| 1. Presentación
Esta obra es continuación de la serie
iniciada con Antropologie du corps et
modernité (1990) en que el autor estableció las perspectivas
y útiles necesarios para abordar una interpretación global del pensamiento
contemporaneo a la luz de la antropología. El cuerpo humano,
opina Breton, es un objeto de analisis
privilegiado y la lectura antropológica un instrumento iluminador de las
diversas areas del
trabajo humano. Des visages (1992), sobre los significados del
rostro, o La Char à vif (1993), acerca de los usos
médicos del cuerpo humano, han representado sucesivos acercamientos a la
interpretación antropológica que culmina enAntropologie de la
douleur (1995), donde se enfrenta el problema de la relación
defectuosa del ser humano con su cuerpo, esto es, el dolor. Breton, profesor de
Sociología y Antropología en la universidad de Estrasburgo enfoca
este tema desde la metodología de Simmel y Mauss, orientación que
le permite cifrar en el cuerpo humano toda una encrucijada de significaciones
en las que es posible aprehender la construcción social y cultural de
una realidad irrefutable como es el dolor.El libro de Breton se estructura en
seis capítulos que recorren la constatación objetiva de la
experiencia de dolor junto a su inequívoca vivencia personal por cada
ser humano. Se añade asimismo la gran pregunta acerca de su sentido,
únicocamino de superación del dolor en la opinión de
Breton quien, a modo de alternativa, enumera las respuestas de las grandes
religiones a este fenómeno, ya que el dolor se padece subjetivamente en
mayor o menor intensidad, con un grado u otro de resistencia, según el
significado que las diversas sociedades hayan dotado en su conjunto a esta
experiencia. A la exposición de estas tesis dedica el autor otros dos
capítulos, concluyendo finalmente con el analisis de los usos
sociales del dolor, esto es, de la pragmatica positiva de este tipo de
conocimiento, si es que esta puede existir. La obra de Breton trasluce la
atenta lectura de la carta Salvifici Doloris de Juan Pablo II
(11-II-1984), autor al que cita en algunas ocasiones y con el que comparte
muchos puntos de vista.2. Dolor y sufrimientoUno de los planteamientos iniciales
de la carta Salvifici Doloris (SD) es la discriminación entre
sufrimiento físico y moral, respectivamente el dolor del cuerpo o del
alma, distinción que Breton repone en terminología médica
en los conceptos de 'pain' y 'suffering'. Siendo el dolor
una experiencia común, solidaria, tema universal que acompaña al
hombre a lo largo y ancho de la geografía (SD
)
junto con la muerte, pues el sufrimiento es siempre humano aunque
también conozcan el dolor los animales; tal vez, porque el dolor
'manifiesta a su manera la profundidad propia del hombre y de algún modo la supera.
Solamente el hombre cuando sufre sabe quesufre, y se pregunta la razón
de este dolor del mismo modo que se plantea el
significado del mal: 'Ambas preguntas son
difíciles cuando las hace el hombre al hombre, los hombres a los hombres
como
también cuando el hombre las hace a Dios' (SD ).
