Soy de Bogota, allí nací y me
crié. Siempre me gustó el arte.
No tenía claro qué quería hacer en la vida, pero
tendría que ser algo digno y asombroso. Mi papa
es titiritero, me crié con el buen humor, el trabajo de sus
muñecos y sus ideas. Tomé innumerables
cursos de pintura, arcilla, plastilina, música entre otras. Justo
unos meses antes de salir del colegio comencé a
bailar, aprendí a bailar tango y después entré a una
academia de ballet. Sin tener muy claro qué sería de mi vida, y
con la presión que todos sentimos cuando debemos elegir algo después
de que todo lo hacíamos sin libertad y por obligación,
pensé que el arte y mas exactamente la danza me
acompañarían siempre, pero no serían mi profesión.
Luego de presentarme dos veces frustradas al famoso examen en la universidad
Nacional para estudiar Antropología, decidí optar por obedecer un impulso lleno de incertidumbre hacia mi destino, estudiar
danza.
En mi afan por estudiar algo, me presenté también a
literatura en la Javeriana, y a los pocos días me inscribí a la
ASAB, la única facultad de artes en Colombia que tiene un pregrado en danza Contemporanea. No tenia que
preocuparme por la opinión de mis padres, porque ambos me reiteraban su
respaldo infinito y me alentaban a tomar la decisión que mas me
motivara.
Durante esos meses deconfusión y preguntas, no
dejé de estudiar, pero sobre todo no dejaba de bailar. El profesor de la escuela en la que estudiaba me invitó a
formar parte de una pequeña compañía con otros estudiantes
y así comenzamos a montar una obra y a presentarnos cada vez que lo
conseguíamos. El entrenamiento era arduo,
agotador. Montaba horas diarias en transmilenio, le entregaba mis
días a eso, y seguía con la idea de que
yo no sabía lo que quería para mi vida. Un
día lo reconocí, pienso que sobre todo lo acepté,
quería bailar, aunque eso pareciese imposible, aunque fuese una
profesión inexistente e invisible en este país, aunque tuviese 16
años y ya pareciera imposible.
Fue así que entrené y pasé los
examenes de la Universidad Distrital. Entré
en el 2008 a la Escuela Superior de Artes de Bogota. Con poco
conocimiento en el ambiente dancístico descubrí que la disciplina
corporal era definitivamente lo que quería. Así ha sido contra
todo pronóstico, nunca me gustó el deporte y por lo general no me
iba tan bien con las clases de educación física. Pero la danza es deporte y poesía, retos y culturas. Allí se congregaban mis búsquedas y desafíos.
Los retos diarios, los estados indescriptibles y los momentos
de introspección que me ofrecía la danza e incluso las mas
grandes frustraciones, me creaban una especie de adicción. Sin
embargo, el ambiente de la universidad, los trabajosfinales y en general el
proceso que vivía la Universidad no me resultaban agradables, y no
sentía que me permitieran sumergirme en lo que me gustaba, que era
bailar.
Con tan poca experiencia y un criterio siempre guiado
por el placer, busqué a una amiga que se había ido a estudiar al
“El colegio del cuerpo de Cartagena de Indias”
dirigido por Alvaro Restrepo, bailarín, coreógrafo y
fundador del
proyecto.
Conocía un sólo trabajo de la escuela
que me había hipnotizado en el festival iberoamericano de teatro, pero
incluso antes de comenzar a bailar sabía de su existencia y escuchaba
historias hermosas de su trayectoria. Sabía que Alvaro Restrepo
junto con la codirectora francesa Marie France Delieuvin había buscado
jóvenes de barrios populares de Cartagena para conformar una escuela de
bailarines, como su nombre lo indica: un colegio del cuerpo. Con un par de
correos y llamadas conseguí ir a Cartagena por una semana y conocer el
colegio, vi desde los mas jóvenes estudiantes hasta los
profesionales bailar, todos me asombraron con sus cuerpos y expresiones, los vi
improvisar uno a uno el primer día, también yo lo hice aunque me
sentía como mosco en leche.
Así fue que me instalé en Cartagena, donde luchó día a
día por el arte, conozco otras perspectivas de mi país y ejerzo
el intercambio cultural con afecto. La danza me ha llevado a conocer
demasiados aspectos de mi misma,ademas de
traerme a una ciudad que ignoraba, con un talento único en el arte del movimiento. Cartagena tiene un escenario
perfecto, una farsa montada, al centro Andalucía y a las afueras
Africa, como
lo dijo Héctor Abad, con todo y nuestras diferencias me fue posible
aprender de todo y de todos sin ir a buscar afuera una formación digna y
exigente.
El privilegio de aprender de personajes tan generosos como los directores del
colegio, los bailarines y en general todo el cuerpo de trabajo que lucha por la
escuela, son motivo de inspiración para todos los que nos vemos
atemorizados por el abandono y menosprecio que muestra Colombia a los artistas,
creo que todos sentimos incertidumbre a la hora de vernos enfrentados a ejercer
nuestra profesión, con todo en contra, la dificultad no comienza por no
haber escogido ser médicos o ingenieros, sino cuando le apostamos a ser
distintos, a ser minoría, a creer que realmente la vida no empieza con
la corbata.
Ahora que yo estudio y me entreno, también me han
encargado el trabajo de entrenar a otros. Voy a instituciones educativas de Cartagena para
enseñar a niños a respetar y valorar sus cuerpos y los de los
demas, la danza no puede seguir siendo un acto
de embriaguez y fantasías irreales, la danza es también una labor
educativa, es trabajo en equipo, es silencio y paz. Es una
lucha por exceder límites.
Así empecé y así voy.