El primer paso sera trazar un cuadro general del
desarrollo del bandolerismo en Buenos Aires, tratando de
otorgar alguna claridad a un panorama todavía difuso y borroso. Para
ello recurriremos primero a registrar las percepciones que tuvieron las elites
y las autoridades del
fenómeno y luego nos internaremos en el analisis de los
expedientes judiciales.
9Desde la década de 1770 se puede observar en la documentación
crecientes referencias al accionar de bandas de salteadores. En su mayor
parte provienen de la Banda Oriental y en menor medida de otras zonas del
area rioplatense y en general se referían a corambreros o
changadores dedicadas al trafico ilegal de cueros. Hacia la
década de 1790 pareciera que la situación empieza a cambiar y las
referencias se acrecientan en Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y, en
menor medida, en Buenos Aires. Así, en 1793, una Junta de Hacendados de
Buenos Aires y Santa Fe reclamaba por la cantidad de “vagos y
malhechores, salteadores y ladrones de ganado de la campaña” pero
también por algunas gavillas que andaban “salteando y saqueando
casas” en el norte de la campaña bonaerense (en Areco,
Fontezuelas, Arrecifes, Tala y Arroyos)17. Poco después también
eran abundantes las quejas que llegaban desde Entre Ríos18 donde entre
1798 y 1799 varias bandas de salteadores asolaron pueblos, pulperías y
estancias robando ganados pero también mujeres en las costas
entrerrianas del Parana y del Uruguay19; al parecer, la mas
numerosa estaba integrada por varios desertores del cuerpo de Blandengues20. A
su vez, entre 1800 y1801, otra importante gavilla asaltó algunos
poblados entrerrianos y extendió sus acciones también sobre el
pueblo de Las Víboras en la Banda Oriental21, un area donde el
accionar de los salteadores parece no haber dejado de crecer desde entonces.
Aunque no estamos en condiciones todavía de trazar un cuadro preciso del
bandolerismo a fines período colonial en el conjunto del area
rioplatense las evidencias disponibles sugieren que las gavillas de salteadores
eran frecuentes, que muchas veces se reclutaban entre desertores y perseguidos
de la justicia y que su patrón de actividades incluía desde el
contrabando de cueros y ganados al Brasil hasta el saqueo de pulperías y
poblados y que no era infrecuente el “robo” de mujeres.
10A su vez, estas evidencias sugieren que las gavillas
sólo ocasionalmente actuaron en territorio bonaerense. En todo
caso, algo es bastante claro: hasta fines de la colonia los salteadores no eran
vistos como
una seria amenaza para un orden social cuyo centro estaba en la ciudad y que
atendía poco (y mal) lo que sucedía en las campañas. Aquí la situación comenzó a cambiar a partir
de 1810. Un puntilloso observador de la época no dejó de
anotar que a principios de octubre de 1811 abundaban en la ciudad las partidas
de veintenas de hombres armados que efectuaban asaltos “valiéndose
del nombre de la justicia”22. Así, hacia 1812 el gobierno
revolucionario tomaba medidas extremas para afrontar 'la escandalosa
multitud de robos y asesinatos que a todas horas y diariamente se
cometen en esta ciudad y extramuros, por partidasgrandes de ladrones'23 y
organizó una fuerza militar para detener a quienes tuvieran “fama
de salteador” y que según su comandante “abundan en estas
campañas“24. En sus memorias, Pedro J. Agrelo, integrante de la
comisión especial de justicia que se organizó ese
año describió con claridad las dos preocupaciones centrales que
ella tenía. Por un lado, la persecución
de los individuos y grupos contrarios al gobierno revolucionario y sobre los
cuales recayó una durísima represión en julio con decenas
de condenados a muerte y centenares de deportados. Por otro,
“los robos y violencias a que quería declinar insensiblemente la
multitud en las clases inferiores”. En opinión de Agrelo
mientras que “en tiempos tranquilos […] siempre son menos los
delitos y de menos trascendencia, que en los principios de una
revolución en que rotos de repente todos los vínculos de la
sociedad y alterado el orden de las ocupaciones ordinarias de los ciudadanos,
los pueblos se desmoralizan y cada uno se considera autorizado para tomarse
mayores licencias, con el nombre de libertad […] Tal era, pues, el estado
al que iba deslizandose la plebe aprovechando la contracción de
todas las autoridades a los objetos preferentes de la
revolución”25.
11La situación debe haber empeorado hacia 1817 cuando el Director
Supremo decidió la 'suspensión al giro ordinario de las
fórmulas judiciales' organizando una 'comisión militar
para conocer sumariamente en las causas'26. El reclamo de “vindicta
pública” se propagó inmediatamente a la justicia y los
fiscales exigían “castigar yescarmentar esta clase de delincuentes
de que tanto abunda el Pays”27. Era otra manifestación del
giro crecientemente conservador y autoritario de una elite revolucionaria cada
vez mas basada en su poder militar y en un reclutamiento compulsivo
efectuado en el mundo rural28.
