.

9Desde la década de 1770 se puede observar en la documentación crecientes referencias al accionar de bandas de salteadores. En su mayor parte provienen de la Banda Oriental y en menor medida de otras zonas del area rioplatense y en general se referían a corambreros o changadores dedicadas al trafico ilegal de cueros. Hacia la década de 1790 pareciera que la situación empieza a cambiar y las referencias se acrecientan en Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y, en menor medida, en Buenos Aires. Así, en 1793, una Junta de Hacendados de Buenos Aires y Santa Fe reclamaba por la cantidad de “vagos y malhechores, salteadores y ladrones de ganado de la campaña” pero también por algunas gavillas que andaban “salteando y saqueando casas” en el norte de la campaña bonaerense (en Areco, Fontezuelas, Arrecifes, Tala y Arroyos)17. Poco después también eran abundantes las quejas que llegaban desde Entre Ríos18 donde entre 1798 y 1799 varias bandas de salteadores asolaron pueblos, pulperías y estancias robando ganados pero también mujeres en las costas entrerrianas del Parana y del Uruguay19; al parecer, la mas numerosa estaba integrada por varios desertores del cuerpo de Blandengues20. A su vez, entre 1800 y1801, otra importante gavilla asaltó algunos poblados entrerrianos y extendió sus acciones también sobre el pueblo de Las Víboras en la Banda Oriental21, un area donde el accionar de los salteadores parece no haber dejado de crecer desde entonces. Aunque no estamos en condiciones todavía de trazar un cuadro preciso del bandolerismo a fines período colonial en el conjunto del area rioplatense las evidencias disponibles sugieren que las gavillas de salteadores eran frecuentes, que muchas veces se reclutaban entre desertores y perseguidos de la justicia y que su patrón de actividades incluía desde el contrabando de cueros y ganados al Brasil hasta el saqueo de pulperías y poblados y que no era infrecuente el “robo” de mujeres.



10A su vez, estas evidencias sugieren que las gavillas sólo ocasionalmente actuaron en territorio bonaerense. En todo caso, algo es bastante claro: hasta fines de la colonia los salteadores no eran vistos como una seria amenaza para un orden social cuyo centro estaba en la ciudad y que atendía poco (y mal) lo que sucedía en las campañas. Aquí la situación comenzó a cambiar a partir de 1810. Un puntilloso observador de la época no dejó de anotar que a principios de octubre de 1811 abundaban en la ciudad las partidas de veintenas de hombres armados que efectuaban asaltos “valiéndose del nombre de la justicia”22. Así, hacia 1812 el gobierno revolucionario tomaba medidas extremas para afrontar 'la escandalosa multitud de robos y asesinatos que a todas horas y diariamente se cometen en esta ciudad y extramuros, por partidasgrandes de ladrones'23 y organizó una fuerza militar para detener a quienes tuvieran “fama de salteador” y que según su comandante “abundan en estas campañas“24. En sus memorias, Pedro J. Agrelo, integrante de la comisión especial de justicia que se organizó ese año describió con claridad las dos preocupaciones centrales que ella tenía. Por un lado, la persecución de los individuos y grupos contrarios al gobierno revolucionario y sobre los cuales recayó una durísima represión en julio con decenas de condenados a muerte y centenares de deportados. Por otro, “los robos y violencias a que quería declinar insensiblemente la multitud en las clases inferiores”. En opinión de Agrelo mientras que “en tiempos tranquilos […] siempre son menos los delitos y de menos trascendencia, que en los principios de una revolución en que rotos de repente todos los vínculos de la sociedad y alterado el orden de las ocupaciones ordinarias de los ciudadanos, los pueblos se desmoralizan y cada uno se considera autorizado para tomarse mayores licencias, con el nombre de libertad […] Tal era, pues, el estado al que iba deslizandose la plebe aprovechando la contracción de todas las autoridades a los objetos preferentes de la revolución”25.

11La situación debe haber empeorado hacia 1817 cuando el Director Supremo decidió la 'suspensión al giro ordinario de las fórmulas judiciales' organizando una 'comisión militar para conocer sumariamente en las causas'26. El reclamo de “vindicta pública” se propagó inmediatamente a la justicia y los fiscales exigían “castigar yescarmentar esta clase de delincuentes de que tanto abunda el Pays”27. Era otra manifestación del giro crecientemente conservador y autoritario de una elite revolucionaria cada vez mas basada en su poder militar y en un reclutamiento compulsivo efectuado en el mundo rural28.