Aún mas, podría decirse que esta pregunta sólo
puede dirigirse a Dios, concluye Juan Pablo II: 'El hombre puede dirigir tal pregunta a Dios con toda la conmoción de su
corazón y con la mente llena de asombro y de inquietud; Dios espera la
pregunta y la escucha' (SD, 10). De manera que el sufrimiento parece
pertenecer a la trascendencia del hombre; es uno de esos puntos en los que el
hombre esta en cierto sentido destinado a superarse a sí mismo, y
de manera misteriosa es llamado a hacerlo' (SD ).Simultaneamente,
se trata también un hecho situacional, aislable en un sujeto que lo
padece pero modalizado por la 'materia social, cultural, relacional'
que impregna ese sufrimiento. Siempre se manifiesta de manera violenta, de
improviso, como una invasión e interrupción de la vida cotidiana,
y, muy frecuentemente, destroza nuestras relaciones familiares y sociales por
el sentimiento de la incapacidad y la indignidad frente a los otros.Así
pues, el dolor es 'un hecho personal, encerrado en el concreto e
irrepetible interior del hombre' y el sufrimiento, una experiencia
incomunicable. Por esto, André Le Breton censura el organicismo dualista
de nuestra tradición occidental que reduce el dolora una mera
sensación relativa a la maquinaria del cuerpo. Nada
mas falso, añade Le Breton, que la ponderación objetiva de
esta experiencia, como
demuestran los experimentos de medición de los umbrales de dolor. Para
comprobar la intensidad del dolor de otro sería
necesario convertirse en ese otro. No pertenece sólo a la
terapéutica. Afirma Juan Pablo II: 'El sufrimiento humano es mucho
mas vasto, mucho mas variado y pluridimensional. El hombre sufre
de modos diversos, no siempre considerados por la medicina, ni
siquiera en sus mas avanzadas ramificaciones. El
sufrimiento es algo todavía mas amplio que la enfermedad,
mas complejo y a la vez mas profundamente enraizado en la
humanidad misma. Una cierta idea de este
problema nos viene de la distinción entre sufrimiento físico y
sufrimiento moral' el sufrimiento respectivo, del cuerpo o del alma'. El hombre que
sufre aparece envuelto en un misterio intangible que
debe provocar el respeto de los demas. Su padecimiento
siempre sera incomunicable.'Sufrir es sentir la precariedad
de la propia condición personal, en estado puro, sin poder movilizar
otras defensas que las técnicas o las morales' explica
Bretón. Y la Salvifici Doloris precisa aún mas: ¿cuando
se sufre? Cada vez que la persona experimenta el mal de cualquier género
que sea.Como es lógico, esta respuesta mueve a la subsiguiente pregunta
por la naturaleza del
mal. El mal sería así una ausencia, falta o
distorsión del
bien.'Elhombre sufre a causa de un bien del que él no participa, del
cual es en cierto modo excluido o del
que él mismo se ha privado. Sufre en particular cuando debería
tener parte -en circunstancias normales- en ese bien y
no lo tiene'(SD, 7) Y podría añadirse, parece innegable que
la intensidad del
dolor varía en razón al sentido que pueda encontrarse a esta
experiencia. Los que sufren son y experimentan lo mismo: la necesidad de
conceder un sentido a esa situación, la
necesidad del
apoyo y comprensión de los que aún se mantienen sanos y felices.
Encontrar el sentido del dolor es la cuestión
urgente de todo aquel que sufre. ¿Para qué el
dolor? y ¿por qué yo? ¿por qué soy yo el que sufre? Esta pregunta
(SD, 7) no sólo acompaña al sufrimiento sino que constituye, en
ocasiones, el núcleo de este sufrimiento.3.
¿Para qué puede servir el dolor?No
existe en nuestro organismo ningún sentido especializado en la
detección del
dolor dado sufrimos en todo nuestro cuerpo, en nuestra psique, en nuestra
sensibilidad. Así pues, el dolor no es una
función organica sino la consecuencia de la lesión de una
función, aclara Le Breton. Queda ahora por examinar si este fenómeno cumple alguna misión de utilidad
en la subsistencia corporal, indagación que desemboca de nuevo en la
frustración. En algunos casos el dolor avisa del peligro o
riesgo, o en otros de la enfermedad, pero no siempre ni de modo inmediato.
Incluso en algunos enfermos (personasinsensibles) es silenciado por un desajuste entre lesión y sufrimiento, o padecen el
dolor sin una causa patológica (hipocondríacos). Entonces ¿para qué puede servir el dolor desde el
punto de vista organico? ¿por qué
existe entonces? Le Breton ofrece algunas propuest
as.En primer lugar,
para algunas personas el sufrimiento supone un camino de 'acceso al
ser', un modo de 'instalarse físicamente en el mundo'. Es
el caso de los enfermos de hipocondría que configuran una identidad
provisional al vivir su cuerpo como mundo primario, o de los
'histéricos' para quien el dolor físico es trasunto del
dolor moral por el que esperaban haber logrado el amor y la compasión.