12Como es sabido, la guerra de independencia dio curso a una guerra civil que
adoptó la forma de una “guerra de recursos” con el saqueo de
la población como practica generalizada29. En Buenos
Aires, la situación se tornó crítica desde
octubre de 1819 cuando las tropas de Estanislao López, gobernador de Santa Fe, unidas a las del exiliado
chileno José M. Carrera atacaron y saquearon el pueblo de Pergamino. Esta situación se generalizó tras la batalla de
Cepeda en febrero de 182030. Era una crisis sin precedentes para el
grupo revolucionario que se había hecho del poder diez años
antes: no sólo significó el desmonoramiento del poder central que
había intentado sustituir al poder virreinal sino también una
situación de casi permanente beligerancia (tanto entre Buenos Aires y
Santa Fe como entre esta provincia y su antigua aliada Entre Ríos) con
reiteradas incursiones militares a lo largo de todo ese año31. Pero,
ademas, abrió una fenomenal crisis política en Buenos Aires que no se apaciguó sino después
del
mes de octubre y que acrecentó el temor de la elite a una
sublevación de la plebe urbana32. En estas condiciones
el accionar de las gavillas de salteadores parece haberse multiplicado en la
ciudad33. En la campaña los pueblos fueron
asolados por las incursiones de fuerzasmilitares y la inquietud se propagaba entre
los vecinos que se armaban para contener a las partidas de ladrones que
“se habían diseminado por todos los Partidos”34. Aunque la crisis política comenzó superarse en
octubre de 1820, el accionar de las gavillas no se detuvo. Esta inercia
sugiere que los efectos de la crisis en el plano social tendían a prolongarse por
mas tiempo que en el plano
político e institucional. Así, en diciembre la Junta de
Representantes advertía acerca de 'la multiplicación de
crímenes, que desgraciadamente han escandalizado
al público en estos últimos tiempos y siguen
escandalizandolo'35.
13Mientras tanto, desde mediados de la década de 1810 se hacía
evidente que la paz
relativa que imperaba en la frontera con las sociedades indígenas
pampeanas estaba llegando a su fin y que estas parcialidades indígenas
se transformaban cada vez mas en un actor de la política
criolla36. La alarma llegó al paroxismo cuando el 3 de diciembre de 1820
José M. Carrera y mas de 2000 indios saquearon el pueblo de
Salto. La represalia gubernamental abrió un
ciclo de extrema tensión interétnica en la frontera y en los
años siguientes varios pueblos fueron atacados por contingentes
indígenas37.
14En todo caso, la restauración del orden institucional no parece
haber disciplinado al mundo rural. Por el contrario, a mediados de 1821 el
periódico oficial se hacía eco del “clamor general”
existente en la campaña38 y en agosto describía una 'general
insubordinación y desprecio de la autoridad de la justicia”, se
quejaba porque se había extinguido “laobediencia habitual' y
para fundamentarlo relataba un entredicho con un demandado quién
habría contestado la intimación del oficial de justicia de modo
insolente: “vaya la camara enhoramala, que su autoridad ha
caducado, porque estamos en anarquía; y lo repulsó con
armas'39. A su vez se reclamaba que “la campaña sea purgada
de centenares de malhechores que la infestan”40 y algunos
periódicos no dejaban de advertir que 'el número de ladrones
en la campaña se aumenta cada vez mas; porque el número de
pobres sin recursos también se aumenta, como el de los
haraganes y jugadores”41. Los reclamos también provenían de
las autoridades locales: en febrero de 1825 el Juez de Paz de Morón
denunciaba como “abundantísimo el número de los malvados
que perturban la tranquilidad'42 y quejas semejantes llegaban de casi
todos los pueblos.
15En la elite urbana
imperaba una visión pesimista del
mundo rural. Un lugar preferente en este
diagnóstico lo tenían las gavillas de salteadores en la medida,
consideradas como la manifestación mas
agresiva de una criminalidad tan extendida como tolerada. Desde su perspectiva era
imperioso realizar una reforma profunda del mundo social y sus costumbres
a las que se atribuían las causas de la amenaza criminal. La elite
porteña propugnó la construcción de un
orden institucional mas sólido en la campaña en el cual
los Juzgados de Paz y las Comisarías de Campaña debían
tener un lugar privilegiado43. Se buscaba disciplinar una
población a la que se calificaba de díscola e insolente para
obtener la afirmación de los derechos depropiedad. Las consecuencias fueron inmediatas. Por un
lado, se operó un creciente distanciamiento entre las concepciones y
valores que la elite gubernamental impulsaba y la mayor parte de la sociedad
rural en la media que antiguas y arraigadas practicas consuetudinarias
iban cayendo bajo el influjo de la criminalización44. Por otro, se
exacerbó la persecución de la vagancia se amplió a una
variedad mayor de sujetos y practicas y terminó por ser aplicada
no sólo a individuos sueltos sino
también a familias45.
16Esta situación adquirió ribetes mas dramaticos
durante la presidencia de Rivadavia46 mientras se realizaba la guerra con
Brasil y cuyo resultado inmediato fue un aumento sin precedentes de la
presión enroladora del estado sobre la población rural
bonaerense. Rapidamente se generalizó la
deserción, aumentó el bandidaje y las quejas crecieron
vertiginosamente. En octubre de 1826 el Gobierno le recomendaba al
maximo Tribunal de Justicia que “las causas criminales de robos
sean terminadas con la prontitud que demanda la tranquilidad y seguridad
pública” dado que “los desórdenes y robos se aumentan
continuamente extendiéndose así la desmoralización
mas funesta y poniendo en sobresalto las personas y las fortunas y en
peligro la tranquilidad pública”47. Todo ello en un marco de creciente disputa política donde
tomó forma el enfrentamiento entre unitarios y federales.