12Como es sabido, la guerra de independencia dio curso a una guerra civil que adoptó la forma de una “guerra de recursos” con el saqueo de la población como practica generalizada29. En Buenos Aires, la situación se tornó crítica desde octubre de 1819 cuando las tropas de Estanislao López, gobernador de Santa Fe, unidas a las del exiliado chileno José M. Carrera atacaron y saquearon el pueblo de Pergamino. Esta situación se generalizó tras la batalla de Cepeda en febrero de 182030. Era una crisis sin precedentes para el grupo revolucionario que se había hecho del poder diez años antes: no sólo significó el desmonoramiento del poder central que había intentado sustituir al poder virreinal sino también una situación de casi permanente beligerancia (tanto entre Buenos Aires y Santa Fe como entre esta provincia y su antigua aliada Entre Ríos) con reiteradas incursiones militares a lo largo de todo ese año31. Pero, ademas, abrió una fenomenal crisis política en Buenos Aires que no se apaciguó sino después del mes de octubre y que acrecentó el temor de la elite a una sublevación de la plebe urbana32. En estas condiciones el accionar de las gavillas de salteadores parece haberse multiplicado en la ciudad33. En la campaña los pueblos fueron asolados por las incursiones de fuerzasmilitares y la inquietud se propagaba entre los vecinos que se armaban para contener a las partidas de ladrones que “se habían diseminado por todos los Partidos”34. Aunque la crisis política comenzó superarse en octubre de 1820, el accionar de las gavillas no se detuvo. Esta inercia sugiere que los efectos de la crisis en el plano social tendían a prolongarse por mas tiempo que en el plano político e institucional. Así, en diciembre la Junta de Representantes advertía acerca de 'la multiplicación de crímenes, que desgraciadamente han escandalizado al público en estos últimos tiempos y siguen escandalizandolo'35.

13Mientras tanto, desde mediados de la década de 1810 se hacía evidente que la paz relativa que imperaba en la frontera con las sociedades indígenas pampeanas estaba llegando a su fin y que estas parcialidades indígenas se transformaban cada vez mas en un actor de la política criolla36. La alarma llegó al paroxismo cuando el 3 de diciembre de 1820 José M. Carrera y mas de 2000 indios saquearon el pueblo de Salto. La represalia gubernamental abrió un ciclo de extrema tensión interétnica en la frontera y en los años siguientes varios pueblos fueron atacados por contingentes indígenas37.

14En todo caso, la restauración del orden institucional no parece haber disciplinado al mundo rural. Por el contrario, a mediados de 1821 el periódico oficial se hacía eco del “clamor general” existente en la campaña38 y en agosto describía una 'general insubordinación y desprecio de la autoridad de la justicia”, se quejaba porque se había extinguido “laobediencia habitual' y para fundamentarlo relataba un entredicho con un demandado quién habría contestado la intimación del oficial de justicia de modo insolente: “vaya la camara enhoramala, que su autoridad ha caducado, porque estamos en anarquía; y lo repulsó con armas'39. A su vez se reclamaba que “la campaña sea purgada de centenares de malhechores que la infestan”40 y algunos periódicos no dejaban de advertir que 'el número de ladrones en la campaña se aumenta cada vez mas; porque el número de pobres sin recursos también se aumenta, como el de los haraganes y jugadores”41. Los reclamos también provenían de las autoridades locales: en febrero de 1825 el Juez de Paz de Morón denunciaba como “abundantísimo el número de los malvados que perturban la tranquilidad'42 y quejas semejantes llegaban de casi todos los pueblos.

15En la elite urbana imperaba una visión pesimista del mundo rural. Un lugar preferente en este diagnóstico lo tenían las gavillas de salteadores en la medida, consideradas como la manifestación mas agresiva de una criminalidad tan extendida como tolerada. Desde su perspectiva era imperioso realizar una reforma profunda del mundo social y sus costumbres a las que se atribuían las causas de la amenaza criminal. La elite porteña propugnó la construcción de un orden institucional mas sólido en la campaña en el cual los Juzgados de Paz y las Comisarías de Campaña debían tener un lugar privilegiado43. Se buscaba disciplinar una población a la que se calificaba de díscola e insolente para obtener la afirmación de los derechos depropiedad. Las consecuencias fueron inmediatas. Por un lado, se operó un creciente distanciamiento entre las concepciones y valores que la elite gubernamental impulsaba y la mayor parte de la sociedad rural en la media que antiguas y arraigadas practicas consuetudinarias iban cayendo bajo el influjo de la criminalización44. Por otro, se exacerbó la persecución de la vagancia se amplió a una variedad mayor de sujetos y practicas y terminó por ser aplicada no sólo a individuos sueltos sino también a familias45.

16Esta situación adquirió ribetes mas dramaticos durante la presidencia de Rivadavia46 mientras se realizaba la guerra con Brasil y cuyo resultado inmediato fue un aumento sin precedentes de la presión enroladora del estado sobre la población rural bonaerense. Rapidamente se generalizó la deserción, aumentó el bandidaje y las quejas crecieron vertiginosamente. En octubre de 1826 el Gobierno le recomendaba al maximo Tribunal de Justicia que “las causas criminales de robos sean terminadas con la prontitud que demanda la tranquilidad y seguridad pública” dado que “los desórdenes y robos se aumentan continuamente extendiéndose así la desmoralización mas funesta y poniendo en sobresalto las personas y las fortunas y en peligro la tranquilidad pública”47. Todo ello en un marco de creciente disputa política donde tomó forma el enfrentamiento entre unitarios y federales.