La afectación del dolor al núcleo íntimo de la persona, su
violencia, su irracionalidad parecen exigir la comprensión y el afecto
de los 'otros', los que aparentemente no sufren.Pero sucede que el
sufrimiento amenaza nuestra identidad, y puede llegar a transformarnos en
perfectos desconocidos para los demas, especialmente en los casos de
sufrimiento crónico. Quien sufre no puede incorporarse con espontaneidad
a los placeres y alegrías de los demas; suele reconcentrarse en sí,
prestando una atención exclusiva al propio cuerpo cuya omnipresencia
aniquila cualquier otro interés mas alla de los
síntomas: dolor agudo, ansiedad, extrañeza a las costumbres
habituales, temor al diagnóstico, etc. 'El hombre sufriente ya no
es el mismo, pero se le suele considerar a la luz de suscomportamientos
pasados. Se le reprocha ese cambio sin considerar circunstancias
atenuantes' (190) Incluso se llega a poner en duda la intensidad de su
sufrimiento o su buena voluntad para cooperar al restablecimiento,
situación que hace aún mas intolerable el padecimiento del
doliente. 'La solidaridad inicial se transforma en desconfianza, y a veces
en rechazo' (191) Las opciones del
doliente, aclara Le Breton, varían entre la ocultación del mal, el aislamiento, o el chantaje afectivo con la
mercancía del
dolor. En este sentido convendría recordar la
frase de René Lariche: 'Sólo hay un dolor facil de
soportar, y es el dolor de los demas'.Por esto, algunas personas
generan la profusión de sufrimiento con el que pueden llegar a erguirse como subjetividad ante
los otros. Sin él les sería imposible existir, afirma Breton:
'para colmar
una deuda infinita de la infancia o de otra época, o mantener su lugar
en el seno de un sistema relacional donde el dolor es la moneda de cambio'
(232). De este modo, 'pagando el precio de la
pena, la privación, la aprehensión', se 'satisface en
parte la defensa de sí mismo, evita exponerse a una situación que
le sería aún mas amarga'. Son estos los casos en que
la enfermedad (real o imaginaria) es rentabilizada como sucedaneo de la
compasión y la necesidad de la socialización: 'De manera
implícita, en la palabra sufriente se expresa una demanda de amor, una
llamada a estrechar los vínculos afectivos'(176).Aún
mas, 'numerosas observaciones demuestran que la solicitud de la eutanasia
nace de la renuncia vital de un enfermo cuyos últimos días
carecen de significado, privado del reconocimiento de los otros, enfrentado a
la indiferencia y la reprobación del personal sanitario, sin que su
dolor sea tenido en cuenta lo bastante. Nada otorga valor a
una existencia que el enfermo considera residual y hasta indigna. La
compañía sin embargo, arrancando al individuo de la soledad,
desactiva el deseo de morir y restablece el valor de la existencia' La
muerte es una experiencia dura pero humana que consuma el curso vital y vincula
de modo mas estrecho a cuantos se ven afectados por ella. Así
pues, la muerte ha de ser vivida con el mismo valor que el resto de la vida. Porque 'sólo el rostro de un allegado permite habitar
con gusto las últimas horas de la vida manteniendo el valor del mundo'
(pag. 40). En el alivio del
miedo que experimentan los enfermos participan de manera decisiva tanto los
profesionales de la sanidad como
los familiares de los enfermos. 'El
acompañamiento, la escucha, la capacidad de contener la ansiedad, la
acogida por los terapeutas o la familia de la palabra sufriente, ejercen un
efecto de apaciguamiento del
dolor. En tal contexto, a veces, para aliviar
al enfermo bastan dosis mínimas de antalgicos. por el contrario,
el abandono, la soledad, atizan el fuego de un dolor que traduce un intenso
sufrimiento, un grito dirigido alos allegados o a los terapeutas, última
señal de una voluntad de existir' (94).Por esto mismo, tal vez
sólo la fórmula religiosa sea capaz de otorgar un significado al
dolor, especialmente si entendemos religión como vinculación,
dependencia, confianza en alguien que responde de nosotros. Desde esta
perspectiva puede ser comprensible que la ofrenda del dolor, en muchos casos,
alcance el significado de una ofrenda de amor, de búsqueda de la
socialidad, de anhelo de pertenencia a una comunidad, como en los ritos de
iniciación de algunos grupos por los que los jóvenes son
incorporados hasta la dignidad y honor de sus mayores. Es decir, el dolor puede
significar la decisión de una voluntad, de ofrecer lo mas valioso
de sí, bien para integrarse en la comunidad de los que han experimentado lo mismo, bien para ofrendar por amor algo
verdaderamente costoso. Tanto en uno u otro caso son fruto de la libre
aceptación de la persona.Pero si el dolor puede obedecer a la libre
ofrenda del amor, también puede utilizarse como instrumento de
dominación del otro por la tortura, el suplicio y la humillación,
muchas veces mas horribles que la amenaza de muerte. El dolor ha sido
administrado como
castigo, memoria de la sanción en los proyectos educativos del pasado. En
cualquiera de estos casos se manifiesta como poder, capacidad e imperio, ya
que 'El dominio sobre el cuerpo es el dominio sobre el hombre, su
condición, sus valores mas queridos'(247). Esta es la
explicación tal vez de los castigos ejemplares
ejecutados por la justicia penal del pasado (y
del
presente).Sin embargo, aún ante el sufrimiento impuesto, que no puede
evitarse, cabe transformar esta experiencia en un mecanismo constructivo.