17Con la llegada al gobierno provincial de los federales liderados por Manuel
Dorrego el accionar de las gavillas parece haber
decrecido aunque no desapareció. Por entonces,un
fiscal reclamaba un “castigo ejemplar que afirme la tranquilidad de los
hacendados” y sostenía que “Si en algunos delitos es casi
necesario no ser escrupulosos en las formas judiciales es en los que se conoce
en los asaltos de las casas de campo pues solamente un castigo cierto y pronto
puede contener a los malvados de cometerlos'48.
18En estas condiciones, el 1º de diciembre de 1828 se produjo el golpe de
estado comandado por Juan Lavalle, jefe del ejército de la Banda
Oriental, y propiciado por los unitarios que depuso y fusiló al
gobernador Dorrego. El resultado inmediato fue el estallido de la guerra civil
en territorio bonaerense sostenida por un fenomenal
alzamiento de la población rural contra los insurrectos y que
sólo meses después terminara por quedar bajo el liderazgo
de Juan Manuel de Rosas. Entre diciembre de 1828 y abril de 1829 en el
alzamiento tuvieron intervención una amplia variedad de actores: la
mayor parte de las milicias rurales de las que Rosas era el Comandante General,
los peones de sus estancias, algunos contingentes del ejército regular
que desobedecieron a sus mandos y en general los soldados que desertaban y se
pasaban a las fuerzas federales, las llamadas “tribus amigas” con
las que Rosas había establecido una estrecha alianza, milicianos
santafesinos suministrados por López y una serie de bandas armadas
algunas de las cuales estaban lideradas por varios “ladrones
famosos”. Estas bandas tuvieron un protagonismo
decisivo adoptando una estrategia que combinaba el hostigamiento a las fuerzas
unitarias, elsaqueo de estancias, la ocupación y asalto de los poblados
rurales y hasta llegaron a cercar la ciudad e incursionar en sus arrabales.
Mientras la campaña se alzaba detras de las banderas federales
las quejas por el accionar de los salteadores se multiplicaron como nunca antes.
Los voceros del
gobierno y su prensa adicta no dudaron en calificarlas como partidas de “anarquistas” y
postularon que su acción estaba dirigida y orientada por Rosas49.
19Es dudoso que sea la única explicación.
Lo cierto es que después de terminada la contienda los asaltos
continuaron. Mas aún, las gavillas continuaron
después de la llegada de Rosas al poder en diciembre de 1829.
Así se puede registrar en las tramitaciones judiciales que devuelven una
imagen mucho mas dificultosa de la restauración del orden de lo que
pretendía la propaganda gubernamental y ha aceptado la
historiografía. El 4 de marzo de 1830 un fiscal propuso el careo entre
un comisario y los acusados de un robo en gavilla para indagar los violentos
procedimientos de aquel; sin embargo, el juez desestimó inmediatamente
el pedido argumentando: “no estando obligado el comisionado a justificar
la justicia estricta de sus procedimientos en cuanto a la prisión de los
individuos contenidos en el sumario pues debe haber nacido de algún
aviso, que en las presentes circunstancias de desorden de la plebe no debe
despreciarse, no ha lugar a lo pedido por el agente”50. Para marzo de
1831, un fiscal seguía quejandose “del número de
esos malévolos que infestan nuestro territorio de modo que no hay
seguridad ni enlos caminos ni dentro de las murallas domésticas”51
y en mayo la pena de azotes a unos reos que la Camara de Justicia
dispuso que se efectuara en el pueblo de San Vicente no pudo cumplirse dada
“La total escasez de salvaguardias en que se halla en el día la
campaña pues en las postas ni puede proporcionarse a los chasques”
según dijo el Jefe de Policía52.
20Como puede registrarse las impresiones de los miembros de
la elite tienden a ser redundantes. Casi siempre la situación era
presentada como
peligrosa y los salteadores como
una auténtica plaga que infestaba el cuerpo social. Por
cierto que estas expresiones nos dicen mas de sus temores y preocupaciones
(y de su modo de percibir el mundo rural y popular y la criminalidad) que de la
magnitud efectiva de las gavillas. La
mirada hasta aquí
efectuada es, por tanto, demasiado impresionista. Cabe preguntarse si no es
posible medir de algún modo la verdadera magnitud del accionar de las
gavillas. Para ello una posibilidad es sistematizar la información que
suministran las causas judiciales abiertas contra estas gavillas de
salteadores. Los resultados pueden verse en la tabla que ademas
de informar acerca del
número de causas por año indica su distribución regional
considerando el lugar donde se produjeron los hechos juzgados.
21Para estas dos décadas hemos podido hallar 98
expedientes judiciales abiertos contra individuos acusados de integrar gavillas
de salteadores. Una primera aclaración: no hemos considerado
otros 92 expedientes abiertos por cuatrerismo dado que se trata de un tipo de
causaque ofrece una extrema variedad de formas de acción y que en la
mayoría de los casos no pueden adjudicarse a la actuación de una
banda armada; obviamente, en varios casos las gavillas también
practicaron robos de ganado: por lo tanto, en aquellos casos en los cuales
explícitamente se hiciera referencia a que los robos hubieran sido
realizados por una gavilla los hemos considerado entre los salteadores.