17Con la llegada al gobierno provincial de los federales liderados por Manuel Dorrego el accionar de las gavillas parece haber decrecido aunque no desapareció. Por entonces,un fiscal reclamaba un “castigo ejemplar que afirme la tranquilidad de los hacendados” y sostenía que “Si en algunos delitos es casi necesario no ser escrupulosos en las formas judiciales es en los que se conoce en los asaltos de las casas de campo pues solamente un castigo cierto y pronto puede contener a los malvados de cometerlos'48.

18En estas condiciones, el 1º de diciembre de 1828 se produjo el golpe de estado comandado por Juan Lavalle, jefe del ejército de la Banda Oriental, y propiciado por los unitarios que depuso y fusiló al gobernador Dorrego. El resultado inmediato fue el estallido de la guerra civil en territorio bonaerense sostenida por un fenomenal alzamiento de la población rural contra los insurrectos y que sólo meses después terminara por quedar bajo el liderazgo de Juan Manuel de Rosas. Entre diciembre de 1828 y abril de 1829 en el alzamiento tuvieron intervención una amplia variedad de actores: la mayor parte de las milicias rurales de las que Rosas era el Comandante General, los peones de sus estancias, algunos contingentes del ejército regular que desobedecieron a sus mandos y en general los soldados que desertaban y se pasaban a las fuerzas federales, las llamadas “tribus amigas” con las que Rosas había establecido una estrecha alianza, milicianos santafesinos suministrados por López y una serie de bandas armadas algunas de las cuales estaban lideradas por varios “ladrones famosos”. Estas bandas tuvieron un protagonismo decisivo adoptando una estrategia que combinaba el hostigamiento a las fuerzas unitarias, elsaqueo de estancias, la ocupación y asalto de los poblados rurales y hasta llegaron a cercar la ciudad e incursionar en sus arrabales. Mientras la campaña se alzaba detras de las banderas federales las quejas por el accionar de los salteadores se multiplicaron como nunca antes. Los voceros del gobierno y su prensa adicta no dudaron en calificarlas como partidas de “anarquistas” y postularon que su acción estaba dirigida y orientada por Rosas49.

19Es dudoso que sea la única explicación. Lo cierto es que después de terminada la contienda los asaltos continuaron. Mas aún, las gavillas continuaron después de la llegada de Rosas al poder en diciembre de 1829. Así se puede registrar en las tramitaciones judiciales que devuelven una imagen mucho mas dificultosa de la restauración del orden de lo que pretendía la propaganda gubernamental y ha aceptado la historiografía. El 4 de marzo de 1830 un fiscal propuso el careo entre un comisario y los acusados de un robo en gavilla para indagar los violentos procedimientos de aquel; sin embargo, el juez desestimó inmediatamente el pedido argumentando: “no estando obligado el comisionado a justificar la justicia estricta de sus procedimientos en cuanto a la prisión de los individuos contenidos en el sumario pues debe haber nacido de algún aviso, que en las presentes circunstancias de desorden de la plebe no debe despreciarse, no ha lugar a lo pedido por el agente”50. Para marzo de 1831, un fiscal seguía quejandose “del número de esos malévolos que infestan nuestro territorio de modo que no hay seguridad ni enlos caminos ni dentro de las murallas domésticas”51 y en mayo la pena de azotes a unos reos que la Camara de Justicia dispuso que se efectuara en el pueblo de San Vicente no pudo cumplirse dada “La total escasez de salvaguardias en que se halla en el día la campaña pues en las postas ni puede proporcionarse a los chasques” según dijo el Jefe de Policía52.

20Como puede registrarse las impresiones de los miembros de la elite tienden a ser redundantes. Casi siempre la situación era presentada como peligrosa y los salteadores como una auténtica plaga que infestaba el cuerpo social. Por cierto que estas expresiones nos dicen mas de sus temores y preocupaciones (y de su modo de percibir el mundo rural y popular y la criminalidad) que de la magnitud efectiva de las gavillas. La mirada hasta aquí efectuada es, por tanto, demasiado impresionista. Cabe preguntarse si no es posible medir de algún modo la verdadera magnitud del accionar de las gavillas. Para ello una posibilidad es sistematizar la información que suministran las causas judiciales abiertas contra estas gavillas de salteadores. Los resultados pueden verse en la tabla que ademas de informar acerca del número de causas por año indica su distribución regional considerando el lugar donde se produjeron los hechos juzgados.

21Para estas dos décadas hemos podido hallar 98 expedientes judiciales abiertos contra individuos acusados de integrar gavillas de salteadores. Una primera aclaración: no hemos considerado otros 92 expedientes abiertos por cuatrerismo dado que se trata de un tipo de causaque ofrece una extrema variedad de formas de acción y que en la mayoría de los casos no pueden adjudicarse a la actuación de una banda armada; obviamente, en varios casos las gavillas también practicaron robos de ganado: por lo tanto, en aquellos casos en los cuales explícitamente se hiciera referencia a que los robos hubieran sido realizados por una gavilla los hemos considerado entre los salteadores.