Recuerda Breton:'El dolor es una punción de lo sacro, porque
arranca al hombre de sí mismo y lo enfrenta a sus límites, pero
se trata de una forma caprichosa, que hiere con inaudita crueldad. Sin embargo,
si permanece bajo el control moral o si es superado, ensancha la mirada del hombre, le recuerda el
precio de la existencia, el sabor del
instante que pasa. Todo depende del significado que el hombre le
confiera. Si suprime el gusto de vivir cuando golpea, opera
el efecto contrario en cuanto se aleja. Es una llamada al fervor de
existir, un memento mori que devuelve al ser humano a
lo esencial'.4. ¿Hacer frente al dolor?Por
lo que acabamos de decir, parece evidente que uno de lo modos de paliar el
dolor, de aliviarlo es atribuirle un sentido, al vencer el miedo que nos
inspira. Para ello, es imprescindible poder nombrarlo. La praxis
médica demuestra que no hay nada que atemorice mas a los enfermos
como
el sufrimiento que proviene de causas desconocidas. De ahí que el
diagnóstico, en especial para los enfermos crónicos, facilite la
asunción del
dolor.En segundo lugar, darle un significado. Comprender el sentido del
dolor es comprender también el sentido de la vida. Pero
estesignificado depende en cada caso de la existencia individual que lo padece
y de los arquetipos de la cultura. Es innegable que el
dolor participa hasta cierto punto de una construcción social.
Breton se detiene en ejemplos elocuentes acerca de la exteriorización del
dolor que se espera según las diferentes sociedades. 'Aunque el
umbral de sensibilidad es semejante para el conjunto de las sociedades humanas,
el umbral dolorífero en el cual reacciona el individuo, y la actitud que
éste adopta a partir de entonces estan esencialmente vinculados
con la trama social y cultural. Frente al dolor, entran en
juego tanto la concepción del mundo del individuo como
sus valores religiosos o laicos y su itinerario personal' (137). De
manera que 'La relación íntima con el dolor no pone frente a
frente una cultura y su lesión, sino que sumerge en una situación
dolorosa particular a un hombre cuya historia es única incluso si el
conocimiento de su origen de clase, su identidad cultural y confesión
religiosa dan informaciones precisas acerca del estilo de lo ue experimenta y
sus reacciones'. Por eso, considera un error la indiferencia de ciertos
profesionales de la medicina hacia las circunstancias peculiares
-orígenes sociales y culturales, etc del enfermo.