22Segunda aclaración: nuestro listado esta muy lejos de reflejar
el conjunto de gavillas que efectivamente operaban en la campaña
bonaerense y sólo indica la cantidad de causas judiciales que
encontramos. Sin duda ello plantea un problema
crucial: ¿qué proporción de las gavillas de salteadores
fueron efectivamente juzgadas? Resulta imposible ofrecer una respuesta
indudable a este interrogante y para estimarlo hemos efectuado una
observación complementaria: tomando en consideración que durante
1826 se iniciaron 12 causas judiciales contra gavillas (el mayor número
de todo el período) hemos procedido a registrar todas las referencias
que aparecieron acerca de ataques producidos por gavillas en los partes de
novedades y las comunicaciones que los comisarios y autoridades civiles y
militares de la campaña elevaban al gobierno. Así, y evitando
superposiciones, hemos podido estimar que ese año a las 12 causas
deberían agregarse al menos otras 37 gavillas; de modo que los juicios
sólo estarían dando cuenta de un cuarto de las gavillas realmente
existentes.
23Una tercera aclaración es necesaria. Un
escrutinio de los expedientes permite registrarhabitos perdurables de la
acción policial: una vez enterado el comisario de un asalto se iniciaba
una rapida acumulación de detenciones de individuos mas
alla de que existiera alguna prueba efectiva de su participación
en el hecho; en la mayor parte de los casos las detenciones parecieran haberse
basado en rivalidades previas con las víctimas y sobre todo, en la
“fama” que los sospechosos tuvieran entre el vecindario. No
extraña, entonces, que las detenciones incluyan a veces familias
completas y a los que permanente o circunstancialmente se hallaran en casa de
los sospechosos. A partir de la detención, el sumario
policial consistía mas en que el acusado tratara de probar su
inocencia y, sobre todo, que esa fama era falsa que en la demostración
probatoria de su culpabilidad53. Así, como dijo un testigo
de Benito Peralta 'lo ha conocido desde criatura y le consta que es un
facineroso, ladrón y cuanto malo puede decirse'.54 En consecuencia,
los perfiles de los acusados expresan mejor quienes eran para las autoridades
los “peligrosos” que aquellos que efectivamente integraban las
gavillas.
24Por último, la evolución de la serie debe estar expresando de
algún modo la eficacia del
sistema judicial reformado en 1821: como
puede verse en la tabla, sólo 21 de las 98 causas corresponden a la
década de 1810. Sin embargo, también debe considerarse que en años
críticos mientras la información contextual sostiene la
impresión de un aumento considerable del número de
gavillas, el número de expedientes es extremadamente bajo: así en
1820 sólo se abrieronseis causas y en 1829 nada mas que tres55.
Tabla: Distribución anual y regional de los juicios a gavillas de
salteadores
Año
Ciudad
Cercana
Norte
Oeste
Sur
Sin datos
Total
1811
1
2
3
1812
2
2
4
1816
1
1
1817
1
1
2
1818
1
2
2
5
1820
1
3
1
1
6
1821
1
1
1
4
1
8
1822
2
3
5
1823
1
2
1
1
2
7
1824
1
2
2
2
7
1825
1
3
1
2
1
8
1826
3
4
3
1
1
12
1827
3
2
1
1
7
1828
1
1
1
3
1829
1
2
3
1830
4
2
1
7
1831
1
1
2
1832
3
2
1
1
1
8
Total
19
30
9
25
8
7
98
Fuentes: Expedientes conservados en el fondo Tribunal Criminal del AGN y en los
fondos de Juzgado del Crimen y Real Audiencia y Camara de Apelaciones en
el AHPBA.
25Con todos estos recaudos los datos de la Tabla pueden ser
de alguna utilidad. Ellos sugieren que las gavillas de salteadores
pasaron de ser un fenómeno esporadico
pero recurrente durante la década de 1810 a uno permanente en la
siguiente. El cambio debió producirse en torno a
1820 y las gavillas sólo se habrían reducido tras el esfuerzo
institucional desplegado para reconstruir el orden y constituir el nuevo estado
provincial. A mediados de esa década el aumento de las causas debe estar
indicando no sólo una mayor capacidad estatal de represión sino
también la creciente resistencia social que se
diseminaba. En consecuencia, las gavillas no habían sido erradicadas
cuando estalló la crisis de 1828-29 durante la
cual suaccionar pareciera haberse subsumido en la vasta sublevación
social que sacudió a la provincia durante ese ardiente verano y que
terminó por catapultar a Rosas al gobierno de la provincia56. Una vez restaurado el orden las gavillas siguieron operando aunque sin
la intensidad que el fenómeno habría tenido a mediados de los
años 20.