22Segunda aclaración: nuestro listado esta muy lejos de reflejar el conjunto de gavillas que efectivamente operaban en la campaña bonaerense y sólo indica la cantidad de causas judiciales que encontramos. Sin duda ello plantea un problema crucial: ¿qué proporción de las gavillas de salteadores fueron efectivamente juzgadas? Resulta imposible ofrecer una respuesta indudable a este interrogante y para estimarlo hemos efectuado una observación complementaria: tomando en consideración que durante 1826 se iniciaron 12 causas judiciales contra gavillas (el mayor número de todo el período) hemos procedido a registrar todas las referencias que aparecieron acerca de ataques producidos por gavillas en los partes de novedades y las comunicaciones que los comisarios y autoridades civiles y militares de la campaña elevaban al gobierno. Así, y evitando superposiciones, hemos podido estimar que ese año a las 12 causas deberían agregarse al menos otras 37 gavillas; de modo que los juicios sólo estarían dando cuenta de un cuarto de las gavillas realmente existentes.

23Una tercera aclaración es necesaria. Un escrutinio de los expedientes permite registrarhabitos perdurables de la acción policial: una vez enterado el comisario de un asalto se iniciaba una rapida acumulación de detenciones de individuos mas alla de que existiera alguna prueba efectiva de su participación en el hecho; en la mayor parte de los casos las detenciones parecieran haberse basado en rivalidades previas con las víctimas y sobre todo, en la “fama” que los sospechosos tuvieran entre el vecindario. No extraña, entonces, que las detenciones incluyan a veces familias completas y a los que permanente o circunstancialmente se hallaran en casa de los sospechosos. A partir de la detención, el sumario policial consistía mas en que el acusado tratara de probar su inocencia y, sobre todo, que esa fama era falsa que en la demostración probatoria de su culpabilidad53. Así, como dijo un testigo de Benito Peralta 'lo ha conocido desde criatura y le consta que es un facineroso, ladrón y cuanto malo puede decirse'.54 En consecuencia, los perfiles de los acusados expresan mejor quienes eran para las autoridades los “peligrosos” que aquellos que efectivamente integraban las gavillas.

24Por último, la evolución de la serie debe estar expresando de algún modo la eficacia del sistema judicial reformado en 1821: como puede verse en la tabla, sólo 21 de las 98 causas corresponden a la década de 1810. Sin embargo, también debe considerarse que en años críticos mientras la información contextual sostiene la impresión de un aumento considerable del número de gavillas, el número de expedientes es extremadamente bajo: así en 1820 sólo se abrieronseis causas y en 1829 nada mas que tres55.

Tabla: Distribución anual y regional de los juicios a gavillas de salteadores

Año
Ciudad
Cercana
Norte
Oeste
Sur
Sin datos
Total
1811
1
2
3
1812
2
2
4
1816
1
1
1817
1
1
2
1818
1
2
2
5
1820
1
3
1
1
6
1821
1
1
1
4
1
8
1822
2
3
5
1823
1
2
1
1
2
7
1824
1
2
2
2
7
1825
1
3
1
2
1
8
1826
3
4
3
1
1
12
1827
3
2
1
1
7
1828
1
1
1
3
1829
1
2
3
1830
4
2
1
7
1831
1
1
2
1832
3
2
1
1
1
8
Total
19
30
9
25
8
7
98
Fuentes: Expedientes conservados en el fondo Tribunal Criminal del AGN y en los fondos de Juzgado del Crimen y Real Audiencia y Camara de Apelaciones en el AHPBA.

25Con todos estos recaudos los datos de la Tabla pueden ser de alguna utilidad. Ellos sugieren que las gavillas de salteadores pasaron de ser un fenómeno esporadico pero recurrente durante la década de 1810 a uno permanente en la siguiente. El cambio debió producirse en torno a 1820 y las gavillas sólo se habrían reducido tras el esfuerzo institucional desplegado para reconstruir el orden y constituir el nuevo estado provincial. A mediados de esa década el aumento de las causas debe estar indicando no sólo una mayor capacidad estatal de represión sino también la creciente resistencia social que se diseminaba. En consecuencia, las gavillas no habían sido erradicadas cuando estalló la crisis de 1828-29 durante la cual suaccionar pareciera haberse subsumido en la vasta sublevación social que sacudió a la provincia durante ese ardiente verano y que terminó por catapultar a Rosas al gobierno de la provincia56. Una vez restaurado el orden las gavillas siguieron operando aunque sin la intensidad que el fenómeno habría tenido a mediados de los años 20.

