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Descubrimiento - san Juan Calle - la caja ronca
la caja ronca
Había una vez en San Juan Calle un chiquillo curioso que quería
saber en qué sueñan los fantasmas. Pues este
pequeño había escuchado sobre unos aparecidos que merodeaban en
las noches de Ibarra, sin que nadie supiera quiénes eran, pero que de
seguro no pertenecían a este Mundo.
-¡Ay Jesús!, decía Carlos,
ojala no salgan la noche en que tengo que regar la chacra. Sin embargo, este muchacho de 11 años era tan preguntón que
se enteró que las almas
en pena vagaban a medianoche para asustar a todos los que salían. Estos seres, según decían, penaban porque dejaron
enterrados fabulosos tesoros y hasta que alguien los encontrara no podían
ir al cielo.
Estos entierros estaban en pequeños baúles de
maderas duras para que resistieran la humedad de las paredes.
Carlos moría de ganas de conocer a esas almas en pena,
aunque sea de lejos y fue a la casa de su amigo Juan José para que lo
acompañara al regadío.
-¡Qué estas loco!, dijo Juan
José.
Yo estaba en el barrio cuando
Hablaron de la Caja Ronca, que
Era como
habían denominado a
Esa procesión fantasmal.
-No seas malito, le dijo Carlos.
Y luego de insistir, los dos chicos caminaron hasta el barrio
San Felipe. Empezaron a regar los sembríos y después
prendieron una fogata y esperaron que el tiempo transcurriera, eso sí
evitando hablar de la temible Caja Ronca.Atraídos por la magia del
fuego no tardaron en dormirse, mientras un ruido pareció entrar por el
portón
Del Quiche Callejón. Despertaron y el sonido se hizo
cada vez mas fuerte. Entonces se acercaron a la
Hendidura y lo vieron todo:
Un personaje extraño rodeado de fuego daba órdenes a sus fieles,
que caminaban lentamente como
arrepintiéndose.
Dirigen esta singular orquesta de investigadores el Consejo
Internacional de Ciencias y la Organización Meteorológica
Mundial. Todos los esfuerzos estan dirigidos a medir las
superficies heladas en extensión y en profundidad, los vientos, las corrientes
marinas, la salinidad de las aguas. Hay que calcular con exactitud el ritmo de
la degradación en marcha, descubrir los mecanismos del deterioro,
analizar sus efectos sobre el ecosistema y sus proyecciones para elplaneta.
Todo el planeta esta concernido por lo que esta
ocurriendo en los Polos. Los Polos, dicen los científicos, son como espejos que nos
envían la imagen de lo que nos espera, son como
ecos del
estruendo demoledor de nuestras sociedades avanzadas -es cierto- pero
destructivas de los equilibrios de la Naturaleza.
Al término de la Guerra Fría, la Marina
norteamericana prestó a los hombres de ciencia algunos de sus submarinos
fabricados para navegar bajo la inmensa y espesa capa de hielo flotante que
constituye gran parte del Polo Norte. Cien mil millas
fueron recorridas y los sonares de los submarinos apuntados hacia la superficie
revelaron un derretimiento vertiginoso de la capa de
hielo.
A ese ritmo, en 20 o 50 años
desapareceran en el verano las superficies heladas. Los
osos perderan pie donde apoyarse para vivir y lanzarse a la caza de las
focas, moriran de hambre. Ya se han
observado en zonas desheladas en verano varios casos de osos hambrientos que se
devoran.
En tierra firme de Siberia y de Alaska, se
derrite en el verano una parte del permafrost, la tierra que se
creía eternamente helada en profundidad. Lo que era tierra congelada se
transforma ahora en fango, en barro frío donde los bosques de la tundra
parecen enloquecer. Sus raíces pierden asidero, los arboles se
inclinan a un lado y otro, o caen, en un desorden de pesadilla. Su apariencia les ha hecho ganar el sobrenombre de 'bosques
borrachos'.
Los curiosos estaban pegados al portón
como si fueran
estatuas.
Y entonces la puerta sonó. A su lado
se encontraba
un penitente con una caperuza que
ocultaba sus ojos. Les extendió dos enormes velas aún humeantes y
se esfumó
como
había llegado.
A Juan José le pareció que una carroza
contenía la temible Caja Ronca, que no era otra cosa que algún
baúl lleno de plata perdido en el tiempo y el espacio y que buscaba unas
manos que lo liberaran de su antiguo dueño.
Ni cuenta se dieron cuando se quedaron dormidos,
ni
aún en el momento en que sus pies temblorosos los llevaron hasta sus
casas de paredes blancas.
En San Juan Calle, las primeras beatas que salieron a misa los encontraron
echando espuma por la boca y aferrados a las velas fúnebres.
Cuando fueron a favorecerles comprobaron que las veladoras se
habían transformado en canillas de muerto.
Fue así
como,
de boca en boca, se propagaron estos sucesos y los chicos fueron los invitados
de las noches cuando se reunían a conversar de los sucesos de la Caja Ronca