26Si tenemos en cuenta la distribución regional de las causas la tabla
nos muestra que las gavillas de salteadores no eran un
fenómeno de las fronteras con los indios57. Por el contrario, la mitad
de las gavillas desarrollaron sus actividades principalmente en la ciudad y su
area rural inmediata a la que hemos denominado como campaña
cercana58. En un destacado segundo rango se encuentran
los partidos que se extendían hacia el oeste que junto a las
cercanías eran el area agrícola por excelencia y de
producción mixta59. En consecuencia, las zonas que
eligieron las gavillas para actuar eran las mas pobladas de la
provincia, las que contaban con mayor cantidad de poblados y también las
mejor controladas por las estructuras de poder institucional. Las zonas
mas alejadas de la ciudad (el norte60 y el sur61), ocupan claramente un tercer rango. No deja de ser llamativa a primera vista
esta distribución pues estas últimas zonas reunían algunas
de las características basicas que se han
postulado generalmente para explicar la proliferación del bandolerismo. El norte era un
area basicamente ganadera, atravesada por los caminos que
comunicaban a Buenos Aires con las provincias interiores, con una frontera
indígena poco y malguarnecida y que ademas lindaba con Santa Fe;
los partidos del norte fueron el espacio de transito y acantonamiento de
las fuerzas militares porteñas y también de las que
invadían la provincia. El sur era también un
area ganadera y el epicentro de su expansión desde mediados de la
década de 1810; allí estaban las zonas de fricción por
excelencia con las sociedades indígenas y también las tribus
amigas. La capacidad efectiva de control de la estructura judicial y policial
de poder era en ambas zonas muy reducida aunque el sur tenía una
estructura militar y miliciana mas sólida.
27Pero ¿dónde estaban los
“santuarios” de los salteadores? Las
informaciones policiales algo nos dicen al respecto. En ellas se
identifica, ante todo, a los montes o “islas” del Tordillo, en la
frontera sur. Allí en mayo de 1828 un comisario denunciaba la
“existencia de un número considerable de criminales, desertores, y
otros hombres tan inútiles como perjudiciales”62; ubicados en la
frontera, estos montes parecen haber sido el lugar de refugio de
múltiples perseguidos desde el siglo XVIII y eran al mismo tiempo un
punto privilegiado de los circuitos clandestinos de intercambio con los indios.
Los partes policiales también mencionan las islas del Parana,
desde Baradero, en el extremo norte, hasta San Fernando, a las puertas dela
ciudad: sus montes ofrecían leña y frutos a los
“montaraces” y solían ser refugio habitual de los
perseguidos y una ruta privilegiada del intercambio clandestino con la Banda
Oriental desde el siglo XVII. Así, en 1825, una petición vecinal
de SanFernando sostenía que los montes eran “una casa de forajidos
que necesita la mas alta atención; en ellos viven los hombres sin
jueces, cometiendo delitos a medida que se presentan los casos –teniendo
mujeres (de las que se llaman robadas), engañando a cuantos pueden, y
sin mas religión que la de los pampas”63. A su vez, los bañados de los partidos inmediatos a la ciudad
eran otros lugares donde los salteadores podían buscar refugio.
Así en diciembre de 1827 un comisario inspeccionó el
bañado de Quilmes tratando de identificar “los Sujetos que residen
en aquella parte de la costa aprehendiendo a los Bagos y Perjudiciales que se
encuentran”; tras la recorrida detuvo a un tal Eduardo Cuello “por
sospechoso y no tener papeleta que acredite su ocupación y haberse
encontrado adentro de los cangrejales en las Pajas durmiendo” y por
versiones de los pescadores de que allí se refugiaba cuando se acercaba
alguna partida64. Por último, las informaciones policiales indican
también que los salteadores buscaban refugio y solían tener
residencia en los arrabales de la ciudad, en los ranchos y los cuartos de
alquiler en torno a sus plazas donde llegan los frutos al mercado urbano, cerca
de los saladeros y en el abigarrado mundo que se había conformado en las
quintas de sus afueras. Era este dificultoso control
de la periferia urbana
el que acicateaba los temores de la elite urbana65.
Un perfil de las gavillas de salteadores.
28Para tener una idea aproximada reseñemos las
acciones desplegadas por una gavilla entre 1818 y 1824. La primer
noticia quetenemos es que en 1818 asaltó en Areco las casas de un sargento y de un importante hacendado. En agosto de 1820
unos 20 individuos armados con sables, pistolas y tercerolas asaltaron una
estancia en Pilar simulando ser una partida militar; el asalto fue
extremadamente violento, la casa fue saqueada por completo llevandose
los gavilleros toda la ropa y el dinero que encontraron, incendiaron el techo
de un rancho y asesinaron a dos moradores. En el sumario se identificó a integrantes de varias gavillas que estaban siendo buscados
(como los
famosos “hermanos Melo” y en especial Atanasio Melo, alias
“Tango”) y también a varios soldados; sin embargo, la
mayoría de los acusados resultaron ser peones y labradores residentes en
la zona sin antecedentes penales. En diciembre de 1820
algunos de sus miembros asaltaron en Areco la casa de una parda, asesinando a
su marido. La gavilla continuó actuando por lo menos hasta 1824
robando ganados y realizando asaltos en varios partidos (San Antonio y
Fortín de Areco, Exaltación de la Cruz, Pilar, Morón, San
Isidro y Flores). El ejemplo, aunque excepcional por la
duración de esta gavilla, permite advertir algunos rasgos
característicos. En rigor no se trataba de una banda permanente
sino de una constelación inestable y sin una jefatura fija; dentro de
esa constelación algunos individuos actuaban reiteradamente junto a
otros que se unían circunstancialmente; entre ellos no faltaban los
milicianos (soldados y suboficiales), eran frecuentes los desertores del
ejército pero en su mayoría eran peones y labradoresradicados en
la zona66.