26Si tenemos en cuenta la distribución regional de las causas la tabla nos muestra que las gavillas de salteadores no eran un fenómeno de las fronteras con los indios57. Por el contrario, la mitad de las gavillas desarrollaron sus actividades principalmente en la ciudad y su area rural inmediata a la que hemos denominado como campaña cercana58. En un destacado segundo rango se encuentran los partidos que se extendían hacia el oeste que junto a las cercanías eran el area agrícola por excelencia y de producción mixta59. En consecuencia, las zonas que eligieron las gavillas para actuar eran las mas pobladas de la provincia, las que contaban con mayor cantidad de poblados y también las mejor controladas por las estructuras de poder institucional. Las zonas mas alejadas de la ciudad (el norte60 y el sur61), ocupan claramente un tercer rango. No deja de ser llamativa a primera vista esta distribución pues estas últimas zonas reunían algunas de las características basicas que se han postulado generalmente para explicar la proliferación del bandolerismo. El norte era un area basicamente ganadera, atravesada por los caminos que comunicaban a Buenos Aires con las provincias interiores, con una frontera indígena poco y malguarnecida y que ademas lindaba con Santa Fe; los partidos del norte fueron el espacio de transito y acantonamiento de las fuerzas militares porteñas y también de las que invadían la provincia. El sur era también un area ganadera y el epicentro de su expansión desde mediados de la década de 1810; allí estaban las zonas de fricción por excelencia con las sociedades indígenas y también las tribus amigas. La capacidad efectiva de control de la estructura judicial y policial de poder era en ambas zonas muy reducida aunque el sur tenía una estructura militar y miliciana mas sólida.

27Pero ¿dónde estaban los “santuarios” de los salteadores? Las informaciones policiales algo nos dicen al respecto. En ellas se identifica, ante todo, a los montes o “islas” del Tordillo, en la frontera sur. Allí en mayo de 1828 un comisario denunciaba la “existencia de un número considerable de criminales, desertores, y otros hombres tan inútiles como perjudiciales”62; ubicados en la frontera, estos montes parecen haber sido el lugar de refugio de múltiples perseguidos desde el siglo XVIII y eran al mismo tiempo un punto privilegiado de los circuitos clandestinos de intercambio con los indios. Los partes policiales también mencionan las islas del Parana, desde Baradero, en el extremo norte, hasta San Fernando, a las puertas dela ciudad: sus montes ofrecían leña y frutos a los “montaraces” y solían ser refugio habitual de los perseguidos y una ruta privilegiada del intercambio clandestino con la Banda Oriental desde el siglo XVII. Así, en 1825, una petición vecinal de SanFernando sostenía que los montes eran “una casa de forajidos que necesita la mas alta atención; en ellos viven los hombres sin jueces, cometiendo delitos a medida que se presentan los casos –teniendo mujeres (de las que se llaman robadas), engañando a cuantos pueden, y sin mas religión que la de los pampas”63. A su vez, los bañados de los partidos inmediatos a la ciudad eran otros lugares donde los salteadores podían buscar refugio. Así en diciembre de 1827 un comisario inspeccionó el bañado de Quilmes tratando de identificar “los Sujetos que residen en aquella parte de la costa aprehendiendo a los Bagos y Perjudiciales que se encuentran”; tras la recorrida detuvo a un tal Eduardo Cuello “por sospechoso y no tener papeleta que acredite su ocupación y haberse encontrado adentro de los cangrejales en las Pajas durmiendo” y por versiones de los pescadores de que allí se refugiaba cuando se acercaba alguna partida64. Por último, las informaciones policiales indican también que los salteadores buscaban refugio y solían tener residencia en los arrabales de la ciudad, en los ranchos y los cuartos de alquiler en torno a sus plazas donde llegan los frutos al mercado urbano, cerca de los saladeros y en el abigarrado mundo que se había conformado en las quintas de sus afueras. Era este dificultoso control de la periferia urbana el que acicateaba los temores de la elite urbana65.

Un perfil de las gavillas de salteadores.

28Para tener una idea aproximada reseñemos las acciones desplegadas por una gavilla entre 1818 y 1824. La primer noticia quetenemos es que en 1818 asaltó en Areco las casas de un sargento y de un importante hacendado. En agosto de 1820 unos 20 individuos armados con sables, pistolas y tercerolas asaltaron una estancia en Pilar simulando ser una partida militar; el asalto fue extremadamente violento, la casa fue saqueada por completo llevandose los gavilleros toda la ropa y el dinero que encontraron, incendiaron el techo de un rancho y asesinaron a dos moradores. En el sumario se identificó a integrantes de varias gavillas que estaban siendo buscados (como los famosos “hermanos Melo” y en especial Atanasio Melo, alias “Tango”) y también a varios soldados; sin embargo, la mayoría de los acusados resultaron ser peones y labradores residentes en la zona sin antecedentes penales. En diciembre de 1820 algunos de sus miembros asaltaron en Areco la casa de una parda, asesinando a su marido. La gavilla continuó actuando por lo menos hasta 1824 robando ganados y realizando asaltos en varios partidos (San Antonio y Fortín de Areco, Exaltación de la Cruz, Pilar, Morón, San Isidro y Flores). El ejemplo, aunque excepcional por la duración de esta gavilla, permite advertir algunos rasgos característicos. En rigor no se trataba de una banda permanente sino de una constelación inestable y sin una jefatura fija; dentro de esa constelación algunos individuos actuaban reiteradamente junto a otros que se unían circunstancialmente; entre ellos no faltaban los milicianos (soldados y suboficiales), eran frecuentes los desertores del ejército pero en su mayoría eran peones y labradoresradicados en la zona66.