Probablemente no pueda compararse la reacción de un
mutilado de guerra ante la pérdida de uno de sus órganos, con de
un obrero que ha sufrido un accidente laboral. Para el primero, perder
unmiembro es recibir el honor y salvar la vida. Para el segundo,
significa la ruina, la violencia, el abandono.El significado del dolor depende
también de la visión y el significado que cada persona tenga de
su cuerpo. Pero ¿cómo ve el individuo la imagen
de su cuerpo? La representación que cada persona se hace de su
cuerpo depende simultaneamente de su historia personal y de la
representación que el cuerpo haya alcanzado en un
contexto social y cultural según ha mostrado. Ademas 'Un mismo individuo no tiene una relación constante
con su dolor. Las circunstancias la hacen variar como se ha visto: se
distrae enfrascandose en una actividad absorbente, o lo olvida al ser
súbitamente reclamado para una tarea imprevista o por preocupaciones que
reclaman toda su atención. El dolor se acentúa
si no se piensa mas que en él, si el individuo se deja disolver
en su tormento. El significado que se otorga al hecho doloroso, el
estado de animo que reina en tal o cual momento, son las matrices que
dan forma al sentimiento del
dolor' (183)En este sentido, Breton pide a los
facultativos que traten a los pacientes desde un patrón teórico
de lo que debería suceder. 'No hay una objetividad del dolor, sino
una subjetividad que concierne a la entera existencia del ser humano, sobre
todo a su relación con el inconsciente tal como se ha constituido en el
transcurso e la historia personal,las raíces sociales y culturales; una
subjetividad tambiénvinculada con la naturaleza de las relaciones entre
el dolorido y quienes lo rodean' (94-95) Por esta razón, lamenta
que sea el significado médico el que se haya impuesto en nuestra
sociedad occidental lo que le mueve a solicitar una medicina en
colaboración, que tome en cuenta la participación del enfermo en
el diagnóstico de la enfermedad, 'hacer del dolor un simple dato
biológico es insuficiente en la medida en que su humanización es
la condición necesaria para que se presente a la consciencia, y porque
entre una realidad espacio temporal y otra, los hombres no sufren del mismo
modo ni en el mismo momento' (138)El control personal, mediante el
recuerdo de los momentos propicios, el distanciamiento, el raciocinio, una
especie de orientación estoica de la voluntad es el principal remedio
que la antropología puede ofrecer a la experiencia del dolor. 'El
estoico permanece inalterable ante las situaciones dolorosas puesto que entre
su persona y las inclemencias del
mundo erige la omnipotencia de su decisión. Perder el control del
acontecimiento es perderse a uno mismo, ya que el acontecimiento es un pretexto
para la voluntad personal Nada concierne tanto al ser
humano como su
disposición interior, de la cual es único amo señor'
(96). 'El dolor es sacralidad salvaje ¿Por
qué sacralidad? Porque forzando al individuo a
la prueba de la trascendencia, lo proyecta fuera de sí mismo, le revela
recursos en su interior cuya propia existenciaignoraba. Y salvaje, porque lo hace quebrando su identidad. No le deja
elección, es la prueba de fuego donde el riesgo de quemadura es grande.
Es propio del hombre
que el sufrimiento sea para él una desgracia donde se pierde por entero,
donde desaparece su dignidad, o, por el contrario, que sea una oportunidad en
que se revele en él otra dimensión: la del hombre sufriente, o que ha sufrido, pero
que observa el mundo con claridad' (274). Esta actitud tiene que ver con
la idea de una transformación del
dolor en experiencia iniciatica, tal como lo describe en su diario la escritora
Katherine Mansfield. Convertir el dolor en un
desafío de la dignidad humana cuya victoria consiste en su
aceptación.Hay que someterse. No resistas, ¡acógelo! Haz de tu dolor una parte de tu vida. Todo
aquello que aceptamos verdaderamente de la existencia sufre una
transformación. De ese modo, el
sufrimiento tiene que convertirse en amor. Ahí
esta el misterio. Debo pasar del amor personal a uno mayor
¡Ahora soy semejante a un hombre a quien han arrancado el corazón,pero soporta! En el mundo espiritual como en el mundo
físico, el dolor no dura eternamente Si el sufrimiento no es
reparadora medicina, quiero volverlo tal(Le journal,
p. 316-317)La Salvifici Doloris aporta una visión similar: 'En el
sufrimiento esta como
contenida una particular llamada a la virtud que el hombre debe ejercitar por
su parte. Ésta es la virtud de la perseverancia al
soportarlo que molesta y hace daño. Haciendo esto, el hombre hace
brotar la esperanza, que mantiene en él la
convicción de que el sufrimiento no prevalecera sobre él,
no lo privara de su propia dignidad unida a la conciencia del sentido de la vida.