29La gavilla típica era una formación transitoria que contaba con
4,6 integrantes de promedio. Sin embargo, podía
haber otras mucho mas numerosas (que llegaban
hasta la treintena) y la evidencia sugiere que en estos casos debió
tratarse de la reunión momentanea de varias gavillas menores. La
mayoría de las gavillas tenían corta duración y se
conformaban para producir uno o dos asaltos en el mismo partido o en sus
alrededores, aunque hubo algunas que extendieron notablemente su radio de
acción. Al ejemplo anterior podemos sumar otros: en julio de 1825 una
gavilla que había realizado robos de ganado y asaltos desde Arrecifes
(en el extremo norte de la provincia) hasta Lujan (en el oeste); la
mayor parte de los acusados eran paisanos calificados como vagos y varios
“ladrones famosos” con antecedentes de salteadores67. En enero de 1831 fue desbaratada otra gavilla que había operado
desde las afueras de la ciudad hasta los puntos mas alejados de la
frontera oeste68.
30Para saber quiénes eran los acusados de integrar gavillas de
salteadores nos centraremos en las confesiones69. Ante el juez de la causa, el
acusado debía responder las reconvenciones y los cargos que
surgían del
sumario policial con sus anteriores declaraciones. Esta
instancia, probablemente, es la que nos acerca mas a la versión
que cada uno daba de los hechos y de su vida. Una
versión distorsionada seguramente. No era sino la versión
que de sus palabras daba el escribiente y se suponía que el derecho de
defensa estaba asegurado por un padrino designado
alefecto. En el interrogatorio el acusado pareciera oscilar entre negar los
cargos sin mayor explicación, afirmar lo que cree
que el juez espera escuchar o descargar las culpas sobre otros, en especial
sobre los prófugos que inevitablemente terminan siendo los peores de la
gavilla70.
31Sólo seis de mas de un centenar de
acusados dijo que sabía firmar. Y, sin embargo, en las confesiones a
veces aparecen argumentos sugestivos, retazos de sus declaraciones de los que
emergen nociones que invitan a pensar que, de algún modo,
disponían de una cierta cultura jurídica71
32Estas confesiones nos informan sobre el estado civil de 118 hombres: 57
dijeron ser solteros, 47 casados y 4 viudos. Conviene no
dejarse atrapar por esta simpleza que esconde una variedad de situaciones de la
inestable realidad familiar rural. De esta forma, la proporción
de “casados” es desmesurada para lo que sabemos sobre el matrimonio
rural72 y debe estar incluyendo diferentes formas de cohabitación y
amancebamiento aunque la inmensa mayoría prefirió describirse como
“casados”. Pero, algunos no dudaron en reconocer su
situación: María de la Cruz Figueroa, una mujer de 26
años, soltera, nacida en Córdoba y “ejercitada en coser
costuras”, reconoció que vivía con José
Quirós a quién calificó como “el hombre que la
mantenía” diciendo que “solía traer ganado y con eso
la mantenía y cuando andaba desocupado se ponía a jugar”.
La respuesta parece haber molestado al juez que le
recriminó “su público amancebamiento ofensivo de la moral y
las costumbres”, pero María respondió condecisión
“que su amancebamiento sería porque así le convenía”73.
Mas grave debe haber sido para el juez la situación de Laureana
Rodríguez a quién “a mas de hallarle prendas del
robo en su poder consta que siendo mujer legitima de Tomas Molina
esta haciendo vida amaridable con el fingido oficial comandante
José Ramírez”, como se postulaba el jefe de una gavilla74. Sin embargo, las acusadas fueron muy pocas y casi siempre por
disponer en sus casas de algunos efectos robados. La cantidad de
“casados” devuelve una imagen que aleja a estos acusados del estereotipo del perseguido por vagancia, mayoritariamente joven y
soltero e incluso del
común de los detenidos por los juzgados de paz en la década
siguiente que en un 70% eran solteros mientras que en nuestra muestra no
llegaban al 49%75.
33Las edades de los acusados deben ser tomadas con cuidado dado que en muchos
casos los jueces sólo anotaron si el acusado era o no mayor de edad (25
años) y porque no fueron pocos los detenidos que dijeron ignorar cual
era su edad y entonces les fue asignada por el juez a partir de su apariencia (y
su estereotipo). Disponemos así de datos de edad para 115 hombres: la
edad mínima registrada fue de 12 años y la maxima de 51 un
espectro lo suficientemente amplio como para intentar cualquier
generalización abusiva: el 51,3% contaba entre 20 y 29 años, el
26,9% entre 30 y 39 y un 9,5% era menor de 19 años. Predominan los
jóvenes aunque no tanto como podría esperarse.
34Sabemos el lugar de nacimiento de 102 detenidos.
Casi el 52% (53 individuos) nació en la provincia deBuenos Aires (y de
ellos sólo 12 en la ciudad); es decir que la mayor parte de los
gavilleros eran porteños nacidos en la campaña o en sus poblados
sin que se ponga en evidencia el predominio de ninguno de los partidos. Un
segundo grupo (37 acusados, el 36,2%) nacieron en las
provincias del
interior y aquí las cosas son diferentes: 18 de ellos eran cordobeses,
seguidos –lejos- por 7 santiagueños. Por último, hay 12
“extranjeros” (casi el 12%) y se nota la presencia de 9 chilenos,
todos presentes en gavillas que actuaron a finales de la década de 1820.