29La gavilla típica era una formación transitoria que contaba con 4,6 integrantes de promedio. Sin embargo, podía haber otras mucho mas numerosas (que llegaban hasta la treintena) y la evidencia sugiere que en estos casos debió tratarse de la reunión momentanea de varias gavillas menores. La mayoría de las gavillas tenían corta duración y se conformaban para producir uno o dos asaltos en el mismo partido o en sus alrededores, aunque hubo algunas que extendieron notablemente su radio de acción. Al ejemplo anterior podemos sumar otros: en julio de 1825 una gavilla que había realizado robos de ganado y asaltos desde Arrecifes (en el extremo norte de la provincia) hasta Lujan (en el oeste); la mayor parte de los acusados eran paisanos calificados como vagos y varios “ladrones famosos” con antecedentes de salteadores67. En enero de 1831 fue desbaratada otra gavilla que había operado desde las afueras de la ciudad hasta los puntos mas alejados de la frontera oeste68.

30Para saber quiénes eran los acusados de integrar gavillas de salteadores nos centraremos en las confesiones69. Ante el juez de la causa, el acusado debía responder las reconvenciones y los cargos que surgían del sumario policial con sus anteriores declaraciones. Esta instancia, probablemente, es la que nos acerca mas a la versión que cada uno daba de los hechos y de su vida. Una versión distorsionada seguramente. No era sino la versión que de sus palabras daba el escribiente y se suponía que el derecho de defensa estaba asegurado por un padrino designado alefecto. En el interrogatorio el acusado pareciera oscilar entre negar los cargos sin mayor explicación, afirmar lo que cree que el juez espera escuchar o descargar las culpas sobre otros, en especial sobre los prófugos que inevitablemente terminan siendo los peores de la gavilla70.

31Sólo seis de mas de un centenar de acusados dijo que sabía firmar. Y, sin embargo, en las confesiones a veces aparecen argumentos sugestivos, retazos de sus declaraciones de los que emergen nociones que invitan a pensar que, de algún modo, disponían de una cierta cultura jurídica71

32Estas confesiones nos informan sobre el estado civil de 118 hombres: 57 dijeron ser solteros, 47 casados y 4 viudos. Conviene no dejarse atrapar por esta simpleza que esconde una variedad de situaciones de la inestable realidad familiar rural. De esta forma, la proporción de “casados” es desmesurada para lo que sabemos sobre el matrimonio rural72 y debe estar incluyendo diferentes formas de cohabitación y amancebamiento aunque la inmensa mayoría prefirió describirse como “casados”. Pero, algunos no dudaron en reconocer su situación: María de la Cruz Figueroa, una mujer de 26 años, soltera, nacida en Córdoba y “ejercitada en coser costuras”, reconoció que vivía con José Quirós a quién calificó como “el hombre que la mantenía” diciendo que “solía traer ganado y con eso la mantenía y cuando andaba desocupado se ponía a jugar”. La respuesta parece haber molestado al juez que le recriminó “su público amancebamiento ofensivo de la moral y las costumbres”, pero María respondió condecisión “que su amancebamiento sería porque así le convenía”73. Mas grave debe haber sido para el juez la situación de Laureana Rodríguez a quién “a mas de hallarle prendas del robo en su poder consta que siendo mujer legitima de Tomas Molina esta haciendo vida amaridable con el fingido oficial comandante José Ramírez”, como se postulaba el jefe de una gavilla74. Sin embargo, las acusadas fueron muy pocas y casi siempre por disponer en sus casas de algunos efectos robados. La cantidad de “casados” devuelve una imagen que aleja a estos acusados del estereotipo del perseguido por vagancia, mayoritariamente joven y soltero e incluso del común de los detenidos por los juzgados de paz en la década siguiente que en un 70% eran solteros mientras que en nuestra muestra no llegaban al 49%75.

33Las edades de los acusados deben ser tomadas con cuidado dado que en muchos casos los jueces sólo anotaron si el acusado era o no mayor de edad (25 años) y porque no fueron pocos los detenidos que dijeron ignorar cual era su edad y entonces les fue asignada por el juez a partir de su apariencia (y su estereotipo). Disponemos así de datos de edad para 115 hombres: la edad mínima registrada fue de 12 años y la maxima de 51 un espectro lo suficientemente amplio como para intentar cualquier generalización abusiva: el 51,3% contaba entre 20 y 29 años, el 26,9% entre 30 y 39 y un 9,5% era menor de 19 años. Predominan los jóvenes aunque no tanto como podría esperarse.

34Sabemos el lugar de nacimiento de 102 detenidos. Casi el 52% (53 individuos) nació en la provincia deBuenos Aires (y de ellos sólo 12 en la ciudad); es decir que la mayor parte de los gavilleros eran porteños nacidos en la campaña o en sus poblados sin que se ponga en evidencia el predominio de ninguno de los partidos. Un segundo grupo (37 acusados, el 36,2%) nacieron en las provincias del interior y aquí las cosas son diferentes: 18 de ellos eran cordobeses, seguidos –lejos- por 7 santiagueños. Por último, hay 12 “extranjeros” (casi el 12%) y se nota la presencia de 9 chilenos, todos presentes en gavillas que actuaron a finales de la década de 1820. Ni tan jóvenes, ni tan solteros ni tan extraños al medio social eran estos salteadores como sugiere el estereotipo elitista del bandido rural.