Y así, este sentido se manifiesta junto con la
acción del amor de Dios, que es el don
supremo del Espíritu
Santo. A medida que participa de este
amor; el hombre se encuentra hasta el fondo en el sufrimiento: reencuentra el
alma que le parecía haber perdido a causa del sufrimiento (SD, 23). De
manera que el sufrimiento tiene cierta capacidad creativa. Puede
regenerar el bien de aquel que padece, del mismo modo que el sufrimiento de
Cristo ha creado el bien de la redención, esto es, de la
liberación definitiva del mal: no ya sólo la muerte física
sino la muerte eterna: 'en el misterio de la Iglesia como cuerpo suyo,
Cristo en cierto sentido ha abierto el propio sufrimiento redentor a todo
sufrimiento del hombre. En la medida que el hombre se convierte en
partícipe de los sufrimientos de Cristo -en cualquier lugar del mundo y
en cualquier tiempo de la historia- en esa misma medida, a su manera completa
aquel sufrimiento, mediante el cual Cristo ha obrado la redención del
mundo' (SD, 24).Según esto, el dolor no es un fin en sí
mismo. Pero cabe hacer algo con el dolor, que de una manera u otra se
manifiesta en nuestra vida. Del descubrimiento de este caracter creador
del bien, salvífico del malen el propio ser y en los demas,
deriva la capacidad no ya de no dejarse destrozar por él sino de
aceptarlo con alegría.Finalmente, Le Breton realiza un interesante
analisis acerca de lo que el dolor pueda significar en nuestra sociedad
contemporanea, en absoluto familiarizada con la idea de que la vida
pueda aparejar dolor. Los avances en la investigación biomédica han erradicado el dolor y molestias de muchas enfermedades,
pero también han dado lugar a la cronicidad de muchos otros sufrimientos
que, antiguamente, no hubieran tenido oportunidad de manifestarse. Baste pensar
la facilidad con que nos sometemos a la cirugía, y la relativa facilidad
con que paliamos sus molestias gracias a los antalgicos. Sin embargo,
hace menos de cien años muchos dolores
cotidianos resultaban irremediables, y las intervenciones quirúrgicas
sólo se afrontaban en casos de vida o muerte. Es
decir, 'el dolor estaba integrado en la economía de la vida'.
El umbral de tolerancia del
dolor era relativamente alto dado que se aceptaba como algo inexorable que afectaba o
podía afectar a cualquiera en cualquier momento. Todavía
en medios populares o menos favorecidos, por ejemplo, la legitimidad de la
queja llega cuando el dolor hace imposible el trabajo. Sucede esto porque
para estos grupos humanos el sentido de la vida no lo justifica el bienestar
sino la ocupación en la tarea profesional, la esencia misma del existir
personal y familiar (167).Por elcontrario, la vida que se lleva al abrigo de
toda adversidad contribuye a volver penoso el mas ínfimo
tropiezo, a falta de una cultura del dolor permanentemente reanimada por la
relación con el mundo circundante (162) En nuestro días el dolor
es un sinsentido absoluto, aún mas inexplicable que el de la
muerte. Así se traduce la irrupción de lo 'peor que la
muerte' en una sociedad que ya no integra el sufrimiento ni la muerte como
hipótesis de la condición humana' (206). Parece razonable
liberarse de las obligaciones impuestas por el dolor, aunque ello cueste la
pérdida de la independencia', es decir, de la autonomía y
dignidad (I. Illich, Némesis médicale, Paris, Le Seuil, 1975, p.
150) Menos sentido se encuentra aún al padecimiento del dolor que
podría ser evitado.Así pues, concluye Le Breton, despojar al
dolor de todo significado supone dejar al ser humano sin recursos, hacerlo
vulnerable. Aunque parezca al hombre el acontecimiento
mas extraño, el mas opuesto a su conciencia, aquel que
junto a la muerte le parece el mas irreductible, el dolor no es sino el
signo de su humanidad. Abolir la facultad de sufrir
sería abolir su condición humana. La fantasía de
una supresión radical del dolor gracias a los progresos
de la medicina es una imaginación de muerte, un sueño de
omnipotencia que desemboca en la indiferencia de la vida (perder el dolor es
también perder el placer y el gusto de la vida y precipitarse en el
hastío). |