Ni tan jóvenes, ni tan solteros ni tan
extraños al medio social eran estos salteadores como
sugiere el estereotipo elitista del
bandido rural.
35Los jueces preguntaban a cada detenido cual era su
oficio y de qué se ejercitaba habitualmente para mantenerse. Esta
distinción entre “oficio” y “ejercicio” de las
preguntas no tuvo mayor incidencia en las respuestas dado que la inmensa
mayoría de los detenidos no declararon un
oficio (o directamente dijeron no tener ninguno) y luego pasaron a relatar de
lo que se ocupaban; y, pocos –muy pocos, sólo 10- dijeron no tener
ocupación alguna. De esta manera sabemos que “ejercicios”
declararon 121 acusados: el 48,7% (59 individuos)
dijeron ser peones (peón de estancia, peón de campo, jornalero,
peón de chacra, peón de horno de ladrillos, etc); 43 declararon
ser labradores, el 35,5%; por su parte 8 declararon ser acarreadores de ganado,
6 practicar algún tipo de negocio, 4 eran capataces, 2 estancieros y uno
solo aceptó ser esclavo.
36Lamentablemente,fueron muy pocas las confesiones
donde el imputado declaró su grupo étnico de pertenencia por lo
que estos datos hacen pensar que las gavillas no tenían una
composición multiétnica. Aunque las referencias acerca de la
presencia de esclavos, libertos y mulatos entre los bandidos son mayores que la
imagen que brindan las confesiones, tampoco llegan a sugerir que el
bandolerismo pueda haber sido un destino habitual de
los esclavos, a diferencia de lo que contemporaneamente sucedía
por ejemplo en Perú76. No es un contraste menor considerando que no
menos de un 10% de la población rural tenía esa
condición77 y que en la ciudad la población de color rondaba un
25% ademas de haber sido este sector de la sociedad el destinatario
primordial del reclutamiento militar78. A su vez, otro indicio es sugestivo:
ninguno de los acusados dijo ser indio
y sólo en tres gavillas detectamos que hubiera algún indio entre los
salteadores. Por ejemplo, en 1812, fue detenido “un
indio llamado Santos Valdés este es muy sospechoso
vago y mal entretenido ladrón de caballos y nombrado de salteador
él trata con los indios pampas”79. Valdés quien dijo ser
peón de campo, negó haber tenido
jamas trato con los indios pampas. Esta ausencia no deja de ser
llamativa dada la densa trama de relaciones que articulaban la frontera y, en
especial, los circuitos clandestinos de intercambio como el que hacia 1815,
José García tenía en Ranchos junto a sus peones y los
indios pampas que alojaba en sus ranchos80 o el trafico de ganado robado
que se destinaba a las tolderías del otro lado delSalado desde Monte en
181881. Por entonces, los montes del Tordillo parecen
haber sido ya un frecuentado espacio de refugio para desertores y bandidos y
punto clave de estos circuitos comerciales82. Ademas de escasas todas
las referencias a la presencia indígena que tenemos son anteriores a 1820.
37Hasta aquí, el perfil que podemos trazar de las gavillas de
salteadores: se reclutaban entre los sectores mas bajos de la
campaña y predominaban los nativos de la provincia aunque tenían
una incidencia importante los migrantes del interior. No eran tan
jóvenes como
hubiera sido de esperar, habían formado una familia y aunque la mayor
parte eran peones había una buena proporción de labradores. Pero,
¿eran “ladrones de profesión” como dictaba el
estereotipo? Si nos atenemos a los partes de remisión de detenidos
pareciera no haber dudas: así, por ejemplo, el
comisario de Matanza describió a Pascual Castillo como 'un salteador de este lugar sin
otra ocupación que la de asesinar y saltear a los que puede en este
Partido'83. Sin embargo, sólo 33 de los acusados confesó haber tenido detenciones anteriores (21 dijeron que era la
segunda vez que estaban detenidos, 11 que era la tercera y sólo 1 que
aquella era su cuarta detención). Por supuesto que a veces se descubría
que el acusado había mentido pero esta parte del interrogatorio (y que
por cierto tenía importancia en la sentencia) seguía descansando
en la propia declaración del acusado o en los informes que enviaran los
comisarios o jueces locales que solían basarse en su conocimiento
personal y en la“fama” del acusado. El estado provincial estaba
lejos de contar con una burocracia judicial y policial sólida y los
registros de la carcel de policía o del presidio, si bien existían
no eran muy consultados por los jueces; y cuando lo hacían los
resultados no eran muy seguros: así cuando Diego Arce confesó
haber estado cuatro veces en el presidio y logrado fugar el alcalde del
presidio sostuvo que de acuerdo a los registros no había estado allí84.
Estos datos, al menos, invitan a considerar que los salteadores no eran un grupo de individuos dedicados al saqueo y, menos
aún, a un grupo peculiar de la sociedad rural.