35Los jueces preguntaban a cada detenido cual era su oficio y de qué se ejercitaba habitualmente para mantenerse. Esta distinción entre “oficio” y “ejercicio” de las preguntas no tuvo mayor incidencia en las respuestas dado que la inmensa mayoría de los detenidos no declararon un oficio (o directamente dijeron no tener ninguno) y luego pasaron a relatar de lo que se ocupaban; y, pocos –muy pocos, sólo 10- dijeron no tener ocupación alguna. De esta manera sabemos que “ejercicios” declararon 121 acusados: el 48,7% (59 individuos) dijeron ser peones (peón de estancia, peón de campo, jornalero, peón de chacra, peón de horno de ladrillos, etc); 43 declararon ser labradores, el 35,5%; por su parte 8 declararon ser acarreadores de ganado, 6 practicar algún tipo de negocio, 4 eran capataces, 2 estancieros y uno solo aceptó ser esclavo.

36Lamentablemente,fueron muy pocas las confesiones donde el imputado declaró su grupo étnico de pertenencia por lo que estos datos hacen pensar que las gavillas no tenían una composición multiétnica. Aunque las referencias acerca de la presencia de esclavos, libertos y mulatos entre los bandidos son mayores que la imagen que brindan las confesiones, tampoco llegan a sugerir que el bandolerismo pueda haber sido un destino habitual de los esclavos, a diferencia de lo que contemporaneamente sucedía por ejemplo en Perú76. No es un contraste menor considerando que no menos de un 10% de la población rural tenía esa condición77 y que en la ciudad la población de color rondaba un 25% ademas de haber sido este sector de la sociedad el destinatario primordial del reclutamiento militar78. A su vez, otro indicio es sugestivo: ninguno de los acusados dijo ser indio y sólo en tres gavillas detectamos que hubiera algún indio entre los salteadores. Por ejemplo, en 1812, fue detenido “un indio llamado Santos Valdés este es muy sospechoso vago y mal entretenido ladrón de caballos y nombrado de salteador él trata con los indios pampas”79. Valdés quien dijo ser peón de campo, negó haber tenido jamas trato con los indios pampas. Esta ausencia no deja de ser llamativa dada la densa trama de relaciones que articulaban la frontera y, en especial, los circuitos clandestinos de intercambio como el que hacia 1815, José García tenía en Ranchos junto a sus peones y los indios pampas que alojaba en sus ranchos80 o el trafico de ganado robado que se destinaba a las tolderías del otro lado delSalado desde Monte en 181881. Por entonces, los montes del Tordillo parecen haber sido ya un frecuentado espacio de refugio para desertores y bandidos y punto clave de estos circuitos comerciales82. Ademas de escasas todas las referencias a la presencia indígena que tenemos son anteriores a 1820.

37Hasta aquí, el perfil que podemos trazar de las gavillas de salteadores: se reclutaban entre los sectores mas bajos de la campaña y predominaban los nativos de la provincia aunque tenían una incidencia importante los migrantes del interior. No eran tan jóvenes como hubiera sido de esperar, habían formado una familia y aunque la mayor parte eran peones había una buena proporción de labradores. Pero, ¿eran “ladrones de profesión” como dictaba el estereotipo? Si nos atenemos a los partes de remisión de detenidos pareciera no haber dudas: así, por ejemplo, el comisario de Matanza describió a Pascual Castillo como 'un salteador de este lugar sin otra ocupación que la de asesinar y saltear a los que puede en este Partido'83. Sin embargo, sólo 33 de los acusados confesó haber tenido detenciones anteriores (21 dijeron que era la segunda vez que estaban detenidos, 11 que era la tercera y sólo 1 que aquella era su cuarta detención). Por supuesto que a veces se descubría que el acusado había mentido pero esta parte del interrogatorio (y que por cierto tenía importancia en la sentencia) seguía descansando en la propia declaración del acusado o en los informes que enviaran los comisarios o jueces locales que solían basarse en su conocimiento personal y en la“fama” del acusado. El estado provincial estaba lejos de contar con una burocracia judicial y policial sólida y los registros de la carcel de policía o del presidio, si bien existían no eran muy consultados por los jueces; y cuando lo hacían los resultados no eran muy seguros: así cuando Diego Arce confesó haber estado cuatro veces en el presidio y logrado fugar el alcalde del presidio sostuvo que de acuerdo a los registros no había estado allí84. Estos datos, al menos, invitan a considerar que los salteadores no eran un grupo de individuos dedicados al saqueo y, menos aún, a un grupo peculiar de la sociedad rural.