38Los jueces y comisarios locales estigmatizaban a
individuos y también lo hacían con algunas familias. Aquí
la “fama” cobraba toda su importancia y el juicio en cierto modo se
presentaba como
una instancia mas de una larga cadena de rivalidades y disputas locales
que ahora descargaban el oprobio sobre esa parentela. Ello
remite a la naturaleza de las relaciones sociales agrarias pero también
a la misma practica judicial y a su inserción en el medio social
rural85. En los juicios civiles las partes que se enfrentaban
solían expresar constelaciones locales rivales que sostenían las
posiciones de uno u otro contendiente y que incluían a
alguna autoridad local y una conflictividad faccional aún mas
acentuada se expresaba en los juicios por abusos y excesos que se entablaban
contra Alcaldes de Hermandad o Jueces de Paz. En consecuencia, los reclamos de
vecinos y jueces de paz no sólo apuntaban contra el acusado sino que
solían incluirpedidos de destierro de su familia, una practica
colonial que perduró entre las aspiraciones de los vecinos mucho
después: así, en el sumario de 1824 contra León Moreno
“por abrigador y consentidor de ladrones cuatreros y mal entretenidos en
su casa” el teniente alcalde pedía instrucciones acerca “si
sera útil o no el que este hombre permanezca con su rancho por
mas tiempo en el lugar abrigando a todo vandalo”86. Muchas veces
la familia entera (y sus peones, criados y agregados) era considerada una
gavilla tal como sucedió con Gregorio Rivas pues se sostuvo que en su
casa “se fomentan los ladrones que por ahí cruzan',
testimonio refrendado por el Juez de Paz del partido para quién
“es voz y fama y con opinión que los Rivas son ladrones de
profesión”87.
39Al menos 33 de los detenidos parecen haber sido
desertores del
ejército, la marina o la policía. Un
resultado lógico de la creciente presión enroladora del estado, de la transformación del “servicio de armas” en pena
común para un haz de delitos y contravenciones cada vez mas
amplio y de las mayores obligaciones milicianas que recaían sobre los
vecinos88. Ellos buscaban eludirlas o al menos mitigarlas a través de
varias estrategias entre ellas la de apelar a los “personeros”,
sobre quienes recaían las preocupaciones del Jefe de Policía
cuando decía “que esta persuadido que en el regimiento de Milicia
activa hay muchos individuos notoriamente vagos dedicados al desorden y a la
embriaguez; que los mas han pertenecido a los extinguidos cuerpos veteranos y
que no se contraen por ahora a otraocupación que la de
personeros”89. Una versión completamente plausible: luego del gran
esfuerzo de militarización de la población de la década
1810 el nuevo estado provincial debió reducir drasticamente los
cuerpos militares. Los calificados de “vagos” fueron parte
principal de los reclutados compulsivamente para afrontar la guerra con Brasil
y ella fue invocada en los juicios tanto en los partes
de detención como
en las sentencias y las penas. Así en 1826 el comisario de
Chascomús dijo de un detenido:
“Recomiendo a V.S. la persona y seguridad de este individuo que es
inútil y perjudicial en la campaña y puede ser muy útil en
las actuales circunstancias o para los buques o para el servicio del ejercito de la Banda
Oriental.'90. Las levas llevaron al paroxismo la discrecionalidad de las
autoridades locales al efectuar las detenciones. Así, un
comisario justificaba la ausencia del
sumario diciendo: “creí ser lo suficiente para destinar a dos
vagos que a veces se remiten a las armas sin mas justificación que
haberlos preso un celador”91. Esta discrecionalidad
estaba presente en toda la estructura judicial. Así, en noviembre
de 1827 el juez de primera instancia condenó a dos peones a seis
años en el servicio de armas 'atendiendo a la naturaleza de la
causa y necesidad de aumentar en la actual guerra que sostiene el Pays'. A
ello aludía un abogado defensor en 1827: 'Parece que la circunstancia
de la guerra se hubiesen movido a darles el destino de las armas pero en este
caso es necesario que tenga V.E. presente que como ciudadanos todos
estamosobligados a servir a la Patria cuando la necesidad los llama a su
defensa, pero siendo inculpables darles este destino propiamente para los vagos
y mal entretenidos y no para los hombres laboriosos es lo mas triste que puede
esperarse por los infelices labradores de la campaña'92.
40En estas condiciones la experiencia militar era parte inseparable de las
condiciones de existencia de los paisanos y, por tanto, un
dato central para comprender la formación de las gavillas. La
deserción muchas veces no era individual y los desertores solían
llevarse uniformes, armas y caballos y no les quedaban muchas opciones
disponibles entre las cuales estaba la de incorporarse o formar una gavilla de
salteadores, al menos por un tiempo. Por ejemplo, en
setiembre de 1826 el gobierno recomendaba enfaticamente apresar a las
bandas de desertores entre los cuales se encontraban “los hijos del
antiguo Capitan de Milicias Antonio Torres (a) San Martín”;
ellos habían desertado y tras ello causado al menos un asesinato, varios
robos y saqueos93. Para el ministro de Guerra no había dudas:
“algunos soldados que en las distintas levas han sido destinados al
Ejército, han desertado, y podido pasar a esta Provincia causando el
día 9 en las inmediaciones del lugar llamado el Monte Grande un
asesinato y varios robos”94. Vistos desde esta perspectiva mas que
“ladrones de profesión” buena parte de los acusados de
salteadores parecieran haber sido paisanos
transformados en “criminales” por la propia acción estatal y
sólo algunos tenían una nutrida trayectoria delictiva