38Los jueces y comisarios locales estigmatizaban a individuos y también lo hacían con algunas familias. Aquí la “fama” cobraba toda su importancia y el juicio en cierto modo se presentaba como una instancia mas de una larga cadena de rivalidades y disputas locales que ahora descargaban el oprobio sobre esa parentela. Ello remite a la naturaleza de las relaciones sociales agrarias pero también a la misma practica judicial y a su inserción en el medio social rural85. En los juicios civiles las partes que se enfrentaban solían expresar constelaciones locales rivales que sostenían las posiciones de uno u otro contendiente y que incluían a alguna autoridad local y una conflictividad faccional aún mas acentuada se expresaba en los juicios por abusos y excesos que se entablaban contra Alcaldes de Hermandad o Jueces de Paz. En consecuencia, los reclamos de vecinos y jueces de paz no sólo apuntaban contra el acusado sino que solían incluirpedidos de destierro de su familia, una practica colonial que perduró entre las aspiraciones de los vecinos mucho después: así, en el sumario de 1824 contra León Moreno “por abrigador y consentidor de ladrones cuatreros y mal entretenidos en su casa” el teniente alcalde pedía instrucciones acerca “si sera útil o no el que este hombre permanezca con su rancho por mas tiempo en el lugar abrigando a todo vandalo”86. Muchas veces la familia entera (y sus peones, criados y agregados) era considerada una gavilla tal como sucedió con Gregorio Rivas pues se sostuvo que en su casa “se fomentan los ladrones que por ahí cruzan', testimonio refrendado por el Juez de Paz del partido para quién “es voz y fama y con opinión que los Rivas son ladrones de profesión”87.

39Al menos 33 de los detenidos parecen haber sido desertores del ejército, la marina o la policía. Un resultado lógico de la creciente presión enroladora del estado, de la transformación del “servicio de armas” en pena común para un haz de delitos y contravenciones cada vez mas amplio y de las mayores obligaciones milicianas que recaían sobre los vecinos88. Ellos buscaban eludirlas o al menos mitigarlas a través de varias estrategias entre ellas la de apelar a los “personeros”, sobre quienes recaían las preocupaciones del Jefe de Policía cuando decía “que esta persuadido que en el regimiento de Milicia activa hay muchos individuos notoriamente vagos dedicados al desorden y a la embriaguez; que los mas han pertenecido a los extinguidos cuerpos veteranos y que no se contraen por ahora a otraocupación que la de personeros”89. Una versión completamente plausible: luego del gran esfuerzo de militarización de la población de la década 1810 el nuevo estado provincial debió reducir drasticamente los cuerpos militares. Los calificados de “vagos” fueron parte principal de los reclutados compulsivamente para afrontar la guerra con Brasil y ella fue invocada en los juicios tanto en los partes de detención como en las sentencias y las penas. Así en 1826 el comisario de Chascomús dijo de un detenido: “Recomiendo a V.S. la persona y seguridad de este individuo que es inútil y perjudicial en la campaña y puede ser muy útil en las actuales circunstancias o para los buques o para el servicio del ejercito de la Banda Oriental.'90. Las levas llevaron al paroxismo la discrecionalidad de las autoridades locales al efectuar las detenciones. Así, un comisario justificaba la ausencia del sumario diciendo: “creí ser lo suficiente para destinar a dos vagos que a veces se remiten a las armas sin mas justificación que haberlos preso un celador”91. Esta discrecionalidad estaba presente en toda la estructura judicial. Así, en noviembre de 1827 el juez de primera instancia condenó a dos peones a seis años en el servicio de armas 'atendiendo a la naturaleza de la causa y necesidad de aumentar en la actual guerra que sostiene el Pays'. A ello aludía un abogado defensor en 1827: 'Parece que la circunstancia de la guerra se hubiesen movido a darles el destino de las armas pero en este caso es necesario que tenga V.E. presente que como ciudadanos todos estamosobligados a servir a la Patria cuando la necesidad los llama a su defensa, pero siendo inculpables darles este destino propiamente para los vagos y mal entretenidos y no para los hombres laboriosos es lo mas triste que puede esperarse por los infelices labradores de la campaña'92.

40En estas condiciones la experiencia militar era parte inseparable de las condiciones de existencia de los paisanos y, por tanto, un dato central para comprender la formación de las gavillas. La deserción muchas veces no era individual y los desertores solían llevarse uniformes, armas y caballos y no les quedaban muchas opciones disponibles entre las cuales estaba la de incorporarse o formar una gavilla de salteadores, al menos por un tiempo. Por ejemplo, en setiembre de 1826 el gobierno recomendaba enfaticamente apresar a las bandas de desertores entre los cuales se encontraban “los hijos del antiguo Capitan de Milicias Antonio Torres (a) San Martín”; ellos habían desertado y tras ello causado al menos un asesinato, varios robos y saqueos93. Para el ministro de Guerra no había dudas: “algunos soldados que en las distintas levas han sido destinados al Ejército, han desertado, y podido pasar a esta Provincia causando el día 9 en las inmediaciones del lugar llamado el Monte Grande un asesinato y varios robos”94. Vistos desde esta perspectiva mas que “ladrones de profesión” buena parte de los acusados de salteadores parecieran haber sido paisanos transformados en “criminales” por la propia acción estatal y sólo algunos tenían una nutrida trayectoria delictiva


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